miércoles, 6 de mayo de 2020

LA MONTAÑA MÁGICA 13

MILAGRO DE ALTURA
Con el paso de los días, Telmo se va dando cuenta de que la subida literaria que hace cada tarde al Berghof, para escuchar a los enfermos del sanatorio de Davos, lo va transformando en otro. Al igual que los propios enfermos a medida que pasan los días y los meses, Hans Castorp sin ir mas lejos, que llevaba ya mas de un año allí arriba, y había subido para pasar una semanas de visita a su primo Joachim, que a su vez llevaba allí unos cuantos meses tratando de curarse de la tuberculosis que le impedía incorporarse al ejército para jurar bandera y cumplir los deberes que tal rango de soldado le imponía, todos estos, dice Telmo, se van transformando en otros. Y es que de transformarse en otro tienen tanta responsabilidad los de abajo donde pasa las mañanas, como los de arriba donde pasa las tardes. Como ya se ha sugerido, o dicho explícitamente, con los de abajo, ha dado la casualidad, que Telmo vive un confinamiento obligatorio debido a una crisis sanitaria, llamada también peste digital. Y para paliar el aburrimiento que se avecina, esa otra pandemia latente que salta al albero social en cuanto haya un corte de energía eléctrica que desconecte a todos los conectados, es decir, la mayoría de los contribuyentes, debido a una tormenta inesperada porque es de esas tormentas de evolución diurna, lo que quiere decir que descarga toda su furia a media tarde, para adormecer el aburrimiento de los de abajo, dice Telmo, que debido a tal encierro se va apoderando de los reclusos o arrestados no hospitalizados, las pantallas no han dejado de escupir todo tipo de entretenimientos para hacer mas llevadera la vida confinada. Entre esas recomendaciones Telmo se fijó en una que invitaba a encerrarse a su vez en el sanatorio del Berghof, y vivir así una experiencia única. Sobre todo la de la dignidad de la muerte que los enfermos vivían allí arriba, por ser ésta una condición y una parte integrante de la vida; alejándose de lo que se estaba produciendo de manera precipitada allí abajo, bajo la influencia de la artillería inclemente de la actualidad, que como cualquiera de los bombardeos masivos utilizados como arma de destrucción masiva de ciudades y arsenales, estaba empeñada en insistir en que la población superviviente mantuviese en su imaginario ese carácter grotesco que adquiere la muerte, cuando los enterradores dan rienda suelta a su espíritu estabulador vendiendo a la masa encerrada y atemorizada el espantoso error de concebir la muerte como un principio aislado que se puede vencer con la invención de una vacuna. Y luego todos a la calle a hacerse otra vez masa. Lo que si percibe Telmo, mientras avanza en su lectura, es que la siempre precariedad que constituye a los sentimientos humanos en general, en el Berghof esta mas lejos de toda la contaminación técnica jurídica, psicológica, psicológica, familiar, económica, política y social que no deja de hostigar a abajo residentes hasta hacerlos casi abdicar de su condición humana. Así no solo es el aire puro de los Alpes lo que sienta bien a los pulmones de los enfermos del Berghof, sino esta otra pureza espiritual que permite la transmigración de las almas en una misma biografía. Basta con seguir a Settembrini y Naphta, y a sus fieles oyentes, Hans Castorp y Joachim, para comprobar que allí bajo hubiera sido imposible, primero que se encontraran, no existe allá bajo ese lugar donde personas tan dispares pudieran hacerlo y en después, en el caso de que la casualidad lo propiciara sería imposible que, recíprocamente se aguantaran la vista y la conversación más allá del minuto siguiente a las presentaciones. Por decirlo de otra manera, allí arriba él no sabe y el saber no se repelen ni se niegan, uno al otro, sino que se buscan y se nutren recíprocamente. Como Telmo dijo el otro día, el fondo de infinitud que se intuye sobre los que viven allí arriba opera este, valga la expresión, milagro de las alturas, que no tiene que ver con el mal de alturas que padecen algunos de los turistas que en épocas estival o invernal suben hasta Davos para practicar su deporte preferido, tal y como le han debido confesar al narrador sabelotodo, pues así lo ha colocado en la boca de algunos de los protagonistas. Siendo los de allí arriba extraños los unos para los otros, puede que la enfermedad común haya abierto sobre el espíritu de cada uno de los cuerpos carcomidos una grieta por donde poder reconocerse como semejantes. La extrañeza, a diferencia de los de allí abajo, no es motivo de huida sino de acercamiento conjunto hacia ese fondo de infinitud inalcanzable. Algo impensable entre los de allí abajo, que se matan, si ello fuera preciso, con tal de llegar el primero meta.