Después del Ulises, dicen quienes han leído a Joyce a fondo, no se ha avanzado mucho más. Y es que no resulta fácil. Joyce, Faulkner y Beckett dieron un paso de gigante, obligaron a la literatura a abandonar el relato del paisaje que se había practicado hasta comienzos el siglo XX. Ellos introducen el cultivo del corte entomológico, reducen el área de atención, pero la describen y analizan con todas las técnicas de la microóptica, haciendo retratos muy complejos de pequeños fragmentos de realidad.
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“La Naturaleza y los Griegos”, de Edwin Schrodinger
La realidad física (lo visible) está determinada por una necesidad intrínseca a la Naturaleza (visible mas invisible)
Esta necesidad es susceptible de ser conocida por la razón. Mediante la técnica la razón explora esa necesidad que tiene la Naturaleza, reductible a los límites de la razón matemática
Es, por tanto, un postulado optimista pero limitado
La Naturaleza se deja conocer, pero no se deja transformar por el conocimiento de la razón matemática
El conocimiento transforma al ser humanos que conoce, pero no a la Naturaleza.
El motor de la realidad física es la inteligibilidad, si no hay inteligibilidad, es decir, exactitud o precisión no hay física.
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Los impulsos creativos de aquellos autores no son ajenos a la investigación de la naturaleza profunda de la realidad física de su época (Einstein, Schrodinger), al intentar descubrir cual es el lugar, por decirlo así, del alma de la humanidad en relación con aquella nueva realidad física.
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Si los físico abandonan el jardín de la realidad física superficial, nosotros haremos lo mismo con el jardín narrativo de lo observable donde mas o menos se ha movido la novela durante todo el siglo XIX. Metamonos hasta el fondo con alguna de las partes de la realidad espiritual profunda (lo invisible)
El motor de la realidad espiritual profunda es la verdad. Ahora bien, como dice Karl Jaspers, la verdad ha de poder diluirse en lo temporal, en caso contrario permanece sin mundo. el mundo se ha vuelto tan árido porque callejean una multitud de pensamientos fabricados, carentes de lugar e imagen.
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A mi entender muchas de las ideas o pensamientos vanguardistas del pasado siglo que hemos heredado, que abandonaron el paisaje de lo observable les ha ocurrido eso, infectando víricamente el mundo en su deambular errático.