martes, 26 de mayo de 2020

BLOOM, SIEMPRE

CARTA A UN JOYCEANO RECIENTE
A mi también acabaron hartándome los juegos lingüísticos del experimentador Joyce, sin embargo Leopoldo Bloom me ha acompañado desde entonces (1986), bien a través de otros lectores de Ulises o porque lo he visitado brevemente alguna vez que otra. Fue importante para mi que a mi mujer le encantara la novela desde el principio. Ella leyó mas de la mitad del primer tomo y lo dejó sin aspavientos de que abandonaba una obra maestra y todo eso, pero mientras estuvo a su lado, digamos, noté que fue una lectora feliz. Yo creo que descubrió con agrado que podía compartir sus propios devaneos mentales con los de Bloom mientras ambos pasean por Dublin, ciudad que visitamos años después el mismo día, 16 de junio, en que suceden los hechos de la novela. Con el tiempo me he dado cuenta que ella no leyó tratando de instalarse inútilmente en la estructura enrevesada y endiablada que construye Joyce, sino desde el sentimiento original de la lectura, a saber, una conquista individual irreversible. Es decir, se leen los discursos lingüísticos, o las conversaciones que dentro de la comunidad emplea cada individuo de un modo determinado; la lectura individual, por decirlo así, usa la literatura. Esto que parece tan fácil me ha costado lo suyo entenderlo. 
(...)
Todo lo cual no impide que se mantenga con plena vigencia la pregunta fuerte y principal ligada a la idea original de la lectura. Si se leen usos lingüísticos adscritos al comunidad de pertenencia (entendida comunidad en sentido amplio, no restringido o tribal o familiar), ¿por qué los novelistas de vanguardia (y por extension todos los vanguardistas de otras artes) cambian radicalmente la forma o la estructura de lo que cuentan, si al final acaban contando lo de siempre?
(...)
La recreación del tiempo interior, mediante el monologo interior (Molly Bloom en el último capítulo) y el flujo de la conciencia, es una de las innovaciones más fructíferas, a mi entender, de Ulises, ya que los utilizan muchas de las novelas que ahora leemos. Lo que quiero decir es que no hace falta leer las peripecias de Leopoldo Bloom para que hoy seamos todos potenciales lectores joycianos, como no hace falta leer las tribulaciones Don Quijote y Sancho para ser hoy, sin darnos cuenta, lectores cervantinos. Es lo que pasa con las novelas que nacen cuando sus lectores todavía no lo han hecho. Es aquello tan querido por los vanguardistas de que, al adelantarse, el arte funda las nuevas formas de vida.