miércoles, 20 de mayo de 2020

LA MONTAÑA MÁGICA 15

ENFERMOS ADMIRADOS
Encuentra Telmo a un pariente preocupado, ya que acaba de enterarse de que el virus de marras esta aumentando la proporción de enfermos imaginarios de una manera alarmante. Telmo sabe que el temor de su pariente radica en que este tipo de enfermos son los que de forma mas insistente reclaman para sí la admiración de la sociedad. Si la tal admiración deja de lado, por decirlo así, a la naturaleza aristocrática de estos enfermos, y todo el mundo reclama democráticamente esa misma admiración, el pariente de Telmo, que sufre una enfermedad crónica desde hace años, ve peligrar el estatus que se ha venido labrando a pulso durante todo este tiempo. Telmo trataba de comprender lo que le dice su pariente cercano, al hilo o en paralelo de lo que ha ido aprendiendo de su vista diaria al Berghof, donde el gerente del sanatorio, ese hombre de rostro amarillo o azul, según le de la luz de las estaciones del año, que también tiene unas manos como palas, al decir del narrador sabelotodo, no tiene en demasiada estima a los enfermos que se creían con derecho a ser admirados. Y es que allí arriba la enfermedad no solo era o es, como allá abajo, una emisaria cabal y pragmática de la muerte, sino el lugar desde donde los internos del sanatorio miran y piensan el mundo. Es por ello que Telmo quiere identificar algo semejante en la actitud resistente de su pariente cercano. Es cierto que a ello se opone la larga historia de los enfermos imaginarios. Mas o menos todo el mundo sabe que el escritor Moliere les dedicó la última obra de su vida como dramaturgo antes de morir. Es una obra que en clave de humor y sátira se centraba no tanto en los enfermos, pues así lo hace suponer el título, como en los médicos. Ese tono humorístico es el que acompaña al doctor Behrens, gerente del sanatorio del Berghof, desde que Telmo lo conoció en las primeras páginas de la montaña mágica. A través, digamos, de su magisterio ha aprendido de la experiencia de tratar con los enfermos de allí arriba, que la enfermedad es una de las formas de la vanidad, sin duda, pero que  hace mas auténticos a quien la padecen, en el sentido de nos estar vestida o acicalada con los fardos de la falsedad de una manera tan obsesiva como lo están los de allí abajo, sea entendido como el lugar donde habitan siempre los que las autoridades sanitarias diagnostican deportivamente como sanos Dicho de otra manera, piensa Telmo, Hans Castorp no hubiera llegado a ser en lo que se ha convertido como enfermo del Berghof, si hubiera seguido aspirando como sano a su plaza de ingeniero en los astilleros de Hamburgo. La panorámica que aparece, se estremece Telmo, cuando los de allí bajo se entregan únicamente a las palabras de la inquebrantable salud de su cuerpo es una anticipación del desierto que se avecina. Cuerpos contra cuerpos, vacíos de alma, o de seso, o de espíritu, pero llenos de estómagos, hígados y pulmones, sobre todo pulmones, con su capacidad intacta de prolongar el contagio.