martes, 19 de mayo de 2020

MUCHO PEOR

Resulta que mi panadera de cabecera me lo dijo el otro día: el mundo en el que viviremos después del virus de marras será peor que el anterior, hace solo un par de meses y medio. No dijo mi mundo, sino el mundo. Resulta, también, que mi panadera de cabecera tiene estudios, pero no encuentra trabajo. Tengo la sensación que el mundo le parece infinitamente grande cuando habla solo consigo misma.
(...)
¿De quien es la experiencia de mi panadera de cabecera que le hace hablar con tal suficiencia? Hecha la pregunta así lo primero que me respondió mi panadera fue que su experiencia es suya, nada mas que suya. Aunque mas tarde me fijé con mas atención en sus palabras, y aunque me habló con máscara interpuesta, probablemente estuviera confundiendo su experiencia con el lado literal de su biografía: Mujer joven con estudios que vende pan por las mañanas de 8 a 14 horas. Desde este punto de vista no le discuto a mi panadera de cabecera que su biografía es solo suya y, por tanto, distinta de la mía, y la una y la otra distintas a su vez de las biografías de los distintos clientes que esperan cola en la puerta de la panadería para evitar el amontonamiento. Y que todas ellas entre sí, así vez, son intransitivas. Es decir, incomunicadas e incomunicables dentro de la jaula mental donde vivimos, la panadera y sus clientes.
(...)
Ahora bien, si mi panadera de cabecera entiende la pregunta como el impulso para salir de esa jaula, y también como el punto de arranque de su aprendizaje fuera de ella, la experiencia de mi panadera de cabecera es básicamente delegada, es decir, la vivida por quienes elige como compañeros de viaje, que se convierten así en el itinerario de su viaje fuera de la jaula. Su aprendizaje será, entonces, saber que han aprendido los compañeros de viaje con sus ideas, prejuicios, creencias, etc. Ahora no cuesta nada deducir que lo que impresiona y percibe mi panadera de cabecera lo hace por relación con su aprendizaje fuera de la jaula, que no es otra cosa que experimentar lo de los otros. Pues cabe la posibilidad que descubra  que le puede impresionar lo que le ha sucedido a otra persona con mas fuerza que si le hubiera sucedido a ella misma. Por tanto, forma parte de la panadera todo lo que experimenta, toda la experiencia que ha asumido.
(...)
Llegados hasta aquí, fuera de la jaula y camino de la cabaña donde se supone que mi panadera de cabecera reflexionará sobre todo ello (las mejores ideas de siglo XX se imaginaron dentro de una cabaña, alejados su autores del síndrome de la jaula), ¿qué es lo absolutamente necesario para que los otros la escuchen y ella los escuche a ellos, para que el mundo, sin dejar de serle infinitamente grande, les sea a todos parcialmente inteligible? Que cada cual se sumerja en la experiencia del otro. Ya que la propia experiencia puede ser compartida con los otros, pero no se puede experimentar con otros, pues su carácter, como dije antes, es lo propio de lo estrictamente biográfico y básicamente intransitivo o incomunicable. Prueba a compartir, le dije a mi panadera de cabecera, un dolor de muelas o de cabeza con el ser que uno mas quiera, observaremos que el otro o la otra se pone triste, o se desespera, pero que no le duele en el mismo sitio y a menudo ni siquiera le duele.
(...)
¿Que es el síndrome de la jaula?, me preguntó mi panadera de cabecera. Que te den un papel para que pintes lo que ves desde allí dentro y sólo pintes barrotes.