¿QUÉ ES EL AMOR?
Lo que pudiera parecerle a los contertulios de Telmo la pregunta que el mismo les hizo como algo pertinente, a saber, ¿qué es el amor?, en el contexto de la conversación que estaban manteniendo sobre la película Historia de un matrimonio, del director neoyorquino Noah Bauchbam, no se hizo notar mediante alguna repercusión en el ánimo de los interpelados. Telmo hizo la pregunta no solo porque sabía que la callada por respuesta sería lo unánime, sino por el prurito, si se quiere coyuntural, de comprobar alguna variación en el rostro o en la comunicación no verbal de los contertulios que pudiera ser considerada de interés para el cuaderno de notas que Telmo tiene siempre abierto, digamos, a los latidos imprevisibles del mundo. La pregunta es evidente que no tiene respuesta en el sentido positivista, si se tiene responder, por ejemplo, que tres mas dos son cinco, o que la capital de Rusia es Moscú, o que la hipotenusa de un triangulo rectángulo es igual a la suma al cuadrado de cada unos de sus catetos. Es de esas preguntas que nos enfrenta, piensa Telmo, al océano o al desierto, según los casos, de nuestra ignorancia. Y sobre lo que quería explorar Telmo, comprobando la disposición que tenían sus queridos contertulios para responder a una pregunta de la que, por otra parte, tenían todos experiencia sobrada, ya que siendo todos mayores de cincuenta años todos habían tenido la experiencia de enamorarse y de desencantarse con experiencias similares. Pero eso no significaba, de ahí la oportunidad de la pregunta al hilo de la experiencia amorosa vicaria de Charlie y Noelia Barber, que supiéramos, Telmo mismo incluido, que esa experiencia hubiera contestado a la pregunta de que es el amor. Parece algo indiscutible que vivimos continuamente en un horizonte de nuestro propio saber. Sin embargo, vamos mas allá, el sentimiento del amor sea tal vez el mas audaz en este sentido, tratando de abarcar la perspectiva que hay mas allá de ese horizonte y que se nos escapa. Dicho con otras palabras, y sin que Telmo pretenda con ello dar una definición, el amor, mejor dicho el enamoramiento sería algo así como dar lo que no se tiene a alguien que no es. Sea como fuere, lo cierto fue que los contertulios no manifestaron el más mínimo interés no tanto por la pregunta como por la perspectiva de inteligibilidad que se les abría delante de sus narices o de sus ojos o de sus oidos. Eso era lo realmente interesante, no dar una respuesta precisa como así todos no lo entendieron, viendo Telmo sus caras de palo o de póker o de marcianos. Fue el caso que el aullido primero de Noelia y después los aullidos conjuntos de Charlie y Noelia, que, al entender, de Telmo, distorsionaron cualquier intento por parte de los espectadores presentes de ver lo que vino a continuación como algo, digamos, que cayera dentro del canon naturalista, o de la narración documentalista, aconteció ante sus ojos como un ruido de mal gusto, lo que provocó que pasaran de inmediato a la comodidad del salón de su jaula, que es donde querían instalarse para ver la película. Es decir, pasaron a conversar sobre la pelea de gallos que protagonizaron, después de los aullidos de los dos protagonistas, los abogados Nora y Jay. Y por mas que Telmo recordó al respetable, un par de veces por lo menos, que tuvieran en cuenta en sus reflexiones e intervenciones la pregunta qué es el amor, los aullidos de los abogados tomaron el protagonismo definitivo en complicidad explícita con los espectadores panza contentos, ya entregados con su copa en la mano al bienestar de su jaula. La tormenta incomprensible de los protagonistas era en todo caso, sugirió alguno, un asunto de la fase del diván una vez haya concluido la fase judicial. Telmo se dio cuenta que eso de dividir la película en fases es lo que estaban esperando los espectadores, pues a todos se les tranquilizó el semblante, en varios de ellos todavía bajo los fotos confusos e incompresibles de los aullidos de marras. Quizá la explicación se encuentre, al entender de Telmo, en el momento en que Charlie y Noelia Barber abandonaron su condición de amantes extraviados y a la deriva, pasando a convertirse en clientes de sus abogados respectivos. Fue ese giro hacia lo clientelar, por decirlo así, que toda película (y por extensión toda obra de arte tienen), pues forma parte de un entramado empresarial y de mercado, lo que consoló y calmó los ánimos de los espectadores, nada más tuvo que fijarse Telmo en sus rostros al fin seguros de cualquier amenaza inminente, ahora convertidos en leales consumidore de los avatares existenciales de dos almas en pena y a la deriva, como eran las de Charlie y Noelia Barber. Y es ahora cuando Telmo entiende la total indiferencia con que aquel espectador acogió la pregunta de Telmo, sobre si había visto algún vestigio de universalidad en la película. Era obvio porque no le interpelaba tal universalidad, ni nada que tuviera que ver con ella, pues tanto una hamburguesa como una película como un coche pueden consumirse, lo que se dice consumirse en el sentido gastronómico del término, lo mismo en Nueva York que en Los Angeles, o en Tombuctú que en Castrillo de los Polvazares.