viernes, 3 de mayo de 2019
FRACASO XXI
Si alguien me habla hoy de fracaso lo dejo todo y le propongo pensar sobre ello en su compañía. No hay mejor asunto para dejarse llevar por los raros caminos que indefectiblemente nos llevan a ese colosal y estimulante abismo. Lo hacemos cada día, pero dejándonos acompañar de un lacerante y explícito silencio. Pensar en compañía no para averiguar la manera de no fracasar, que es lo mismo que ponerse a pensar para tener éxito. Yo estoy hablando de pensar sobre el fracaso para aprender a ser feliz, que no es lo mismo que tener éxito. De lo que se trata, por tanto, es de aprender a fracasar mejor, aprendiendo, así, a pensar como toda felicidad que sea de este mundo se merece. Todo lo anterior es una manera de “disparar” contra esas tres corazas de la autoayuda actual (el pesimista, el optimista o el realista) con que se protege el ego encumbrado moderno, en su afán por no enfrentarse con el fracaso que supone la idea de progreso que lo encumbra, esa religión que no es otra cosa que tratar de obtener el mayor éxito posible en un tiempo y lugar que no son de este mundo. Religión de la que el ego encumbrado moderno es un fanático militante y predicador.