jueves, 2 de mayo de 2019

MÚSICA Y PALABRAS

“Nunca se convence a Nadie de Nada. Pero hay que seguir repitiendo, aunque siempre sea en vano. Sólo se puede convencer a quien es Alguien. A quien es Nadie no hay forma de persuadirle de Algo, pues lo único que opone, no es lo que tiene que es Nada, sino Resistencia Reactiva (nunca Creativa), que, después de repetir y repetir, suele adquirir la forma de la cara pétrea tras la que se oculta lo que esconde ese Nadie, a saber, resentimiento, desprecio, mala educación, en fin, estupidez y miseria sin límites, que salpica sin piedad a quien ingenuamente ha insistido e insistido e insistido en su afán persuasivo y de convencimiento.” (Rafael Sánchez Ferlosio)
No deberíamos olvidar que todas las palabras tienen su música. Igualmente no deberíamos olvidar lo que de suyo es el nacimiento, empezar a oír antes que ver, ni que lo opuesto a la muerte no es la vida sino el nacimiento, ese dejar de oír. No deberíamos olvidar, en fin, que nuestra primera relación espiritual con el mundo es a través del canto y del cuento. Ahí se encuentran concentradas todas sus tonalidades que luego podremos desarrollar, o no, mediante el uso que hagamos de las palabras en nuestra relación con el mundo. Las resumo en tres, para entendernos, aunque sólo las hace discernibles la experiencia que cada cual tenga con las propias palabras.
1 Tono alto acompañado de una exigencia máxima, que reservo para la poesía y la literatura. Deben ser el tono y la exigencia de un club de lectura, si los lectores quieren obtener algún beneficio del esfuerzo empleado en su lectura y de su disposición inequívoca a compartirlo con los otros lectores.
2 Tono medio acompañado de una exigencia que se transfigura con el paso del tiempo en rutina, que reservo a los ámbitos familiares, amicales y profesionales. 
3 Tono bajo acompañado de una rutina que se transfigura en violencia extrema por mor del régimen digital vigente, que reservo a los ámbitos que hoy sustituyen al circo romano, principalmente el fútbol, donde el mete-gol mete-gol sustituye al mátalos-mátalos.
Algunos ilusos, entre los que me encuentro, pensamos, puesto que la alianza del canto y el cuento es patrimonio común de nuestra forma occidental de acceder al mundo, que la democratización de la lectura a través de los clubs de lectura iba a suponer, por parte del lector, la toma de plena conciencia de la existencia de esos tres tonos mencionados. Lo que supondría, otra ilusión más, saber en cada momento el uso que cada cual estaba haciendo de las palabras según el ámbito en que se encontrara. La causa de que no se cumpla este ideal, como apunta Guelbenzu, es precisamente la ruptura del ideal mismo, a saber, la incorporación en cuerpo (pero no con el alma que requiere cada relato) a los clubs de lectura, u otros ámbitos afines, o en solitario, de nuevos lectores y lectoras, que no tienen que demostrar habilidades lectoras previas (ni tan siquiera haber sido alfabetizados, lo cual se oculta con no decir ni pio en los encuentros lectores, “yo vengo de oyente”). De otra manera, para participar en una actividad eminentemente espiritual como es compartir la lectura, es suficiente con hacer acto de presencia corporal. No pasaría nada si en estos club de lectura se propusiesen lecturas acordes con ese tipo de presencia lectora. Pero no, algunos organizadores, entre los que me incluyo, se empeñan en proponer lecturas de postín y raigambre literario, supongo que con la insulsa idea de pretender que aquello que desune la ignorancia de los más lo una la exclusiva voluntad de los menos. Llegados aquí no puedo por menos, para no tirar la toalla, que remitirme a la cita de Sanchez Ferlosio con que inicié este escrito. No por nada en especial, sino por el convencimiento de que parte de la verdad de la existencia humana se encuentra en el uso que hagan de las palabras sus dueños, y que estas tienen su música y su sentido insustituible en el canto y el cuento primordiales del nacimiento. Si esa música y ese sentido dejarán de sonar y señalar antes de tiempo, sería como incorporar anticipadamente la muerte a la vida. O lo que tú has comentado alguna vez, sería lo propio y apropiado de los muertos vivientes. Esta es la sensación que tengo cuando te hago comentarios sobre el tono bajo (edulcorado con tono medio y, en los más pretenciosos, con tono alto) mediante el que hoy se comunican muchos de los seres hablantes que nos acompañan o encontramos en el rodar de nuestra vida cotidiana.