miércoles, 27 de marzo de 2019

TRÁNSITO

Al igual que (tal y como dice Víctor Gomez Pin en su obra, “Tras la física”) hay en tránsito entre los pensadores jónicos del siglo VI antes de Cristo y los físicos actuales, que va desde la interrogación inmediata sobre la naturaleza a la interrogación sobre el ser mismo que interroga, así ocurre entre los historiadores-periodistas y narradores-lectores en el siglo XXI en el que todos vivimos, aunque ese tránsito se haya ido conformando a lo largo del siglo XX. A la ordenación que, sobre los acontecimientos del pasado y los del presente, llevan a cabo los historiadores y los periodistas respectivamente, le sigue un tránsito que llevan a cabo, en el ámbito de la literatura, sus narradores y sus lectores, y que consiste, entre otras cosas, en interrogarse sobre la necesidad imperiosa de aquellos de ordenar los acontecimientos del pasado y del presente con la intención, no siempre confesada, de apoderarse del futuro, para a partir de ahí ensanchar los límites y renovar la perspectiva de los tres: pasado, presente y futuro. En el caso de los dos primeros nos convierte en Sujetos de la Historia del Pasado o del Presente aptos para adueñarnos del Futuro, y en el tránsito hacia los segundos nos convertimos en sujetos en las historias que escribimos y leemos. La pregunta se encuentra en saber si es a través de las vastas dimensiones de los fenómenos históricos y del presente (magnificados hasta la delirante irrealidad a que asistimos en la era digital) lo que mejor nos ayuda a penetrar más a fondo en el alma humana, o es más bien, como pensaba Proust, que solo penetrando en el alma de una sola individualidad tenemos alguna posibilidad de comprender (hacer nuestro) aquellos fenómenos irreconocibles al foco de nuestra mirada, los unos por estar muy lejanos y los otros por un exceso de proximidad. Los clubs de lectura actuales serían, a mi entender, el espacio y el tiempo idóneos para efectuar ese importante tránsito. Por un lado trenzarían en su seno lo popular y lo elitista, y, por otro, darían cabida a lo que hoy no lo tiene en ningún sitio, a saber, la invisibilidad y la indeterminación propias de las historias de la literatura, a salvo, al fin, del dominio apabullante de la visibilidad determinista de la Historia del Pasado y del Periodismo del Presente.