Ocho miembros del sindicato de profesores de secundaria y seis socias de la liga de Mujeres en defensa de la educación pública fueron obligados a disolverse por las fuerzas de orden público delante del palacio presidencial, confiscándoles, al mismo tiempo, la pancarta detrás de la cual se manifestaban desde hacía un mes aproximadamente. La leyenda de la pancarta escrita a mano decía lo siguiente: “Todo ser humano es una coraza andante con pezuñas en la mayoría de los casos, aunque a veces también con piernas. Todo lector es siempre un alma a la busca constante de sentido.” Era el 18 de octubre de 2013. La decisión de este reducido grupo de salir a manifestarse de tal manera tuvo su origen y antecedente inmediato en las discusiones de las jornadas de un congreso europeo, que se celebró en Málaga en el mes de septiembre del mismo año, sobre la relación que pudiera haber entre un buen aprendizaje de la lectura dentro del sistema educativo (entre 0 y 18 años, es decir, dentro de la minoría de edad del futuro ciudadano) con las prácticas políticas y sociales del buen ciudadano de hecho y de derecho (a partir de su mayoría de edad oficialmente reconocida), entendida esa bondad no como la que es propiedad del activista comprometido hasta los dientes día y noche y todas las fiestas de guardar (que es más bien la cualidad propia de un ciudadano dogmático), sino con la de quien sencillamente lo hace no comportarse como un mal ciudadano. No les quedó claro a los manifestantes si la intervención policial tenía que ver con que se habían negado, a pesar de la advertencia gubernativa, a pedir los permisos correspondientes en la oficina municipal correspondiente, o más bien estaba motivada por las alusiones indirectas o metafóricas que el texto de la pancarta hacía a las dos lineas de discusión que presidieron las jornadas del congreso europeo aludido. Una, la del filólogo norteamericano, Walter Lancaster, que se muestra escéptico frente a las posibilidades reales de la democracia de masas y, por extensión, frente a la democratización igualmente masiva de la lectura como alentadora de la educación y como cómplice, en definitiva, de las conversaciones públicas en aquella; dos, la del filósofo pragmático argentino, David Scarotti, que no dudaba de los beneficios directos que una adecuada implantación en los centros educativos del aprendizaje de la lectura (y la escritura) tendría en el futuro sobre la regulación de las conversaciones públicas bajo la influencia ineludible, no había que olvidarlo, de la tecnología de la era digital donde aquellas van desplegar su experiencia. A alguien del equipo organizador del congreso, explicó Ernesto Arozamena en una entrevista para la televisión regional como portavoz de los manifestantes frente al palacio presidencial, suponemos que no le ha debido gustar que hayamos resumido las ponencias presentadas, bajo los auspicios de las dos lineas mencionadas, como un enfrentamiento entre corazas y almas. Muy al contrario, dijo Arozamena a la periodista, nuestra presencia en la calle no ha pretendido denunciar ese marco en el que han querido encuadrar las discusiones, o ir en contra de alguno de los organizadores, sino representar de una forma democrática frente al palacio presidencial y narrativamente significativa mediante la frase elegida, lo que es común a las conversaciones entre humanos, y este congreso celebrado en la capital andaluza, recalcó Arozamena, no hace falta insistir que no ha sido una excepción a esa regla del comportamiento básico humano en el uso de las palabras. Por un lado, están los que se ocultan detrás de su coraza y que, aunque pareciera que viven aislados, pretenden enterarse de todo lo que les rodea a cambio de que nadie sepa, ni se les obligue a ello, nada de lo que son ellos mismos; por otro lado, los que abren su alma al mundo para ver que pasa y, sobre todo, para ver que les pasa con eso que pasa, que siempre sucede entre los otros. Queríamos representar no tanto fuera de los cauces reglamentarios del congreso como a su vera, que la democracia y el aprendizaje de la lectura, como parte fundamental de una educación al servicio de aquella, son productos genuinos de la comunicación humana, y que si no es así no son nada. Y también, que en ese empeño todos somos corazas y todos tenemos un alma. Toda conversaciones, por tanto, es una lucha feroz entre las unas y las otras, empezando por las propias y continuando en el encuentro posterior con las ajenas. Ser consciente de todo esto, debería ser el espíritu que flotara al final sobre todos los participantes en el congreso, concluyó Arozamena.