El pedagogo Gustavo Reig, presidente de la comisión parlamentaria que elaboraba la nueva ley Educativa, era firme partidario de “bombardear” (así le gustaba denominar) la proverbial distracción de los alumnos mediante la utilización intermitente de los dispositivos electrónicos en el aula. Era mayo de 2011. La periodista Rosa Cárdenas, directora de la revista especializada Educalia (dedicada a la investigación y divulgación de la educación en las bibliotecas y viceversa), respondió a las declaraciones de Reig al mes siguiente, en la editorial excepcionalmente extensa de la revista. Allí dijo que uno de los problemas que acarrea la digitalización de la experiencia es la fragmentación de la percepción sensorial de quienes viven pegados, como la uña a la carne, a sus dispositivos digitales, como era el caso de todos los adolescentes y jóvenes en edad educativa del momento presente. No se trataba de discutir de forma generalista, dijo Cárdenas en su artículo, si la gente puede prestar demasiada atención o demasiado poca, y si lo hace necesariamente a los aspectos correctos de la realidad que los rodea. No hay impugnación que valga contra el hecho de que nuestra atención puede verse voluntariamente distraída, sencillamente porque nuestra conciencia distraída encaja mejor en todo ese cúmulo de distracciones que pone a su servicio la vida en general y la cultura digital como su mejor representación en particular. En la práctica es lo que hacemos hoy cada día de una manera especialmente intensa, prestar más atención a todas esa distracciones digitales. Pero la educación publica no debe ser un reflejo de la urgencia con que reclaman nuestra atención tales distracciones, sino que fue imaginada como un espacio de aprendizaje y cuidado de la atención y la concentración sobre lo que es importante, lo cual interpela decididamente a padres y profesores en el cumplimiento de esta misión. La conciencia distraída que es natural al carácter de los pocos años que tienen los alumnos, no debe ser alentada desde el hogar y el aula por la consentida digitalización de su experiencia familiar y educativa, concluía Cárdenas su artículo. La respuesta de Reig y los de su gremio más psicólogos, economistas, coachs, y algún que otro ferviente historicista, no se hizo esperar y fue en la misma revista que dirigía Cárdenas. A ésta no le discutían el carácter popular que tenía la digitalización de la experiencia de los alumnos, ni tampoco su naturaleza propia hecha a base de lo que previamente le hayamos metido, pues un ordenador no nos devolverá nada que previamente no le hayan inyectado, como dicen los informáticos, a modo de chiste, tratar con un ordenador es como hacerlo con un miope, ve hasta donde puede, más allá todo es oscuridad. Lo que sí le discutían a Cárdenas era que la superación de la distracción natural de los alumnos, a base del aprendizaje forzoso de la atención y la concentración, fuera del ámbito donde tarde o temprano tendría que enfrentarse a todo tipo de distracciones y atenciones arbitrariamente entremezcladas (como antaño se pensaba y se cuidaba la virginidad de las mujeres o el honor de los hombres fuera de la promiscuidad y las traiciones mundanas que las rodeaban), era tan estéril como contraproducente. Para entendernos, decían Reig y los suyos, Cárdenas veía la educación desde una concepción absoluta de la relación entre sensibilidad y realidad, al igual que Newton concebía la relación del espacio y el tiempo, es decir, realidades no relacionales y, por tanto, sin ninguna posibilidad jamás de relacionarse. Era una evidencia que la distracción congénita de los niños y los adolescentes no se opone siempre a la necesidad de atención y concentración que deben aplicar en sus estudios, decían, otra cosa es que todavía no se haya encontrado la fórmula que los ponga en contacto de manera interdependiente. Por eso pensaban que en la digitalización de la experiencia familiar y educativa, como nunca antes en la historia de la humanidad, se encontraba el mejor punto de encuentro, como los claros en el bosque, donde se producirá al fin la luz que todos, profesores, padres y alumnos, deseaban.
miércoles, 27 de febrero de 2019
martes, 26 de febrero de 2019
MASA EDUCATIVA
El observatorio de la Masa Educativa, una institución creada por las autoridades del sector para poder tasar el estado de ánimo de estudiantes y profesores, sacó la conclusión en su último informe de primavera que aquellos encontraban la educación actual demasiado aburrida. Dentro de las aulas y en las reuniones de los claustros de profesores está apareciendo un desasosiego inaudito, puntualiza en una de sus catorce paginas el mencionado documento. Como en las épocas de preguerra todos quieran que suceda algo, aunque sea muy desagradable, pero nadie se atreve a dar el primer paso. Semejante indefinición provocada por un clima de enfrentamiento no declarado, hace que cada una de las partes vea el poder que ello da a todo lo que odian en quienes tienen delante cada día. Así a los enfrentamientos tradicionales entre profesores y alumnos, y progenitores contra profesores, se añaden ahora, según las mismas fuentes del informe, los enfrentamientos, digamos, de nuevo cuño, a saber, entre los profesores con plaza fija y los interinos, entre padres de alumnos aventajados contra padres de alumnos que van más atrasados, entre alumnos que quieren realmente aprender contra alumnos que solo van a clase a divertirse, entre alumnos y alumnas por razones obvias hoy perfectamente explícitas, entre profesores sherpas que entienden su función educativa solo como una guía sin interferencias en la creatividad del alumno y profesores convencidos de que deben ser ellos los que creen a las condiciones de posibilidad mediante las que pueda desplegarse adecuadamente la potencia creativa del alumno. En el apartado de anexos al informe principal, los redactores del mismo han colocado los enfrentamientos, nuevos también, entre el personal no docente contra el personal docente y entre los miembros del personal no docente entre sí. Una de las posibles causas de tal situación de violencia dentro de la comunidad educativa, que destaca el informe del observatorio de la Masa Educativa, son las diferentes percepciones que los diferentes protagonistas que constituyen ese conglomerado tienen respecto a la forma y alcance en sus vidas del pasado. Desde los que están a punto de entrar en la universidad para los que el pasado comienza en 2007, año en que Apple sacó al mercado el primer iPhone hasta los profesores que están apunto de jubilarse que ponen la raya del pasado en los turbulentos años de la segunda república. Fuera de esta percepción histórica se encuentra una minoría no desdeñable de profesores, sobre todo, subraya el informe, que viven instalados dentro de las perspectivas inigualables, según ellos, que siguen generando la paideia y mayeútica griega como mejor manera de salir del colosal atasco en que se encuentra metida la educación actual. El informe del observatorio de la Masa Educativa es, al parecer de Arturo Linares, una cabal representación de ese especie de agujero negro de donde surge el cansancio temible que siente últimamente con extraña frecuencia. Es como si todo ese mundo del que habla hubiera perdido su materialidad debido a ese tipología de cansancio, lo que hace que nadie sea ya capaz de escuchar a nadie tal es el grado de deformación que han sufrido los protagonistas de la tragedia. Ni si quiera la mentira puede enseñorearse sobre ese campo abierto de batalla, pues la fuerza de la verdad acaba por desdibujar los disfraces y máscaras del carnaval educativo. Arturo Linares, como alguno de sus compañeros, ha declinado su deber de oponerse. Piensa que quedaría reducido al papel de mono enfurecido y charlatán que respondería al odio ajeno con gritos de odio propio. Nada de eso impide, sin embargo, saber que lo que hacemos tiene consecuencias, dice Linares, que no llegan por mandato externo sino por su cuenta. Uno de sus alumnos de secundaria le confesó recientemente que disfrutaba matando pájaros y conejos. Desde niño lleva una cuenta detallada de cuantos estorninos, palomas y alondras ha matado. Eso fue lo que le presentó en clase cuando le preguntó a qué dedicaba el tiempo libre de que disponía.
lunes, 25 de febrero de 2019
CANSANCIO TEMIBLE
Los de su quinta ya no le acompañaban en lo que le gustaba llamar el tercer acto de su vida. Sin saber por qué, hacía tiempo que habían decidió mirar hacia atrás, pues ahí era donde estaban sus hijos que para eso los habían tenido, decían. Semejante asociación era la parte más oscura y extensa de su ignorancia, según el parecer de Arturo Linares, que así pensaba cuando recibió la convocatoria para asistir a una reunión extraordinaria del consejo escolar de Tobar, municipio de quince mil habitantes al que pertenecía el instituto de educación secundaria donde daba clases de ética desde hacía cinco años. Cuando acabó de leer la convocatoria, que estaba firmada por el alcalde, sintió una sensación de cansancio temible. Hasta ese momento solo conocía cansancios físicos fruto, según pensaba él, de un exceso de optimismo o celo profesional. Era un tipo de cansancio, digamos, infantil pues surgía de trajinar sin parar con niños o adolescentes, que compartía con el resto de sus compañeros de profesión, y que duraba lo que dura un fin de semana o, si la intensidad del cansancio superaba lo habitual (como solía suceder cuando se acercaba el final de un trimestre) una cena entre colegas, aderezada con sus correspondientes risas, era más que suficiente para encarrilar el esfuerzo último hacia la consecución de la meta del del deber docente cumplido. El cansancio temible que ahora siente cada vez que tiene que verse las caras con los miembros de la comunidad educativa, como el los llama, o con los amigos o conocidos de su vida privada, tiene que ver con el hecho de sentirse rodeado, si lo compara en relación a hace diez o quince años, por un sinnúmero de momentos de más, al mismo tiempo que nota que su vida íntima va paulatinamente a menos. Para entendernos, el cansancio temible, a diferencia del cansancio físico o infantil, surgía vinculado indefectiblemente a un tipo de sufrimiento maligno, que tenía la facultad de deformar todo lo que estaba a su lado, empezando por él mismo. Era un sufrimiento al que no estaba acostumbrado, ni quería hacerlo. El concejal de educación y cultura que sustituyó al alcalde, ya que éste por razones de agenda no pudo asistir a la reunión del consejo escolar municipal, tomó la palabra en primer lugar e hizo un llamamiento no exento de solemnidad (propia del carácter extraordinario de la reunión, además de comprensible dada la oportunidad única que el edil tenía para su propio lucimiento) para defender entre todos la educación pública en el municipio. Si los alumnos dictadores del pueblo, digámoslo así dijo el concejal de cultura, tienen a mano una nutrida fuerza de extorsión en las aulas, de nada va a servir las medidas de apaciguamiento que desde la dirección del instituto, y desde las familias, se están empleando para disuadir sus conductas intolerables. Ese tipo de alumnos valoran el riesgo de manera muy diferente a cómo sus padres y profesores piensan que lo valorarán. Si han perdido el norte, como parece que es el caso, no perciben el daño que hacen ni el riesgo que corren al hacerlo. Si son fríamente maquiavélicos ven que en las circunstancias que ellos perciben como desesperadas sea menos arriesgado extorsionar que someterse a las órdenes de sus mayores. Lo que es del todo seguro es que amenazándoles con medidas disciplinadas no darán el resultado deseado por todos, incluida está corporación municipal a la que con orgullo represento. Una mala acción por nuestra parte, siempre producirá una cascada de malas acciones por la suya.
viernes, 22 de febrero de 2019
EL AMOR LITERARIO
Se me ocurre discurrir sobre esto con motivo de haber releído un ya viejo y certero artículo del editor y narrador argentino Luis Chitarroni en el que escribe: "Es curiosa la sensación del amor literario: no proviene -o por lo menos en mi caso no proviene- de una descripción detallada del personaje ni de una enumeración exhaustiva de virtudes y defectos. Es un servicio directo de la magia literaria o, mejor dicho, una especie de valioso residuo probatorio de su ejercicio. Y protege su poder con la misma eficacia -fórmula eficaz de la magia, llamaban los místicos a esta jubilosa alarma- que el amor por alguien real, algo que se debe tal vez al carácter ficticio que parece afianzarse en la persona que amamos en cuanto comienza la función. El amor por esas criaturas era tan afanosamente cierto como lo sentía; mi curiosidad por saber si las criaturas tienen un modelo dentro del elenco de la vida real adquiría, por lo tanto, proporciones desmesuradas".
jueves, 21 de febrero de 2019
FAKE NEWS
¿Piensas que hoy hay motivos para tanto escándalo por el caso del falso periodista del Der Spiegel? No olvides que esa forma de contar vigésimononica, llamada periodismo, relevó en sus funciones a la novela decimonónica, que no era contar la verdad sino hacer lo real, visible más invisible, verosímil. ¿Hay algún ser humano que puede contar la verdad aunque tenga lo real delante de las narices? O preguntado de otra manera, ¿la verdad es sinónimo de cercanía? Recordémoslo juntos otra vez, el periodismo sustituyó la función de la novela, es decir, no para contar la verdad (algo inhumano, por eso no le interesa a nadie, pues nadie enciende la radio o la tele o lee un periódico o un libro para que le cuenten la verdad a secas, como algo ajeno a su vida cotidiana), sino para hacer verosímiles en esa vida particular los acontecimientos propios del siglo XX que, como dijo Einstein, después de las bombas atómicas lo cambiaron todo menos nuestra forma de pensar. Aquí radica una parte del problema, que la tentación de la inocencia vigesimononica ha crecido en nuestra conciencia de adultos en la misma proporción que el periodismo ha puesto luz sobre los asuntos decimonónicamente oscuros. Y la otra que la llamada objetividad del periodismo da para poco, una noticia es un dato. Así que solo hay una manera de sustituir el largo aliento de la novela del XIX, y, claro está, hacer grandes negocios, otra variante del siglo XX de masas: con el reporterismo narrativo folletinesco o seriado. O dicho de otra manera, no me “Cuentes lo que es” (palabras profesionales del fundador de Der Spiegel, como algo concluido), sino “Cuéntame como pasó” (palabras existenciales de los pasados inconclusos, que pueden volver a pasar). Pues de lo que se trata, al fin y al cabo, es saber de cuánta esperanza (o confianza) disponemos para llegar al final de nuestros días, y cuánta desesperación (o desconfianza) le vamos a dejar en herencia a nuestros vástagos. No hay más historia (o verdad) que esa. La que se escribe con el corazón, no con los ojos. Ya lo anticipó el Ciudadano Kane, que la realidad no me estropee una buena noticia.
El relato de Ifigenia (Janet Malcolm) o el de Eichmann en Jerusalén (Hanna Arendt) ¿son más verosímiles por qué las autoras estaban en la misma sala del juicio donde estaban los acusados y no en el lugar de los hechos por los qué se los acusaba, o por qué cambiaron su forma de pensar al relatar el testimonio que escucharon de todos los protagonistas? ¿Escribieron con la vista o de oídas? ¿Qué les dictó las palabras de forma más fiable, el ojo en directo o el entendiendo de la imaginación? Si todos hacemos lo mismo, lo sepamos o no, porque no podemos ir en contra de nuestra naturaleza humana, ¿a cuento de qué, y a cuenta de quien, va esta escandalera de Der Spigel y las fake news? Esa es otra historia que nadie cuenta. El caso fue que el periodista Moreno (freelance inmigrante español en el Der Spiegel) al destapar el lío nada más trató de proteger sus intereses laborales contra Relotius (el ario bonito de la prensa alemana), que se inventó sus historias movido por “el miedo al fracaso y porque la presión para no fallar fue creciendo a medida que iba teniendo más éxito”. Esa sí que es una buena historia. ¿No crees que lo que es inverosímil, sin embargo, es que sigamos jugando a ser mogigatos decimonónicos en la segunda década del siglo XXI? El guión de la puesta en escena quedaría como sigue. Por un lado, Der Spiegel (o el Pais o le Monde, etc.) continúan aparentando ser los tribunales honorables de la VERDAD FARO (según el estilo decimonónico colonial), y, por otro, sus lectores multitareas y multipantallas se cubren con una moral aldeana gritando indignados, “mira que me escandalizo, que me escandalizo, mira que lo hago si no me cuentas esa VERDAD de verdad, quiero decir, de verdad sin rastro de mentiras.”
En fin, como sabes todo empezó cuando nuestros antepasados decidieron “asesinar” la función de Dios como la verdad indiscutible que daba sentido a sus vidas. Desde entonces, esa es nuestra herencia, nos tenemos que medir con la verdad de nuestros semejantes, periodistas incluidos. Y no nos salen las cuentas, a saber, que fieles a aquella herencia continuamos sin creer en Dios, pero hemos descubierto que todos podemos creer en cualquier cosa. Internet no tiene otra función que ser el gran facilitador de este fiasco en nuestra intima cuenta final de resultados. Y en esas perseveramos, sin atrevernos a cambiar nuestra forma de pensar. Entre la nostalgia de la verdad divina (dejar que otros piensen por mi) y la cobarde pereza que nos da la raquítica verdad humana (atreverme a pensar por mí mismo).
miércoles, 20 de febrero de 2019
LA LUNA
“Albert Einstein, poseedor de un discurso inclusivo que iba mucho más allá de la teoría de la relatividad, planteó el problema de la tendencia exclusivista y disgregadora actual de la siguiente forma: ”El poder desencadenado por la bomba atómica lo ha cambiado todo salvo nuestra forma de pensar. Por eso nos encaminamos hacia catástrofes sin precedentes”. Por decirlo como Jules Cashford lo repite en cierto modo a lo largo de su libro, el ser humano tiene actualmente la misma necesidad de dar respuestas que tenían sus ancestros más lejanos. Ellos carecían de lenguaje y se lo inventaron a base de transformar su pensamiento como queda reflejado en este libro. Todo hace suponer, por decirlo como lo hace Einstein, que se impone un cambio en la forma de pensar y que si no se cuestiona el rechazo tan radical a lo simbólico nos aguardan catástrofes sin precedentes.
Por fortuna, y aunque sea de forma puntual, algo parece estar cambiando. Porque, sin ir más lejos, cuando ese científico de la NASA que acciona todos los días los mandos que le permiten manejar el vehículo que él mismo contribuyó a que llegar sano y salvo al lejano Marte, al prever los peligros que suponen para sus aparatos viajando por el espacio la existencia de los misteriosos agujeros negros, ¿no está en pleno lenguaje simbólico (por no llamarlo directamente poético) cuando los define como “horizontes de acontecimientos absolutos”? Seguro de Jules Cashford lo tomaría de inmediato por uno de los suyos.”
Por fortuna, y aunque sea de forma puntual, algo parece estar cambiando. Porque, sin ir más lejos, cuando ese científico de la NASA que acciona todos los días los mandos que le permiten manejar el vehículo que él mismo contribuyó a que llegar sano y salvo al lejano Marte, al prever los peligros que suponen para sus aparatos viajando por el espacio la existencia de los misteriosos agujeros negros, ¿no está en pleno lenguaje simbólico (por no llamarlo directamente poético) cuando los define como “horizontes de acontecimientos absolutos”? Seguro de Jules Cashford lo tomaría de inmediato por uno de los suyos.”
martes, 19 de febrero de 2019
PAIDEIA DIGITAL
Cuatro grupos de la renovación pedagógica fijaron la fecha del Día Internacional de la Educación para entregar a las autoridades educativas un manifiesto mediante el que, apoyado por dos mil abajo firmantes, por un lado reconocían su incompetencia para seguir impartiendo la docencia en las circunstancias actuales y, por otro, reclamaban con carácter de urgencia su reciclaje o su reeducación para poder seguir cumpliendo con su misión vocacional o, en su defecto, su jubilación anticipada. Uno de los grupos, la liga por la paideia griega en la era digital, cuyo presidente es Ernesto Arozamena, público en un diario local al día siguiente de la entrega del documento conjunto, un libelo en el que denunciaba con pelos y señales la ingobernabilidad del modelo actual educativo inspirado en los presupuestos ilustrados de los pensadores del siglo XVIII. El texto, que estaba firmado por Arozamena como presidente de la liga educativa a la que pertenece desde que empezó a dar clases, hace incapié en un hecho muy incómodo por su carácter firmemente impugnatorio del presente educativo. La ilustración, venía a decir, no dejó de ser un movimiento reactivo contra la visión teologal del Vaticano, que en su momento fue también una reacción reactiva (o una asimilación interesada) contra las formas de pensamiento educativo antiguas, digámoslo así para abreviar, a saber, la herencia grecolatina y hebrea fundamentalmente. Como toda reacción reactiva, los dictados de la ilustración han acabado siendo reaccionarios, pareciéndose cada vez más en la práctica a todo aquello que quiso combatir y hacer desaparecer de las formas educativas vaticanas. Iniciar al ser humano en el camino de la mayoría de edad, tal y como teorizó Kant, ha acabado siendo, gracias a la colaboración inestimable que ha proporcionado la tecnología digital a los protagonistas educativos, una vuelta sobre los tímidos pasos adultos dados desde entonces a la perezosa y cobarde minoría de edad original. Como todo el mundo debería saber, continua Arozamena en su libelo, la minoría de edad significa, según Kant, la incapacidad del ser humano de servirse de su propio entendimiento sin la guía de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no reside en la carencia de entendimiento, sino en la falta de decisión y valor para servirse por sí mismo de él sin la guía de otro. Kant lo resumió en su famosa invitación: Sapere aude!, es decir, atrévete a pensar por ti mismo. Siguiendo la estela del pensador alemán, dice Arozamena, la culpa de la catastrófica situación educativa actual no la tiene, como argumentan la mayoría de los docentes y de los padres, la irrupción despiadada y acelerada de las nuevas tecnologías digitales y sus plataformas afines, ni el temor que les embarga por no saber estar a la altura de los tiempos si llevan la contraria a sus alumnos e hijos, sino la incapacidad de aquellos de servirse de su propio entendimiento, más abundante y diverso que nunca antes en la historia de la humanidad, sin la guía o las muletillas ajenas (pedagogos, psicólogos, coach,...) para saber cómo encauzar la educación de quienes están a su cargo en el hogar o en el aula. Pereza y cobardía son los atributos vitales de un don Nadie, que es como nosotros, desde la liga por la paideia griega en la era digital, llamamos a los menores de edad que hoy dominan la vida educativa dentro y fuera de las escuelas, institutos y universidad. Unos don Nadie que prefieren No Ser a No Vivir. Lo que paradójicamente no les impide, a esos don Nadie, primero seguir postulándose como miembros de la comunidad educativa y, segundo, una vez dentro, cuando se encuentran a solas, o tejiendo sus chácharas en las tribus digitales a las que pertenecen, considerarse superior a los demás. Hay un regodeo, un resentimiento mudo en ese no ser nada de un don Nadie que, como la lava de un volcán en erupción, ha acabado por cubrir todo lo que se ve y se toca. Como dijimos anteriormente no solo la pereza y la cobardía mantienen intacta la minoría de edad desde hace doscientos años, haciendo estéril la sugerencia de Kant y de todo el proyecto ilustrado, que no era otro que aprendiéramos a pensar por nosotros mismos, sino que hemos hecho de la ignorancia resultante el más prestigioso y benefactor de los placeres. Sucede, entonces, que en la época de la máxima información disponible, de la liberación de la servidumbre diaria por la supervivencia, el ser humano ha decidió seguir apegado a su minoría de edad; así se siente feliz, se siente bien, pues todos piensan por él y el no tiene que pensar, no necesita esforzarse, pues con solo pagar otros asumirán por él la fastidiosa tarea, o también otros asumirán tareas para mantener a punto y en perfecto estado de revista el círculo intoxicante de la ignorancia. Desde la liga por la paideia griega en la era digital queremos denunciar, de manera inaplazable, el engaño consciente, hoy no puede ser calificado de otra manera, de los que perseveran en su minoría de edad sin renunciar a los cuidados y parabienes que todo menor de edad verdadero tiene derecho. El auto engaño individual no es un asunto que tenga repercusiones solo en el ámbito privado, muy al contrario, su práctica institucionalizada como una cultura de progreso ilustrado, o sea, que la minoría de edad consentida es un instrumento que nos hace avanzar más y mejor que las disquisiciones y dilaciones adultas (lo que, de acuerdo con los postulados ilustrados, se convierte de inmediato en una cultura de máximo prestigio), rebasa ese ámbito e infecta de lleno a todo el cuerpo social y político, que de esta manera acaba siendo un menor de edad, para entendernos, una inmensa e ingobernable guardería. Desde la liga por la paideia en la era digital recordamos, una vez más, que nadie ha demostrado que la parsimonia de la primera no se avenga perfectamente con la velocidad de la segunda. O mejor dicho, que lo digital solo encontrará su destino, es decir, sus formas y posibilidades en las preguntas y perspectivas que surgan desde la paideia, donde el que más sabe es el profesor y el progenitor, porque son los primeros que no tiene rubor en reconocer ante sus alumnos e hijos que no saben nada, principio irrenunciable de todo aprendizaje. Ese matrimonio bien avenido entre el “Saber del no saber” entrelazado con “Toda la información a la mano” debe de producir los mejores logros en beneficio de la sabiduría individual y colectiva.
lunes, 18 de febrero de 2019
HUMEDAD RELATIVA
Ya había amanecido cuando Aníbal Guevara emprendió aquella mañana el camino que lo llevaría un día más a las puertas del castillo. Tenía que esperar a los primeros días de febrero para que la luz le acompañe al salir de casa, algo que agradece como buen perseguidor de la luz que le complace sentirse. Nada más empezar a subir la empinada cuesta final se dio cuenta de que el militar iba caminando medio escondido entre los pinos que festoneaban la subida. Le pareció extraño, pues normalmente se lo encontraba en la primera o, a veces, en la segunda vuelta que daba al castillo junto al paseante de los galgos, un intelectual local conocido por sus concurridas conferencias en el ateneo provincial. Aníbal Guevara llamaba militar a aquel no porque lo fuera, sino mas bien porque daba sus paseos pertrechado con un pieza tres cuartos atezada con los colores propias de los militares de campaña. En los bajos de la ciudad decían que el militar andarín formaba parte de la junta de los Amigos del Castillo, y que sus visitas diarias alrededor de la fortaleza tenían una misión de vigilancia encomendada unánimemente por los miembros de la propia junta. Aunque era de día la humedad relativa era muy alta, por lo que la luz del sol a duras penas atravesaba el denso espesor de la niebla, que cubría por completo la habitual estampa del castillo que observaban los paseantes a medida que iban subiendo. No puede decirse que esa estampa fuera imponente, como los castillos románticos de Baviera o los castillos medievales de Castilla, muy al contrario está fortaleza había sido construida no con la intención de intimidar desde lejos, sino de inquietar paulatinamente a quien se fuera acercando a sus dominios. A ello contribuía, como queda dicho, los días de niebla. Al llegar a la puerta del castillo, el militar se paró durante unos segundos y la observó con detenimiento. Aníbal Guevara, que había seguido sus pasos desde abajo, comprobó la cara de satisfacción que puso. Luego, mientras Guevara iniciaba su vuelta por el lado de la derecha del camino de ronda de la fortaleza, el militar siguió su camino por el de la izquierda, decisión que le devolvió a aquel el tono de la rutina perdida, pues esa mañana iba a dar solo una vuelta al castillo lo que le evitaba encontrarse con el intelectual local y sus galgos, y, lo más importante, le evitaba presenciar el encuentro de frente, más que probable, entre el militar y el intelectual. En la fonda que se encuentra a las afueras de los bajos de la ciudad, justo donde se inicia la subida al castillo, y en la que algunos días se paraba Guevara al bajar del castillo a tomar un café con churros, los parroquianos eran más partidarios del militar que del intelectual. Del primero decían que en la junta de los Amigos del Castillo lo definían como un caballero antiguo, lo que, al parecer, lo acreditaba como el verdadero señor del castillo; mientras que del segundo decían que sólo sabía hablar bien, sobre todo cuando lo hacía en voz alta y delante de una audiencia fiel. Cuando llevaba andados, más o menos, cien metros, Guevara observó que la niebla había desparecido de la parte alta, lo que dejaba divisar con nitidez las montañas de enfrente, las que coincidían con la frontera, pero una parte se había concentrado, formando eso que los meteorólogos llaman bancos de niebla, en varios puntos de la llanura, ocultando algunas de las casas de labranza que aparecían esparramadas por ella en los días claros. Mientras seguía su camino se fijó una vez más en el paso de frontera, que en ese momento aparecía perfectamente enmarcado entre los dos grades montículos que lo acogían, por así decir, después de que ellos se hubieran apartado ligeramente. Efectivamente, el paso de frontera era estrecho, aunque más ancho que el que sustituyó al de la época de los romanos. Algunas leyendas comentan que por ese paso antiguo cruzó las montañas Aníbal, el general cartaginés, al frente de su expedición, camino de la conquista de Roma. Aproximadamente a la mitad del recorrido Aníbal Guevara divisó la figura del militar; su forma de caminar no había cambiado, de hecho nunca cambiaba, ya que siempre tenia ese tono marcial que hacía acordes con el uniforme que llevaba puesto. Lo que había cambiado era que se había puesto las gafas de sol, pues en ese momento ya lucia con toda su fuerza y esplendor sobre las murallas del castillo. Contra todo pronóstico, esta vez hizo un gesto con la cabeza lo más parecido a un saludo entre humanos, a lo que Guevara respondió con un hola que tal. Cuando acabó de dar la vuelta no lo vio por las inmediaciones de la entrada del castillo, que continuaba cerrada a cal y canto. Al que si divisó fue al intelectual con sus galgos, que en ese momento iniciaba su recorrido también por el lado derecho del camino de ronda de la fortaleza. Guevara no supo entender si el saludo del militar le era favorable o todo lo contrario, si era un gesto de meta cortesía o significaba que los Amigos del Castillos sabían quien era. Mientras bajaba hacia los bajos de la ciudad se sintió envalentonado a preguntárselo al militar en la fonda de entrada, donde solía desayunar después de su paseo. Cuando entró solo había un parroquiano apoyado lánguidamente en la barra, mirando fijamente la copa que tenía delante. Miró con detenimiento al resto del local y no logró distinguir al militar. Se sentó en una mesa y le pidió al camarero un café con churros. Luego se puso el leer el periódico que había sobre la mesa.
viernes, 15 de febrero de 2019
TEXTOS INÉDITOS
“Sé que moriré sin leer muchos libros que me hubieran salvado la vida. Se quedarán perdidos, sepultados, escondidos, en el caos de mi biblioteca o de otras bibliotecas. Cientos de libros excepcionales no serán leídos nunca por seres humanos excepcionales. Por eso me sonrío cuando los editores de revistas, o de periódicos, o de libros, me piden textos inéditos. Pienso: Cervantes es un escritor inédito para el 90% de los españoles. Toda la historia de la literatura está inédita para millones y millones de seres humanos que no leen. Para millones de seres humanos “Puedo escribir los versos más tristes esta noche” podría ser un verso escrito ahora mismo.”
jueves, 14 de febrero de 2019
CARA A CARA
El cineasta norteamericano, John Lebosky, nada más acabarse de graduar dijo en un periódico local de su ciudad natal, a la que fue a celebrar su licenciatura universitaria, que la conversación tradicional cara cara había muerto ese mismo año. Era junio de 2009. Su afirmación estaba avalada, al parecer, por la experiencia que había tenido durante los estudios que acababa de finalizar. Desde muy joven, dijo, antes incluso de cumplir los diez años, me recuerdo siempre con una cámara en la mano. Al igual que mis amigos de entonces. Lo que hacíamos siempre era filmar, o hacer fotos, de lo que veíamos y a continuación enseñarnos mutuamente los resultados, sin añadir más comentarios al respecto. Nunca nos parábamos a observar las cosas o las personas con nuestros propios ojos y luego intercambiar unas palabras, o iniciar una conversación, sobre lo que nos había parecido aquello que habíamos visto. Nunca mis padres pusieron ninguna objeción a esa actividad, muy al contrario, están orgullosos de, al decir suyo, mi incipiente talento. Desde entonces estas nuevas conductas vinculadas a la era digital no han hecho nada más que extenderse por los distintos ámbitos de la vida familiar y social. En el mundo de hoy, afirmó en la parte final del su artículo, es habitual encontrarse en los aeropuertos o restaurantes a todos los miembros de una misma familia mirando simultáneamente el móvil, produciéndose un curioso desdoblamiento nunca antes observado (esto lo quiero subrayar de forma especial por su novedosa significación), y que atenta contra las creencias de quienes en su vida sólo cuenta lo propiamente material susceptible de ser traducido a una categoría medible y cuantificable, o solo lo referido a lo espiritual vinculado a la adaptación de las filosofías orientales al forma vertiginosa del vivir en el mundo occidental. El novel cineasta norteamericano se refería al hecho de que los cuerpos de los miembros de esas familias aludidas parecían estar necesitados de estar juntos de acuerdo al imperativo de la tradición más tribal, pero sus espíritus abordaban, con sus móviles en las manos, la experiencia mística, digámoslo así, de abandonar la prisión corporal en busca de otros espíritus igualmente interesados en encontrarse en el universo digital. No otra cosa fue lo que hicieron los Santos de la Iglesia vaticana. Lo que ocurre ahora es que el Estado moderno es laico y no premia estas salidas o elevaciones fuera del cuerpo ya que cada vez es más gente quien las práctica, lo que haría imposible cualquier modelo presupuestario razonable y sostenible. Se ha hecho comun, digamos, los que durante la historia de la humanidad fue algo excepcional, pues la tecnología disponible no facilitó a nuestros antepasados este giro no tanto en sus habilidades como en sus atributos, como ocurre en el momento presente. Ante la pregunta que le hizo un antiguo profesor de secundaria de Lebosky (que había leído el artículo de aquel), un día que se lo encontró en una cafetería de su ciudad natal, refiriéndose a por qué huía de la conversación cara a cara, el flamante cineasta contestó que si enviaba un mensaje de texto por cualquier aplicación disponible en su móvil, ¿no es eso también hablar o mantener una conversación? Además, continuó, recibo el mensaje correctamente. ¿Que hay de malo en eso? También subrayó que la conversación cara a cara le parecía mucho trabajo, que invitaba constantemente, a veces de forma traicionera, a la imperfección, la pérdida de control y el aburrimiento. ¿Por qué habría que luchar por defender algo así? No siento la pérdida de la conversación cara a cara de la que me habla, pues no he crecido conversando de esa manera. Así de simple. Usted mismo en sus clases de entonces no la prodigó demasiado. Sin embargo, respondió el antiguo profesor de Lebosky, usted debe saber que sus padres me confesaron en más de una ocasión que les hubiera gustado que usted y sus hermanos hubieran dejado de utilizar el móvil durante la cena, o en las vacaciones, pero sintieron, ellos si lo sintieron, que no podían objetar nada cuando usted y sus hermanos lo sacaban y lo colocaban entre los platos sobre la mesa. Temieron siempre que sus reprimendas llegaran demasiado tarde, quedarse rezagados si se negaban a aceptar lo nuevo. A todos esos interrogantes temo que no puedo responderle, dijo Lebosky, lo si le puedo asegurar es que no tienen ninguna relación de causa y efecto con mi nula afición por la conversación cara a cara. También he de recordar, si me atengo a algunas conversaciones que escuché a mis padres de forma clandestina en mis años de infancia o y adolescencia, que se quejaban de que los profesores de la escuela y del instituto les recriminaban que no supieran expresar lo que sentían. Que solo se dedicaran a hacer cosas con sus hijos (como hicieron la mayoría de los padres entonces y lo siguen haciendo ahora), en lugar de dedicar tiempo a hablar todos juntos de lo cada cual había hecho con esas cosas. Lo cual debe decir algo sobre las limitaciones e incapacidades de la conversación cara a cara.
miércoles, 13 de febrero de 2019
CLARA CAMPOAMOR
“Desconocer esto es negar la realidad evidente. Negadlo si queréis; sois libres de ello, pero sólo en virtud de un derecho que habéis (perdonadme la palabra, que digo sólo por su claridad y no con espíritu agresivo) detentado, porque os disteis a vosotros mismos las leyes; pero no porque tengáis un derecho natural para poner al margen a la MUJER.
Yo, señores diputados, me siento ciudadano antes que mujer, y considero que sería un profundo error político dejar a la mujer al margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros; a la mujer que, como ocurrió con otras fuerzas nuevas en la revolución francesa, será indiscutiblemente una nueva fuerza que se incorpora al derecho y no hay sino que empujarla a que siga su camino.”
martes, 12 de febrero de 2019
NUBOSIDAD VARIABLE
Cuando Aníbal Guevara subió andando, por primera vez, aquella mañana al castillo, ya sabía algo de oídas respecto a lo que se ocultaba en su interior. No se proponía otra cosa que dar una vuelta a su perímetro, que según los carteles anunciadores tenía una distancia de unos cuatro kilómetros aproximadamente. El castillo era una vieja construcción del siglo XVII cuya función principal era controlar el paso de la frontera que se había establecido por aquella época, función que nunca llegó a cumplir con eficiencia. Ese fracaso no ha impedido a lo largo de los años que haya ido creciendo, sobre todo en quienes habitualmente dan vueltas a su perímetro, la seducción por saber la explicación de tal fracaso que, al entender de algunos de estos paseantes, hoy agrupados alrededor de la asociación denominada “Amigos del castillo” (AMCAS), cuya sede social se encontraba en una de las dependencias del interior del castillo, tiene que ver no tanto con su estructura arquitectónica (según los entendidos de una hechura impecable), sino con quienes no han ocupado nunca la fortaleza fronteriza y tenían que ser protegidos por ella. El día amaneció tranquilo después de una semana en la que había soplado un viento del norte, que había retardado que Aníbal Guevara se animara a dar su primero paseo alrededor del castillo. Construido sobre un suave promontorio, de esos que en los anales de las batallas anteriores a las Guerras Mundiales (donde la forma de guerrear cambió para siempre) se puede leer sobre las peripecias de su conquista por parte de unos soldados, que se jugaban el cielo de su heroicidad o el abismo de su estupidez, tiene a la ciudad debajo de sus murallas y enfrente a unos ocho kilómetros la frontera. Ni la una ni la otra parecen sentirse interpelas hoy por su presencia, aunque sí el carácter de sus contribuyentes. El camino que llevó a Aníbal Guevara desde su casa hasta las puertas de castillo es de una prolongada ascensión, cuya traza esta fuera de la trama urbana de la ciudad; solo en los últimos doscientos metros una hilera de plátanos acompañan al pasante bajo un palio verde hasta las puertas del castillo. Cuando llegó no había nadie en ese momento en los alrededores. Las puertas del castillo estaban cerradas a cal y canto, como le habían dicho unos amigos a los que preguntó con anterioridad a llevar a cabo su aventura. Lo que sí vio, y a quien sus amigos no habían hecho mención, fue a un tipo uniformado dentro de una de las garitas que estaban unos metros antes de la puerta de entrada del castillo. Llevado por la curiosidad, Aníbal Guevara trató de averiguar quien era, pero le fue imposible ya que el sujeto en cuestión supo zafarse con habilidad de la mirada escrutadora de Guevara. Antes de ponerse en marcha dio la espalda a la garita y a su escurridizo habitante y miró con satisfacción la enorme extensión de terreno que se abría ante él de la que, supuestamente, debería haber sido vigilante y cuidador el castillo. Cuando se dispuso a iniciar el paseo, observó que la frontera se había ocultado detrás de un montículo de nubes que parecían dispuestas a extenderse hasta el mismo castillo. Se le ocurrió entonces pensar que este tipo de fenómenos meteorológicos eran similares a los que debieron haber visto los antiguos soldados que ocuparon la fortaleza; y, también, que si a él ahora le parecía una curiosidad atmosférica sin mayores implicaciones en su vida, a los soldados de entonces les debió suponer una inquietante perturbación profesional en la defensa encomendada que tenían de la fortaleza que ocupaban. Efectivamente, no llevaba caminando más de diez minutos, siguiendo el sendero abierto alrededor del perfil de las murallas del castillo, cuando la masa nubosa había avanzado lo suficiente hacia el castillo como para que Aníbal Guevara intuyera que detrás de ellas se preparaba una invasión extraña en toda regla.
lunes, 11 de febrero de 2019
BUENISMO
Cuando el "buenismo" o “buenrollismo”, o llámese como se quiera a esa enfermedad (que a cuenta y con el cuento de la crisis, ha infectado el alma y el cuerpo de una parte relevante de los ciudadan@s de la sociedad actual), se apodera durante demasiado tiempo de su forma de pensar y, por ende, de su acción política, social e individual, hace que estas acciones se separen irresponsable y peligrosamente de las de la frágil vida en común entre los otros diferentes. Así, enajenados en el genio de sus supuestas “bondades”, un día sin previo aviso la vida que los rodea, y la que los aguijonea por dentro, se ven amenazadas con toda su salvaje intensidad en el centro de la ciudad (como si estuviesen en la selva) por el rugido de lo que llaman la marabunta (nótese que para ellos todo lo que no es buenismo es marabunta). Entonces se cagan de miedo, pues el genio de su “bondad” desconoce de que está hecho ese sentimiento (si es propio de su naturaleza buenista o solo de la cobarde naturaleza ajena) y las consecuencias inmediatas en su vida “bondadosa y feliz”. Pero después de espectáculo callejero la pregunta continúa, ¿por qué estos ciudadan@s creen ciegamente en el genio de sus ilimitadas “bondades” antes que en la duda de sus posibilidades, más bien escasas en número y limitadas en su alcance? ¿No será más bien, (como le pasa al almacenero de la novela de Onetti, Los Adioses), que a solas con sus bondades sin límite (ahora no detrás del mostrador del almacén, sino detrás o delante de sus dispositivos) muestran su desapego o desprecio (según los casos) por lo precario de la condición humana, sintiéndose así superiores a los otros radicalmente distintos descubriendo, con esa distancia, su capacidad de juzgarlos, lo que hacen sin rubor y sin temor a equivocarse, para acabar por último adivinando su fatal destino por no estar en su lado buenista? En fin, todo este extravagante propósito buenista, digámoslo así, ¿no es nada más, al fin y al cabo, que un injerto, o un copia y pega, de sus añoranzas laicas deficientemente ilustradas en la antigua matriz teologal que tanto detestan?
viernes, 8 de febrero de 2019
MILLENIAL SIN FILOSOFÍA
En el otoño de 2o18 las autoridades educativas, todos sus miembros formados en el ámbito psicológico, pedagógico, publicitario o criminológico (pero sin ningún miembro que procediera del ámbito filosófico), acordaron un principio de acuerdo por el que la nueva ley educativa en proceso de elaboración incluiría de forma obligatoria en la enseñanza secundaria la asignatura de Filosofía.
Arcadio Espina, diseñador gráfico industrial, miembro de una de las comisiones técnicas que iba a asesorar al núcleo duro, digámoslo así, de aquellas autoridades educativas, no estaba de acuerdo con que se incluyese la filosofía en ese primer borrador de la nueva ley educativa no por estuviese en contra de las bondades del pensamiento filosófico, sino porque la mayoría de los alumnos no estaban en condiciones de abordarlo. Estando de acuerdo con la idea clásica de que el pensamiento es la única propiedad segura que posee todo ser humano por el hecho de seguir vivo ahí, mediante el que da forma a su intimidad, que es, a su vez, la que le hace sentirse como en casa o como un extraño dentro de su mismo, no cree Alvaro Espina que sea la filosofía la que mejor pueda llevar a cabo esa tarea en los años previos a la entrada en la mayoría de edad de lo alumnos de secundaria. Para que enseñar a pensar sea eficaz tiene que estar vinculado, al entender de Espina, a un cierto estado de desesperación existencial del alumno de secundaria, lo que en términos gastronómicos se diría pasar hambre, algo que en la actualidad está muy alejado del estado mental y físico de sus pocos años. Los alumnos de la enseñanza secundaria, al igual que el resto de la juventud del presente, han asimilado, como en cualquier época pasada, los eslóganes que reflejan acertadamente los aspectos más sobresalientes de la sociedad que les ha tocado vivir. Y la educación, asegura Espina, debe proporcionar lo necesario para poder manejarse con soltura dentro de ella. En una de las reuniones de la comisión asesora y el núcleo duro de las autoridades educativas Alvaro Espina trajo a colación lo que escuchó a la hija de un amigo suyo como aval de sus tesis, digamos, antifilosóficas en la educación secundaria. La adolescente en cuestión tenía 16 años, y en una reunión familiar a la pregunta un tanto tópica y general de que pensaba hacer en la vida ella respondió, “Pues a mí me da pereza todo lo que me queda por vivir.” Esta conciencia tan temprana de la precariedad existencial humana, tan propia y apropiada de una parte del pensamiento filosófico, no le parecía lo más adecuado, para iniciarse en la aventura de la vida, reforzándola además con la enseñanza de la filosofía. Sea como fuere, y después de no pocas deliberaciones, las autoridades educativas presentaron a la opinión pública el proyecto de la nueva ley educativa en el que la enseñanza de la filosofía había pasado de ser obligatoria a ser opcional. Como respuesta la Red de Filosofía Estatal emitió un comunicado cuyo título no puede ser más claro: La ética debe ser materia común en la enseñanza secundaria obligatoria. El porqué de dicho comunicado era que el anteproyecto de Ley Educativa que habían presentado las autoridades educativas no cumplía, en su totalidad, con el consenso que avalaron en su día los principales protagonistas de la educación, olvidando la inclusión de la Ética en los niveles obligatorios. Los alumnos actuales de la enseñanza secundaria la necesitan más que nunca, continuaba el comunicado, pues han interiorizado aspectos de la sociedad donde viven que sin la oposición de un pensamiento crítico no harán otra cosa que convertirlos en siervos de una sociedad que acabará siendo esclavista. Aspectos como la obsesión por el emprendimiento como único objetivo, la teoría del goteo económico, la movilidad intermitente, el espejismo de la igualdad de oportunidades, el descrédito de la cultura, el pensamiento positivo o el mito del genio internáutico —previsto en el algoritmo—, así lo atestiguan. Como les pasa a las moscas, les va a ser muy complicado a estos alumnos salirse de esa tela de araña donde caen atrapados cada día. En un mundo donde se entiende y se practica el diálogo como un campo de tiro entre la adaptación extrema y la intrepidez más transformadora, y donde la munición, que son las palabras que cada bando se propina, tienen el valor de las balas más incendiarias que los tiradores posean. Aún así, concluía el comunicado de la Red de Filosofía Estatal, la juventud era valiente y no se merecía el desapego de que hacían gala las autoridades educativas al redactar así la nueva ley educativa, donde se jugaba el futuro de aquella.
jueves, 7 de febrero de 2019
CONECTADOS
Fue Aristóteles quien en el primer capítulo de su obra Etica para Nicómaco, que tituló Teoría del bien y de la felicidad, dejó escrito que “Todas las artes, todas las indagaciones metódicas del espíritu humano, lo mismo que todos nuestros actos y todas nuestras determinaciones morales tienen, al parecer, siempre por mira algún bien que deseamos conseguir; y por esta razón ha sido exactamente definido el bien cuando se ha dicho que es el objeto de nuestras aspiraciones.” Por su parte, muchos años después, Kant dijo, para definir el mal, que tenía que ver con todo aquello que no quieres que te hagan a ti. Pareciera, por tanto, que siendo tan fácilmente deducible que evitando el mal se logra alcanzar el bien, que cuando la historia empírica de la humanidad dice que no es así debe querer hacer una enmienda a la totalidad del objeto de nuestras aspiraciones, advirtiendo así se su extravío en algún punto de su recorrido. O dicho de otra manera, que, a fuerza de no tener los pies en la tierra, la cabeza de los humanos vive sumergida en una confusión perpetua. Y es que ninguna sociedad justa se puede vestir, al mismo tiempo y con orgulloso empeño, con el añadido de sociedad justa de la abundancia. Todo lo cual viene a demostrar que a parte de soñar a lo grande no está entre las virtudes del ser humano hacer propósito de enmienda de los destrozos de tales desvaríos. Sin embargo, nos gusta oír todas esas historias sobre el bien y la felicidad, la justicia y la abundancia - añadió Ernesto Arozamena en un momento de su conferencia en el centro de recursos educativos, ahora referiendose a Sherry Turkey celebre investigadora norteamericana en defensa de la conversación - porque no solo no desalientan sino que adulan sin contención ni miramiento nuestra ambición de perseguir lo nuevo, nuestras nuevas comodidades, nuestras nuevas distracciones y nuestras nuevas formas de consumo, en fin, son historias que adulan y alientan nuestra ambición irresistible e insaciable de obtener no el gozo diferido, sino el bienestar inmediato en todo lo que nos propongamos, que es donde se concentran, digámoslo así, todas nuestra aspiraciones para obtener el bien y la felicidad, la justicia y la abundancia. Y nos gusta oírlas porque, si estas son las únicas historias relevantes, podemos evitar prestar atención a esos persistentes sentimientos que de algún modo nos dicen que estamos más solos que nunca, y que cada vez es más difícil mantener una conversación en familia y entre amigos, sin la mediación de los dispositivos que llevamos encima, que sustituyen así la falta de empatía entre los asistentes. Estamos tan habituados a estar conectados, insistió Arozamena, que nos parece que las consecuencias que se derivan y acontecen, sin previo aviso, al estar solos son un grave problema que la tecnología tiene que resolver. Igualmente estamos tan acostumbrados a perseguir el bienestar en la vida que llevamos, que nos parece que la muerte no es su último acontecimiento, sino un incómodo problema que la tecnología tiene que resolver, como al parecer están investigando a toda prisa en Silicon Valley.
miércoles, 6 de febrero de 2019
COMEDIA
“Decir finalmente que hacer una edición tan cuidada, y por ende costosa, de la Comedia no parece que vaya a ser un negocioso ruinoso porque tiene todo el aspecto de ser uno de esos libros de salida lenta pero de largo aliento. Y al mismo tiempo, en esta época de idiotismo generalizado en la que reina lo insustancial y lo frívolo, es un guiño a la reducida pero incombustible colonia de resistentes que, llámense pequeños editores, libreros de trinchera o lectores pese a todo, mantienen viva la apuesta por la calidad y su compromiso con el viejo y vapuleado: No pasarán. Faltaría más.”
martes, 5 de febrero de 2019
SUPREMACISMO
En las horas precedentes al examen fin de curso que había puesto a sus alumnos, Ernesto Arozamena volvió a leer el libro Los adioses, de Juan Carlos Onetti, antes de leer los apuntes que habían cogido cuando estuvo en la universidad y de los que no se acordaba. Era el 13 de junio de 2016. Se dio cuenta que la lucha contra esa imagen del narrador sabelotodo no cesaba, continuando en ese momento que leía el relato en quienes han cogido su herencia de una forma más entusiasta, a saber, sus propios alumnos avalados enteramente por sus progenitores. Y es que el almacenero, narrador a la sazón de la novela del escritor uruguayo, le volvió a hacer creer, durante muchas páginas (como cada día hacen sus alumnos, compañeros profesores y progenitores) que es un tipo de observador honesto, reforzando su honestidad cuando confiesa muy en voz alta que está solo “descubriendo la invariable desdicha de mis quince años en el pueblo, el arrepentimiento de haber pagado como precio la soledad, el almacén, está manera de no ser nada”, únicamente desvelado su fracaso cuando al final descubre que la mujer joven es la hija del jugador de baloncesto. Ergo, se preguntó, Arozamena, ¿el almacenero (trasunto a su entender de todos los que piensan que estar solo es un problema que se debe resolver de forma tecnológica) no sabe estar solos y recurre a contar para llenar ese vacío? ¿Es suficiente? ¿De donde saca el almacenero (y por extensión, todos los que como sus alumnos y sus aduladores pagan con la soledad frente a la pantalla esa forma de no ser nada ni nadie) la inconmensurable fuerza, el coraje, el valor, en fin, el talento para contar lo que cuenta y, sobre todo, de la forma como lo cuenta? ¿De la necesidad de llenar ese vacío existencial? ¿Una botella güisqui (o un canuto en el caso de sus alumnos) no bastaría, como han hecho siempre los borrachos o drogadictos que en el mundo han sido? ¿Este almacenero es alguien más que un almacenero? ¿Quien es? Y lo más importante, ¿en que se convertía quien lo escuchara hasta el final? (¿ en que me convierto yo al escuchar a mis alumnos y sus aduladores cada día?, se preguntó Arozamena). Las conclusiones que Arozamena sacó en el lado de la vida, se podrían resumir en que en esta última lectura, hecha en el límite o paralela al examen preuniversitario de sus alumnos, lo que sí he apreciado de forma más consciente es el carácter altamente persuasivo que tienen estas posturas falsamente victimistas, tan en boga hoy en día, desvelando a quienes las practican como realmente se sienten ocultos ahí dentro: superiores a los demá. Lo cual Arozamena criticó no moralmente, sino como éticamente engañosas y perjudiciales para la conversación pública, de la que la conversación educativa es una parte fundacional y seminal al mismo tiempo. Arozamena se refería, como no, al íntimo supremacismo oculto de quien confiesa que es un don Nadie, o un marginal, y de quienes quieren redimirlo públicamente en otro lugar inexistente (utopía). Es la persuasión irresistible de la idea de cambio a toda costa (todos lo días oída hasta la saciedad en los claustros del instituto de Arozamena) que no llega, pero que lleva alimentando este sentimiento supremacista occidental más de doscientos años. En el lado propio de la ficción narrativa o literaria de semejante supremacismo existencial las conclusiones de Arozamena las proyectó, por ejemplo, en el ámbito de las formas de aprendizaje de sus alumnos en el aula. Ahí sería deseable el término medio, que, como dijo Sócrates, se encuentra en el “Saber del No Saber”. Pero tal recomendación vive con mucha dificultad entre dos arrogancias intratables, pues quieren tener siempre la última palabra, apuntó Arozamena en su libreta. La del lector experto funcionario del sistema al que pertenece (la mayoría de los compañero suyos en las batallas diarias por el aprendizaje) y la del lector experto en la espuma de las cosas virtuales de las redes sociales (todos los alumnos que tiene cabida en las aulas de instituto donde trabaja). Ambos dos fantasmas, cada uno a su manera, llegaran siempre a la misma conclusión, que lo que representa el almacenero en cuestión aparece en su vida, como casi todo lo demás, para ponerse enteramente al servicio de su sistema y de su espuma. Y es que el misterio de la existencia humana no tiene que ver con como se manifiesta la rigidez del sistema ni como sube la emulsión coyuntural de la espuma, concluyó Arozamena la crítica de “los Adioses” antes de incorporarse al aula. Como dijo, son fantasmas que luchan denodadamente para no comprender que el almacenero son ellos mismos.
viernes, 1 de febrero de 2019
TRES SILLAS
En 1845, Henry David Thoreau se mudó a la cabaña que había comprado junto al lago Walden, en Connecticut ciudad que pertenece al estado de Massachusetts. Su idea era aprender a vivir fuera del mundanal ruido o, como el mismo decía, lejos del ruido del parloteo o del hablar por hablar con que habitualmente se comunicaban sus convecinos. Su decisión, dijo, no tenía que ver con la que pudiera desprenderse del retiro de un ermitaño, sino con la de alguien que pretendía alcanzar a comprender el valor auténtico de la conversación entre seres humanos. Los muebles que eligió, entre otros, para ocupar la cabaña en la que pensaba vivir durante los próximos dos años así lo atestiguan. Comunicó a su amigos que en su cabaña habría tres sillas: una para la soledad, otra para la amistad y una tercera para la sociedad. Con ellas pretendía dibujar un triangulo equilátero, virtuoso e ideal, donde situar el uso de la palabra en relación al ámbito donde el ser hablante se encontrara en cada momento de su existencia.
El coordinador del centros de recursos educativos, Eloy Tizón, invitó a Ernesto Arozamena a dar una conferencia en la sede de la institución que presidía, pocos días después del Día Internacional de la Educación y de la intervención de su alumno Santiago Abad. Arozamena, después de pensárselo unos días, le dijo que si a Eloy Tizón. Arrancó su conferencia, a la que tituló “La conversación educativa que necesitamos”, con aquel testimonio de Thoreau, porque le parecía, tal y como el mismo lo justificó después, que las tres sillas que se llevó el pensador norteamericano a su humilde cabaña del lago Walden no formaban parte del amueblamiento sofisticado con que se llenan las instalaciones educativas, donde se alojan cada día los alumnos y profesores realmente existentes. Dicha falta, dijo, puede ser un indicio significativo de que en las aulas también están ausentes la soledad, la amistad y la sociedad. Sin embargo, justo es reconocerlo, nunca tuvieron tanta presencia las personas que les dan a aquellas aparente contenido y forma, mediante el dinamismo y colorido indiscutible que han introducido las nuevas tecnologías en su trajín de identidad diario. Lo cual puede querer advertir que las aulas y los hogares no están llenos de vida, sino de huecos por donde se mueven los restos que aún queda de vida, que no es lo mismo. Huecos que, como pudiera parecer, no ocupan los funcionarios padres y profesores, ni los funcionarios hijos y alumnos de internet, cuya función, valga la redundancia, es que la energía propia de la vida no se utilice para renovarse a sí misma, sino para hacer funcionar a la maquinaria del sistema al que aquellos han decidido poner a su servicio. Huecos que al día de hoy están vacíos e ilocalizables. Así queda claro que sistema y vida tampoco son lo mismo, recalcó de nuevo con énfasis Arozamena. Reconocida la advertencia, continuó, entonces, ¿cómo encontrar esos huecos donde se aloja la vida? ¿Como llenarlos, es decir, cómo encontrar y colocar en las aulas y los hogares aquellas tres sillas de Thoreau, en la actualidad ausentes? Fue el escritor libanés, Khalil Gibran, en su libro, El profeta, quien puso el dedo en la yaga al hablar directamente de los hijos (y, por extensión, los alumnos), objeto y materia de la función de aquellos funcionarios. Dice así, “Y una mujer que sostenía un bebé contra su pecho dijo, Háblanos de los Hijos. Y el contestó: Vuestros hijos no son vuestros hijos. Ellos son los hijos y las hijas de la Vida que trata de llenarse a si misma. Ellos vienen a través de vosotros pero no de vosotros. Y aunque ellos están con vosotros no os pertenecen. Les podéis dar vuestro amor, pero no vuestros pensamientos. Porque ellos tienen sus propios pensamientos. Podéis dar habitáculo a sus cuerpos pero no a sus almas, Pues sus almas habitan en la casa del mañana, la cual no se puede visitar, ni tan siquiera en los sueños. Podéis anhelar ser como ellos, pero no luchéis para hacerlos como sois vosotros. Porque la vida no marcha hacia atrás y no se mueve con el ayer. Vosotros sois los arcos con los que vuestros hijos, como flechas vivientes son lanzados a la Vida. El Gran Arquero ve la diana en el camino del infinito, y la dobla con su poder y sus flechas pueden ir rápidas y lejos. Haced que la forma en que dobléis el arco en vuestra manos sea para alegría. El también, además de amar la flecha que vuela, ama el arco que es estable.”
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