viernes, 8 de febrero de 2019

MILLENIAL SIN FILOSOFÍA

En el otoño de 2o18 las autoridades educativas, todos sus miembros formados en el ámbito psicológico, pedagógico, publicitario o criminológico (pero sin ningún miembro que procediera del ámbito filosófico), acordaron un principio de acuerdo por el que la nueva ley educativa en proceso de elaboración incluiría de forma obligatoria en la enseñanza secundaria la asignatura de Filosofía. 
Arcadio Espina, diseñador gráfico industrial, miembro de una de las comisiones técnicas que iba a asesorar al núcleo duro, digámoslo así, de aquellas autoridades educativas, no estaba de acuerdo con que se incluyese la filosofía en ese primer borrador de la nueva ley educativa no por estuviese en contra de las bondades del pensamiento filosófico, sino porque la mayoría de los alumnos no estaban en condiciones de abordarlo. Estando de acuerdo con la idea clásica de que el pensamiento es la única propiedad segura que posee todo ser humano por el hecho de seguir vivo ahí, mediante el que da forma a su intimidad, que es, a su vez, la que le hace sentirse como en casa o como un extraño dentro de su mismo, no cree Alvaro Espina que sea la filosofía la que mejor pueda llevar a cabo esa tarea en los años previos a la entrada en la mayoría de edad de lo alumnos de secundaria. Para que enseñar a pensar sea eficaz tiene que estar vinculado, al entender de Espina, a un cierto estado de desesperación existencial del alumno de secundaria, lo que en términos gastronómicos se diría pasar hambre, algo que en la actualidad está muy alejado del estado mental y físico de sus pocos años. Los alumnos de la enseñanza secundaria, al igual que el resto  de la juventud del presente, han asimilado, como en cualquier época pasada, los eslóganes que reflejan acertadamente los aspectos más sobresalientes de la sociedad que les ha tocado vivir. Y la educación, asegura Espina, debe proporcionar lo necesario para poder manejarse con soltura dentro de ella. En una de las reuniones de la comisión asesora y el núcleo duro de las autoridades educativas Alvaro Espina trajo a colación lo que escuchó a la hija de un amigo suyo como aval de sus tesis, digamos, antifilosóficas en la educación secundaria. La adolescente en cuestión tenía 16 años, y en una reunión familiar a la pregunta un tanto tópica y general de que pensaba hacer en la vida ella respondió, “Pues a mí me da pereza todo lo que me queda por vivir.” Esta conciencia tan temprana de la precariedad existencial humana, tan propia y apropiada de una parte del pensamiento filosófico, no le parecía lo más adecuado, para iniciarse en la aventura de la vida, reforzándola además con la enseñanza de la filosofía. Sea como fuere, y después de no pocas deliberaciones, las autoridades educativas presentaron a la opinión pública el proyecto de la nueva ley educativa en el que la enseñanza de la filosofía había pasado de ser obligatoria a ser opcional. Como respuesta la Red de Filosofía Estatal emitió un comunicado cuyo título no puede ser más claro:  La ética debe ser materia común en la enseñanza secundaria obligatoria. El porqué de dicho comunicado era que el anteproyecto de Ley Educativa que habían  presentado las autoridades educativas no cumplía, en su totalidad, con el consenso que avalaron en su día los principales protagonistas de la educación, olvidando la inclusión de la Ética en los niveles obligatorios. Los alumnos actuales de la enseñanza secundaria la necesitan más que nunca, continuaba el comunicado, pues han interiorizado aspectos de la sociedad donde viven que sin la oposición de un pensamiento crítico no harán otra cosa que convertirlos en siervos de una sociedad que acabará siendo esclavista. Aspectos como la obsesión por el emprendimiento como único objetivo, la teoría del goteo económico, la movilidad intermitente, el espejismo de la igualdad de oportunidades, el descrédito de la cultura, el pensamiento positivo o el mito del genio internáutico —previsto en el algoritmo—, así lo atestiguan.  Como les pasa a las moscas, les va a ser muy complicado a estos alumnos salirse de esa tela de araña donde caen atrapados cada día. En un mundo donde se entiende y se practica el diálogo como un campo de tiro entre la adaptación extrema y la intrepidez más transformadora, y donde la munición, que son las palabras que cada bando se propina, tienen el valor de las balas más incendiarias que los tiradores posean. Aún así, concluía el comunicado de la Red de Filosofía Estatal, la juventud era valiente y no se merecía el desapego de que hacían gala las autoridades educativas al redactar así la nueva ley educativa, donde se jugaba el futuro de aquella.