viernes, 30 de noviembre de 2018

HUELGA EN EL SISTEMA

En 1755, un terremoto destruyó la ciudad de Lisboa y acabó con la vida de un tercio de una población que por entonces era de 280.000 habitantes. Voltaire, ante la magnitud de la catástrofe, protestó en nombre de la Razón, y escribió el 'Cándido' (Alianza) para escarnecer a Leibniz y a su fe del carbonero en este mundo como el mejor de los mundos posibles ya que era obra del Gran Relojero. Por su parte, un joven Kant en Koninsberg, la ciudad que lo vio nacer y que nunca abandonó a lo largo de su vida, produjo un escrito sobre sismografía, cuya intención era evitar que sucedieran nuevos cataclismos. Más de doscientos después, el Dios que al parecer consintió aquella colosal carnicería fue dado de baja por los descendientes de aquellos suprevivientes del cataclismo y enviado a otra galaxia, más allá de los confines de nuestra imaginación humana, donde según la opinión de algunos avispados expertos intergalácticos vive tranquilo al cuidado de un huerto. Durante ese tiempo los seres humanos se entregaron cada vez con más pasión y arbitrariedad a la práctica de su libertad sin aquel Dios mediante, lo que acabó sembrando la geografía europea, desde Lisboa hasta los montes Urales, de una cantidad ingente de cadáveres enormemente superior a la que produjo el seísmo lisboeta de mitad del siglo XXVIII. En fin, como dijo Chesterton, los seres humanos cuando no creen en Dios pueden creer en cualquier cosa. Bien es verdad que aquellos ancestros nuestros podían haber girado la cabeza y volver a poner la vista en la antigüedad griega donde la relación entre hombres y dioses ha continuado siendo ejemplar, a pesar de la intromisión del Dios del seísmo en la actualidad exiliado. Pero lo cierto fue que esa vacante fue ocupada por la Razón Humana, que además de la estadística de cadáveres mencionada y un puñado de artefactos tecnológicos sin duda vistosos y eficaces, se apoderó de algo fundamental nunca antes visto, lo que hizo que todos esos episodios criminales y tecnológicos fueran, al fin y al cabo, protagonistas de unos hechos históricos igualmente nunca antes vistos. Me refiero, como no, a la ocupación por la Diosa Razón Humana no solo del lugar milenario que había venido ocupando el Dios Cristiano, sino de algo más importante, lo más importante, la Diosa Razón Humana se apoderó de la función que de forma excluyente y totalizante había venido desempeñando Aquel. El resultado de esa soberbia impostura lo captó como nadie la literatura de Franz Kafka. Josep K. en “el Proceso” o K. en “el Castillo” representan como ningún otro personaje de la literatura que se haya escrito desde la Revolución Francesa, el momento fundacional de esa usurpación, en que nos ha afectado a la vida de los propios dueños de esa diosa razón, los seres humanos. Por resumirlo en breves palabras, nos hemos convertido en mera función del sistema que la diosa razón ha impuesto sobre la parte occidental del planeta. Es por ello que nos cuesta entender ese malabarismo quirúrgico que la Gran Señora Racional ha conseguido para hacer posible su obra, a saber, que el lenguaje humano vaya por un lado y el pensamiento igualmente humano vaya por el otro. Aunque quepan pocas dudas racionales que, así, es como sus súbditos estamos más conformes y consolados con nuestras propias habilidades y atributos. Esta semana los médicos y profesores de enseñanza están de huelga. Como viene siendo habitual desde que la razón laboral impera de forma excluyente en hospitales y escuelas e institutos bajo la forma de un Sistema, los médicos y profesores no hacen huelga por razones de índole profesional, sino exclusivamente salarial. Ernesto Arozamena, y un par de compañeros del instituto donde trabajan, han decidido dar clase como todos los días, pues las nuevas expectativas creadas con la mejora económica global no son de índole monetaria, como argumentan los promotores de la huelga (que creen oponerse, así, frontalmente a los jerifaltes del sistema de explotación sanitario y educativo hoy vigente), sino prioritariamente profesional. Al parecer de Arozamena, el abandono de ese bucle de acción y reacción, permitirá a los médicos y docentes abandonar también su condición monstruosa, que tan bien queda expuesta en el mundo de las dos novelas de Kafka arriba mencionadas, que es la que define a los sujetos solo a partir de la función que ocupan y desempeñan en el sistema sanitario y educativo al que pertenecen. Pedir únicamente aumento salarial no es otra cosa que permanecer más atados al Sistema que los esclaviza, ya que dinero es lo único que El puede seguir dando sin que pierda su estructura irrenunciable de Sistema y ellos al recibirlo mantener bien engrasada su función insustituible de esclavos. Y todo bajo la solida asociación, que se deriva de aquella operación quirúrgica entre lenguaje y pensamiento, entre unos sistemas sanitarios y educativos que no admiten ninguna interpretación y unos esclavos asalariados muy proclives a desarrollar dentro de si el fantasma de la culpa debido a los deseos no cumplidos.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

CONVERSACIÓN CULPABLE

Como indicaba con claridad el procedimiento de la cámara europea, después de las vacaciones de verano, sus señorías se disponían a discutir en un pleno el estado de la Unión, que todos los diputados coincidían en que era el peor de los últimos veinticinco años, debido en parte a que aunque la lógica de los procedimientos se cumplía con la misma lealtad de siempre, los cauces de resolución de conflicto eran los que estaban anegados por una palabrería inservible. Así que todo el mundo buscaba su propio atajo. A parte de las discrepancias habituales, el asunto de la inmigración había conseguido inocular en casi todos los estados miembros el virus de la desunión. Nadie se opone, digamos, de manera oficial  
a dar la bienvenida a los refugiados o emigrantes, como nadie dice en voz alta que los problemas actuales del continente europeo se resuelven con la tercera guerra entre las partes. Pero fuera de ese foco condescendiente, las palabras son otras y apuntan en dirección en nada coincidente con lo que se oye en las conversaciones oficiales a través de los medios de comunicación. Aunque la excursión por el camino de ronda Arozamena la había planificado para final del curso anterior, a última hora decidió aplazarla al inicio del curso siguiente porque el asunto del significado del mar inquieto en relación con la tierra firme le pareció más oportuno tratarlo con las fuerzas bien renovadas después de las vacaciones estivales. Lo que Arozamena no podía prever es que se iban a encontrar con la finca privada impidiéndoles el paso en el camino de ronda y al perro bueno que la custodiaba (de procedencia extranjera) diciéndoles que lo mejor era que se dieran la vuelta por donde habían venido. Esa triple coincidencia en el tiempo posvacacional, el pleno en la cámara europea, el malestar creciente en el continente por lo afluencia masiva de emigrantes y el paseo por el camino de ronda abortado por uno de ellos, había tenido su proyección adaptada, digámoslo así, en las conversaciones que se dieron, tanto en las aulas y los despachos como en las horas del recreo entre los profesores y alumnos, más algún que otro progenitor que se dejó ver en esos primeros días del nuevo curso académico. No hace falta insistir que al día siguiente de la excursión por el camino de ronda, primera actividad fuera del instituto que se hacía nada más comenzar el curso, las conversaciones se habían reducido de forma alarmantemente simplificada a una, que daba vueltas también como si estuviera aupada en una noria sobre un único asunto, a saber, que de ninguna manera puede un emigrante, por muy protegido y autorizado que esté por un propietario del país acogedor, cerrarle el paso a un grupo bienintencionado de alumnos oriundos de ese país y de segundo de bachillerato, ni de cualquier otro curso, en el cumplimiento de sus tareas de aprendizaje. Que hubiera ocurrido, se pregunta Arozamena, (que de momento no quiere sacar en el aula  ante sus alumnos el tema que los llevó al camino de ronda, pues es la tierra la que, con esas simplificaciones que aparecen por doquier, está más agitada que nunca en los últimos veinticinco años) si el tono verbal del sirviente de la propiedad privada hubiese sido perfectamente reconocible como nacido dentro de la lengua del país. Solo se atrevió a preguntarles, en el camino de vuelta por el camino de ronda, si consideraban al sirviente, o perro bueno, de la finca culpable de que ellos no hubieran podido continuar su excursión. ¿Es un asunto de brujería como pasaba en la edad media? ¿O es más bien un asunto legal? Pero la culpabilidad del sirviente de la finca, continuó hablando Arozamena en voz alta (aunque ya perdida toda esperanza de que sus alumnos le prestaran atención alguna), no es acaso un asunto de capital importancia para los intereses, digamos, intelectuales que os han llevado al paseo por el camino de ronda? Si la respuesta es afirmativa, continuó, es decir, si pensáis que el sirviente de la finca es culpable, ¿cómo ha llegado a convertirse en culpable, si como nos dijo, lo único que hacía era cumplir con su trabajo perfectamente amparado por la legalidad laboral vigente? Aún así, ¿es culpable porque es de otro país? ¿O la palabra culpable se declina igual en todas las lenguas?

martes, 27 de noviembre de 2018

PERDÓN SIN CULPA

¿Se avergonzaba el sirviente del señor de la finca de ver de repente gente extraña a su alrededor? ¿O lo hacían los alumnos de Arozamena, que vieron interrumpida su posible reflexión sobre el significado del camino de ronda como linde entre el mundo del mar y el de la tierra? Parece claro, si se siguen las estadísticas de atracos a las casas dispersas que se han ido construyendo aquí y allá a lo largo del litoral mediterráneo, que en la mayoría de los casos sus propietarios han tomado esa decisión para no ser como la mayoría, digamos, de los que deciden vivir en el extrarradio de las grandes ciudades formando lo que se conoce como urbanizaciones. Este doble extrarradio, o extrañamiento, que tiene toda la enjundia de un exilio o destierro voluntario, ha tenido una repercusión determinante en el deterioro paulatino del litoral mediterráneo. Arozamena se dio cuenta de inmediato que el sirviente, que les cerraba el paso por el interior de la finca que custodiaba como un perro bueno, tenía miedo de que los extraños e inesperados visitantes no hicieran caso a lo que él les había sugerido de manera firme pero educada, a saber, que lo mejor para todos era que volvieran sobre el camino andado. Beneficioso para el profesor y sus alumnos, que se ahorrarían así tener que enfrentarse a la policía, a la que el sirviente se vería obligado a llamar para denunciar el delito de su presencia en una propiedad privada. Y beneficioso para el sirviente mismo, que no vería alterada su función en el dominio de la finca que no es otra que vigilar, mediante la cámara interpuesta en la entrada, que el cartel cumpla a su vez con su función disuasoria. Pues si no la cumplía se tenía que enfrentar a los infractores, y de tal colisión nacía el miedo que lo embargaba, pues temía que su pertenencia a la finca quedara en entredicho ante los señores propietarios de la misma, lo que también dejaba en vilo la continuación a su servicio. Por su parte Arozamena estuvo tentado, antes de hacer lo que el sirviente les había sugerido a él y sus alumnos, de pedirle perdón por las molestias que le habían causado, dado el palpable deterioro de su compostura como perro bueno, siguiendo su propia nomenclatura como fiel sirviente. No lo hizo porque no acababa de descubrir la culpa que iba asociada a ese perdón, un vacío, o un hueco dependiendo como se lo tomaran, que no iba a pasar desapercibido a sus alumnos en el itinerario de vuelta por el mismo camino de ronda que habían utilizado para llegar hasta el nudo en que se encontraban. El dilema filosófico que les había propuesto como fondo y justificación de la excursión que había organizado, se había transformado en un vulgar asunto de corrupción urbanística, consentida por quien tenía que velar por los intereses de todos los ciudadanos, la administración municipal que estaba amparada por la legislación promovida y puesta por escrito por las administraciones superiores. En fin, lo que barruntaba Arozamena era que el dilema filosófico en el paseo de ida, con el mar inquieto a un lado y la  tierra firme a otro, se había convertido en el paseo de vuelta en un vértigo existencial donde la inquietud y la firmeza se habían dado cita juntas en el espacio público, delante de la entrada de la finca, convertido así en moneda de cambio, y a quienes por él quisieran transitar en esqueletos a una función pegada. Perro bueno, profesor guardián, alumnos fantasmas, etc. Después de los consabidos parabienes y disculpas al sirviente de la finca, Arozamena y sus alumnos iniciaron el recorrido de vuelta por donde hacía unos minutos habían llegado. Nadie dijo nada, ni tampoco les propuso algo parecido a un guión para cubrir de forma docente los cuatro kilómetros que les separaban del aparcamiento donde esperaba el autobús que los devolvería de nuevo al instituto. Todos caminando en fila de a uno, con la cabeza ligeramente inclinada hacia delante, parecían haber olvidado que el mar con sus inquietante movimiento perenne quedaba ahora a la derecha, y que la tierra con su firmeza de apariencia inmutable quedaba a la izquierda, y que seguía vigente más que a la ida, después del choque frontal con la finca del pez gordo que cuidaba el perro bueno, las preguntas sobre el significado del camino de ronda que separaba a ese mar de esa tierra. Las sombras del perdón  empezaban a inundarlo todo, pero la razón de la culpa que lo justificara seguía sin aparecer por ningún sitio, alejándose más y más a cada paso que profesor y alumnos daban.

lunes, 26 de noviembre de 2018

LINDES PROFESIONALES

Las autoridades costeras del Mediterráneo, una mezcolanza extraña de tipos del antiguo régimen y del nuevo orden constitucional tanto nacional como europeo, no han acabado nunca de definir que es una costa marítima. En este asunto, como en el de la educación, cada ley que el boletín oficial ha ido registrando suele ser una enmienda a la totalidad de la anterior en la que los presuntos beneficiarios y damnificados quedan enmarañados e igualados en un laberinto de tintes cada vez más kafkianos. No obstante entre los abogados nacionales y europeos que defienden los contenciosos de este tipo que llegan al tribunal de derechos humanos de Estrasburgo siempre hay escépticos. Según ellos, que siguen las pautas abiertas por los criminólogos de prestigio, existe el constructor o profesor especialmente talentoso que sabe con antelación lo que quiere que oigan sus interlocutores, que les han de interrogar sobre una supuesta infracción referida a las lindes propias de sus profesiones. Son estos profesionales, al decir de Ernesto Arozamena, los que, también, mejor saben dibujar su perfil en facebook, lo que sumado lo uno con lo otro ha cuajado como un modelo a seguir entre este tipo de profesionales y, por extensión, entre algunas profesionales limítrofes, tales como la de ser padre y madre. Siendo así que Ernesto Arozamena organizó en el instituto donde trabaja una excursión por el camino de ronda entre dos de las ciudades costeras del mar Mediterráneo que están próximas a la ciudad en la que él trabaja. Su intención, al hacer caminar a sus alumnos de segundo de bachillerato por esa raya que separa el mar permanentemente inquieto de la tierra insolentemente firme, no era otra que hacerles reflexionar sobre el hecho de que el camino de ronda es una buena metáfora del lugar desde donde se puede pensar  la vida que vivimos, que oscila entre la inestabilidad permanente que siempre la rodea y el anhelo de firme tranquilidad que nunca acaba de llegar. El día de la excursión amaneció especialmente propicio para el experimento reflexivo que Arozamena pretendía. Las nubes negras que cubrían el cielo y el viento norte que las movía a más velocidad de lo habitual convertían a la inquietud propia del mar en algo realmente peligroso, lo que a más de algún alumno lo animó a proponer un desvío del itinerario hacia tierra adentro, por algunos de los desvíos que salían al borde del camino de ronda. Arozamena no cedió a las peticiones de los más cómodos e insistió a sus alumnos que continuaran el camino tomando notas sobre lo que, a un lado y otro del mismo, les sugería lo que iban observando. nsistió que no era una excursión de botánica o geografía, sino estrictamente era un paseo de pensamiento filosófico al más puro estilo peripatético, que es como enseñaban los pensadores antiguos. Todo iba bien, una vez reconducidas las tibias desavenencias de alguno de los alumnos, hasta que llegaron a un punto del camino en el que una señal les prohibía el paso por ser una propiedad privada, y otra les indicaba la continuidad del camino de ronda que les llevaba, sin previo aviso o indicador anteriores, directamente al mar. ¿Sería una conclusión exitosa de la excursión, pensó Arozamena, identificar al dueño de la finca, que le cerraba el paso a él y a sus alumnos en un camino público, como un tipo humano apto para el crimen (lo que no implica que llegue a consumarlo), pero al mismo tiempo dispuesto a combatir la delincuencia contra su propiedad? ¿Era esa una conclusión extensible, cambiando lo que hubiere que cambiar, a su propia condición de dueño del aula donde impartía sus clases a diario? El sirviente que estaba al cuidado de la finca simplemente le dijo a Arozamena que era una pérdida de tiempo que tratara de denunciar esa intromisión inmobiliaria en el camino de ronda, el señor es un abogado de prestigio muy bien conectado con las instancias del poder superiores. Lo mejor que podían hacer él y sus alumnos, a parte de lanzarse al mar, era volver sobre el camino recorrido, sino querían toparse con las autoridades policiales oficiales que constantemente patrullan su propiedad, o con los perros malos que dejo sueltos por la finca cuando no hay nadie de la familia de los dueños habitándola. Han tenido ustedes suerte de que hoy me encontrara yo aquí, les dijo de forma sutilmente intimidatoria, un gesto perfectamente estudiado que daba brillo a su condición de perro bueno. 

sábado, 24 de noviembre de 2018

SOLEDAD Y ABURRIMIENTO

Lo que no podía imaginar Jean Paul Marat, una de las figuras relevantes de la Revolución Francesa, era que a través de la virulencia propagandística de sus artículos en el periódico El Amigo del Pueblo, del que era también director, estaba adelantándose y, por tanto, fundando el concepto de amistad popular o global actual en las redes sociales. En ellas el yo digital despliega toda la furia de su amistad sobre el campo minado de aquellas consiguiendo, día si día también, el efecto de las antiguas epidemias bíblicas. De momento, al contrario de lo que ocurrió en la época de Marat, la sangre no llega al cuello de los damnificados por la expansión enemistada de semejante amistad global y popular, pero su virulencia propagandística hace temer lo peor a quienes tienen el encargo de la educación, padres y profesores, de los que todavía no han alcanzado la mayoría de edad en esa red de amistades peligrosas, en la que se representan con acierto la continuación de aquellos años revolucionarios que fueron el inicio y el fundamento de la época en que vivimos en la actualidad. Para Ernesto Arozamena no está claro si los amigos de las redes sociales son una renovación de los amigos del pueblo del periódico de Marat, con sus condenas y linchamientos públicos incluidas, o son el inicio de otra cosa totalmente diferente de la que desconocemos absolutamente todo. De momento, con lo que Arozamena tiene que luchar cada día (en esto tampoco hay unanimidad en el claustro del instituto) es con que sus alumnos aprendan a vivir con su soledad y con el silencio añadido que la acompaña. Frente a la visceralidad enemistada de las amistades que se prodigan por las redes sociales, con sus ritos y orgías de linchamiento y adulación constantes, el silencio y la soledad no solo son el mejor antídoto contra esa marea que siempre está a punto de desbordarse de sus cauces virtuales y pasar a la acción directa, tal y como lo indicaba Jean Paul Marat en su periódico, o años mas tarde en la radio sus alumnos mas aventajados, Josep Goebbles o Laurenti Beria, sino que también dota a quien lo practica del aparato crítico que le permite resistir creativamente a los desmanes de aquella marea, que son los que se derivan del efecto no deseado por la hiperactividad de sus alumnos, a saber, el tortuoso y torturante aburrimiento. Que no es otra cosa que la queja, cada día mas airada e insolente, por la brecha, herida seria más correcto al decir de Arozamena, que se abre entre cada uno de ellos (sin dispositivos adjuntos) y la interacción que les exige desde su soledad silenciosa cuando entran cada día en su clase. Lo que pretende Arozamena es que habiten la clase como un espacio de diálogo conflictivo entre su soledad aburrida y el ruido estridente de donde viven, no que la que “okupen” como un lugar violento consumo de linchamientos y adulaciones diversas. Mediante esa combinación de soledad y aburrimiento pretende despertar en cada uno de sus alumnos la creatividad y la reflexión, pero antes que nada lo que pretende es desensimismarlos desde el ensimismamiento absoluto en que se encuentran. Quiere, en definitiva, que su clase sea el epítome de ese diálogo entre el ser humano y la polis que es de donde nacen todos los relatos. 

viernes, 16 de noviembre de 2018

LA SEÑORA STRAUSS

Cuando Dieter Strauss se fijó en ella, aquella tarde de fiesta que habían organizado los comisarios del cónclave de la juventud mundial, Matilde era cabalmente la hija del carpintero de Fe comunista, llena de esa inquietante perfección con que los más nobles ideales se aplican mediante la impiedad propia de las ideologías. Nada le hizo pensar entonces que aquella mirada fuera el inicio de la misión que le llegaba del otro lado del muro, que no era otra que convertirse en la señora Strauss y la madre de Amalia y Raquel. Visto así podría pensarse que Matilde Strauss, de soltera Matilde Bermejo, aquella tarde había quedado, sin previo aviso, atravesada por el súbito flechazo que la estampa de Dieter apoyado en el coche de plata, las manos en los bolsillos y el mechón rubio sobre el ojo izquierdo. Y que esa diana en que se había convertido para él era también el inicio de su destino inmediato, con el que parecía que, si se atenía a su propio tumulto callado, no tendría dificultades en reconciliarse. Mientras que, con el mismo impulso y en justa correspondencia con eso que se llama ley de vida, podría de una vez por todas avenirse con ella misma en lo referente a la herencia recibida o dada, ser la hija del carpintero de Fe comunista, pues le había sido dado a ella misma lo que no quería decir que la hubiera hecho a sí misma, algo que de verdad debería de empezar cuando se convierta en la señora Strauss y la madre de Amalia y Raquel. Lo que ocurrió, sin embargo, aquel día de 1971, en que no pudo evitar la hipnosis ante la presencia de Dieter Strauss, fue que eso que se conoce como ley de vida estaba censurada e interrumpida en su aplicación por otra presencia, ésta con todo su poder deshipnotizador, el muro de la vergüenza, que cuando todavía era niña vio construir para partir en dos la ciudad donde vivía desde que había nacido. El muro, ahora lo puede decir, trastocaba los ritmos y tonos mediante los que se desplegaba esa ley de la vida, que en el caso de Matilde Bermejo era el paso de su vida adolescente en el lado este de Berlín, a dar los primeros compases de la vida adulta como Matilde Strauss en lado oeste. Lo que sin esa presencia gris y adusta, además de peligrosamente mortal para quienes se atrevieran a cruzarlo, ese avenirse consigo misma hubiera sido un gesto de gratitud hacia la educación que le había dado su padre al haber sido solo la hija del carpintero, se había convertido con el añadido de la fe del comunista, que es la que levantó el muro, en resentimiento, pues Matilde nota, mientras Dieter la mira, que la ciega Fe de su padre se ha acabado comiendo a su hermosa profesión, lo que a la larga le ha impedido llegar a ser ella misma al no poder, atrapada en se dilema paterno que ha sido también el modelo de la educación recibida, construirse a ella misma. Lo que Matilde Bermejo no sabe aún, cuando Dieter la mira a través de su flequillo de puntas doradas, es que al cruzar el muro bajo los auspicios del remordimiento no se casará con Dieter Strauss ni será la madre de Amalia y Raquel, sino que en la maleta que guardan sus escasos enseres hay una pesada carga que le acompañará el resto de su vida. La necesidad de obtener el perdón de su padre y de su familia, y también el inmenso dolor por saber que, del otro lado del muro, sólo podrán escupirle las ansias insaciables de venganza por haberlos abandonado. Cuando el 9 de noviembre de 1989, el mismo día en que murió Dolores Ibárruri, lo que nadie podía imaginar, Matilde Strauss entre ellos, fue que la caída del muro no significaría la cicatrización de la herida profunda que la fe ciega de sus constructores había infligido a la ciudad de Berlín y, por extensión, al mundo, sino que el peso de tal colosal injusticia vendría a sustituir a la que antaño habían cometido con el padre de Matilde. Lo cual demostraba, una vez más, que la reconciliación era difícil, por no decir imposible, pues ese nuevo peso necesitaba su tiempo de lucha entre el perdón y la venganza que toda gran injusticia necesita. Y es que perdón y venganza forman una sólida unidad de opuestos que se corresponden. Siendo así que lo que perdura, antes que el anhelo de que la reconciliación pueda llegar algún día, es el veneno que alimenta a quienes desean ser perdonados y a quienes claman venganza. Nada de esto era evidente el día 9 de noviembre de 1989, ni para quienes se vengaban haciendo los primeros agujeros al muro de la vergüenza, ni para Matilde Strauss que esperaba su oportunidad para colarse por uno de ellos y acudir rauda a obtener el perdón de su padre y de su familia, aunque hoy parece que todo aquello se haya disuelto en el aire. En el número de Navidad de 2012 de la revista The Spectator se abría con el editorial:“¿Por qué 2012 ha sido el mejor año de la historia? Puede que no se perciba así, pero 2012 ha sido el año más extraordinario en la historia mundial. Puede parecer una afirmación extravagante, pero los datos la corroboran. Nunca ha habido menos hambre, menos enfermedad ni más prosperidad. Occidente sigue en su bache económico, pero casi todos los países en vías de desarrollo progresan rápidamente, y la gente sale de la pobreza a un ritmo como nunca se recuerda. Las víctimas mortales de la guerra y de los desastres naturales felizmente también han sido bajas. Vivimos en una edad de oro.” ¿Es esto algo que resulta contrario a la otra percepción de que vivimos en un mundo cada día más envenenado, sin perdón, vengativo y peligroso, heredero directo de aquel en que vivió Matilde Strauss, donde las cosas siguen yendo mal y empeoran progresivamente?

jueves, 15 de noviembre de 2018

LA HIJA DEL CARPINTERO

El día 15 de mayo de 1971 Matilde Strauss atravesó el muro de la vergüenza, el que dividía en dos a la ciudad de Berlin en cuyo lado ésta había vivido los dieciocho años que acababa de cumplir dos meses antes. Sus padres, exiliados de la guerra civil española, llevaban viviendo en ese lado de la ciudad berlinesa desde que se reunieron en 1948. Primero fue el padre, quien abandonó su pueblo de nacimiento, Manganeses (Zamora), recién comenzada la contienda, y después lo hizo su madre cuando los aliados, ganadores de la Segunda Guerra Mundial, se desentendieron del destino, o mejor dicho, cuando a los aliados les pareció bien como habían quedado repartidos los muebles en el continente, después de casi diez años de feroces enfrentamientos que lo habían dejado totalmente devastado. Años más tarde, el 9 de noviembre de 1989 tuvieron lugar dos sucesos simultáneos a los que Matilde Strauss tuvo que enfrentarse poniendo un pie en cada uno de ellos. Por un lado cayó el muro de Berlín último símbolo de la tiranía comunista; también ese día murió Dolores Ibárruri, símbolo femenino más destacado de la libertad comunista. La misma palabra simboliza cosas opuestas e irreconciliables, cuya tensión, en el caso de Matilde (hija de carpintero que en aquellos años abrazó la Fe comunista por ser la mejor manera de luchar contra la injusticia que lleva asociada la pobreza) se había solidificado, como la roca que preside y ampara del viento de la llanura al pueblo de sus padres, en un enorme peso que sin saber muy bien por qué ella siente que lleva en sus espaldas desde que tiene uso de razón. Un peso que no es otro que la injusticia cometida contra los ideales de su padre, que lo fueron en gran medida de toda esa generación que perdió la aquella guerra. Esa injusticia es histórica y como tal ya pasó, y no hay manera de reparar sus estropicios. Sin embargo, el peso que ella siente en sus espaldas, con un reflejo directo y punzante en sus entrañas, se lo ha colocado ella misma sin que nadie se lo pidiera. Ella lo achaca al silencio pertinaz que su padre, una vez que se instalaron en Berlín, mantuvo hasta que murió sobre el asunto de la tragedia que lo obligó a abandonar su pueblo. Mientras fue menor de edad, ese sentimiento de injusticia se mantuvo de forma latente sin que llegara a explotar con toda su virulencia en la vida que llevaba Matilde Strauss. Tal vez porque el silencio de su padre cumplía en esos pocos años que ella tenia con el papel perdona vidas (dicho esto en el sentido más amoroso que las conjunción de las dos palabras alberga) que los padres tienen respecto a los hijos mientras estos son pequeños. Pero a medida que se acercaba aquel año de 1971, en que cumpliría la mayoría de edad, Matilde Strauss notó no sólo el cambio radical que estaba experimentado su cuerpo, sino que el peso de la injusticia también empezó a escorarse, como hace la mercancía de los barcos zarandeados por el oleaje marino, y a buscar su propia ubicación en el nuevo panorama que se avecinaba. Así fue como imaginó que con la fuga de casa de sus padres al lado oeste de la ciudad, también dejaría de ser la hija del carpintero de Fe comunista. De lo que no se apercibió fue de que ese mismo impulso también le iba a recolocar el peso que llevaba sus espaldas, y, por ende, a darle una nueva definición. A partir de entonces la injusticia por ser la hija del carpintero de Fe comunista, que había hecho suya, se convirtió en el otro lado de Berlín en la culpa por abandonar a su padre y a toda su familia. Lo cual desencadenó, casi de manera automática, la necesidad de obtener su perdón. Todo se produjo dentro de Matilde Strauss con parecida rapidez a los acontecimientos externos. En una reunión de las Juventudes Comunistas del Mundo que se celebraron en el Berlin Este conoció a Dieter Strauss, un tipo alto y bien parecido que procedía del lado oeste de la ciudad. Andrea nunca ha sabido discernir si lo que le atrajo de aquel muchacho (que le miró por primera vez fijamente desde la distancia, mientras ella charlaba animadamente con un grupo de cubanos que habían venido a participar en el cónclave juvenil comunista ) fue que le hizo sentir por primera vez como una mujer mayor de edad o que ese sentimiento ya existente en ella vio en Dieter el vehículo de liberarse de lo que le impedía desarrollarse en toda su plenitud al otro lado del muro. Sea como fuere, lo cierto es que lo que vino a continuación Matilde Strauss (incluido de forma determinante el matrimonio con Dieter) lo vivió como un fracaso personal, únicamente atenuado con la esperanza de que algún día obtendría el perdón de su padre por haberlo abandonado. No calculó en toda su intensidad que el sentimiento de culpa por abandonar a su padre y el amor que creyó sentir al unirse a Dieter no apuntaban en la misma dirección. Que aquel acabaría devorando a éste, por la sencilla razón de que el gesto del perdón, que todo sentimiento de culpa busca con urgente ansiedad para aplacar el inmenso dolor que le aflige, destruye radicalmente la igualdad y con ello el fundamento de las relaciones humanas que, propiamente, no pueden denominarse como tal después de aspirar a un acto de esa naturaleza. Dieter, nada más convertirse en su marido, le advirtió que la palabra era reconciliación y que, por tanto, debía sintonizar sus sentimientos con el tiempo en el que se producían. Perdón, le dijo, remite a su opuesto, venganza, lo que elimina el primero lo restituye con su violento y agrio proceder la segunda;  así seguirás prisionera de un pasado que nunca fue el tuyo. Pero Matilde Strauss continuó viviendo para el día que pudiera cruzar de nuevo el muro, y volver a casa a obtener el perdón de su padre. Ese día llegó el 9 de noviembre de 1989, el mismo día que murió Dolores Ibárruri.

martes, 13 de noviembre de 2018

FUEGO EN LA MONTAÑA

“Reconozco que siento una enorme debilidad por los personajes de Edward Abbey, unos frikis irredentos  y extrañamente  empecinados en salvar a sus semejantes de los peligros que trae consigo el tan denostado Progreso, léase Contaminación y Destrucción de espacios vírgenes, Dilapidación de los recursos naturales, Diseminación de la fealdad y el mal gusto hortera y tantas otras desgracias similares. Lo curioso es que todos ellos están tan absortos con sus ataques incendiarios y volando cosas con cargas de dinamita que ni siquiera parecen enterarse de que los propios contemporáneos a los que pretenden salvar no les apoyan ni les siguen porque no confían en la eficacia de los métodos que emplean lo que para ellos son sólo  cuatro locos. Y lo de cuatro, aquí, viene al pelo porque cuatro son los integrantes de la impagable Banda de la Tenaza  que protagonizan la novela del mismo nombre (Berenice, 2012). El  lector entusiasta tiene ocasión de volver a verlos en acción en ¡Hayduke vive! (Berenice, 2014), en la que la banda vuelve a reunirse para destruir la Super G.E.M.A  4240 W, una aplanadora popularmente conocida como Goliat y que haciendo uso de su fabulosa potencia está a punto de arrasar Nuevo México y el resto de los desérticos estados del  sureste americano en los que Abbey sitúa sus novelas, todas ellas plagadas de especímenes similares.” 

lunes, 12 de noviembre de 2018

MENTIRAS Y VENGANZAS

Desde la antigüedad sabemos que el pensar, más allá de toda realización o finalidad (aunque no de toda materia), es un alimento para el alma. Sin embargo, ¿por qué nos atrae tanto darle forma a la materia de que están hechos los cotarros y los chanchullos mundanos, por muy necesarios que sean? “No olvides, dice Willian Faulkner, que mentir forma parte del combate por la supervivencia. Es la manera que tienen los seres humanos de manipular las circunstancias para hacer el intento de ajustarlas a la imagen preconcebida que tienen de ellos mismos como figuras del mundo. Su venganza contra los dioses siniestros.” Dejo cuatro ejemplos de mentiras posibles, pero nada piadosas, que se pueden experimentar leyendo o mirando como un combate por la supervivencia, o dicho en lenguaje actual, como un combate contra el aburrimiento o a favor del entretenimiento. Podemos mentir si leemos “Ifigenia”, de Janet Malcom, como un asunto judicial; podemos mentir si leemos “Un hombre afortunado” de John Berger, como un asunto médico; mentiríamos de nuevo si vemos “Una razón brillante, de Yvan Attle, como un asunto educativo; y mentiremos como bellacos si vemos “La infancia de Ivan”, de Andrei Tarkovsky como un asunto bélico. O sea, que nos mantenemos orgullosos de pie a base de mentiras, cada vez más sofisticadas en su superficialidad a medida que envejecemos. Y no mentimos para engañar al prójimo, sino para prevalecer sobre el quedándonos en propiedad la razon. Pues, creemos, que quien tiene la razón tiene también la verdad. En fin, damos pábulo a esa razonada astucia, que da una medida cabal del declinar de nuestra inteligencia, para vengarnos de los dioses, que los llamamos siniestros porque nos han abandonado a nuestras suerte. Pobres almas nuestras.

viernes, 9 de noviembre de 2018

COOPERACIÓN ESTRUCTURADA

¿Hay buenas razones para que Ernesto Arozamena luche para darle un sentido a su profesión de docente en el tiempo que le ha tocado vivir? Si se deja llevar por la rutina daría la razón a Diderot que veía en ella una forma más de la memorización, un profesor necesario, añade el pensador ilustrado francés. Pero tendría la feroz oposición de sus compañeros de instituto, que en estos menesteres le dan la razón a Adam Smith que creía que la rutina embota la mente de las personas, en el caso de la docencia la de los alumnos y profesores. En ambos autores, como en las constituciones que alumbraron la era de la modernidad lo que se pone en juego es la felicidad de los hombres y las mujeres. Después de cientos de años de postergar la felicidad para después de la vida terrenal, por fin parecía posible que se podía materializar su alcance durante el tiempo que aquella durase. Sin embargo esta nueva andadura de la felicidad que fue recibida, al menos, sobre la lectura de los textos constitucionales francés y norteamericano con todo el alborozo de que podía disponer la humanidad en aquellos momentos, recién salida del lúgubre pesimismo e inclemente represión vaticana, se bifurcó desde los primeros pasos en esas dos maneras de enfocar la manera de administrar el tiempo que se dedicara al trabajo. Algo que empezó afectando a la vida económica y laboral, si era mejor trabajar en casa como en ningún sitio u optar por trabajar sin fiar nada al largo plazo, se acabó extendiendo a propia toda la cosmovisión de la propia modernidad, y así  cada camino se apropió de ser el mejor garante de alcanzar el paraíso de la felicidad en la tierra. La educación no ha sino ajena a estas tensiones, pasando de un extremo a otro de espectro, a saber, educación pública o privada, más el estadio intermedio de reciente creación, la educación concertada, que no gusta a nadie salvo a los beneficiados, normalmente las instituciones eclesiales. La vida laboral de Ernesto Arozamena ha transitado por las tres modelos de escuela y, al día de hoy, no ha acabado por satisfacerle ninguna. De ahí esa opción que ha elegido y que él llama, un tanto irónicamente, trabajo docente de alquiler mientras no me digan lo contrario. Solo le falta por trabajar en un cuarto modelo, la cooperación educativa estructurada, pero no acaba de convencerle ya que bajo su apariencia de alternativa a todas las otras, piensa que se oculta una verdadera síntesis de la deshumanización definitiva de la educación que las tesis de sus oponentes no se atreven a proponer. De un trabajo entre el alumno, los dispositivos electrónicos y la clase, interconectando armónicamente cada uno de sus movimientos surge un ser vivo virtual que los expertos en pedagogía, según sus manuales de instrucción que van predicando por los centros educativos con el beneplácito de la autoridad gubernamental vigente, dicen que apunta decidido hacia el futuro manejando con soltura y eficiencia lo que se conoce como una vida propia. Al parecer, según Arozamena ha oído decir a los defensores de la nueva pedagogía, el ergonomista D. Knoche interpreta a este ser bajo la influencia del concepto de espiritualización. Es, según él, en los acontecimientos deportivos donde mejor se aprecia su carácter; justo en los momentos culminantes de aquellos, cuando una especie de nube envuelve a los espectadores generada por ese fenómeno inolvidable.

jueves, 8 de noviembre de 2018

MILLENIALS Y VEJESTORIOS

No puede ser más cierto que los jóvenes de hoy (millenials) han recibido en herencia de sus padres (vejestorios) un mundo peor que el que estos recibieron de los suyos. Por la elemental conclusión de que ya no pueden trabajar conjuntamente en busca de una felicidad común y duradera. Los vejestorios todavía disfrutaron de los últimos estertores de un relato de la vida lineal y acumulativo, un relato con sentido en un mundo altamente burocratizado. Los millenials, en cambio, viven en un mundo dominantemente tecnificado marcado por la flexibilidad y el cambio a la velocidad de la luz, que no ofrece muchas cosas que se parezcan a una narración, ni económica ni socialmente. Llegados hasta aquí millenials y vejestorios van de un lado para otro durante cinco días de la semana y al llegar el fin de semana se retiran a su vida privada, una práctica que, paradójicamente, dura ya más de cuatrocientos años. Tendría que ser durante ese tiempo en el que millenials y vejestorios  se miraran cara a cara para averiguar porque han dejado de sentirse cómodos en un mundo que todos quieren. Según Schumpeter un mundo así requiere gente que se sienta cómoda sin calcular las consecuencias del cambio o gente que no se para a pensar que ocurrirá a continuación. Pero el mundo del economista austriaco es predigital. De lo que se deduce que millenials y vejestorios no son ya este tipo de gente y todos son conscientes del abismo que, sin previo aviso, ha aparecido en el horizonte inmediato de esa despreocupada y negligente comodidad que hasta hace poco disfrutaron sus antepasados más inmediatos. Aun así, los vejestorios todavía sienten la necesidades antigua de escribirles una carta a los millenials, tratando de explicarles algo que ellos presienten y que no es otra cosa que ese cambio vertiginoso del que ellos tiran frenéticamente solo significa una colosal deriva. Lo que también ocurre es que no son tan vejestorios como para no darse cuenta de que esa forma de razonar es propia de la antigua ética determinista que se ha venido aplicando desde Aristóteles a todos lo casos y a cualquiera en particular. Así que en los fines de semana en casa, o en la segunda residencia, optan por renunciar a presentar su vida de vejestorios ante sus millenials como algo verdaderamente ejemplar, en el sentido de que es el resultado de una evolución de sus ideales que ha conformado el carácter bajo cuyo paraguas ellos, los millenials, han venido al mundo donde hoy despliegan toda su furibunda indignación porque lo quieren inaugurar de nuevo. Sin embargo, la indignación de los millenials no está tan claro que provenga de que quieren cambiar radicalmente la herencia recibida, y que no les dejan los vejestorios interponiéndose como un tapón en su camino, como de no querer aceptar que tienen que repartir y compartir “lo que hay” con sus progenitores y profesores. Sencillamente porque no hay más mundo que este y, a estas altura de la intrahistoria del cinismo transformador que acompaña a la acción humana, unos y otros lo saben. Los vejestorios por experiencia y los millenials por información. Pues como dijo sabiamente Karl Marx, todo lo sólido se desvanece en el aire. Y así ha sucedido doscientos años después de su lúcida sentencia. A pesar de ello, lo peor es la irritante banalidad con que los millenials y los vejestorios están tratando el asunto en sus inhabituales conversaciones. Se les ve cómodos en su papel de corruptores y corrompidos. Van por la vida oyendo mal, viendo mal e interpretando mal para dar sentido a las historias que se cuentan, o se omiten, entre ellos mismos. Sucede, sin embargo, que la decepción que, al fin y al cabo, se ha apoderado de millenials y vejestorios no pesa, lo que pudiera presentir una conjunción innovadora de sus almas. Luego cuando se presta más atención, esa levedad solo se parece a ese estar mojados por la pertinaz lluvia que no cesa. Se entiende, entonces, que los unos y los otros esperen que los rayos del sol lo seque todo lo antes posible, y que, al final, escampe. Y que eso sea todo.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

AMISTAD O AMOR

Cuando Alceo de Mitilene - un poeta griego de la Antigüedad, amigo de la poetisa Safo, natural de Mitilene, ciudad de la isla de Lesbos (nacido en 630 antes de Cristo y muerto en el 580 antes de Cristo) -, se anticipó a la mayeútica socrática al llamar la atención sobre el hecho de que todo aquel que está dispuesto a decir lo que quiere decir ha de estar también dispuesto a oír lo que no quiere oír, no pudo prever que esa fórmula iba a tener la oportunidad de desplegar todo el potencial que alberga en su interior, muchos siglos después, cuando la libertad de expresión alcanzara su apoteosis en la época digital en la que nos encontramos. O como dice Alexis de Tocqueville, cuando la libertad y la igualdad se dieren el abrazo definitivo, que sellaría una amistad tan deseada por lo mejor de los seres humanos como largamente postergada por lo peor. Estudios recientes de la universidad de Lovaina, llevados a cabo por un grupo de jóvenes investigadores que se ganan la vida con otros trabajos fuera de la universidad, han llegado a la conclusión, apoyándose  en las nuevas realidades abiertas por la neurología del profesor Antonio Damasio, que la fuerza del amor entre las personas civilizadas tiene su alojamiento oficial no en su interior, como hasta ahora se creía desde la época dorada del romanticismo decimonónico, sino entre la maraña que forman las miradas, movimiento de manos, cruce de piernas, formas de caminar juntos, silencios, etc. que surgen de manera espontánea entre las personas que mantienen una relación amorosa. Dicha red, dicen en las conclusiones de su trabajo, es más rica que todas las declaraciones de intenciones previas que se puedan intercambiar los aspirantes a ser amantes entre ellos, como nos han enseñado (no queda claro si aprendido) de forma reiterada la literatura y, sobre todo, el cine. Puede que debido a su propia ignorancia del asunto, Tocqueville no se atrevió a llamar Amor a la relación entre Libertad e Igualdad que detectó en su viaje a Estados Unidos, lo cual, leído al día de hoy puede que sea un acierto, pues esa falta de explicitud u obviedad respecto a cómo los norteamericanos manejan estos dos sentimientos tan queridos por ellos desde la declaración de independencia, otorga a su relato toda la perdurabilidad que se merece. Sea como fuere parece que Sendín Altamirano, natural de la provincia de Santa Cruz en Bolivia, vive ajeno a los sentimientos que inauguraron sus vecinos del norte hace ya más de doscientos años. En una carta a su amigo de toda la vida de la capital boliviana, La Paz, da fe de su decepción existencial siguiendo la traza del fracaso biográfico del pintor holandés van Goth, cuya obra conoció a fondo en un viaje que hizo por Europa poco después de acabar sus estudios universitarios. Su evocación del pintor holandés dice así,  “a pesar de mi torpeza, o tal vez por ello, por lo que aparento ser ante los demás: una nulidad, un tipo raro, un tipo desagradable sin un lugar propio en el mundo, deseo mostrar el verdadero corazón de ese ser extraño. Precisamente porque busco una amistad verdadera me es tan difícil resignarme a una amistad convencional. Más vale ser atrevido aunque se comentan muchos errores, que ser estrecho de mente y demasiado prudente.”

martes, 6 de noviembre de 2018

REALIDAD OBJETIVA

Cuando Alexis de Tocqueville inició en 1831 su viaje a Estados Unidos en busca de información sobre las reformas del sistema penitenciario norteamericano, faltaban todavía diecisiete años para que Karl Marx publicase “el manifiesto comunista”, donde puso por escrito lo que la humanidad había venido haciendo de manera ordinaria desde que era humanidad. O mejor dicho, nos auto denominamos humanos porque nos habíamos comportado así desde siempre. Lo que Marx dejó impreso sobre el papel de su famoso manifiesto fue, por decirlo así, como una nota a pie de página a los dos libros fundacionales en los que se asienta el doble esqueleto de nuestra cultura, a saber, por el lado hebreo La Biblia, y por el griego La República de Platón. De lo que Marx vino a levantar acta, como buen notario que era (aunque mal pronosticador) fue del estado del mito del progreso, que en su época él pensaba que había adquirido ya la categoría de madurez del logos indudable e imparable. Ese estado no era como el pronosticó equivocadamente que el ser humano viene al mundo para cambiar el mundo, sino para tratar de incorporar sus estrategias de supervivencia o de vida, sus decisiones, su moral o su ética e incluso el relato biográfico que pudiera hacer de sí mismo a una realidad objetiva que existe previa y fuera de él no fundamentada en hechos empíricos, sino en discursos persuasivos y de una gran fuerza seductora. Después del gran impacto que el libro de Marx causó entre las incipientes fuerzas transformadoras del momento, que creyeron ver en sus palabras lo que faltaba para que la justicia se instalara definitivamente en el mundo, tendrían que transcurrir todavía poco más cincuenta años para que Albert Einstein publicara su teoría de la relatividad donde, por primera vez, queda en entredicho la fe lógica de Marx en el poder transformador de la acción humana, al sugerir que el ser humano viene al mundo para saber por que viene al mundo, añadiendo, para despejar cualquier duda, que no cabe otra  razón, ni tampoco cabe mejor razón. Por último, más de cien años después de la teoría einstiniana, Ernesto Arozamena trata de abrir un hueco en las férreas murallas que cercan el instituto donde trabaja, en el barrio norte de la ciudad donde vive, para poder aprender a pensar junto a sus alumnos, teniendo en cuenta todos estos precedentes de nuestra cultura occidental, que lo son también del carácter individual, sea eso lo sea y de eso trata el proceso de aprendizaje, de los alumnos, profesores y progenitores. Lo que Arozamena detecta, en su insistencia (con gran resistencia adjunta) por crear ese espacio conjunto de aprendizaje, es que esa herencia recibida se manifiesta de forma desigual en cada uno de los protagonistas resistentes de la comunidad educativa, aunque en el código deontológico de la propia comunidad educativa, dado que se ve y se siente como un ente abstracto, prevalece la doctrina transformadora con la que Marx quiso teñir las páginas de su libro. Lo que la convierte de inmediato, siguiendo esa otra lectura del manifiesto marxiano, en la realidad objetiva gracias a la cual los profesores y alumnos resistentes se levantan cada día de la cama. Pues para los unos y para los otros entrar en el aula a diario, al margen de su cada vez más improbable utilidad, les otorga un sentimiento de pertenecía que significa también la puerta de acceso a una identidad reconocible y reconocida. Poco importa que fuera del aula cada uno de exprese ora como un ferviente seguidor de la Biblia ora como un experto conocedor de Albert Einstein, por poner los dos extremos del arco del pensamiento occidental, lo importante para todos es que la educación sirve para hacer ciudadanos y trabajadores. O dicho de otra manera, al entender de Arozamena, lo importante para progenitores y profesores no es que eso no se haya realizado nunca, pues el ser ciudadano y trabajador pensados en términos de la propia experiencia vivida a diario da como resultado otra cosa distinta cuyo nombre ha existido desde siempre, a saber, siervo, esclavo, pícaro, funcionario con mando en plaza o cualquiera de los sinónimos que pacientemente los acompañan en su dilatado recorrido, sino que lo que verdaderamente les importa es que las palabras ciudadano y trabajador continúen estando en el frontispicio de la puerta de entrada a esa realidad objetiva que para ellos se sigue llamando educación pública para todos y todas, y a la que quieren continuar perteneciendo así los aspen. Para hacer más visible esa pertenencia (con identidad adjunta) por parte de profesores y progenitores a esa realidad objetiva llamada Educación Pública, Arozamena recuerda el caso extremo de los jacobinos de la Revolución Francesa y los soviéticos de la Revolución Rusa. Cuando no quedaban más cabezas que cortar o más infelices que llevar al paredón, apunta Arozamena, los discípulos más fanáticos de Robespierre y de Beria se ofrecían ellos mismos al sacrificio con tal que la realidad objetiva del Partido y, sobre todo, de la Revolución prevaleciera por encima de sus cadáveres por los siglos de los siglos. No hace falta que corra la sangre ni que que los cadáveres se confundan formando interminables y frías estadísticas, para que la inoperancia de esa forma de ver y relacionarse con el mundo, camuflada hoy bajo un impertinente igualitarismo, que, a buen seguro, no aprobaría Tocqueville, haya llegado a su fin, no porque lo diga yo, piensa Arozamena, sencillamente porque el mundo es ya otro. Perseverar en ello es caminar hacia un proceso de autodestrucción irreversible. 

lunes, 5 de noviembre de 2018

SOBRESALIENTE

Cuando Ernesto Arozamena era joven creía que su deber era representar el tiempo que le tocaba vivir. Desde entonces su fuerza radica en no mirar las cosas de frente, pero no rechazar al mismo tiempo la realidad a la que pertenecen. Eso es lo que para él significa ser sobresaliente. O lo que es lo mismo, la mejor manera de conservar intacta su vocación de enseñante es fundar dentro de sí mismo una escuela y desarrollar allí la mayeútica con la que se ha de dirigir a sus alumnos, y esperar a los que se quieran incorporar a este proceso. Como en tantos casos de enamoramiento el ser amado no está en los momentos que más se lo necesita porque está secuestrado por los promotores de la rabiosa actualidad del momento histórico. Así que Arozamena no ha tenido más remedio que “casarse”, como las antiguas princesas del antiguo régimen, con los alumnos (y sus ínclitos padres, como novedad más destacada) que se han apuntado a la lista del aprendizaje por pura conveniencia. Aquellos primeros tiempos de su singladura como docente fueron confusos, pues la libertad recién estrenada pugnaba por mantener su soberanía sobre un igualdad que a él, en esos momentos, le parecía una herencia del pasado más reciente. De repente, o al menos así lo sentía,  para Arozamena no mirar las cosas de frente pero, al mismo tiempo, no perder de vista la realidad a la que pertenecen, se hizo un grumo pesado e indistinto, difícil de digerir dentro de esa escuela que Arozamena se había construido en su interior como mejor manera de preservar su vocación intacta, es decir, como un ideal lleno de potencia y levedad simultáneamente. Fue cuando empezó a ocurrir algo que solo los teóricos del siglo XIX, Arozamena piensa en Alexis de Tocqueville, imaginaban como un extremo más propio de la ciencia ficción que de lo real, a saber, que la libertad y la igualdad algún día se abrazasen y felizmente se confundiesen. O dicho de otra manera, que la distancia necesaria que media entre las cosas y la realidad a la que pertenecen comenzaba a extinguirse, lo que a Arozamena le hacía difícil mirar para otro lado y mantener al día su escuela interior. Para asimilar giros de semejante naturaleza con que el destino pone a prueba la voluntad de los seres humanos estos necesitarían, al menos, dos vidas, piensa Arozamena. Como nada más tiene una, la otra la ha encontrado insistiendo en no mirar de frente, desviando con disimulo la mirada, a una nueva realidad formada por los reordenamientos apresurados de los sentidos, la adaptación a la carta de los diferentes caracteres que han ido emergiendo y la eliminación de cualquier tipo de recuerdo inadecuado a que se entregaron de manera endiablada los protagonistas que desde entonces luchan por encajar aquel abrazo del oso que se dieron la libertad recién estrenada y la igualdad impuesta desde antes. Para evitar los excesos de todo enamoramiento largamente reprimido, como era el caso las tales amantes, Arozamena creyó en la legislación pública como mejor instrumento para adaptar sin atropellos las conductas individuales de quienes lo iban a encarnar. También veía en ella una posibilidad de aliviar el singular ostracismo de su escuela interior. Pero pronto comprobó, ni siquiera tuvo que esperar a la próxima generación, que una cosa era lo que Tocqueville había imaginado como una posibilidad remota que, según la lectura que Arozamena hace del relato del pensador francés, la democracia en America, no es otra cosa que un insustituible ideal, cuya importancia radica no tanto en su realización años o siglos después, sino en su labor permanente de faro que ilumine y advierta de las consecuencias no deseadas de los tiempos fundacionales que pretendían instaurar los fundidos abrazos que se iban a propinar los ejecutores de la recién estrenada libertad y la añeja igualdad heredada. Efectivamente, los primeros alumnos que Arozamena quiso que sobresalieran, siguiendo los preceptos de su escuela mayeútica, no mirando las cosas de frente, pero que, al mismo tiempo, no perdieran de vista la nueva realidad de la que formaban parte, fracasaron de forma estrepitosa. De ello fueron responsables sus progenitores en su propia casa y los otros profesores del claustro en el aula del instituto donde daba clase. Como aquellas princesas del antiguo régimen, que todavía existían  en la época de Tocqueville y que se equivocaban una y otra vez en la elección de quien las debía de querer, los alumnos de Arozamena eligieron como cómplice de sus vidas escolares el abrazo monstruoso nacido del imaginario calenturiento de sus progenitores y profesores, todos ellos “príncipes y princesas” del nuevo régimen democrático. Arozamena lo denomina la igualdad liberticida. Por la época de Tocqueville, Napoleón todavía gozaba de la popularidad que le dio ser el divulgador a sangre y fuego de las ideas de la revolución francesa, ya sabemos de donde viene nuestro mundo actual, y que son: libertad, igualdad y fraternidad. Nadie hablaba por entonces de justicia, debía ser porque la consideraban un subproducto natural de la fraternidad. Igualmente hoy la idea que Arozamena tiene de lo sobresaliente en la educación, aguarda su oportunidad escondida dentro de la escuela que mantiene dentro de sí mismo. Recordando a quienes quisieron inútilmente estipular de forma legal la mejor elección de quien había de querer durante toda su vida a las princesas casaderas del antiguo régimen, los que hoy quieren ser sobresalientes en la forma de estudiar del presente no tiene que esperar lo que no llegará legalmente, pero si ponerse a buen recaudo de las arbitrariedades de la igualdad liberticida de los príncipes y princesas del nuevo régimen democrático, en el que, por cierto, Napoleón es ya considerado un ser que esconde su maldad detrás de las infinitas posturas de lo que la nueva neurología empieza a llamar nueva imbecilidad o idiocia.

viernes, 2 de noviembre de 2018

ENDURECIMIENTO

Ese día se levantó tarareando una canción de su pueblo natal, Bermillo de Sayago, situado en la provincia de Zamora. El día anterior había pensado ir a la piscina, actividad que hacía tres días por semana, pero el buen humor le animó a dar una vuelta por el campo. Vive con su familia en una urbanización, rodeada de naturaleza por todas partes, lo que le permite que con un centenar de pasos se encuentre rodeado de pinos, alcornoques o plataneros. Las cosas desde que dejó su pueblo natal le habían ido bastante bien. Había estudiado una carrera técnica, se había casado con la novia de toda la vida y había tenido una hija. Lo único que no habían conseguido era un trabajo que le produjese la satisfacción que él creía se merecía. Antes de todo eso había experimentado lo que llama un poco tópicamente, ver mundo, con una estancia de tres años en Berlín. Aunque al principio tuvo enormes dificultades, pues la adaptación al clima y a la lengua le costaron mas esfuerzo de lo que él había supuesto, luego fue descubriendo en el estilo de vida de la capital alemana muchos de los rasgos con los que había imaginado la vida fuera de los lindes de su pueblo natal. Fue la época inmediatamente posterior a la caída del muro, lo cual también favoreció esa eclosión imaginativa. De repente, todo parecía posible, a diferencia de su pueblo donde nada acababa de llegar nunca. Valga decir que la experiencia berlinesa fue algo así como su educación sentimental, esa de la que después tanto cuesta desprenderse a la hora de afrontar los asuntos propios de la edad adulta. La caída del muro del Berlin significó para los de esa generación la caída de todos lo muros. Para Basilio Tejero también. Por eso no entiende lo que le pasa con el trabajo. Ahora todos son muros que se levantan a su paso cuando intenta buscarlo. Lo que menos tolera es la ceremonia a que se tiene que someter cada vez que tiene una entrevista, para que al final siempre acabe de la misma manera: lo sentimos pero de momento su perfil no coincide con nuestras necesidades actuales, de todas maneras guardamos su ficha por si más adelante nuestros intereses y los suyos pudieran llegar a un feliz entendimiento. Gracias. En estos días que se levanta con mejor ánimo, le da por pensar que lo mejor sea tal vez volver a su pueblo natal. Allí los muros son los de toda la vida y nadie se hace ilusiones sobre posibles cambios incomprensibles. O sobre causas que no dejen ver sus efectos sin demasiada pérdida de tiempo. Recordó las fotos que vio nada más llegar Berlin, en las que los berlineses de uno y otros lado del muro habrían agujeros quitando con entusiasta ansiedad las piedras para colarse por ellos. Probablemente la caída del muro de Berlín significó el endurecimiento repentino de todo lo que empujaba detrás de sus piedras. Como la lava liquida y ardiente, que nada más brotar del fondo del volcán solidifica al instante todo lo que arrastra. Cuando regresaba a casa por el camino que comunica la urbanización donde vive con el pueblo al que pertenece, su perro, un rotwailer macho de cincuenta quilos de peso que lo sigue por cada rincón de la casa, vino corriendo a su encuentro.