jueves, 28 de julio de 2016

A LA INTIMIDAD SOLO SE PUEDE ACCEDER MEDIANTE LA METÁFORA

Si aceptamos que no somos los mismos lectores si la lectura de un cuento la relacionamos con nuestra intimidad (ese lugar recóndito y oscuro en el que ganamos o perdemos nuestra vida), que si lo hacemos con nuestro currículum (esos conocimientos y habilidades con los que nos ganamos la vida) o con nuestros selfies (esa ceremonia de las máscaras, con que engañamos a la vida), aceptaremos como existente el abismo que hay entre el primer supuesto y los otros dos. Y el salto que hay que dar para pasar del ámbito de los segundos al ámbito del primero. Y no es lo mismo porque no son las mismas las preguntas que nos jugamos, ni los riesgos que corremos, leyendo desde cada uno de las orillas de ese abismo. La exterioridad rígida del currículum o la arbitrariedad caprichosa de nuestras máscaras difícilmente aceptarán las preguntas del párrafo siguiente de este escrito (o las que expuse en el anterior escrito), las cuales si son aceptadas por la elasticidad metafórica de nuestra intimidad a la busca necesaria de sentido. En una tertulia literaria abierta las tres lecturas son legítimas. Leer desde la intimidad, leer desde el curriculum o leer con la máscara puesta. Lo importante es que cada lector sea consciente del alcance y el aliento que cada una de ellas tiene, y que sepa desde cuál quiere o puede leer. Lo importante es ser honesto y humilde, ante uno mismo y ante los otros lectores, en el acto de la lectura. Yo intento, con notable esfuerzo y desigual acierto, leer desde mi intimidad porque siempre presiento un algo misterioso, una profundidad y una apertura hacia nuevas formas de pensar y de ver el mundo, indirectas o metafóricas, que nunca he logrado leyendo desde la rigidez de mi currículum o desde la arbitrariedad caprichosa de cualquiera de mis máscaras. Eso es todo.