jueves, 1 de septiembre de 2011

CRÓNICAS DEL ELBA 4

LUTHERSTADT WITTENBERG

Toda mentira debe engendrar otras siete si aspira a resultar verosimil y a envolverse en el aura de la verdad. Tengo para mí que esta cita de Martin Lutero es un buen lema para ir de viaje y por la vida. Valga la redundancia. De hecho, desde que la pronunció hace ya quinientos años, es, de todas las frases que buscan el impacto en el oyente, la que mejor se ha adaptado a los vaivenes impredecibles que mueven el mundo. Diría mas, el mundo sigue girando porque ha aplicado al pie de la letra la máxima luterana. De haber seguido con el Urbi et Orbi vaticanista habriamos desaparecido como especie. Hay que mentir, instalarse en la ficción, para lograr aproximarse a la verdad. Lo que acontece es que no es fácil hacerlo, sin engañar. Por eso, el balance final es que estamos rodeados de tramposos.

Todo empezó, como decía, en la ciudad de Wittemberg, a orillas del Elba. Ya puede ir entendiendo la importancia de este río. Muchos hechos fundacionales, que más tarde determinaron el devenir de la cultura europea, tuvieron lugar cerca de sus orillas. Le he hablado de la Praga de Kafka, aunque no lo he hecho de la Praga sin Kafka, que es otro mundo en el que desde aquí lo invito a zambullirse. Le he hablado de Dresden, ese ejemplo sobre como se mata al ser humano a mansalva, con metodología y protocolos del racionalismo industrial. Y, brevemente, tambié le queria dejar muestra de la importancia de Torgau. Alli empezó la Guerra Fria que congeló Europa durante los cuarenta años que siguieron a la II Guerra Caliente. En un mismo acto, rusos y americanos se encontraron allí por primera vez desde el comienzo de la guerra, encima de las ruinas de uno de los puentes del Elba, a finales de abril de 1945, en su avance sobre Berlín. Se intercambiaron unos tiros antes de reconocerse, se echarosn unas risas y unos vinos una vez reconocidos, se hicieron las fotos correspondientes para lo de la paz y tal, y después, fuera de foco, pusieron cara de perro para siempre. Churchill y el general Patton ya lo habían diagnosticado, el enemigo a esas alturas del conflicto bélico ya no era Hitler, sino Stalin. Lo que nunca entendieron fue por que Eisenhower dejó solos a los rusos en la batalla final por Berlin. Fuera por la razón que fuere, en el encuentro de Torgau se hizo evidente como habían decidido el reparto del continente. Y los aliados, al parecer, no estaban en el lugar que les correspondía.

Pero hoy, le decía, quisiera hablarle de como empezó todo en Lutherstadt Wittenberg. Para lo que quiero contarle, Wittenberg es su calle principal. Como cualquier ciudad fronteriza del oeste. En un extremo la casa donde vivió Lutero, en el otro la iglesia del castillo de Wittenberg, en cuya puerta clavó, en octubre de 1517, las 95 tesis mediante las que el monje agustino salía al paso de la corrupción de la Iglesia de Roma. Entre medias las casa de Philipp Melanchthon , su gran amigo y cómplice, y la de Lucas Cranach, el gran pintor que mediante sus cuadros y negocios realizó la crónica gráfica y bursátil de aquellos decisisvos acontecimientos. Dentro de ese circuito, también se encuentra la iglesia de Sta Maria, al lado de la plaza del Ayuntamiento, donde predicaron Lutero y Melanchthon el espíritu de la Reforma, y la Universidad donde se graduó como doctor en Teología. Todo en poco mas de un km de distancia. El mundo se empezó a ver de otra manera dentro del ámbito propio de una aldea. Si para descubrir el nuevo mundo físico fue necesario atravesar el oceano Atlántico, para inaugurar el mental bastó la determinación de ponerlo por escrito y dar un paseo, el que hay desde la casa del reformador a la Iglesia del palacio, para hacerlo público en su puerta principal. Es la fuerza de la ficción que antes le mencionaba.

Lo importante de la Reforma Luterana fue el impulso que dio a la nueva propiedad y uso de la palabra. La nueva forma de leer la Biblia dejaba a la conciencia de los lectores, sin intermediarios con estola y casulla, la última decisión sobre la lectura. Venía a decir que las palabras son de todos, y que no tienen propietario. No dejeis que os las roben. Entre que los de la estola y la casulla digan lo que hay que interpretar al leer, y que eso quede en poder de quien tiene la Biblia entre las manos, hay diez veces mas distancia que sumando la de los cuatros viajes que hizo Colón a América.

Con la traducción de la Biblia, Lutero puso los cimientos de lo que sería el moderno alemán. Y, también, una forma de mirar y de negociar con el mundo desde el centro del continente. Al sur europeo le quedaba la nostalgia de los tiempos gloriosos en la cuenca del Mediterraneo, y rezar para que el sol no dejase de lucir durante todo el año en sus playas. Ahí nos encontramos.