lunes, 26 de septiembre de 2011
JOHN HUSTON Y SU BALLENA BLANCA
Como algún otro lector de la novela de Melville me he preguntado que vió John Huston en ella para tratar de llevarla al cine. Ya que es facil darse cuenta, que es la fuerza y la hermosura imponente de las palabras de Ismael, el narrador, las que hace imposible su adapación cinematográfica. La novela está llena de imágenes literarias, alegorias y metáforas. Tambien de prolijas descripciones, que acaban trenzándose con las anteriores. Por lo que dice la novela, cuesta guiarse únicamente con la vista en cada momento.
¿Se dio cuenta Huston de la imposibilidad de una adaptación cinematografica literal de la novela?
Yo creo que si, pero le pudo mas la fuerza magnética que debió sentir con su lectura, hasta el punto de que no es desacertado decir lo que pudo llegar a pensar: si Melville construyó su ballena, yo, igualmente, le dejará al mundo la mía. Cuitas obsesivas entre gigantes.
Si Ismael es el auténtico protagonista de la novela, Akab lo es de la peli. La obsesión por la caza de la gran ballena blanca determina la conducta de ambos presonajes. En el caso de Ismael es una obsesión a la que se añade con la suya, ya que da forma a la atmósfera que se respira en el Pequod, donde decide embarcarse “Cada vez que me sorprendo poniendo una boca triste; cada vez que en mi alma hay un noviembre húmedo y lloviznoso; cada vez que me encuentro parándome sin querer ante las tiendas de ataudes; y, especialmente, cada vez que la hipocondria me domina de tal modo que hace falta un recio principio moral para impedirme salir a la calle con toda deliberación a derribar metodicamente el sombrero de los transeuntes, entonces, entiendo que es más que hora de hacerme a la mar tan pronto como pueda”. Lo que nos cuenta en la novela no es la obsesión de Akab, una anécdota al fin al cabo, sino lo que ha hecho él con esa obsesión y toda su enorme influencia.
En el caso del capitán Akab de la peli es una obsesión que solo le pertenece a él. Está delante de sus subordinados como una volcan lo está al lado del pueblo que tiene de bajo. Aislado, sombrío, inaccesible. En cualquier momento puede empezar a eruptar lava y piedras a mansalva, llevándose al fondo del mar a todos y a todo. Exactamente eso es lo que sucede, quedando como único superviviente el narrador que es quien cuenta lo sucedido. En medio del mar poca cosa se puede hacer cuando se desatan la fuerzas naturales. La obsesión de Akab esta tratada por Huston como una catástrofe más producida por esas fuerzas, sin que Ismael ponga mas empeño al contarlo que el que ponen los supervivientes de cualquier catástrofe de esas: con toda mi mejor intención me embarqué en un barco ballenero para ganarme la vida, pero nadie me dijo que su capitan estaba loco de atar. Esta es la historia de lo que dio de si su locura.
Nada ha cambiado para el narrador de la película. La experiencia terrible que ha vivido junto a Akab, a bordo del Pequod, a penas le ha afectado en su manera de ver el mundo. Caricaturizándolo, puedo imaginar al Ismael de la peli, de regreso a donde partió, Nantucket, diciéndole a sus colegas en cualquiera de las tabernas del pueblo ballenero: escuchadme, os voy a contar lo tonta que ha sido la última travesía que he tenido.
Como en tantas otras ocasiones, la fuerza arrebatadora y turbadora de las palabras en la novela, y su prestigio mundial, obnubilan a los directores de cine hasta el punto de querer llevarla tal cual a la pantalla. Cuando de sobra saben, y Huston y su manera de entender el cine sobre muchos de los otros directores, que lo arrebatador y turbador de las imágenes se produce siempre sin el concurso de las palabras.