lunes, 12 de septiembre de 2011

LA FUERZA QUE NO DAÑA LA BELLEZA

Imperativo y autoritario desde el principio, Ismael va haciendo valer su autoridad contra ese pragmatismo literalista que me atrinchera en mi interior, lo que sin otra salida, allí en medio del mar, me va tallando como lector. Con ese fervor de los antiguos creyentes que no entendían nada cuando el cura les hablaba en latín, atento a la eufonía de sus palabras. A su fuerza imponente que jamás daña a la belleza ni a la armonía, sino que mas bien son sus verdaderas productoras. A todo esa hermosura imponente, que tiene mucho que ver con la magia que desprende. Y me doy cuenta que solo esa fe numantina en mi racionalidad civilizada, puede hacer que me pueda quedar fuera de esa comunión en que se va convirtiendo la lectura. Ahogado en mi interior, a base de beber de lo que ya se.

¿Es y no es Ismael uno de los nuestros? ¿Solo quiere hablar porque esta vivo? ¿O es y no es uno de los del capitán Ahab? ¿Podría no estar muerto y también querer contarlo? Las imágenes y las alegorías que crea están revestidas de una extraño brillo, que aleja de ellas la inmediata información que brinda la literalidad de los hechos que describe. Con un primer golpe de vista es imposible ver lo que esta describiendo. Y, sin embargo, intuyo que todo esta muy claro, que todo es evidente. No busca demostrar nada con la aportación de tantos datos, pero consigue realzar y espesar el sentido de lo que cuenta. Y darle, al final, un significado mágico, propio del mito que esta creando. Su dificultad no es porque sea impenetrable, sino porque ese mundo me es desconocido. Ha profanado la oscuridad, de allí viene, su lenguaje es de ese mundo. No hablo del lenguaje propio de la jerga del marinero, que se soluciona mirando un diccionario. Hablo de la capacidad de significación que tiene en el mundo que crea.

Los objetos cobran un protagonismo del mismo rango que los personajes. Todos son protagonistas, respirando juntos, dentro de la misma acción narrativa. Todos esperan el definitivo chorro que anuncie a la gran ballena blanca, al Leviatan, que no deja de rondar en sus cabezas, ya que el capitán Ahab se encarga de ello. ¿Ese extrañamiento hecho con ese monumental lenguaje, es franqueable desde el mío? Me voy dando cuenta que los hechos son una disculpa para hablar de un mundo que Ismael ha visto y que se encuentra detrás de los propios hechos. ¿Quiere esto decir que Moby Dick no se puede leer? Y pensar que cuando comencé su lectura tuve la sensación de que era un libro que todo el mundo ya debía haber leído.