martes, 30 de agosto de 2011

CRÓNICAS DEL ELBA 3


DRESDEN

Hay que atravesar la frontera para llegar a la capital de Sajonia. Pedaleando al lado del Elba, cualquiera diria que eso de las fronteras es un juego de cartógrafos aburridos. Un cartel, como si fuera una señal mas de circulación, te anuncia que dejas Chequia y entras en Alemania. Si viajas en tren la frontera es más notoria. Pero solo en lo que tiene que ver con el material e instalaciones ferroviarias, ya que el espíritu germánico y eslavo, tan opuestos y rivales en casi todo, tienen una semejante vocación de servicio público, aplicando el máximo rigor y profesionalidad en la atención a los usuarios.

Como ya dije, Dresden fue una de las 131 ciudades y pueblos alemanes tomados como objetivo de las bombas aliadas, buen números de ellos resultaron arrasados casi por completo. ¿Por qué este tema ocupa, al parecer, tan escaso espacio en la memoria cultural de Alemania? ¿Le ha de preocupar, entonces, al turista que entra pedaleando en una ciudad nueva, sin casco antiguo, bien planificada urbanísticamente, es decir, donde el coche está domesticado mediante abundantes zonas verdes y kilometros de carril bici? Pero, por muy despistado que vaya el turista, ¿como se puede entender una ciudad sin casco antiguo, sin esa memoria que me hace pensar en lo poco que ha cambiado la linea del cielo en los últimos cuatrocientos años? ¿Se puede hablar en propiedad de ciudad si tiene tales carencias? ¿Qué es lo que se levanta ahora, donde antes estuvo todo? No los campos yermos a punto de las recalificaciones, sino una ciudad entera y acabada desde hacía siglos, con sus ciudadanos dentro enfilando sus sueños y aspiraciones a los venideros. Esos bellos edificos de diseño, donde predomina el cristal sobre el cemento, pero donde el afan innovador arquitectónico no se olvida de que opera sobre un espacio público, ¿son un homenaje a los muertos o una forma radical de olvido?

La vida social, fue la vida social lo que eligieron las víctimas de aquella catástrofe para salir adelante. En lugar de recordar. Contra su voluntad, ¿se puede obligar a alguien a recordar? Económicamente fue una acertada decisión, ya que en dos décadas hicieron que Alemania fuera de nuevo la locomotora europea. Pero, ¿ganó en iguales porporciones el sentimiento de haber hecho justicia?

Lo cierto es que hoy Dresden es una ciudad muy sociable. Con otra forma de guiar a los turistas por sus calles que Praga ( he ahí la determinación que tiene en el turisteo el casco antiguo de la ciudad vieja), pero haciéndonos sentir, igualmente, como en casa. La cerveza es, sin duda, parte responsable de este bienestar y de la vida social donde se aloja. No es difícil seguir su rastro que, si no se opone resistencia, te lleva a los mejores santuarios. Allí ofician, con desparpajo luterano, los mejores sacerdotes y sacerdotisas. Vale la pena verlos alrededor de una mesa: ¡cómo van cayendo aquellas torres turbias, rubias o negras! Y el consecuente peregrinaje a los lavabos.