domingo, 28 de agosto de 2011

CRÓNICAS DEL ELBA 2

JUNTO AL ELBA

Dresden se encuentra a poco mas de doscientos kilometros de Praga. A orillas del Elba, representa la culminación de uno de esos absurdos hacia los que se encaminaban las sociedades modernas a principios del siglo XX, y que Kafka preconizó en sus escritos. Fueron cerca de doscientos mil muertos en los dias de febrero de 1945, en los que los intensos bombardeos de la aviación aliada se cebaron sin piedad sobre una población indefensa y ajena a cualquier objetivo estrátegico militar.

Pero antes de llegar a donde cuajó semejante agujero negro, el río Elba guía al ciclista envuelto en un aroma de tonos bucólicos y pastoriles. Lo que agradezco, aguaceros impremeditados a parte. Lo hace a través del territorio checo donde transita en forma de sinuosos meandros y hondos cañones, o con la manera en que organiza las orillas a su paso la cinta de agua. Orillas que pueden estar unidas o separadas, dependiendo del estado del humor de los ribereños, que viene a coincidir con el del Estado Mayor de los ejércitos que las vigilan. El Elba - como el Danubio, el Rin o el Volga - es hoy un curso de agua limpio y tranquilo, con sus señores de la guerra convertidos en codiciosos financieros, donde se puede beber una cerveza al estilo prusiano (medio litro) en uno de los chiringuitos que festonean sus orillas, o cruzarlo mediante las antiguas barcazas movidas por tirolinas. Pero el ciclista no puede olvidar, y por si acaso hay suficientes testimonios para recordárselo, que el humor del ser humano es cambiante y que en cualquier momento pueden volver a las orillas las caras de perro de antaño. Que, no vale engañarse, son las de siempre, las que nunca se han ido porque siempre están ahí a la espera.

Mas que un accidente geográfico acompañando al ciclista y sus contingencias: las altas y turbias cervezas, las enormes y alargadas salchicas, el sudor y el cansancio por el pedaleo, el placer de la siesta, la serenidad, al final de la jornada, de las plazas de los pueblos ribereños donde el sol meridional tarde en ocultarde, las iglesias protestantes tan cerca del lenguaje universal de la música como alejadas de la pompa y el boato del Vaticano, las fotografias de los efectos devastadores de sus crecidas, etc..., el Elba, como todos los ríos a los que se pueden mirar sin prisas cara a cara, te devulve el significado de lo que somos los seres humanos allá donde vivamos. Como el tiempo, sus aguas no dejan de fluir y en sus orillas cristalizan los sentimientos de quienes las miran, incansablemente pasando.