jueves, 31 de enero de 2019

EFECTOS COLATERALES

Cuando el 27 de enero, tres días después del Día Internacional de la Educación, Santiago Abad alzó la mano desde su pupitre y, sin que estuviese en el orden día lectivo y nadie se lo hubiera pedido con antelación, habló en voz alta como dirigiéndose a toda la clase, Ernesto Arozamena, que acababa de entrar en el aula y todavía se encontraba ordenando los papeles que había sacado de su cartera, no supo que contestar, más bien esperó a ver lo que daba de si ante sus compañeros el gesto espontáneo de su alumno. Lo que Abad vino a decir, o más bien preguntar, fue, que si lo que en ese día se celebraba era un modelo educativo en el que el alumno no fuera experto de nada pero si fuera capaz de pensarlo todo, o, por el contrario, lo que se celebraba era un modelo educativo en el que el alumno fuera un experto en tal o cual asunto profesional o artístico, sobre el que volcara toda su capacidad de pensamiento. No ser experto en nada y pensarlo todo, continuó Abad ahora leyendo sobre un papel que se sacó del bolsillo del pantalón (como el mismo sentido de la oportunidad que el mago se saca un conejo de la chistera), significa tratar de convivir con todas las preguntas posibles que eres capaz de hacerte entre los límites de lo que te es propio y la existencia de lo que rebasa lo propio, que es donde verdaderamente te mueves, es decir, existes, y que no puede ser otra cosa que lo que te es extraño. El uso de la segunda persona del singular fue, en sí misma una extrañeza, pues ni sus compañeros ni el mismo Arozamena se esperaban algo de tal naturaleza, digamos, que los interpelase tan directamente a esas tan tempranas horas del día. Ser experto en tal o cual asunto profesional, siguió leyendo Abad, significa que estás convencido de que puedes obtener todas las respuestas más allá, incluso, de lo que rebasa aquello que te es propio. Es lo que la tecnología, esa excrecencia populachera de la ciencia, está imponiendo hoy al mundo. Lo cual significa rebasar los limites de lo que es propiamente humano, tu imaginación. Caminar hacia lo monstruoso mediante la técnica o caminar hacia lo divino mediante el arte, representa hoy el cruce de caminos donde te encuentras, que por  manera de ser es razonablemente paradójico, no lógico como ha sido hasta ahora, caminar siempre en línea recta adherido a la línea histórica más conveniente. Por tanto, Abad dejó de leer y mientras se guardaba el papel en el bolsillo de donde lo había sacado, no conviertas tu yo en un muro de las lamentaciones o en un mudo resentimiento. Hay cosas que son realmente increíbles cuando son discutidas por pequeños hombres, usualmente estas cosas pueden hacer que estos hombres crezcan y se vuelvan grandes, recordó Arozamena en silencio la cita de san Agustín, como primera respuesta a la intervención inesperada de su alumno Abad. Sus compañeros de clase permanecieron callados, como no dando crédito a lo que acababan de escuchar. Sin embargo, la anécdota se extendió como la pólvora, durante el resto día, por todo el instituto. Por su parte, Santiago Abad se negó a explicar, no sin falta de sorna, si lo que había leído era, digamos, copiado de algún autor conocido o, por el contrario, era de cosecha propia. A pesar de lo cual, no faltaron las maledicencias y chascarrillos entre alumnos y profesores, dichos en los pequeños corrillos que a lo largo el día se hicieron y deshicieron con volatilidad inusitada, en los que se afirmaban que la escena protagonizada por Abad había sido pactada de antemano con Arozamena. Sabido es que, dentro de la comunidad educativa del instituto, Arozamena es contrario a los beneficios que, según sus promotores, llevan adheridos de forma mecánica la espontaneidad de los alumnos si se deja desplegar con total libertad en el aula o fuera de ella. Otro de los rumores que corrieron por el instituto durante aquel día, fue que todo había sido un paripé para dejar en ridículo al mismo Arozamena, que últimamente estaba bastante beligerante con esa forma espontánea de organizar el diseño curricular y el día a día en las aulas. Los ejes programáticos del Día Internacional de la Educación, como todo lo que se imagina desde los despachos a cuenta de la realidad exterior que los rodea, no se decantan ni a favor ni en contra de la espontaneidad de los alumnos, ni tampoco dice nada sobre la idoneidad que pudiera existir aún, en muchos aspectos, del modelo de educación tradicional. Siguen poniendo el énfasis, eso si, en que la educación es un bien de la humanidad irrenunciable, que debe llegar a todo los rincones del mundo, como si en todos lo rincones del mundo cayeran bombas todos los días (recordando el caso de la escuela de la localidad de Ucrania), impidiendo o interrumpiendo que llegara la educación como llega la leche o el resto de los alimentos. Sea como fuere, el Día Internacional de la Educación es un día que faltaba en el calendario y que no hace daño a nadie porque se haya hecho visible a partir de este año, respondió Arozamena cuando un padre, no precisamente el de Santiago Abad, le preguntó sobre la lectura espontánea que éste había hecho en su clase.