Es una maldición vivir en tiempos interesantes, dice un antiguo proverbio chino, que Ernesto Arozamena escribió en la pizarra advirtiendo a sus alumnos que permanecería ahí, a la vista de todos, durante el resto del curso. Pretendía con ello que la carga de extrañeza que tiene la cita interpelara todas y cada una de sus intervenciones orales y por escrito. Dicho de otra manera, pretendía que la cita vigilara su posición ante lo inabarcable de la vida que, por obra y gracia de los teléfonos móviles que los acompañaban día y noche, había desaparecido del horizonte de sus existencias. Para ellos todo era posible. La cuestión, en última instancia, era dilucidar en qué medida la maldición del proverbio chino tiene que ver con los tiempos históricos o con la manera de enfrentarse a ellos por parte de quienes los habitaban en cada época. Y hoy quienes habitan el presente del instituto de Arozamena eran los alumnos más los profesores y los padres de aquellos, que los acompañan y subvencionan su particular andadura educativa. Que nadie pensara que les iba a pedir que dejaran los móviles en sus casa, les dijo con énfasis. El alcance de la maldición, o no, del proverbio chino tiene que ver también con la autonomía de su inteligencia digital. En el caso de las predicciones incumplidas de Alfred Nobel respecto al efecto disuasorio de un crecimiento exponencial del arsenal armamentístico de las naciones, preguntó a sus alumnos si pensaban que tenían que ver con la falta de tecnología predictiva suficiente que había a finales del siglo XIX, y si era algo que hoy no habría ocurrido de ninguna de las maneras; o que, sencillamente, Alfred Nobel era un cantamañanas más de los que aparecen en los momentos históricos interesantes, al que le gustaba persuadir a su audiencia con una palabrería de imposible realización empírica aunque sí de una fuerte atracción identitaria personal y colectiva. La segunda pregunta que lanzó a sus alumnos fue, ¿son interesantes los tiempos que os ha tocado vivir, en tanto en cuanto la maldición que fomentan tiene que ver con que su interés es inabarcable? Dejo pasar unos minutos y la conversación entre ellos no aconteció ni pararía por su actitud que fuera a hacerlo en los minutos que quedaban de clase. Unos buscaron en su móvil una hipotética respuesta a las preguntas de Arozamena; otros empezaron a enviarse entre sí mensaje de texto; no hubo nadie que quisiera hablar en voz alta sobre el asunto. Sonó el timbre y se despidieron hasta la próxima clase.