lunes, 29 de noviembre de 2010
DEJAME ENTRAR, de Tomas Alfredson
...Y DEJA QUE ME QUEDE
Todo sentimiento altera la percepción y toda alteración de la percepción induce un sentimiento. Creo que ya lo he dicho alguna vez. Estos sentimientos se manifiestan en dos ámbitos. Uno es el más obvio, iluminado como si fuese una superficie mas o menos pulida y siempre transitable, es el que nos garantiza la seguridad de las conmociones indiscutibles. Las lágrimas o partirse el culo de risa son las manifestaciones orgánicas mas comunes. El otro es un magma oscuro que bulle por debajo de lo que vemos, es una forma de riesgo. Se trata de la emoción delante del misterio de la existencia del mundo y de la vida, delante de la perplejidad que nos produce su condición inabarcable. Pero se trata, también, de la necesidad de encontrar un sentido que ligue los acontecimientos y las cosas que pasan delante del espectador o del lector. Los dos ámbitos sentimentales viven juntos en su conciencia, los distingue su análisis al mirar, no los ajetreos de su vida cotidiana.
Hablaba antes de las lágrimas y de la carcajada a mandíbula batiente, pero no hay que olvidar, dentro del mismo ámbito de las conmociones indiscutibles, los estremecimientos repentinos que nos producen las escenas llamadas de miedo, y la risotada que le sigue de inmediato y que nos garantiza, porque han sido pensadas para tal fin, que todo esta en orden y que en el fondo no pasa nada. Uff, que gustito después de todo pasar miedo así. Estoy hablando, en términos de la tradición popular, del tren de la bruja, o de que viene el hombre del saco, o haloowen, y tantas y tantas imágenes y relatos que la imaginación humana ha producido, y produce, para anestesiar esa emoción de riesgo delante del misterio de la vida, de su pertinaz desconocimiento, así se inventen las mas sofisticadas teorías con los inevitables aparatos como la prueba irrebatible de sus efectos colaterales.
Lo interesante de esta peli, y me atrevería a decir apasionante a pesar del frio ambiente debido al guión y a la puesta en escena de Alfredson, es que sin abandonar el género vampiresco sabe buscar su camino entre la satisfación inmediata de las emociones incuestionables y la perplejidad adulta delante de lo desconocido siempre. La clave está en los protagonistas que elige: un niño y una niña de doce años son los encargados de abrir ese camino y hacerlo transitable, creando ellos solitos con sus excelentes aptitudes interpretativas un nuevo intinerario narrativo. Y solo ellos lo podían hacer, porque conservan la suficiente inocencia de la edad infantil que se les acaba pero todavía no han caido en las banales mezquindades humanas que ya dejan ver los viejos adolescentes de, digamos, la serie de Crepúsculo.
Ese territorio fronterizo que levantan los dos niños - es por donde caminan y por donde al final se fugan, y es el territorio y el alma de la película - lo ofrecen al espectador adulto que sea capaz de mantener intacta su perplejidad delante de lo desconocido, no dejándose arrastrar a la primera por los cantos de sirena que siempre tiene a mano y que provienen de esa jodida manía sociotécnica de sumergir la mirada de los ciudadanos en una visión del mundo, derivada de la forma de aplicar inoportunamente los principios científicos y sociológicos, que da mucho poder antes que dar cuenta de la ignorancia. Poder para administrar todos esos fantasmas que se nos echan encima ante el miedo a perder la identidad o el miedo al vacío, el único gran miedo. No es que quiera alardear de su desconocimiento, al contrario es una jerga que me resulta familiar, lo que ocurre es que sacarla a la palestra para decir algo sobre lo que significa esta película debería producir vergüenza ajena. Pero hay muchos espectadores que, como Ulises, prefieren dejarse seducir, atados a la butaca, por los trinos y gorgoritos de aquella cantamañanas.
viernes, 26 de noviembre de 2010
EFICIENCIA + EFICACIA + INTELIGENCIA
Le decía que lo más interesante de un piloto de formula uno es esa limpieza de sus objetivos, llegar el primero a la meta. Esa pureza del alma, dentro de un ambiente de máxima guerra tecno-económica, es lo que le permite no estar aquejado de la incertidumbre en el mando de sus actos mientras conduce.
La capacidad de disponer de alguien (el piloto) o de algo (el coche) para conseguir ganar un campeonato la tienen La Pasta y el Dueño de la Escudería. A eso se le llama eficiencia. La capacidad de poner a punto sobre la pista a ese alguien y a ese algo para ganar ese campeonato la tienen el equipo de ingenieros. A eso se le llama eficacia. Y a la suma de eficiencia mas eficcacia se le llama las estrategias de supervivencia en este mundo lleno de ruido y furia.
La capacidad de tener habilidades como empatía, voluntad, atención, memoria, astucia, valentía y búsqueda de la felicidad, que le permitan al piloto mirar al únisono los peligros que le acechan por el retrovisor, observar las variables geométricas del horizonte que tiene por delante, con cada curva y en cada recta, oir los comentarios que le llegan por el auricular, resistir las inclemencias del tiempo climatólogico, todo ello a trescientos kilómetros por hora, y además no quedar aquejado, repito, de la incertidumbre en el mando de sus actos, esa capacidad es únicamente del piloto y se le llama inteligencia. Y a esa inteligencia se le llama, en jerga duchamptiana, nueva mirada poética sobre ese galáctico, ruidoso y turbulento trozo de la vida.
Créame si le digo que es a la vez una respuesta y una propuesta acertada, bella y creativa a la profunda alteración en los modos de vivir que estamos sufriendo en esta época de inapelable imposición ultratécnica, que está produciendo, también, una peligrosa transformación en nuestro pensamiento.
Le estoy hablando, por supuesto, del relato televisivo de una carrera de fórmula uno, de su imaginativo guión y su excelente puesta en escena. Ahora bien, si usted quiere ir a aplaudir a pie de pista, esa es ya otra historia. A esto se le llama espectáculo de masas. Normalmente sin sangre, pero siempre con sudor y lágrimas.
miércoles, 24 de noviembre de 2010
FÓRMULA UNO
No se si hay consenso, mas pronto que tarde lo habrá, sobre quien es el primer artista de verdad del siglo XX. Un tipo llamado Duchamp, Marcel Duchamp y su urinario como la obra fundacional del arte del siglo pasado. Con ese gesto, porque lo del urinario fue sobre todo un gesto de osadía e intución, el francés se cargó EL ARTE (así con letras gordas como un zepelín) y toda su corte de expertos, sabios, especialistas, mandarines, pactos sobre lo que ha de ser la alta cultura, instituciones sabiondas que dan premios doctos y todo ello aliñado, como no, con el sentido común de la razón universal y tal y tal. Ora pro nobis. Más que cargárselo, ya que el mismo confesó que no era algo que le preocupase, la aparición del urinario duchamptiano desplazó a toda la MILENARIA TRADICIÓN ARTÍSTICA (otra vez con mayúsculas) al ámbito de los gustos personales, que tienen su lugar de puesta y nidificación en las reuniones sociales de todo tipo, mediante las cuales el ser humano trata de matar el aburrimiento y hacer negocios. Ahí hombres y mujeres, gracias al alcohol y lo que sea menester, discuten acaloradamente de lo que haga falta, dependiendo de la información y conocimientos de que dispongan. También si les gusta más Picasso que Poussin, o Leonardo que Rodin, o Moore que Chillida, o si el románico es mas chulo que el gótico, o Mies van der Rohe que Gaudí, o Welles que Ford, y así. Pero ahora todos estos ya no se los ve ni se los entiende como parte de ese olimpo donde SU ARTE, con la pulsión de transcendencia y la vocación de permanencia, aspiraba a convivir eternamente a la vera del DIOS CREADOR. Ahora son materia de discusión intercambiable con el futbol, las peculiaridades sexuales de los famosos, la nueva cocina, la cata de vinos, la filosofia anglosajona y china, los viajes al oriente lejano, las anécdotas sobre grandes hombres desaparecidos, los robos de guante blanco institucionales o de fuera de la ley, etc.
Tuvieron que pasar cincuenta años y dos devastadoras guerras mundiales, con sus secuelas del Holocausto nazi, el Gulag soviético, las bombas norteamericanas sobre Hiroshima y Nagasaki, para que el urinario de Duchamp adquiriese toda su significación. De repente, la humanidad lo había perdido todo, material y moralmente no le quedaba nada donde asirse, únicamente la determinación de no desaparecer y la fuerza significativa de aquel humilde urinario por descubrir. Pero para matar el nihilismo en que la habían dejado solo tenía la opción de convertirse en masa y comerse lo que quedaba del planeta. De esta manera despegó definitivamente la sociedad de masas y el sistema democrático que la teledirige despóticamente y sin piedad.
Sobre los humeantes escombros, todo lo que de creativo surgió al lado de la dura supervivencia, fue un emocionado homenaje a aquel objeto superviviente y, por supuesto, a su autor, que desentendido de todo y de todos jugaba al ajedrez en Cadaqués. Tambié resultó ser la nueva manera de mirar el mundo. Arte conceptual, arte povera, land art, performance, body art, video art, happening, minimal, son la imagen real y verdadera del siglo XX, en el que todavía seguimos. Todo bajo la influncia del caos consumista, todo irremediablemente efímero, todo circulando a chorros por entre los canales y redes, que no paran de extenderse y buscarse con anhelo y desesperación a la velocidad de la luz.
Disculpe este extenso proemio, pero yo quería hablarle de la Fórmula 1 y me parecía que tenía que coger carrerilla. Sitúese conmigo en la final del campeonato en el circuito de Yas Marina , desierto de Abu Dhabi. El día 14 de noviembre pasado tuvo lugar una de esas experiencias creativas, trufada de intrusismo ultra técnico. Luego todo se acabó hasta el año que viene. Mi amigo, consumado narrador de estos eventos me lo explicó así para que lo recordásemos juntos. Yo lo hago partícipe del mismo deseo.
“El F10 de Ferrari es una gran computadora. Una de las mejores computadoras. Con el piloto Alonso dentro y dando vueltas a un circuito es un gran poema visual. Con el locutor explicando como la computadora F10 con Alonso dentro da vueltas a un circuito es un excelente relato homérico con la poética de las grandes epopeyas de la antigüedad. Zeus contra Cronos, Cronos contra Hermes, pero los tres a favor de que su Héroe-Alonso salga indemne y victorioso del campo de batalla, de su lucha a muerte contra el olvido, contra la muerte. Incluso con los red bull dentro. Entonces, ¿que hacía el ingeniero de pista Chris Dyer tomando decisiones en este mundo que no es el suyo? ¿Por que nadie se lo dijo? Ni los delegados divinos en la pista: Botín, el capo de la pasta, o Luca Cordero di Montezemolo el capo di capo le dijeron nada parecido a: ingeniero Dyer, usted póngame a punto la computadora y cállese para siempre. Usted cuando la computadora está parada puede hacer lo que quiera, pero cuando sale a la pista usted no puede querer lo que quiera. Usted tiene un problema, ha perdido la capacidad de la perplejidad al pensar que todo tiene solución, matemática por supuesto, y además piensa que todos los que no son ingenieros somos tontos. Usted es un ingeniero superdotado, pero con una mente muy simple. Únicamente está preparado para medir cosas y pensar de forma mecánica y literal. Por eso la cagó al meterse en la poética de la pista. No entiende que la limpieza del alma de Alonso, que solo quiere ser el primero en la línea de meta, es infinitamente más compleja e imprevisible y va más lejos que su afán por poner la calculadora y el ordenador en cada curva. La velocidad extrema y la fragilidad del alma humana comparten un sendero común fuera de una escala alfanumérica. Pero usted es como un niño, y a los niños de vez en cuando hay que decirles que se callen y dejen de joder con la computadora”
Hubo periodos de la historia en que la principal misión del ARTE fue la exaltación espiritual y el enigma divino sobre el destino humano. En otros la búsqueda de la belleza, el preciosismo y todo eso. Y antes de la gran debacle mencionada se impuso, vanguardias mediante, lo convulso que hubiera en la originalidad y la actualidad. ¿Y ahora, en la época de la mayor sofisticación técnica conocida y de la irreversible globalización planetaria? ¿en la época de la física cuántica y de la instantaneidad de la velocidad de la luz? Una de las respuestas puede estar en la búsqueda, en nuestras experiencias creativas, de lo más rápido y de lo más lento. Dos magnitudes que le sientan bien a lo minúsculo y lo efímero, las cabales medidas de nuestra hechura humana. Al fin.
lunes, 22 de noviembre de 2010
CANINO, de Giorgos Lanthimos
LA CARA OCULTA DE LA LUNA
Una cosa es desear llegar a la luna y otra poner el primer pie en su superficie y decir aquello de que este es un pequeño paso del hombre pero es un gran paso para la humanidad, o por ahí. No hemos vuelto. Y mire que llevábamos soñando con el satélite desde la noche de los tiempos y desde la profundidades de las cavernas. Eche un vistazo a la cantidad de literatura que ha generado nuestro vecino astral. Busque en su memoria cuantos amores han comenzado por todo lo alto bajo la advocación y bendición de Selene. Sin embargo, no hemos vuelto a hacerlo por que allí no hay quien viva, porque allí no pasa nada. El romanticismo privado se acabó realmente el día que vimos por la tele el evento. Si ir a la luna es posible, en nombre de que me enamoro a partir de ahora. Como me voy a seguir imaginando la cara oculta de la luna, la que nunca ha sido pero que es fuente de todo el imaginario, la que siempre ha estado oculta por la que se ve, como un sello pegado al firmamento cada cuatro semanas.
Una cosa es buscar la felicidad sin descanso, lo propio de nuestra humana condición, y otra muy distinta haberla encontrado y contarlo. Muchas de las pelis que nos han hecho felices acaban con aquello de fueron felices y comieron perdices. De hecho buena parte de nuestra educación sentimental se aguanta en esas concesiones que casi siempre el director otorga al respetable. Nuestra idea de la felicidad y sus sensuales y sexuales efectos colaterales los hemos aprendido con ellos y sus relatos.
Canino es una peli que comienza cuando acaban las pelis que nos han hecho felices. Secuencias después del fueron felices y comieron perdices de aquellas. Es una peli, contada desde dentro de la luna, por alguien que ha puesto la tienda en su cara oculta y se ha quedado allí atrapado, al parecer porque las perdices les han sentado y mal, tienen flatulencia y problemas crónicos de digestión. Y es que el edén es así, una especie sobremesa pesada e indigesta que no puedes abandonar nunca. Pero no lo sabíamos, o lo sabíamos y mirábamos para otro lado y no lo decíamos a nadie, para que no supiesen la nuestra. Vaya usted a saber.
Desde que nos expulsaron del paraíso la historia de nuestra vida como especie se resume en la búsqueda constate del camino de retorno. Siempre hemos vivido la expulsión como un castigo y ahora resulta que, jódete, el castigo es encontrarlo e instalarse allí. Dios mío que tragedia la nuestra. Aviso para navegantes iluminados, optimistas de fe inquebrantable y demás sanadores.
Ahora volver a lo nuestro, la búsqueda de la felicidad perdiendo toda esperanza de encontrarla, resulta que le sobra un canino, el punto de fuga del edén. Una imagen acertada y adecuada a la magnitud de los tiempos que nos parten en cachos. El pecado original de esta nueva huida es quitarse por propia decisión un diente a golpe de maza, no comer ingenuamente engañados la manzana del árbol prohibido. De hecho no podía ser de otra manera, por aquello tan marxista de que la historia siempre se repite pero la segunda vez lo hace en forma de farsa. Y ese agresivo canino tiene ahora, además de su lado esperpéntico, una representación cabal de lo que significa abandonar el paraíso no con la humillación y la culpa como un fardo sobre las espaldas, sino porque quieres irte, aunque sea mellado, harto de sus bondades y beneficios, de su sinsentido. La imagen de la manzana queda, así, para románticos irredentos de los sonidos y colores primarios de la naturaleza, y tal.
El responsable de la tentación no es el diablo disfrazado de serpiente, sino el guardián del paraíso disfrazado de honorable padre de familia, como muchos de los que se reían mientras veían la peli. ¿Dónde están las cosas buenas? ¿dónde aquellos placeres e ilusiones que me prometieron y que solo llegan enlatados y a la carta?, inopinadamente parece así preguntarse una de las hijas delante del espejo antes de quitarse el diente. ¿Qué ha hecho el edén conmigo, donde he vivido siempre?
Ahora ya tiene el salvoconducto para salir del paraíso. Con la sonrisa deformada por el hueco que le deja el canino, podrá huir por la puerta grande del edén y echarse en brazos de la vorágine del mundo para buscar la respuesta en la sabiduría que ella desconoce, pero que tendrá que aprender con urgencia: a las cosas buenas siempre se las traga lo malo y las felicidades pequeñas y los pequeños consuelos apenas dejan huella. Y, si la dejan, hay que cavar para encontrarlos. Vaya marrón que le espera. Pero volverá a buscar la felicidad sin esperanza de encontrarla, mirando cada mes la cara iluminada de la luna. Y siempre podrá ponerse un implante en el hueco negro del canino. Y se echara un novio como dios manda. Y serán felices y comerán perdices. Y todo eso. Y usted y yo que lo veamos y lo disfrutemos.
jueves, 18 de noviembre de 2010
EL TESORO DE SIERRA MADRE, de John Huston
ES LA SELVA, LA SELVA
Tanto en la novela de Traven como en la peili de Huston estamos ante unos personajes despojados y pelados de todo, como un hueso de cocido. Tipos que tiene asumido que, si no cambia su fortuna, su vida está ligada al dolor y a la asunción, más pronto que tarde, de la muerte, sin nada a cambio y sin que el malestar y el sufrimiento sirva para algo que les de a sus vidas algo de sentido. En fin, son tipos que viven a ras de suelo como las ratas, y como éstas tienen parecido punto de vista.
Pero tal presentación en la novela se le echa a uno encima como una lenta lengua de alcantarilla hasta comenzar a sentir que aquello te acabá rodeando y acosando. La pregunta es, entonces, me quedo y me pringo en este lodazal, o me voy. Mientras que en la peli, todo lo que vemos en las primeras secuencias hasta que deciden echarse al monte a la busca de la fortuna dorada, son diferentes objetos del paisaje de una ciudad cualquiera y ni siquiera los más importantes. Pordioseros, buscones, jetas y tal, hay en cualquier sitio. En la novela es lo único que hay. Esa presentación dura demasiado sabiendo como sabemos que esos personajes no tienen otro destino que marcharse de allí. Sin emabargo, no hay nada que indique lo contrario, ya que entonces el quedarse y el marcharse deberían estar tratados al mismo nivel narrativo, mirándose a la la cara. Esa tensión no existe en lo que viene a continuación.
Me acordé de la peli “Las aventuras de Jeremias Johnson”, de Sydney Pollack. En la primera secuencia se ve llegar a Redford al punto de partida de su aventura, pilla lo que tiene que pillar y andando. Ese trayecto y todo lo que le acompaña es el prota desde el primer fotograma. Osos, tramperos, frio, calor, indios, muerte, vida, carreras, caza, dia, noche y las montañas, sobre todo, las grandes montañas dominado el cotarro desde lo más alto. Todo forma parte por igual del trayecto, es lo que lo constituye.
Huston hace sedentario el texto nómada de Traven y se deja llevar por la representación de los discursos en lugar de las personas. Quiero decir que en medio de la noche después de una jornada agotadora buscando las pepitas doradas, dentro de una tienda de esas de hacer camping cutre, al lado de un paisaje de carton piedra, a los protas les da por darle a la mojarra y se enredan en conversaciones grandilocuentes sobre lo duro de la vida que llevan y las dudas de su éxito final, sobre quien es mas honrado y las vejaciones morales y de las otras que causa a los hombres el oro cuando se les escurre de las manos. Filosofean a la luz de la luna y con el acompañamiento molesto de los rugidos de los tigres que por allí merodean, y que no aparecen nunca. Lo hacen llenos de mugre, pero parecen tan frescos.
A Huston le interesa esa dimensión psicólogica de como va afectando el trayecto a los protas, de como la aventura los va cambiando por dentro. De ahí el uso constante de primeros planos con un exagerado dramatismo, llegando al histrionismo como en el caso de Dobbs, cuya ambición y rencor se apoderan del escenario paralizando la función protagonista y activa del movimiento y de la selva donde transcurre. Ésta se convierte, así, en un mero decorado. Pierde toda su dimensión de superioridad, de dominio, de peligro ante los protagonistas que se sienten cada vez mas indiferentes ante lo que es mas grande que ellos. Es como si hablando ahuyentaran los peligros que les salen al encuentro de su odisea. Y el oro, como dice Howard el mejor de todos, vale por lo que cuesta sacárselo a la tierra de sus entrañas no por su brillante y esplendorosa apariencia. El oro, al fin y al cabo, solo vale para hacer collares y sortijas de esas. Eso también se puede hacer con el hierro y con el estaño.
En la novela de Traven el asunto sucede, si has decidido quedarte, en la intimidad del lector. Ahí te la juegas, porque ahí acaba pasando todo. Como espectador el asunto informativo de esta película sucede durante el desarrollo de su atropellada linea argumental, con escala verbalizada en las tertulias nocturnas. Como en los safaris organizados.
La fiebre por el oro y por hacerse ricos que nos presenta Huston, me lo imagino como un trasunto en sentido contrario de lo que nos está pasando en este momento con la crisis. La logomaquia se ha apoderado del escenario y parece que nadie quiere dar el primer paso para salir de ella. Nos van a echar del euro, volveremos a ser los pordioseros de Europa después de un viaje dorado a ninguna parte que ha durado treinta años, pero cada vez hay mas tertulias y mas gente que quiere hablar y decir algo, lo que sea y como sea, en voz muy alta. Tendrán que venir los bandidos de la selva o del desierto a poner en su sitio a tanto charlatán, empezando, como hacen en la peli con Dobbs, con los que ni siquiera respetan el turno de palabra y, a codazos, siempre quieren decir la última.
lunes, 15 de noviembre de 2010
BERLANGA
Una de Berlanga es una de esas frases que como western o dantesco, que mencionaba el otro día, ya ha transcendido las coordenadas de su estricta relación espacio temporal y ha pasado a formar parte del aire que respiramos y que respirarán las generaciones venideras. Siempre habra en nuestro comportamiento individual y colectivo quien o quienes nos permitan volver a repetir: es una de Berlanga o Berlanga en estado puro. Así lo resumiremos y así comulgaremos de nuevo con el mundo que hay detrás de tales conductas, lo sepa o no su dueño, estemos o no de acuerdo con ellas. Una de Berlanga es lo mismo que aceptar una segunda naturaleza o una segunda circulación sanguínea, todo el mundo la llevamos en nuestras venas y en nuestra alma. Una de Berlanga es una visión del mundo que se acaba imponiendo a nuestras conciencias.
Con Berlanga comprendí y comprendo, cada vez que vuelvo sobre sus pelis, una cosa fundamental en estos tiempos de ingeniería social y de adanismo idiota, que toda vida es vivida. Que por muy diferentes y duras que sean las condiciones de vida pretéritas, en comparación a la nuestra, toda vida es vivida y nadie tiene derecho de echar negros calificativos sobre un pasado, con el único objetivo de colorear un presente lleno de nubarrones, que cada día se nos va de las manos sin que seamos capaces de entenderlo.
No estaría demás, por tanto, que nos apliquésemos en estos tiempos de embriagadora y confusa megalomanía, tan distintos a los austeros que él representó luminosamente en sus películas más emblemáticas, el verso de Jose Hierro, poeta de estos tiempos, de los mismos tiempos que Berlanga, y que tanto admiraba: “Qué más da que la nada fuera nada, si más nada será después de todo, después de tanto todo para nada”
Ah, se me olvidaba, ha muerto Berlanga. Menos libertad y mas paella, coño (Todos a la cárcel). Pero Berlanga permanece en estado puro.
domingo, 14 de noviembre de 2010
VILLA AMALIA, de Benoît Jacquot
LA MIRADA DE LA HIENA
Uno va a ver a Isabelle Huppert únicamente para sentir la devastación que produce el rostro de esta frágil hiena, primero en el alma y después en el cuerpo de quien cae bajo la influencia de su mirada. No digo hiena como un insulto hacia la actriz, sino como destino inevitable de muchos de los personajes que encarna. Una sofisticada licantropía femenina. Tampoco piense que lo mío es masoquismo, es una de esas experiencias que proporciona el cine, que al estar exentas de riesgo físico, me permite después contarla una vez que he ordenado de nuevo los jirones que, créame, me deja dentro. Solo por eso vale la pena sentarse en la butaca. Tarde o temprano, el amante, el marido o el novio que más la ha querido acaba preguntándole, como Antonio a Cleopatra en la tragedia shakespeariana: me ves, me ves, pero es que ya no me ves. Y aunque no lo quiera, me ocurre lo mismo y comienzo a sentirme como si estuviese a su lado, no por solidaridad masculina y tal, sino por que no hay hueco para mí en otro sitio cuando esta mujer se pone delante. Como el enamoramiento, es una empatía inopinada pero producida por fusión fría. Es sin por qué, pero me sucede y sigue conmigo los días siguientes.
Cuando Huppert descubre que quien comparte su vida y su cama ha dejado de interesarle, por traición de ella o de él o por la causa que sea, activa los dispositivos ocultos de su rostro y toda la película comienza a ordenarse alrededor de esa tabla de logaritmos, que sabe contener dentro de su propio desquiciamiento las erupciones mas violentas que inevitablemente se derivan de su presencia. Es un rostro que se abre camino a un mundo que parece imposible que pueda vivir codo con codo junto al que ha abandonado hace un minuto. Acuérdese conmigo de la película Gabrielle de Patrice Chereau. Acuérdese de los ataques de histeria enloquecida del marido, por efecto inmediato de la mirada de Huppert, que se niega a decir o hacer algo que no sea mirar de esa manera, profanando sin compasión la ordenada vida burguesa de quien hasta ese momento lo sabe todo, lo controla todo. La cámara se queda con un hombre hecho trizas y herido moralmente de muerte, dejando fuera de foco al rostro ejecutor que lo ha liquidado.
Es esa manera de desprecio superlativo, sin mover un músculo, que me transmite la cara de Huppert la que me atrapa y, al tiempo, me paraliza. Es esa forma de entrar a matar sin sacar la espada. Es esa mirada de hiena con cara de gacela. Como el implacable depredador, no es que sonria cuando mira está diciendo quien es.
Pero en esta peli le han dado cancha a otras partes de su cuerpo que no están para lidiar en el mundo a que da acceso con su mirada. Esa forma de correr cursi como si fuese una perdiz, o esas espantadas en el restaurante o la casa, cuando está achicharrando al marido con la mirada, no forman parte de aquel.
Yo a la que quiero es a ti, lo de la otra no significa nada y todo eso que siempre dicen quienes han pillao con el carrito del helao. Y como respuesta va ella y se levanta, nos da la espalda y se marcha, dando saltitos de perdiz. No era eso, no era eso. Lo que me quedó entonces fue la cabeza girada hacia la puerta del restaurante, pero a donde va esta tía. También la imagen tópica de cualquier mujer despechada, derrotada, que huye, porque no sabe hacer otra cosa, a comerse el rencor y la rabia en la soledad de su alcoba. Días mas tarde, seguro que quedará con su mejor amiga, siempre es su mejor amiga, para contárselo. Fíjate lo que me ha hecho el muy cabronazo. Y tal.
De lo mas alto al costumbrismo raso, mi presión arterial no lo pudo aguantar. Empecé a moverme sin tino en la butaca.
jueves, 11 de noviembre de 2010
LA CULTURA-MUNDO, de Gilles Lipovetsky y Jean Serroy
LO IMPOSIBLE
Gilles Lipovetsky y Jean Serroy publican un nuevo libro titulado “la cultura-mundo, respuesta a una sociedad desorientada”. Lipovetsky, es el que más conozco, lleva años hablándonos del peligro del vacio o de la moda imperativa del carpe diem horaciano (disfruta el presente efímero, lo demás no cuenta, lo venden así como una aplicación mecánica del mundo griego a nuestro mundo, ay! como son los vendedores de humo) o de la paradoja que hay en la búsqueda de la felicidad que la hace parecer a su contraria, en fin, que desde que se fueron por el sumidero las filosofías holísticas es un hombre que debido a ese terremoto no quiere caer el pesimismo o el nihilismo rayano en el terrorismo. Y se empeña con firmeza y entusiasmo en ello.
La crisis, que de repente se nos ha echado encima, ¿por qué ha sido de repente, no?, vuelve a sitiar hasta conseguir derribar, esta vez parece que va en serio, ese optimismo que ha sido el santo y seña de la modernidad, desde la Revolución Francesa hasta nuestros días. Pero hay gente, con Lipovetsky a la cabeza, que, al menos retóricamente, no desisten en ponérselo dificil a las fauces del dragón que pretende comérselo todo y a todos.
Lo imposible que mencionaba en el anterior post ya está aquí, pero desgraciadamente no como lo habíamos soñado y deseado. Llegamos a concebir, alguno de los que hoy dirigen las cloacas del estado se acordarà de ello, que en lugar de seguir aspirando a mejoras sociales paulatinas y tal, que hostias, de una vez y para siempre concebir un mundo utópico ya no sin edad de jubilación, sino directamente sin nadie obligado a trabajar. La peña de entonces se pasó de frenada, y todavía no se ha parado del todo.
El francés que lo sabe todo de esto que hablo, propone la moderación como nuevo estilo de convivencia. No se trata, dice, de dejar nuestro modo de vida que tantos beneficios y alegrías nos ha proporcionado, no se trata dejar de consumir, la madre del cordero de ese estilazo de vida tan nuestro, ya que además de romper el espinazo de nuestra economía, también partiriamos en dos el sustento de la felicidad que tanto buscamos. Por que carpe diem sí, estupendo, pero la tarjeta de crédito también tiene su corazoncito.
La cultura-mundo que describe Lipovetsky, que ha dejado de ser occidental y se ha hecho planetaria, esta definida por cinco fenómenos dominantes: mercado, consumo, tecnociencia, cultura mediática e internet, e individualismo. Todo bajo la tutela del exceso, todo a lo grande y a lo mucho, todo en plan hiper, dice. Todos los límites que frenaba el desarrollo de la modernidad: la religión, el servicio público, la escuela, etc., han saltado por los aires. Concluye con aromas del estilo zen, no nesitamos una nueva sociedad sino una regulació de ésta, que solo es posible mediante una autorregulación de sus miembros.
Sabemos como se solucionan las crisis que precipitan por falta de alimentos o de aire para nuevas ideas, pero nadie nos ha dicho como se soluciona una crisis que se produce por saturación de los unos y confusión entre las otras, por el exceso de todo, aunque siga estando mal repartido. Pero ese es otro problema.
Hay gente que ve en esta crisis una ampliación del espectro de lo imposible. No ya aspirando a grandes conquistas sociales, sino más bien ligado a la panacea electrónica, a la gran lámpara de Aladino tecnológica. Lo imposible, se preguntan ahora, es si parpadeando nos podremos desplazar a un lugar en un instante, o si se podrán crear máquinas de movimiento perpetuo, o si alcanzaremos a leer el pensamiento ajeno, o, en fin, si llegaremos a ser invisibles.
Pero otros, y esto es si altera el rumbo tradicional de esa modernidad que nunca quiere mirar por el retrovisor mientras se desplaza, fijan lo imposible en las enseñanzas básicas del Antiguo Testamento, donde todo dolor y miseria muda con el tiempo (Eclesiastés) y donde el perdón (kipur) es tan obligatorio como el no olvidar jamás (Libro de José, el “zadik”, el justo), si lo que se desea es justicia con uno mismo y con los demás.
Lo imposible, por tanto, quedaría así determinado por lo último, leer en las ondas cerebrales de cualquier persona y por lo primero, leer otra vez el primer libro de la Biblia, el Génesis.
miércoles, 10 de noviembre de 2010
EL TESORO DE SIERRA MADRE, de B.Traven
SOMOS COMO BUSCAMOS Y ENCONTRAMOS COMO CREEMOS
Lo primero que me impresionó fue la forma que tiene el narrador de la novela, que no participa en la acción, de presentarse ante el lector describiendo una larga escena de cerco y acoso, mas las necesarias dosis de hipnosis para que no se le ocurriera salir de ahí. Al contrario, hay que quedarse a ver que pasa.
El resultado es que el narrador se queda fuera y el lector, que tenga deseos de comprender a los otros y de acercarse a un lenguaje distinto del habitual, dentro. Ese es el pacto de responsabilidad moral que propone. Es como si me hubiera dicho: aquí el mundo es así y pasan estas cosas. No hay redención, no hay comunión con el universo, no hay extásis frente a la naturaleza. No hay nada más que lo que hay. Tu mismo. Pero el reto no es fácil. El mundo que el narrador ofrece al lector es restringido, duro, primitivo, pero es, aunque no sea el gran mundo al que estamos acostumbrados los seres que vivimos en la civilización del mercado y el consumo, del toma y daca, ese mundo donde nada más se siente si es a cambio de algo.
Lo segundo que me llamó la atención fue el hecho de que los protagonistas principales fueran todos extranjeros, gringos para ser más exactos, en el mundo de la frontera mexicana donde situa la acción que nos describe. Tipos que vienen de ninguna parte y van a un sitio parecido, no tienen historia ni confianza en el futuro y ven la existencia de lo que les rodea como un espectáculo al que han sido invitados por casualidad. ¿Le suena? Si se fija, maquillajes a parte, tipos así solo habitan en nuestro mundo, ese donde únicamente marca tendencia lo que es contante y sonante. Entonces entendí porque decidió meter al lector dentro de la historia. Desde la barrera unicamente hubiera sentido el precio del libro.
Lo tercero fue la presencia de la selva que acaba imponiéndose a todos y en todos los sentidos. Hipnotiza a los protas, y al lector a través de ellos. ¿Cómo es esta hipnosis? Convierte a los extranjeros, no al revés como cabría suponer, en una selva interior, donde la pasión y la razón luchan por apoderarse de los tesoros de la mina, algo que llega al lector sin la presencia material y rocosa que le cabría suponer en una historia contada desde dentro. Son las otras historias de los protagonistas que se añaden a la historia del narrador, las que acaban convirtiendo la mina en algo inútil y vacío, en algo que no pertenece estrictamente al campo del deseo y la ambición de aquellos. Más bien pertenece a quien es su dueña de verdad, la selva, como los protas que acaban siendo engullidos por ésta.
La selva, la naturaleza con su indiferencia mas la relación de los indios con ella, es un orden del que no se puede prescindir con la facilidad que los extranjeros acaban prescindiendo de si mismos. La ambición megalómana, moderna a pesar de lo andrajoso de su aspecto, lleva a Dobbs a atreverse a hacer lo que hace. No tiene en cuenta a la Selva, porque piensa que es más grande que ella. ¿Le suena de nuevo?
Al final del coloquio del club de lectura, me vino a la cabeza la famosa frase de Raul Ecari, sed realistas pedid lo imposible, que sigue dominado el ánimo de muchos de los saltimbaquis que hay detrás de la megacrisis, que no nos abandonará mientras sigamos pensando así. Y es que, somos como buscamos y encontramos como nos obsesionamos. Ya ve.
domingo, 7 de noviembre de 2010
CIUDAD DE VIDA Y MUERTE, de Lu Chuan
LA INFIDELIDAD COMO HERRAMIENTA DE LA CREACIÓN
Cualquier hecho del pasado nos llega al presente transformado e integrado, mejor o peor, dentro de la corriente de un mito. Los intentos de transformar esos mitos en Historiografía acaban normalmente en el absurdo. De otra manera, los intentos en el presente de recuperar el pasado como una fotografía exacta de lo que sucedió acaban en una triste parodia.
Aprovechando la nueva manera de contar que significaba el cine, el relato que mejor ha sabido entender esto ha sido, sin lugar a dudas, el relato del western. A John Ford, el inventor del wester moderno, nunca le preocupó reproducir fielmente los hechos que habían dado lugar a la creación de la nación americana. Conscientemente infiel a ellos, se invento la nación americana en sus películas a partir de una tradición mítica que tiene que ver con la tradición cristiana: la conquista y ocupación de la tierra prometida. Muchos de los relatos posteriores se basan en este modelo fordiano, que es el de nuestra tradición milenaria: el cine policiaco, el cine negro son westerns urbanos, la guerra de las galaxias y el cine de ciencia ficción son westerns espaciales. Tratado así, Western no es un género cinematográfico mas o menos trasnochado, es una forma de mirar el mundo propia del siglo XX. Como Dantesco es una forma de mirar propia del mundo medieval, que ha transcendido hasta nosotros porque es una mirada que el paso de los siglos la ha hecho universal, igualmente Western tiene ya esa vocación de intemporalidad.
El mito que sustenta la peli de la masacre de Nanking es el miedo y el odio ancestral al Otro por ser Otro y, en consecuencia, su extermino total para eliminar ese sentimiento de amenaza total. O, muerto el perro chino se acabó la rabia japonesa.
Lo que les propongo a los redactores de las reseñas de Diòptria es que, siendo excelentes en cuanto a los contenidos informativos, seduzcan más al espectador por el lado de la tradición mítica que la mayoría de las películas programadas evocan. A la hora de escribir sean descaradamente infieles con los hechos reales en que se inspiran. No las escriban acompañadas de la gravedad y la pesadez ideológica que históricamente suelen acompañar a muchos de los hechos a que se refieren. Si es necesario, cambien de compañías bibliográficas. La historia de los hechos forma parte del tiempo pasado y, al leerlas, como espectadores de cine a quienes se dirigen no acaban de salirnos las cuentas con el tiempo narrativo, que es otro tiempo. Es la historiografía la que, al fin y al cabo, se inspira en los hechos ficticios que se imaginan en el presente.
La peli de Lu Chuan es muy interesante porque es profundamente cruel pero inmensamente bella, y es así porque el director se inventa lo que sucedió en China a finales de 1937. Imagínese lo que hubiera rodado con la rígida aritmética de los hechos mandando sobre el guión. Lo que vemos no es porque haya sucedido, sino por que esta sucediendo de la forma que lo está contando. La verdad que muestra la peli es más inquietante, inabarcable, misteriosa que la razón lógica de los datos históricos que, con su apabullante enumeración, no tendrían la capacidad de juntar con sentido poético aquellos tres adjetivos: interesante, cruel y bella. Ni de ligar su rotunda incompatibilidad filológica.
La masacre de Nankin no ha existido, yo he estado allí, en el campo de batalla y de las atrocidades, o lo esperado no sucede es lo inesperado lo que acontece. Sería un resumen cabal de todo lo que digo. Un resumen y una actitud frente a lo que se nos muestra la pantalla.
Siendo fiel, por tanto, a esta tradición mítica, y estando totalmente despreocupado respeto a los hechos históricos, me senté en la butaca con el ánimo, como ya le dije, de ver un western. Tiene todos lo elementos narrativos para que así sea. Recuerde el western mas famoso de la antigüedad, la Iliada de Homero y el episodio del sitio de Troya; el sitio de Stalingrado del siglo pasado; o los innumerables sitios a los fuertes del oeste norteamericano, el más famoso de los cuales es el de El Alamo. El esquema en todos es el mismo: sitio y acoso, firme resistencia, asalto y masacre sin contemplaciones (matarlos a todos, que no quede ni uno), fiesta y celebración final de los vencedores.
En la peli de Chuan cada parte tiene un tratamiento distinto que le da un sentido propio, pero no acabo de ver y sentir que todo ello sume a favor del conjunto. El asalto, como un tsunami, transmite la doble sensación de estar fuera y dentro de la ciudad, de ser asaltante y defensor, con la marea de polvo y sangre que a todo ello acompaña; visto desde las trincheras o de los francotiradores proporciona un punto de vista inmejorable de ese horror al que nunca había asistido. La masacre y violación sistemática de la población esta diseñada con estilo industrial tanto en su ritmo como en la precisión y eficacia, dejando a su paso un sinfín de fantasmas, esos constantes y precisos primeros planos que deambulan por la ciudad sin saber cual será su destino cinco minutos mas tarde. La danza que introduce la celebración une con la belleza de sus movimientos la muerte que ha concluido en la ciudad y la fiesta que comienza al lado de las montañas de cadáveres esparramados por las calles. Pero, al final de todo, me cabe la duda de que ese asalto sea el antecedente necesario de la masacre y que ésta lo sea de la danza de la victoria.
jueves, 4 de noviembre de 2010
OCULTACIÓN Y EXHIBICIONISMO
Estoy leyendo la novela de B.Traven, “el tesoro de sierra madre”, que debatiremos en el próximo club de lectura. No si se ha enfrentado literariamente con alguno de los autores llamados ocultos, pues Traven es el que más, al decir de los buscadores de estos escritores, tipo bartebly.
Por ocultos me refiero a que no sabemos realmente quienes fueron. Sobre Traven se saben tantas versiones de lo que fue su vida que al final solo podemos certificar que son máscaras que se han ido superponiendo unas sobre otras o sustituyendo unas a otras con tal de ocultar el verdadero rostro. Traven solo quería escribir, no que se supiera de donde venía y hacia donde se dirigía. Si se fija es lo contrario de lo que hacen muchos escritores de hoy en día, que antes que a escribir parece que a lo que dedican su tiempo es a salir, cuando más mejor, en los medios de comunicación para decir que son escritores o artistas. ¿Es ésta es otra forma de ocultamiento?
En cierta ocasión Oscar Wilde dijo que se había dedicado a escribir mientras no entendía la vida, pero una vez que supo de sus secretos simplemente dejó de escribir y se dedicó a disfrutarlos. ¿Boutade genial del tio Oscar? ¿Si se sale mucho en la tele es porque se sabe de que va eso de la vida y tal?
Pero, al margen de sabidurías de esas, ¿que hay entre el obstinado ocultamiento de Traven y el brillante exhibicionismo de Wilde? Yo creo que el indomable y recurrente flujo de la existencia, que como la luna unos días del mes te muestra su cara mas luminosa y otros la mas oscura. Pero nada del goce o tristeza que nos puedan producir las fases de semejante ciclo nos hablarán nunca sobre el por qué lo hace. Hay que escribir y leer para desentrañarlo. Hay que mirar como si cada dia fuera otra la que sale o se oculta. Ni Traven ni Wilde dejaron de escribir hasta el final de sus vidas. Y tampoco hay datos que prueben que, ocultándose o exhibiéndose, no la vivieron.
Por ocultos me refiero a que no sabemos realmente quienes fueron. Sobre Traven se saben tantas versiones de lo que fue su vida que al final solo podemos certificar que son máscaras que se han ido superponiendo unas sobre otras o sustituyendo unas a otras con tal de ocultar el verdadero rostro. Traven solo quería escribir, no que se supiera de donde venía y hacia donde se dirigía. Si se fija es lo contrario de lo que hacen muchos escritores de hoy en día, que antes que a escribir parece que a lo que dedican su tiempo es a salir, cuando más mejor, en los medios de comunicación para decir que son escritores o artistas. ¿Es ésta es otra forma de ocultamiento?
En cierta ocasión Oscar Wilde dijo que se había dedicado a escribir mientras no entendía la vida, pero una vez que supo de sus secretos simplemente dejó de escribir y se dedicó a disfrutarlos. ¿Boutade genial del tio Oscar? ¿Si se sale mucho en la tele es porque se sabe de que va eso de la vida y tal?
Pero, al margen de sabidurías de esas, ¿que hay entre el obstinado ocultamiento de Traven y el brillante exhibicionismo de Wilde? Yo creo que el indomable y recurrente flujo de la existencia, que como la luna unos días del mes te muestra su cara mas luminosa y otros la mas oscura. Pero nada del goce o tristeza que nos puedan producir las fases de semejante ciclo nos hablarán nunca sobre el por qué lo hace. Hay que escribir y leer para desentrañarlo. Hay que mirar como si cada dia fuera otra la que sale o se oculta. Ni Traven ni Wilde dejaron de escribir hasta el final de sus vidas. Y tampoco hay datos que prueben que, ocultándose o exhibiéndose, no la vivieron.
lunes, 1 de noviembre de 2010
ORACIÓN FÚNEBRE
Cuando leo un suplemento de cultura, o voy a una exposición, o veo una peli, o leo un libro, o veo por la TV un programa de libros o de cine o un desfile de moda, o en la calle a alguien haciendo una performance o pintando un graffiti, o asisto a un concierto de música, o a una representación teatral, independientemente de que me interese más o menos, de que sea aquí o en Oslo, de que sea el estilo que yo prefiero o no, estoy convencido de que todo ello son las formas que imaginamos de producir cosas, también el producto de nuestra comunicación. Quiero creer, entonces, que ya somos ciudadanos de una Europa Unida, con su moneda única y sus viajes baratos, un territorio sin fronteras en el que convivo con seres civilizados.
Sin embargo, cuando leo las páginas de crónica política, o oigo por la radio o veo por la tele una tertulia política, o leo o escucho o veo una entrevista a cualquier lider político, o escucho o veo un debate entre diferentes contendientes políticos en campaña electoral, independientemente de lo que yo pueda pensar, o de que atañan a asuntos de aquí o de Oslo, no puedo menos de estar convencido de que todo ello son formas de la guerra de siempre llevada a cabo por otros soldados y medios, y en otros campos de batallas donde también son otras las víctimas. Creo firmemente, entonces, que sigo en un continente enfangado todavía en el odio y el resentimiento, que no quiere olvidar la barbarie que lo llevó a su aniquilación hace ya sesenta y cinco años.
Pienso que la capacidad de la política para transformar las cosas y crear otras nuevas está definitivamente agotada. No da más de sí. Su lugar ha de estar en la retaguardia y únicamente con funciones de mantenimiento. Es el turno, por tanto, de la cultura, de toda la cultura y de todas las culturas, a quienes corresponde tomar ese relevo transformador que vuelva a dar a este gran continente, recordando el esplendor de su gran acervo cultural que la barbarie de la guerra no pudo destruir, el lugar que le corresponde en el mundo global en el que ya definitivamente estamos viviendo.
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