lunes, 15 de noviembre de 2010

BERLANGA


Una de Berlanga es una de esas frases que como western o dantesco, que mencionaba el otro día, ya ha transcendido las coordenadas de su estricta relación espacio temporal y ha pasado a formar parte del aire que respiramos y que respirarán las generaciones venideras. Siempre habra en nuestro comportamiento individual y colectivo quien o quienes nos permitan volver a repetir: es una de Berlanga o Berlanga en estado puro. Así lo resumiremos y así comulgaremos de nuevo con el mundo que hay detrás de tales conductas, lo sepa o no su dueño, estemos o no de acuerdo con ellas. Una de Berlanga es lo mismo que aceptar una segunda naturaleza o una segunda circulación sanguínea, todo el mundo la llevamos en nuestras venas y en nuestra alma. Una de Berlanga es una visión del mundo que se acaba imponiendo a nuestras conciencias.

Con Berlanga comprendí y comprendo, cada vez que vuelvo sobre sus pelis, una cosa fundamental en estos tiempos de ingeniería social y de adanismo idiota, que toda vida es vivida. Que por muy diferentes y duras que sean las condiciones de vida pretéritas, en comparación a la nuestra, toda vida es vivida y nadie tiene derecho de echar negros calificativos sobre un pasado, con el único objetivo de colorear un presente lleno de nubarrones, que cada día se nos va de las manos sin que seamos capaces de entenderlo.

No estaría demás, por tanto, que nos apliquésemos en estos tiempos de embriagadora y confusa megalomanía, tan distintos a los austeros que él representó luminosamente en sus películas más emblemáticas, el verso de Jose Hierro, poeta de estos tiempos, de los mismos tiempos que Berlanga, y que tanto admiraba: “Qué más da que la nada fuera nada, si más nada será después de todo, después de tanto todo para nada”

Ah, se me olvidaba, ha muerto Berlanga. Menos libertad y mas paella, coño (Todos a la cárcel). Pero Berlanga permanece en estado puro.