miércoles, 10 de noviembre de 2010
EL TESORO DE SIERRA MADRE, de B.Traven
SOMOS COMO BUSCAMOS Y ENCONTRAMOS COMO CREEMOS
Lo primero que me impresionó fue la forma que tiene el narrador de la novela, que no participa en la acción, de presentarse ante el lector describiendo una larga escena de cerco y acoso, mas las necesarias dosis de hipnosis para que no se le ocurriera salir de ahí. Al contrario, hay que quedarse a ver que pasa.
El resultado es que el narrador se queda fuera y el lector, que tenga deseos de comprender a los otros y de acercarse a un lenguaje distinto del habitual, dentro. Ese es el pacto de responsabilidad moral que propone. Es como si me hubiera dicho: aquí el mundo es así y pasan estas cosas. No hay redención, no hay comunión con el universo, no hay extásis frente a la naturaleza. No hay nada más que lo que hay. Tu mismo. Pero el reto no es fácil. El mundo que el narrador ofrece al lector es restringido, duro, primitivo, pero es, aunque no sea el gran mundo al que estamos acostumbrados los seres que vivimos en la civilización del mercado y el consumo, del toma y daca, ese mundo donde nada más se siente si es a cambio de algo.
Lo segundo que me llamó la atención fue el hecho de que los protagonistas principales fueran todos extranjeros, gringos para ser más exactos, en el mundo de la frontera mexicana donde situa la acción que nos describe. Tipos que vienen de ninguna parte y van a un sitio parecido, no tienen historia ni confianza en el futuro y ven la existencia de lo que les rodea como un espectáculo al que han sido invitados por casualidad. ¿Le suena? Si se fija, maquillajes a parte, tipos así solo habitan en nuestro mundo, ese donde únicamente marca tendencia lo que es contante y sonante. Entonces entendí porque decidió meter al lector dentro de la historia. Desde la barrera unicamente hubiera sentido el precio del libro.
Lo tercero fue la presencia de la selva que acaba imponiéndose a todos y en todos los sentidos. Hipnotiza a los protas, y al lector a través de ellos. ¿Cómo es esta hipnosis? Convierte a los extranjeros, no al revés como cabría suponer, en una selva interior, donde la pasión y la razón luchan por apoderarse de los tesoros de la mina, algo que llega al lector sin la presencia material y rocosa que le cabría suponer en una historia contada desde dentro. Son las otras historias de los protagonistas que se añaden a la historia del narrador, las que acaban convirtiendo la mina en algo inútil y vacío, en algo que no pertenece estrictamente al campo del deseo y la ambición de aquellos. Más bien pertenece a quien es su dueña de verdad, la selva, como los protas que acaban siendo engullidos por ésta.
La selva, la naturaleza con su indiferencia mas la relación de los indios con ella, es un orden del que no se puede prescindir con la facilidad que los extranjeros acaban prescindiendo de si mismos. La ambición megalómana, moderna a pesar de lo andrajoso de su aspecto, lleva a Dobbs a atreverse a hacer lo que hace. No tiene en cuenta a la Selva, porque piensa que es más grande que ella. ¿Le suena de nuevo?
Al final del coloquio del club de lectura, me vino a la cabeza la famosa frase de Raul Ecari, sed realistas pedid lo imposible, que sigue dominado el ánimo de muchos de los saltimbaquis que hay detrás de la megacrisis, que no nos abandonará mientras sigamos pensando así. Y es que, somos como buscamos y encontramos como nos obsesionamos. Ya ve.