NUNCA PODREMOS SALVAR LO QUE NO AMAMOS
Has desafiado con mayor éxito la fuerza de la gravedad - no te da miedo viajar en avión, ya ves - que la fuerza que te constriñe de los prejuicios y los complejos - rápidamente te envuelves en tu coraza - ante un cuento o una novela en el club de lectores al asistes con asiduidad. Me pregunto, a veces, si algún día serás capaz de llegar a ser un lector comprometido con el cuento o la novela que nos convoque en tanto en cuenta obra creativa. Un compromiso que no lo has de entender como algo que emana de la fe en la ideología social que profeses, digamos, en plan militante o militar, sino como algo que te llama o interpela desde su interior a las puertas de tu intimidad. Como algo que te atraviesa y no te resbala. Si te resbala, que es lo que pienso te pasa la mayoría de las ocasiones, lo mejor es que llames por teléfono al coordinador del club de lectores y justifiques tu ausencia en esos términos literarios, a saber, hoy no podré asistir a la reunión convocada por usted para conversar sobre el-cuento-o-la-novela-tal-del-autor-cuál porque su lectura con la voz del narrador al frente no ha conseguido traspasar el ámbito de mi epidermis. O algo así. Ahora bien, si quieres explicar, siempre es mejor que sea así, sobre si ese rechazo tiene que ver con la dureza de tu piel convertida ya en una coraza impenetrable, o tales asperezas intransitivas son las propias del relato que nos ha convocado, entonces es mejor que no te quedes en tu casa y salgas raudo para participar en el club de lectores. Seguramente la causa de tu rechazo al cuento o a la novela que nos convoca será una misteriosa combinación de ambas durezas o impenetrabilidades. La tuya personal y la de la voz narradora que se quiere comunicar contigo. Llegado a este extremo pienso que también has entrado en el ámbito del compromiso lector y has aceptado su inherente principio de responsabilidad.
Es el momento de que te hagas la siguiente actividad. La de ponerte delante de la radio o de cualquiera de las pantallas que manejes para escuchar eso que generalistamente se conoce como Noticias, y lo compares con ponerte delante de un cuento de viente páginas. Comparar lo que significa escuchar las Noticias para ver qué pasa en el mundo - este es el dictum genérico con el que la Peña nombra este acto cotidiano - con escuchar lo que dice una voz identificada o anónima que cuenta, pongamos, el mundo de un jardinero mayor en la Rusia de finales del siglo XIX. O dicho de otra manera, escuchar las Noticias de los poderes del mundo en comparación con escuchar las palabras del poder del narrador contando el mundo del jardinero mayor en la Rusia finisecular. Siempre me ha parecido encomiable tu determinación, en cualquier momento y lugar, para contar anécdotas salidas del amplio repertorio que posees. Sin embargo, por un razonamiento paralelo y teniendo en cuenta tu asistencia devocional al club de lectores, siempre me ha parecido un acto consciente de autocensura el no ensayar por tu parte, a partir de las lecturas que compartimos, la conversión de todo ese acervo anecdotario en paginas literarias donde reflexiones sobre tu manera de ver el mundo. Como ya sabes, y hemos repetido muchas veces en sede tertuliana, lo importante no es el chascarrillo de la anécdota en la que habitualmente tú eres protagonista, sino que haces con lo que en ella te pasa. Ese que haces con, ya también sabes, es lo que marca la diferencia entre escuchar los chascarrillos del mundo en lo se conoce como Noticias del mundo en general y escuchar lo que dicen las palabras significativas del narrador sobre el mundo en particular del jardinero mayor en la Rusia finisecular, por seguir con el ejemplo que te he propuesto.
En fin, también lo hemos comentado muchas veces, un cuento o una novela no nos convocan para comentar las noticias del mundo o las anécdotas privadas, que forman los telediarios personales, pues ambas ya tienen sus propios y solicitados espacios - que dicho sea de pasos gozan de una inmejorable salud - sino para crear el espacio y el tiempo desde los cuales aprender a buscar nuestro ser permanente en el mundo. Ese ser que padece el permanente olvido del ego moderno, ocupadísimo en trajinar en aquellos espacios entre las noticias del mundo y las suyas propias. Y vuelta a empezar, como el burro da vueltas a la noria tras el puñado de paja que le han puesto delante. Al fin y al cabo, eso ya lo sabes aunque no sabes cómo lo sabes, compartimos nuestras lecturas para que no se nos olvide lo verdaderamente importante: nunca podremos salvar lo que no amamos.