martes, 29 de julio de 2025

UN TIPO SERIO

 Los nuevos ricos, esos que viven en las urbanizaciones del extrarradio, no buscan una vida mejor, sino más cómoda y sin responsabilidades. Es decir, son urbanizaciones no pensadas para que ocurran tragedias. Aun así la vida va a lo suyo y golpea de forma imprevista al protagonista de la peli “Un tipo serio”, dirigida por Joel y Ethan Cohen. A saber, el protagonista se llama Larry Gopnik, un profesor académico judío que vive en una urbanización judía de clase media en las afueras de Minneapolis. La historia se centra en la lucha espiritual y existencial de Gopnik cuando su esposa Judith contempla la posibilidad de dejarlo por su colega Sy Ableman. Para mayor sufrimiento, su hermano Arthur, por falta de recursos vive en la casa de Larry. Larry comienza a cuestionar el valor de su vida, a la vez que soporta estos asuntos y otros que se suman como su hijo, Danny, que roba dinero de su billetera para comprar marihuana; su hija, Sarah, que le roba para financiar su cirugía de nariz; un estudiante que intenta sobornarlo para pasar de grado y lo amenaza con demandarlo; y una vecina que llama su atención. Larry pide consejos a tres rabinos distintos en el intento de resolver sus problemas y convertirse en un hombre devoto. En fin, estamos ante la fatiga de la vida, la de Larry Gopnik, que hasta ese momento en que todo se le descabalga nunca ha hecho nada que haya nacido de su propio entusiasmo por vivir. Ya lo dice el título, estamos ante un tipo serio. Pues sus placeres y preocupaciones en la urbanización y el instituto son los disponibles y previsibles con otros propietarios de la urbanización y con los alumnos y compañeros del instituto.

Todo esto lo sabe hoy cualquiera que pertenezca a la clase media contemporánea. O sea, cualquiera de nosotros. Los hermanos Cohen, también. La cuestión que estos abordan es como enfrentar al espectador, o sea, a nosotros, no a una tragedia, sino a una broma. No a una broma infinita, pero casi. Una broma que vaya más allá del entretenimiento donde anidan todas la bromas que forman parte del espectáculo de la vida cotidiana. Y que al acabar la película salgamos no contando las carcajadas que nos hemos echado durante las casi dos horas que hemos estado frente a la pantalla, sino con una leve sonrisa en los labios reconocer solo o acompañado cuanto y como nos falta para llegar a estar más vivos y llegar a ser más sabios. Quizás pensemos en un primer momento que no hemos aprendido tanto, lo que sí es probable que la broma de un tipo serio nos haga recapacitar sobre la falsedad de nuestros hábitos de espectadores y de ciudadanos contemporáneos de clase media. No por nada vanguardista, especial o revolucionario, a la antigua usanza, sino justamente por todo lo contrario, a la nueva usanza: porque de la fuerza de esa medianía depende la grandeza y el esplendor de la humanidad en el presente y en el futuro inmediato.