PRECIO
jueves, 31 de octubre de 2024
DULCE MARÍA LOYNAZ
EL UNIVERSO
Faltó que mi mujer hubiera estado de compras para desangrarme en medio de la cocina. Todo sucedió de la manera más inesperada. Yo estaba preparando la cena que consistía en una crema de calabacín y algo más de acompañamiento. Cuando estaba pelando el segundo calabacín, una mosca enorme se puso encima del primero que ya había pelado moviendo las alas con desesperación. Sin pensarlo un segundo traté de ahuyentar al enorme insecto con el cuchillo que tenía en la mano derecha, con tal mala fortuna que el golpe no atinó contra la mosca, sino que, de forma inexplicable, lo hizo contra el dedo meñique de mi mano izquierda. El gesto tuvo ante mi un valor existencial de índole vengativo, antes de haber leído la metamorfosis de Kafka. Por ejemplo, al haber abandonado el universo de los ultramarinos del barrio, al que tiempo atrás yo pertenecía junto con la mosca que zumbaba a mi lado entre los productos del colmado, y querer erigirme ahora en alguien de pertenencia superior a ella al ir a comprar al híper de las afueras de la ciudad.
martes, 29 de octubre de 2024
MARÍA GARCÍA ZAMBRANO
La comunidad
No hay razón para desaparecer
el dolor escondido bajo llave
en los párpados bajo llave
no hay razón para no responder
responso respuesta responsabilidad
no hay razón en no mirar hacerse el loco yo no he sido
jugamos a la solitaria y atamos los hilos
cortados hilos finísimos que dieron de sí
y ahora
todas las puntas en hueco
no hay razón
VIDAS PASADAS
No somos espectadores o lectores genéricos o generalistas. Cada película, novela o cuento nos interpela y nos hace espectadores o lectores diferentes en la experiencia misma, solo ahí, de nuestra visionado o lectura y en función de cómo nos interpele el narrador desde el “Saber del No Saber”, que es el Saber propio del Alma, común a todos los narradores, espectadores y lectores. Cada visionado de una película o lectura de un cuento o novela se justifica ante la historia que cuenta por el encuentro de una verdad, o visión del mundo, desde la extrañeza de la propia vida del espectador o lector, que alcanza su claridad en aquella película o en aquel cuento o novela.
Atención, por tanto, a la primera escena de la película “Vidas pasadas”, de la directora Celine Song, que acaba con una mirada tan intensa como desconcertante de la que será a partir de ese momento la narradora y protagonista de la historia dirigida al espectador, que lleva poco mas de dos minutos puesto delante de la pantalla. Intuyo que la narradora protagonista me viene a decir, como forma de presentación pues nos acabamos de conocer, lo siguiente:
Yo narradora te miro a ti, espectador, intensamente a la cara para hablar contigo de mis peculiaridades como coreana o como emigrante a Canadá o como vecina de Nueva York. O más bien te miro a la cara, es decir, busco tu complicidad porque estoy jodida sabes, y lo estoy por lo que creo que lo está todo el mundo, tú querido espectador también. Estoy jodida, te digo, porque no sé desde donde mirar a este chico que me hacía llorará de niña y ha venido a verme ahora que es adulto, que somos adultos. Fíjate. Querido espectador, no te pregunto si tú lloraste de niño, o si eres español o zamorano, o si crees en Dios o en el dIablo, no, te pregunto, por eso te miro a la cara intensamente, por ver si eres adulto como para ser mi cómplice en este doloroso trance en que me encuentro. A saber, cuando la inteligencia invierte su sentido natural de dominar la materia a servicio de la vida en el espacio y se orienta hacia lo que dura en el tiempo, se produce la conciencia de sí, una conciencia que se olvida de sus objetos, una conciencia convertida, inmensa en un océano de vida. En este punto parezco una filosofa hindú y budista: la conciencia se reabsorbe en su origen y cumple así el sueño de la liberación, el de fundirse de nuevo con el todo. Se desprende de lo acabado y cabalga sobre lo que se está haciendo. NO OTRA COSA ES LEER UNA NOVELA O UN CUENTO O VER ESTA PELICULA de la que soy protagonista. Navega sin distraerte, sin detenerte con la ilusión de lo ya hecho. Ante tu conciencia aparece un mundo nuevo, visto, por así decir, desde dentro. Experimenta el poder de entrar en contacto con lo íntimo de las cosas, con su duración. Este es el sentido filosófico de la simpatía: una sincronización con la duración. Sintonizar, vibrar al unísono. Desembarazarte del ritmo del yo para asumir el ritmo del tú.
¿Es esto posible? ¿El viaje de Nora (estupendamente interpretada por Greta Lee) al que asistimos como espectadores se centra en aprender que para ser la persona que se es se tiene que renunciar a la que se podría haber sido? ¿Nora no puede tenerlo todo? ¿Es eso lo que ha aprendido Nora y el espectador a su lado? ¿Así lo sugieren las lágrimas que vierte de formo oculta en el hombro de su marido Arthur, después de despedirse de su amigo de infancia Hae Sung? ¿Lo que queda en al aire es si se podrá enfrentar a su aprendizaje? ¿Sus lágrimas en su ambigüedad también lo sugieren?
La puesta en escena de la película, sin embargo, también sugiere el esfuerzo de Nora por transcenderse a ella misma, y salir del tiempo de la actualidad (el del reloj) - que es desde donde hablaron los contertulios, siempre atornillados a ella - por liberarse de los propios sueños y resonar con el universo entero. No olvidemos que Nora conoce la filosofía india y zen y tampoco olvidemos los tramos de tiempo del reloj, elegidos por la directora, de los encuentros de los protagonistas, son cada 12 años, el primero de manera virtual y el segundo es presencia en la ciudad de Nueva York. Y, por último, no olvidemos que la textura y estructura de la puesta en escena de la película, panorámica horizontal, no remite a una crónica social y psicológica con lente irónica o caricaturesca sobre de la clase media de Nueva York, tipo películas de Woody Allen. Al contrario, se percibe, a pesar de las limitaciones del cine en estas cuestiones del alma, una voluntad cuasi divina en el actitud de Nora, pero también el gozo de quien quiere liberarse de la determinación de seguir dominando las cosas, conjurando el fantasma de la nada, la angustia metafísica. La Eternidad ha dejado de ser conceptual: ¿es lo que parece que quiere entender Nora? Y como todos los conceptos ha dejado de ser inmutable, estática, de la lógica simbólica. Es una eternidad viviente, itinerante, inacabada. Una eternidad en busca de su destino. Nada está escrito. No se trata ya de buscar lo eterno que hay en las cosas y las personas (Nora y Hae Sung), sino de saber si Nora será capaz de acompañarlas en su transcurso. ¿Por eso nos mira intensamente a la cara, nada más comenzar la película? ¿Seremos capaces de acompañarla como espectadores en su transcurso?
viernes, 25 de octubre de 2024
MIA COUTO
LA LENTITUD DE LA SED
La llegada de los bueyes
al abrevadero
me enseña a esperar,
el tiempo del agua
en el cuerpo de la tierra.
El buey
no necesita que lo sueñen.
El buey bebe
y los ojos se le llenan de cielo.
La tarde, terrestre,
se justa los lazos,
mujer ofreciéndose
al trenzar de los cabellos.
Un día me realizaré,
acabado y definitivo,
como se acercan del abrevadero los bueyes.
Un día,
seré bebido por el cielo.
JOSÉ HIERRO
EL Buen momento
Aquel momento que flota
nos toca de su misterio.
Tendremos siempre el presente
roto por aquel momento.3
Toca la vida sus palmas
y tañe sus instrumentos.
Acaso encienda su música
sólo para que olvidemos.
Pero hay cosas que no mueren
y otras que nunca vivieron
y las hay que llenan todo
nuestro universo.
Y no es posible librarse
de su recuerdo.
CRÓNICAS DEL RÍO MENO Y 17
ESTO SE ACABA, PERO ACABA BIEN
No siempre es fácil poner fin al recorrido previsto como Dios manda, que en esta ocasión no significa otra cosa que llegar a la meta que hemos señalado en el mapa montados sobre la bicicleta. Y si es una ciudad grande, como es Frankfurt de Meno, el placer de entrar en ella dando pedales da sentido definitiva a esa aventura que supone vivir sobre una bicicleta durante quince o veinte días seguidos. Ya sé que no es comparable a las aventuras de Marco Polo o Hernán Cortes, pero cada época, como nos advierte María Zambrano en su libro “Hacia un saber del alma”, se justifica por una verdad que encuentra claridad en ella. Y, a mi entender, un viaje cicloturista es también, además de un viaje indudable del cuerpo, un viaje del alma, que encuentra su verdad en la forma y el momento en que concluye. No he dejado de darle vueltas al asunto por tratar de encontrar una explicación convincente, y siempre acabo en el mismo nudo hecho a base nostalgias y añoranzas varias. Una de esas nostalgias es que cuando me aficioné al ciclismo de alforjas, las grandes ciudades todavía tenían entradas y salidas por donde circularon durante siglos las diligencias y demás vehículos de tracción animal. La megalomanía urbanística no había enseñado aún sus verdaderas fauces depredadoras, lo cual permitía transitar por esa estampa de transición, que durante unos años existió, entre la época analógica y la digital, por decirlo así. Por ejemplo, una de mis mayores satisfacciones era salir de Madrid pedaleando por la carretera del Pardo, a sabiendas que por esa misma carretera, con peor o mejor asfaltado pero con igual trazado, circuló en su coche de caballos con frecuencia, en el siglo XVIII, Francisco de Goya cuando iba a visitar a la Duquesa de Alba en su casa, léase entonces el Palacio de la Moncloa. Ni que decir tiene que todo eso ya no es posible y, por tanto, tampoco lo es evocar esas dos formas de movilidad humana que son el coche de caballos y la bicicleta, que unen el mundo antiguo y el moderno como ningún Ferrari o avión supersónico podrán hacerlo nunca. No solo es que la antigua carretera goyesca haya desaparecido sin dejar rastro por razones del consabido progreso unidireccional, es que la bicicleta y el ciclista han sido borrados, al menos en en ese tramo de la ciudad de Madrid, como sujetos de pleno derecho de ese progreso urbanístico. Recuerdo ahora con especial emoción, de la que di cuenta en su día en las respectivas crónicas publicadas en este blog, los finales de recorrido aupado sobre la bici entrando en Budapest y Berlin (en dos viajes) y la llegada a Ulm, ciudad natal de Albert Einstein; está ultima está situada entre el estado de Baviera y Baden-Wurtemberg y se encuentra a pocos kilómetros al sur de Miltenberg, que será el final de este recorrido en bicicleta siguiendo el río Meno, aunque realmente acabará en Frankfurt después del viaje en tren que separa ambas ciudades.
El caso fue que después del chaparrón matinal, mientras desayunábamos, vimos que salió el sol en nuestro honor y nos animamos a montarnos en la bici con destino a Miltenberg. Fuimos de nuevo al puente sobre el río Tauber para pasar a su orilla izquierda, que será la misma del Meno a partir de su unión en la desembocadura. A penas llevamos recorridos 1 km, empieza a llover de nuevo y nos refugiamos bajo un puente, miramos el cielo y decidimos ponernos las capas y continuar camino caiga lo que nos caiga del cielo abierto. En pocos km ya no hacen falta. Seguimos por el lado izquierdo del Main, un par de repechos, y pasando cerca de dos pueblos con anuncios de Biergarten y de Zimmer Frei, tan queridos a nuestras expectativas en nuestro quehacer diario ciclista. Una habitación disponible para dormir y una cervecería con jardín para comer y beber es lo que nunca desaparece del anhelo básico del pedalear diario. También vemos que las moras crecen con vigor en los márgenes de zarzas que crecen en el camino, lo que preludia la mermelada que se puede hacer con ellas. Y todo seguido hasta entrar en Kirschfurt y justo antes de cruzar el puente, hay un banco mirando al río en el que nos paramos a comer los bocadillos de hoy. Bien porque han puesto un árbol delante para no ver el puente y el tráfico, la sensibilidad ciclista ante el tráfico rodado de automóviles sigue en plena forma. Desde esta atalaya vemos en lo alto de las colinas las ruinas de poblaciones medievales antiguas que buscaban en las alturas la protección necesaria ante la invasión enemiga, siempre amenazante, como ya he dicho en una entrada anterior, por las constantes guerras de los margraves, el nombre que reciben los señores nobles en esta parte de Alemania. Esta línea del cielo es9 una constante, allí donde se conservan las mencionadas ruinas, del curso del río Meno. Para continuar camino, después de nuestro almuerzo, no nos queda más remedio que atravesar una zona industrializada, que se irá combinando con zonas de plantaciones de viñas hasta llegar Miltenberg. Conviene recordar que estamos en la zona más cálida de la Baja Franconia, donde, por tanto, la producían vitivinícolas es la más abundante y de mejor calidad de Alemania, según dicen los entendidos.
La llegada a Miltenberg está presidida por un gran número de casas de entramado de madera, la más antigua de las cuales data de mediados del S. XIV y se encuentra en la calle principal, Hauptstrasse. Casi sin darnos cuenta nos introducimos en el Barrio Negro. Su nombre viene del hecho de que la colina ensombrece este barrio y en los meses de invierno el sol apenas lo ilumina. Hay aquí casas de entramado de baja altura, donde vive la gente de Miltenberg. Es la parte más antigua de la ciudad que acaba en la plaza del mercado. Aquí se encuentra la cervecería Faust, la más antigua del área del Rin-Meno, que ofrece tours y cuya cerveza puede probarse también en la posada Zum Riesen. Pero también se encuentra la bodega St. Killian Kellerei, que vistamos de manera gratuita y aprovechamos para probar sus vinos. Y es que Miltenberg, pertenece a la ruta del vino de Franconia, por lo que es un buen lugar para probar los vinos que se producen en este área, como ya he dicho, la más cálida de Baviera y donde abundan los mejores viñedos.
Después de hacer una visita de tipo espiritual a la capilla de San Laurentius y su cementerio, con la intención de compensar los efectos etílicos de esta zona, nos acercamos a los restos de la antigua muralla donde se encuentra la torre Schwertfeger y la puerta de Maguncia, que ya desde el S. XIV es la entrada a la ciudad. Desde aquí tomamos conciencia, como nuestros antepasados medievales con sus carros de caballos, que estamos bien encarados hacia el final de nuestro destino. Como el río Meno que nos ha acompañado mientras crecía en su grandeza. Por la tarde nos acercamos a la estación de tren para sacar el billete, que nos llevaría al día siguiente, a nosotros y a la bici, hasta Frankfurt de Meno.
miércoles, 23 de octubre de 2024
ALDA MERINI
El rostro
Vieras el rostro de mi alma
cuando te veo y tiemblo
y se vuelve hoja de escucha.
Vieras el dedo de mi corazón
que te indica caminos desconocidos.
Vieras mi amor
que es tierno hijo
que crece sin padre
CRÓNICAS DEL RÍO MENO 16
UNA FIESTA EN MEDIO DE UNA DESEMBOCADURA
Llegar a un pueblo a punto de celebrar su fiesta anual de verano es hacerlo, a la vez, en el peor y en el mejor momento. En este viaje ya nos había pasado algo similar en Bayreuth, como ya he comentado, inmersa como estaba la ciudad en los preparativos del recordatorio anual del genio y figura de Richard Wagner, pasando por su sepultura, en el jardín de su casa, al lado, como no, de su mujer Cósima. En esta ocasión era Wertheim, la ciudad cuyo casco medieval está situado en la desembocadura del río Tauber en el río Meno. Un camión, a la entrada de la ciudad, hizo valer su poder sobre el asfalto. La escena vale la pena recordarla porque tiene que ver con los preámbulos que he mencionado. El mencionado camión estaba a punto de entrar en la ciudad cargado de materiales relativos a la fiesta que se avecinaba. Hizo la maniobra para entrar en el puente sobre el río Tauber, justo al mismo tiempo que yo también quise entrar en el mismo puente. Fui yo quien cometió la infracción, pero fue el camionero que impartió justicia medieval, o al menos todo lo medieval que hoy se puede impartir justicia. Parado en seco delante del puente por mi culpa y la de mi bici, a pocos metros de que el río Tauber desaguara en el cauce de su colega el río Meno, el camionero asomó la cabeza por la ventanilla de su camión y juró en arameo traducido al teutón. No se bajó del camión, que era lo que yo más temía. Yo pedí disculpas en castellano turístico y me aparté de la calzada para que pudiera pasar su majestad. Afortunadamente todo el duelo quedó en eso. El camionero hizo la maniobra oportuna para encarar de nuevo su entrada en el puente con el camión, y al pasar delante de mí y mi bicicleta nos miró con cara de habernos perdonado la vida. Yo hice un gesto con el brazo derecho en señal de agradecimiento por el indulto y esperé a que acabara de cruzar el puente para hacer yo lo propio a continuación, garantizando así la imposibilidad de un nuevo encuentro o encontronazo, según se mire. Presidiendo la justa anterior, por seguir con la jerga medieval, en todo lo alto de la desembocadura del Tauber y el Meno, se alzaba la figura apabullante del castillo medieval de la ciudad, que nos invitaba a hacerle una visita y así olvidar el incidente con el camionero festivo. Decidimos aceptar su invitación, pero antes tratamos de reponer fuerzas físicas y mentales en el hotel que habíamos reservado para pernoctar.
El origen de este castillo encaramado en una colina sobre la ciudad se remonta al siglo XII, siendo ampliado de forma continuada hasta el siglo XVII. La Guerra de los Treinta Años y una explosión en el polvorín dejaron el castillo con un aspecto similar al que podemos ver hoy, ya que en la década de los 80 del siglo pasado fue reconstruido. Desde entonces está abierto al público y en el se realizan eventos de diversa índole a lo largo del año. La subida es exigente, pero con calma medieval se consigue llegar al cielo. En la ascensión nos encontramos con peatones dispuestos como nosotros a cumplir sus leyes con tal de recibir la gratificación celeste. Y es que justo desde ahí, el cielo, se podían ver los preparativos de la fiesta que se avecinaba entre las calles del casco antiguo de la ciudad, al lado de la desembocadura de los ríos Tauber y Meno. Desde allí arriba se tenía la mejor perspectiva de este fenómeno fluvial, que por otra parte me parece algo tan humano. Ceder lo único que tienes como herencia, a quien va a continuar el camino hasta el final, es un gesto de ejemplar generosidad a la que la naturaleza constantemente nos invita. Aunque las mejores vistas de este tipo de construcciones medievales son las externas, no estuvo de más hacer una vista al interior, que aunque medio en ruinas ofrecía una estampa de permanencia y perseverancia que no dejaba de sorprender por su vigente sintonía actual.
De vuelta al puente de los suspiros y las malas caras, como decidí nombrar al lugar de encuentro con el camionero de marras, nos dirigimos al centro histórico de la ciudad para observar cuál era el espíritu de la fiesta un día antes de su comienzo. La ciudad habitual, por decirlo así, quedaba tapada por la puesta en escena de la fiesta. Conté diez espacios desde donde al día siguiente la música expandiría sus sonidos por cada rincón del trazado urbano. Tal y como estaban colocados de forma estratégica no habría rincón que quedaría al margen de semejante algarabía. Y menos que nadie el señor de azul llamado el optimista. Una estatua que un vecino construyó cerca de la casa de entramado pintada del mismo color azul, para levantar los ánimos en la época de la pandemia reciente. Desde entonces se ha convertido en un icono singular del trazado turístico de la ciudad. Las casas de entramado son uno de los atractivo del centro medieval de Wertheim. Véase la plaza del mercado como ejemplo a destacar junto a la casa azul. No tengo constancia de que fuera destruido por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, por lo que es de suponer que estas casas que vemos son las originales, con sus correspondientes mantenimientos, claro está, a lo largo de los siglos.
Entramos dentro de la capilla de Santa Aquilina. Desde fuera la capilla está a la altura de la cripta sobre una escalera rústica de herradura. Todo el conjunto, escaleras y capilla, es de piedra roja. Dentro hay una tumba con una escultura con ojos pintados, que te mira al entrar como si te pidiera motivos para que la saques de su silencio eterno. Dentro se canta y nos dejamos llevar sin resistencia laguna por el eco que inunda toda la capilla. Excelente, de excelencia mundana. Es una sola sala redonda que se eleva hacia el cielo con formas puntiagudas. Salimos y entramos en la iglesia de al lado, la colegiata. De rito evangelista, al fondo en el coro hay una reunión de esculturas, que forman un gran conjunto sepulcral con mausoleo, parece todo en mármol blanco. Veo que es un señor, con un león de piedra, que le protege de sueño eterno. Como verán, aquí dentro, casi todo está bendecido por la eternidad. En honor, ay, de nosotros pobres mortales. Volvemos dando la vuelta por el Rathaus, su torre se encuentra junto al Tauber y el paseo por su orilla izquierda. De repente, el cielo se abre y nos cae la primera lluvia del día. A unos pocos metros siguiendo la orilla del Meno, cosas de la complicidad fluvial que solo existen en las desembocaduras, llegamos al cementerio judío, donde se encuentran enterrados algunos de los que perecieron en la época nazi. Ni que decir tiene que todo este recorrido está jalonado por los puestos a medio colocar de todo tipo, que junto a las estructuras de música antes mencionada, al día siguiente sábado serán los auténticos protagonistas del fin de semana que nos echa encima. Aunque hoy viernes, cueste creer que puede llegar a ser así, tal es el alegre desbarajuste que percibimos. La lluvia ha cesado, lo que nos anima a iniciar el camino hacia nuestro próximo destino.
viernes, 18 de octubre de 2024
LA LATA DE SARDINAS
Siempre hay alguien que nos mira cuando queremos abrir una lata de conservas con el abre fácil. Confieso que mi fe en la bondad del mundo se ha refugiado en estos actos cotidianos. Para el mundo es más seguro que así sea. Créanme, soy incapaz de adaptarme a la facilidad que estas latas anuncian en sus envases. Hace años tuve que abrir una lata de sardinas mientras mi mujer andaba preparando la comida. Al tirar de la argolla del abre fácil me corté entre el dedo gordo y el índice. Faltó que mi mujer hubiera estado de compras para desangrarme.
jueves, 17 de octubre de 2024
ELEUTERIO PRADO
TRANSHUMANCIA
Más lenta que el rebaño en el ocaso
llegó la primavera.
En el sigilo
que hace temblar el alba entre dos luces
llegó por el rocío
abriendo la ternura de los tallos
e iluminando abril de azul florido.
Y de nuevo, a lo lejos, las montañas
parpadeaban azules en los picos
con la nieve cercada de amapolas
tras la vereda verde de los trigos,
y de nuevo pastores y rebaños
se ponen en camino...
... y otra vez, como siempre, primavera,
tu corazón y el mío.
CRÓNICAS DEL RÍO MENO 15
EL CASTILLO DE BLANCANIEVES
Al salir del museo municipal de Karlstad había llovido con fuerza. Una tormenta del verano centro europeo que yo siempre la experimento como un adelanto del otoño, a pesar de que estamos a mediados de julio. El pavimento estaba empapado y trasmitía esa percepción resbaladiza de las pistas de hielo. Íbamos caminando como Jack Nicholson en esa película e la que siente un rechazo por todo lo que le rodea, y que cuando sale a la calle va dando saltitos como si la peste bubónica estuviera adherida al alquitrán del asfalto. La película se titula: Mejor…imposible. Antes de iniciar la etapa del día que nos llevará a Lohr, nos damos una vuelta por los restos de las murallas que en su época medieval protegieron a la ciudad de los invasores enemigos. La luchas de los nobles por el dominio del territorio hizo habitual las guerras entre unos y otros, aunque todos estuvieran bajo el palio del Sacro Imperio Germánico y la bendición unificadora europea de Carlomagno. En una época de globalización y cosmopaletismo como la nuestra, siempre resulta grato contemplar los restos que se mantiene en pie de las murallas medievales, pues lejos de parecer un estorbo, como les parece a los cosmopaletos, me parecen un testimonio insustituible de una concepción del espacio y del tiempo medieval que ya anunciaba la visión cuántica de muchos siglos posteriores. La mirada defensiva de quienes ocupaban los intramuros de la ciudad amurallada y la mirada conquistadora de quienes ocupaban los extramuros de la misma ciudad no pueden aglutinarse - se ponga como se ponga el objetivista Newton - en un concepto absoluto e inamovible ajeno a la realidad amurallada que los unos y los otros perciben. La Peña de los Cosmopaletos no puede quedarse tan campante, como si no pasara nada. Nosotros mismos, que en nuestra visita a las antiguas murallas de Karlstadt hicimos los dos papeles de sitiadores y sitiados, nos dimos cuenta que eso de buscar lo absoluto en aquello que de ninguna manera puede llegar a serlo, viene de lejos y es el trabajo propagandístico habitual de los profesionales del poder y del éxito científico o artístico, las dos caras de la misma moneda secular del sometimiento humano. Sea el centro del poder universal de la época el Vaticano, Sillicon Valley o Pekín.
El pedaleo hacia Lohr es un muy ligero, es decir, que las piernas están llenas de alegría o con buenas vibraciones, como dicen los periodistas deportivos de las competiciones ciclistas en carretera: léase el Tour de Francia, el Giro de Italia y La vuelta de España. Ello nos permite disfrutar, durante algunos kilómetros, de un viaje sin calor por la orilla izquierda del río Meno, en otros tramos vamos entre el río y la vía de tren, a veces entre la carretera y los campos sembrados. En Alemania es frecuente coincidir al mismo tiempo y lugar con algunas de las diferentes formas de movilidad humana hoy vigentes: carretera, fluvial, ferrocarril, peatonal y bicicleta. Antes de llegar a nuestro destino vemos con sorpresa a algunos paisanos o ciclistas que se paran a coger moras en el camino del carril bici, otro indicador de cómo el otoño se adelanta por estos pagos. Entramos en Lohr por la calle principal, como debe ser. A la derecha se encuentra la iglesia de San Michel, como no, y entramos. Y como no, las estatuas están decoradas con el color blanco que hemos venido observando durante todo el viaje. Pero como novedad observamos al santo “literalmente engordado” con una Biblia apoyada sobre un atril de madera, que soportan los 4 evangelistas. El conjunto se encuentra justo delante de la entrada, donde vemos un aviso de precaución para el visitante distraído sobre los escalones que hay antes de acceder a la nave principal de la Iglesia. ¿Lo nunca visto?, nos preguntamos. El Vaticano se adapta a los tiempos y no solo piensa en el visitante a sus iglesias como feligrés, sino, y sobre todo, como turista. El Santo Padre reza por nosotros para que volvamos. Así queremos entender la música de órgano que se oye como despedida, al salir a la calle principal. Caminamos durante un rato al lado de las bicicletas y antes de ir al hotel vemos un restaurante italiano, que pensamos puede ser el lugar donde cenaremos más tarde. Pero antes, y para celebrar que hemos llegado sanos y salvos al final de etapa, nos sentamos en su terraza cubierta y pedimos dos vinos, un Lugana y un Montepulchiano. Pedalear sobre una bici, aunque parezca mentira, no es lo mismo, en términos de seguridad y certeza, que conducir un coche. Para el conductor su coche es el espejo donde se refleja todo lo que ha logrado ser en la vida. Además de un acto suntuario social, es una meta en al que siempre aparece él como único habitante. Da igual los complementos que los fabricantes vayan añadiendo en los nuevos modelos, todos están a servicio de ese único propósito. Sin embargo, el ciclismo de alforjas es el epítome de la precariedad y el riesgo, sea dicho y entendido siempre dentro del ámbito de seguridad que caracteriza a la sociedad donde vivimos. Es por ello que la expresión “sanos y salvos”, que he dicho antes, debe ser entendida dentro del mismo ámbito. Y su celebración con vinos italianos, también. Cenamos donde habíamos decidido y dejamos la visita al castillo de Blancanieves para la mañana siguiente.
¿Qué tiene que ver el cuento de hadas con la ciudad de Lohr?
Como casi todo el mundo sabe, «Blancanieves» es un clásico de los hermanos Grimm, que narra la historia de una princesa llamada así por su piel blanca como la nieve. Tras el fallecimiento de su madre, su padre se casa con una mujer malvada, que envidia su belleza, e intenta quitarle la vida. Esta logra escapar y encuentra refugio con siete enanitos. Sin embargo, la madrastra la envenena con una manzana y la sume en un sueño profundo, siendo colocada en un simbólico ataúd de cristal. Este cuento relata la vida real de Maria Sophia Margaretha Catherina Von Erthal, una princesa que perdió a su madre y fue criada por una madrastra entre las paredes del castillo de Lohr. De una manera u otra los tres elementos, alrededor de los cuales se organiza el cuento, pululaban por el castillo, a saber, el ataúd de Blancanieves, el espejo de la madrastra y la manzana envenenada. De los tres el que atrajo mi atención de adulto fue, como no, el espejo de la madrastra. Por aquello de que si la apariencia de la vida funciona, la vida también funciona. Principio del que era total desconocedora la madrastra de Blancanieves.
Por lo demás, el castillo tiene otros atractivos turísticos de índole local y gastronómico, para el deleite de los padres que traen a sus hijos para que conozcan el lugar de los hechos del cuento que a ellos le contaron en su infancia. Y así garantizar que la tradición abierta con los hermanos Grimm continúa.
miércoles, 9 de octubre de 2024
CARMEN SÁNCHEZ
UN FUEGO OCULTO
¿Dónde el canto de los ángeles
y su eco que nos huye?
¿Dónde nuestros hermanos
que ya nunca cuidamos?
¿Dónde ruge el mar que trae
la memoria de quien no está?
¿Dónde la mano que rescata,
ese esfuerzo que a tu lado
aúpa y alisa cada obstáculo?
¿Dónde las rosas para adornar
el cuello del niño que llora?
¿Dónde el pan para tantas
bocas, cuencos vacíos,
miradas de hambre y piel?
¿Dónde la paz de las madres
que amamantan y abrazan?
¿Dónde las risas, las mariposas
que señalan el camino para volar?
¿Dónde se queda agazapada la libertad?
¿Dónde la humanidad?
CRÓNICAS DEL RÍO MENO 14
UN MUSEO MUNICIPAL
A pesar de que cada vez veo más personas pedaleando por las rutas ciclistas que frecuento en mis viajes veraniegos, no puedo desprenderme de la sensación íntima que la experiencia de viajar en bici tiene algo de pionero. Que todas las innovaciones técnicas a favor de la comodidad mental y corporal de la comunidad de deseantes a la que pertenecemos todos los consumidores actuales, no han podido aniquilar en mi intimidad esa idea de estar comenzando de nuevo. No confundir la conciencia del pionero con la del adanista. El adanista está convencido que el mundo comenzó a rodar el día mismo que el vino al mundo. El nuevo pionero sabe de sobra que el mundo ya llevaba rodando mucho antes de que él naciera, pero es consciente que ese espíritu de la duración de todo ese tiempo perdura debajo de la arquitectura coyuntural, y muchas veces extraviada, del espacio por donde yo pedaleo. Y es esa duración la que me convierte en testigo y pionero, al mismo tiempo, de la continuación y permanencia de ese tiempo que dura y dura a pesar y por encima de las vicisitudes contingentes que puedan ocurrir en los sucesivos espacios que le hayan tocado en suerte, el último de los cuales es el mismo donde me encuentro. Es esta doble mirada que he cultivado en que cada viaje cicloturista que he hecho, siendo al final la que me orienta en el infinito mar de anuncios propagandísticos en que se ha convertido el espacio por donde pedaleo.
Puede decirse que en el arte contemporáneo se lleva visto de todo. Y uno también ha leído de todo, entre ello. algunas particularidades que los estudiosos que se han dedicando a descubrir su misterio han destacado en sus libros. A saber, obsesión por la novedad, significados ininteligibles, transversalidad del soporte, consagración de lo efímero, nihilismo cultural, sintonía con un poder concebido como subversión, naufragio de la subjetividad e imposibilidad absoluta de poder hacerse la pregunta sobre la belleza y, por tanto, de sentir emoción de algún tipo.
Pero de repente, un día de verano, un ciclista va y se encuentra, paseando por su calle principal, con el museo municipal de la ciudad de Karlstadt, en la región de la Baja Franconia perteneciente al estado federado alemán de Baviera. En esta ciudad nació, en 1486, el reformador alemán Andreas Rudolph Bodenstein, más conocido como Andreas Karlstadt. Aunque quería mencionar la huella de la Reforma Protestante como posible antecedente de lo inesperado, de lo que deseo hablar es de la experiencia de la visita al Museo Municipal de Karlstadt. Está construido en lo que fue una casa señorial del siglo XIX, reformada para tal fin en un inesperada casa museo de arte contemporáneo. Forman parte de la colección unas pinturas y esculturas, por decirlo así, de carácter existencialista, sobre el cambio, las creencias y las fuerzas que mueven. Además se percibe una visión de casa antigua-obra contemporánea, a partir de un diseño acertado del conjunto que permita ver y sentir con intensidad esa convergencia creativa inesperada entre el antes y el ahora. Por ejemplo, algunas salas donde se pueden apreciar detalles de otra época, paredes, ventanas, techos, un detalle del hogar, entremezclados con aquellas pinturas y esculturas de carácter existencialista que decía antes. Todo anima a un sentir o un imaginar libre, así pensé cuando salí a la calle después de la visita, que no puede dirigirse más que a la intimidad de los ciudadanos en cuanto cualesquiera anónimos en su dignidad, y que por tanto exige un grado de universalidad muy superior, mas allá de la actualidad o de cualquier sentimiento de casta, de clase, de género, de nación, de identidad tribal, etc. Y estaba ahí dentro, en ese inesperado museo de una inesperada ciudad alemana a orillas río Meno: Karlstadt.
En el Museo de Karlstadt vimos un vídeo en el que se informaba que en Lohr, una ciudad medieval que era nuestro próximo destino en bici, había un centro para enfermos mentales al que uno de los escultores del museo dedicaba una hermosa escultura lineal en el suelo, que sí no te dabas cuenta la pisabas al entrar en las salas. Antes de entrar en el museo habíamos dado una vuelta de una hora, más o menos, alrededor de los restos de la muralla que protegía la ciudad en la edad media. Según me fijaba en la escultura del suelo del museo, recordaba los restos de las murallas recién vistas y los enfermos mentales actuales se me echaron encima. El museo de Karlstadt, ya digo, propicia este tipo de asociaciones. He ahí su grandeza, teniendo en cuenta su indudable propósito de albergar las obras de arte contemporáneo de diferentes autores, como nos dijo la recepcionista del museo, un verdadero factótum de la “casa” como ella denominaba a la institución de la que era su representante ante los visitantes. Ese vínculo entre lo amurallado y la enfermedad mental, que a mi entender trasmite con acierto la escultura en el suelo, donde su forma y su significado se acompasan en un entorno que parece no corresponderle, solo parece pensé más tarde, es posible transportarlo hoy a las amuralladas urbanizaciones de la vida contemporánea. Vida y locura actual, seguí pensando, se daban la mano, mira por donde, en el suelo del museo municipal de Karlstadt. Todo un descubriendo creativo.
lunes, 7 de octubre de 2024
ÁNGELA. FIGUERA AYMERICH
ME EXPLICO ANTE DIOS
Señor, si no te canto no te enojes.
Ya ves, no tengo tiempo para nada.
Hay que vivir, andar, estar con gente;
mirar el bosque, el mar; subir alturas,
dolores, escaleras; bajar sótanos,
abismos, minas, pozos, corazones;
entrar en los talleres y cocinas;
sembrar, coger, bregar con los metales,
labrar la roca, cepillar madera;
sudar al sol, mojarse con la lluvia;
abrir ventanas, mantener el fuego;
cocer el pan, gritar por los caminos;
dormir al niño, remendar la ropa;
llorar por los difuntos y aprenderse
la propia muerte un poco cada día.
No te hago falta, tienes a tus Santos;
los coros de tus Vírgenes y Arcángeles
te alaban y bendicen en su gloria.
Pero, al que sólo es hombre, ¿quién le canta?
Tus campos celestiales
florecen, sin invierno, blancos lirios.
Mas ¿quién lleva azucenas a la casa del pobre?
Los astros se detienen en tu frente.
Pero ¿quién baja un rayo
de sol hasta las cárceles sin puerta?
El Ángel se arrodilla ante María.
Mas ¿quién dice a la madre pecadora
bendito sea el fruto de tu vientre?
Con oro incienso y mirra
los Magos te enriquecen en la cuna.
Pero ¿quién se arrodilla
y entrega tus tesoros a los niños descalzos?
Tu mano se levanta
y el agua es vino, el pan interminable.
Pero ¿quién pone los manteles
en casa de la viuda
y quién ofrece un rayo de esperanza
a los que se desvelan por la noche?
Ya ves: tanto hacer por aquí abajo;
tengo que darles cuerda diariamente
a tantos corazones y relojes.
Tengo que andar buscando por la calle
a tantos de mis hijos y decirles
las cosas que ya saben, las que ignotan,
quitarles piedrecillas de los ojos,
ponerles una estrella en los cabellos,
hablarles de la fuerza de sus manos,
y del color tan bello de su sangre,
de la canción que llevan en la boca
del mundo de mañana y de sus hijos.
Ya ves: no queda tiempo para nada.
EL 47
UN AUTOBÚS QUE NO ES UN AUTOBÚS
No está demás hacerse unas cuentas preguntas previas como forma de abordaje del autobús, el 47, protagonista de la película junto con Manolo Vital al volante, así como Bavieca acompañó al mio Cid en su poema épico o Rocinante a Don Quijote en su epopeya literaria.
1 ¿Trasciende la película más allá de la actualidad de su contexto histórico? Si es afirmativa la respuesta, ¿donde se aloja y cómo se aloja donde se aloja?
2 ¿O somos nosotros, los espectadores, quienes creemos viajar al pasado y relacionarnos con Manolo Vital y su autobús, de tu a tu, como si fuera un colega de los nuestros? ¿Cómo hacemos ese viaje y donde nos alojamos?
Si no tenemos respuesta para 1 ni para 2, pero aún queremos relacionarnos con Manolo Vital y su autobús:
3 ¿Qué nos falta que ellos tienen? ¿como sabemos que nos falta lo que nos falta, para esta ocasión de ser espectadores de esta película?
Manolo Vital quiere unir con su autobús, el 47 (y su pipa, no olvidemos el papel de su pipa), no solo Torre Baró con Barcelona, sino la conciencia de la dignidad de los de un lado de la montaña con los del otro. Es una acto político referido a la polis y ético referido a los ciudadanos de la polis, no es un acto ideológico ni de profesionales del poder mandan o quieren mandar en la polis y manipular la ética de los ciudadanos. La forma de aparición de los profesionales del poder, Pascual Maragall incluido, es perfectamente irrelevante para los propósitos de Manolo Vital. Podían perfectamente no haber ocurrido en la película. Cumple con este planteamiento la manera de narrar del protagonista. Ese Más Allá de la Actualidad en que sitúan al espectador las andanzas de Manolo Vital y su autobús - como hace el mío Cid y Bavieca o Don Quijote y Rocinante - que es el lugar que debe aprender a habitar todo oyente, espectador y lector para poder ver y escuchar lo que le dicen y desde donde se lo dicen las novelas, los cuentos, las películas, los cuadros y la música. En fin, para seguir las andanzas e industrias de Manolo Vital y el 47. Creer que el espectador puede ver la película como una crónica política y social de vigente actualidad, no vale nada más que para actualizar, valga la redundancia, sus prejuicios y complejos que hacen más impenetrable la zona de confort donde vive.
Conviven en la película, con un inestable equilibrio, la visión mas social e impersonal del momento histórico que representa, con la más íntima e individual, la dignidad humana más universal, que afecta a todo tiempo y lugar. Un inestable equilibrio que permite desenfocar, a su pesar, el punto de vista de la película de un espectador no demasiado atento o demasiado determinado por su visión ideológica de aquel momento histórico. Por ejemplo, no se trata de un desafío entre el policía y Manolo Vital, en los diferentes momentos en que aparecen cara a cara, sino de un duelo de inteligencias del uno y el otro, y, como no, la del espectador mediante. Teniendo en cuenta que de semejante desafío deben salir los tres sin que ninguno pierda un ápice de dignidad inteligencia. Muy al contrario de lo que nos señala la ideología de. los profesionales del poder, deben salir con la dignidad y la inteligencia más lúcidas y renovadas. Para eso es el arte de la emoción creativa.
¿Como pensar nuestra experiencia al ver esta película? Dicho de otra manera, ¿cómo nos llega a esa intimidad que es el tiempo común del alma nuestra y la de Manolo Vital y del resto de los protagonistas? Pensando la experiencia, no el cine. Pensando nuestra experiencia fuera del espacio propio de la película (el argumento) que es distinto al nuestro, ya que dentro de ese espacio tendremos una relación historiográfica o sociológica o ideológica con la película, no narrativa. Estoy hablando de pensar la dignidad que nos hace humanos en cualquier tiempo y al margen del lugar donde se produzca. No pensar el cine solo como un mecanismo técnico, que es lo que nos cuenta el director, Marcel Barrrena, cuando le escuchamos en una charla de promoción al hablar de su película. Nos habla de su oficio. Pero nosotros tenemos en común, al hablar sobre una película, ser espectadores de cine con el alma en vilo, o con el alma perdida, no seguros aprendices de director de cine.
viernes, 4 de octubre de 2024
CLUB DE LECTORES 16
UN CAMINO Y UN CÓMPLICE
A cada uno le corresponde elegir (o descubrir) qué tipo de lector quiere ser, y si esto le preocupa. Luego vendrá cuánto quiere profundizar en su afición (o amor) a la literatura, y cómo y con quien desea hacerlo. Hasta aquí la libertad de la persona es el única protagonista. Si es que eso es posible dentro de la confusión endémica de nuestra mente. Lo que yo os propongo es un posible camino a recorrer juntos, fruto de mi propia experiencia ante el dilema planteado al principio.
El amor a la literatura debe ser algo parecido a lo siguiente: uno se enamora de un mundo, es decir, de una manera de habitar la extrañeza para llegar a la Verdad. Esa visión se encarna en la forma de participar en el club de lectores. Luego en el camino hacia esa visión uno reconoce a los semejantes. Y entonces echan a andar juntos, no porque pensemos lo mismo, sino para tratar de cumplir, en la medida de lo posible, con esa misión que emana de aquella visión.
jueves, 3 de octubre de 2024
ERNESTO DELGADO
ÁGUILA
Posada sobre todo lo vivo,
el águila gira brusca su cabeza brusca
buscando nacimientos, esperándolos.
Y luego asciende y cae en su vuelo,
dibujando el círculo de todo lo que nace.
Todo lo naciente tiene un águila
que le hace señas a las cosas que nos encuentran.
El águila toma la forma de tu espíritu
para que puedas entender el idioma de su vuelo.
Un día se posa cerca de tus ojos esperando,
esperando que empieces a nacer.
QUINTO HORACIO FLACO
A BACO
¿Adónde, Baco, me arrebatas, lleno de ti? |
CRÓNICAS DEL RÍO MENO 13
UNA TORRE Y UN PUENTE, SIGUIENDO LA TRAZA DEL VINO
Rodeada por viñedos, el municipio de Kitzingen es el mayor productor de vino en Baviera y un centro comercial de vinos de la Franconia. En la entrada anterior se me olvidó insistir un poco más en la importancia vitivinícola de la ciudad de Kitzingen y alrededores. Quizá tenga que ver, por una parte, con mi origen castellano mediterráneo de nacimiento y, por otro, con mis compañías habituales en estos asuntos. Formo parte de una tertulia gastronómica de periodicidad mensual, donde alrededor de la mesa de un restaurant discutimos de lo humano y lo divino, de lo animal y de lo digital, mientras comemos y bebemos. Todo ello merezca una explicación, que paso a tratar de dar. Haber nacido en la Tierra del Pan y del Vino (una región histórica española, equiparable a la Franconia alemana, para entendernos) que pertenece a Castilla y León (una comunidad a autónoma equiparable al estado federado de Baviera, para seguir entendiéndonos) hace que tenga una relación ensimismada, por decirlo así, con el mundo del vino. Lo mismo que todos mis compatriotas. Este ensimismamiento español con el vino, tanto en lo que tiene que ver con la producción como con el consumo, es equiparable con el ensimismamiento alemán con la producción y consumo de la filosofía y la música. No hay nada más elocuente, se lo puede asegurar, que este choque de ensimismamientos (otra manera de llamar, dicho sea de paso, al choque de culturas y de civilizaciones) se dé pedaleando entre enormes pendientes de la orografía ocupadas por plantaciones de vides, dispuestas cada una de ellas a absorber la mayor cantidad de Sol, digamos escaso, que se le eche encima a lo largo del año. Elocuente y aclarador. Pues si somos capaces de entender que la filosofía española se encarna en tipos como Don Quijote y Sancho Panza, sin que ello sea motivo de olvido por nuestra parte de autores como Hegel o Heidegger, igualmente un vino Reisling o Silvaner no debemos compararlo a la baja en nuestra degustación, por ejemplo, con los vinos zamoranos de Elias Mora y sus cómplices. Hay que beberlos y degustarlos en nuestro contexto mental, antes que el contexto ajeno geográfico o histórico o de moda publicitaria, es la manera más eficaz y sensata de salir del ensimismamiento lugareño al que tendemos. Y no olvidarnos de nadie y de nada en el intento. La extrañeza del mundo forma parte de la verdad de ese mundo. Y es a ellas, extrañeza y mundo, a las que los humanos nos debemos, dejando que dioses, animales y androides digitales hagan su trabajo donde les plazca sin que nos molesten demasiado.
Así que después de pasear por Kitzingen, visitando las iglesias para comprobar, una vez más, que seguían adornando de blanco reluciente las estatuas que presidían la nave central y aledañas, y antes de volver al río, como se dice en argot cicloturista, visítanos la torre inclinada de la antigua ciudad medieval. Una inclinación que evoca la de la Torre de Pisa, pero que en la de Kitzingen se debe, según cuentan las leyendas, a que hicieron el mortero para su construcción con vino, ante la escasez de agua del momento debido a una fuerte sequía. Lo cual alienta a bromear sobre los hábitos etílicos de la Torre. Al llegar pedaleando a la ciudad a primera hora de la tarde, entramos bajo el arco de esta torre inclinada, pues como en la mayoría de las ciudades medievales que se conservan después de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial (hay que recordarlo de nuevo) su traza urbana está presidida por dos torres a un lado y otro de la calle principal, que son la entrada y la salida, o viceversa, de la antigua ciudad. Poco antes de anochecer, después de cenar, nos dimos una paso a pie por las afueras de la ciudad medieval pasando de nuevo por debajo del arco de la Tierra inclinada. Fue al regresar al interior de la ciudad, donde teníamos la pensión para pernoctar, cuando nos dimos cuenta de la inclinación de la Torre, que a esas horas de la tarde, entre perros y lobos, daba la imagen de un borracho gigante varado en su propia enormidad, sin saber si andar o seguir tambaleándose. Fue su propia indecisión y enormidad, la que acabó por constituir o fue el vino que lleva dentro de su estructura, imaginé, lo que al final produjo la inclinación de la Torre y una de las puertas de entrada a la antigua ciudad de Kitzingen.
Al llegar a Würzburg nos fuimos directamente al puente viejo por seguir la traza del vino. Era la segunda vez que visitábamos la ciudad, la otra fue cuando allí mismo iniciamos la ruta romántica en la misma época veraniega del año. Fue por esta coincidencia del pedaleo que descubrimos que en la segunda quincena de julio se celebra en Würzburg la más importante feria del vino del año, teniendo al puente viejo de la ciudad como epicentro de la misma. En el lado del puente más cerca del centro de la ciudad, con el castillo de Marienberg como telón de fondo, se encuentran las tabernas o kioskos de venta de vino. Los bebedores consiguen su copa y se encaminan a lo largo del puente acodándose de forma intermitente en su larga balaustrada, que se encuentra presidida por un gran número de estatuas. Las estatuas representan a 10 santos junto a una del rey Pipino el Breve y de su hijo, el emperador Carlomagno. De nuevo la huella del primer emperador visionario europeo sale a nuestros pasos. O a nuestras pedaladas según se mire.
martes, 1 de octubre de 2024
VIRGINIA GRÜTTER
Tú llegarás oliendo a madrugada
Tú llegarás oliendo a madrugada
a musgo y a camino.
Traerás aún hojas desconocidas
Enredadas al pelo
y no estarás cansado
Pero yo besaré tus ojos de águila
Hasta secar la última lágrima
La última gota de sangre
y con ramos de veranera y de bellísima
Limpiaré la pólvora
Que aún quede entre tus dedos.
EL CHIVATO
Contar bien los puntos y seguir hacia dónde yo te diga, no olvides que yo no te veo, pero Dios sí. Así rezaba la nota manuscrita que me encontré debajo del pupitre. No tenía firma y estaba escrita con letras mayúsculas. La anécdota ocurrió poco antes de dejar la escuela de Zamora, mi ciudad natal. Nunca supe quien la escribió, aunque sospecho que fue Tallo Lerín, el chivato oficial de la clase. Esa sospecha no me ha abandonado nunca. Gracias a ella, ya metido en el anonimato de la gran ciudad, he comprendido que siempre hay alguien que nos mira.