Siempre hay alguien que nos mira cuando queremos abrir una lata de conservas con el abre fácil. Confieso que mi fe en la bondad del mundo se ha refugiado en estos actos cotidianos. Para el mundo es más seguro que así sea. Créanme, soy incapaz de adaptarme a la facilidad que estas latas anuncian en sus envases. Hace años tuve que abrir una lata de sardinas mientras mi mujer andaba preparando la comida. Al tirar de la argolla del abre fácil me corté entre el dedo gordo y el índice. Faltó que mi mujer hubiera estado de compras para desangrarme.