martes, 12 de noviembre de 2024

ESTELA PUYUELO

 SOL

Me gusta ver el sol cuando se cae
y se corta en el cuchillo de nubes
de sangre naranja
y mata al día
en ese precipitarse lento
hacia algún lugar
que enterrará también
la última luz de hoy.

Volverá mañana a rajarse,
dramático, el mismo
círculo de fuego
que revela su pantomima,
entre algodón de azúcar,
al amanecer.

NOSTALGIA

 LA DESCONFIANZA DE LA FICCIÓN 

Proponer en un cine forum la película Nostalgia, de Andrei Tarkovsky, me parece una de las audacias mentales actuales que merece la pena mantener viva, como no, en la mente del mundo, el único tiempo que permanece al margen de la dictadura del espacio hedonista y consumista que ha impuesto el nuevo capitalismo anímico.


Decirles que la tertulia del domingo me interesó mucho por lo que no entendí. Es decir, por lo que me queda por saber, respecto al tema de la película, el sentimiento humano de la Nostalgia, que ha pasado a engrosar así el pasado, valga la redundancia, de nuestras vidas. A eso me refería cuando dije que no todos los pasados están agotados. Por lo que hay que volver a ellos, una y otra vez. Sin embargo, el propio espíritu mandón y sabelotodo del capitalismo anímico donde vivimos los espectadores que me acompaña a en esta tertulia, lo impide una y otra vez. A saber:


1 La tertulia tiene una virtud, sacarnos a todos contra nuestra voluntad, de la zona de confort. Lo cual no es suficiente para que prevalezca entre los contertulios la desconfianza, más, si cabe, si hay que hablar de la Nostalgia. La desconfianza no se aviene con cualquier sentimiento que provenga del alma. La desconfianza mata cualquier tipo de compromiso con la película y con los otros espectadores. Vale lo mismo para el club de lectura. ¿Cómo se puede comprometer uno con alguien o con algo si no tiene confianza?


2 Siendo la tertulia el lugar y tiempo del Saber del No saber, prevalece, sin embargo, la idea del experto del laboratorio, no la del que entra en un templo sagrado como nos propone Tarkovsky en su película.


3 Siendo Nostalgia una obra de arte prevaleció en nuestras intervenciones la razón medidora o analítica y no la razón poética, a la que se confundió con irracionalidad.


4 Siendo Nostalgia una película fuera de la actualidad, prevaleció el tono del cotilleo de la actualidad en las palabras de los contertulios.


5 Siendo la tertulia un lugar y un tiempo para hablar de lo que no se sabía de Nostalgia, prevaleció el yo no tengo nada que decir. ¿Cuántas veces en nuestro pasado esa fuerza auto censurante nos ha callado, no tanto para decir lo que sabemos sino para decir lo que no entendemos o lo que no sabemos. Lo que quiere decir que tenemos días y días en nuestro pasado en los que no hemos entendido nada. De eso, sobre todo de esa colosal ignorancia, también está preñado nuestro presente sabiondo.


6 Entonces, habiendo quedado en la tertulia para hablar sobre la peli, ¿cual es esa fuerza interior que nos impide, fuera de la zona de confort, hablar de lo que no sabemos. Hablar de nuestra colosal ignorancia?


Al mirar la peli de Tarkovsky, o cualquier cuadro de la galería principal del Museo del Prado nos cuesta (a mi el primero) desprendernos de nuestro presente lleno de imágenes de todo tipo y de nuestra mochila cultural, no hecha de estudios y aprendizajes meritorios, sino de restos o retales fuertemente identitarios, dominados por el Yo soy. Sin darnos cuenta que en el ámbito identitario se está con el cuerpo, solo se es en el ámbito creativo del arte, que es el ámbito del alma.


Mirar un cuadro o una peli, como Leer un cuento o una novela es una llamada desde el fondo de la obra al fondo eterno o lo que sucede siempre en nuestra Alma, no a la superficie coyuntural en que se encuentre metido nuestro cuerpo, ya esté jubilado o embarazado. En Tombuctú o en Aldea del Fresno.


Una llamada que viene de lo que es más grande que nosotros, de lo que no entendemos y no entenderemos nunca. Ayer con la presencia de Dios hoy con su desaparición, ayer con la tecnología de la sociedad agraria y el primer capitalismo del esfuerzo y lleno humos, hoy con la tecnología de ciudad digital y su hedonismo profiláctico.

viernes, 8 de noviembre de 2024

VICTORIA OCAMPO

 SONETO

Me gusta, triste, soñar por la tarde, cuando tañe la hora,
Sea con el céfiro perfumado de la primavera
o de un invierno helado la brisa monótona
que de las campanas me trae un sonido claro y vibrante.

Me gusta imaginarme en una playa bretona
Con su arena de oro y el océano inmenso
Y la queja sin fin de las olas que resuena,
Esas olas de tono glauco y espaldas de espuma.

Amo esos días de verano donde el sol cálido brilla,
el pájaro vuela borracho de luz y gorjea,
las flores perfumadas lo embalsaman todo y el prado es tan verde!

Pero lo que llega más a mi alma sensitiva,
lo que la hace llorar y la cautiva
es escuchar, oh Rostand, cantar su alma en verso.

QUEDARSE EN CASA

 Ir a comprar al híper de las afueras de la ciudad es a la vida urbana y cosmopolita, lo que las tiendas de ultramarinos o colmados fueron a la vida campesina, tercer principio legal de su razón de existencia. La propiedad de la hacienda familiar campesina, donde vive Gonzalo Trías es el primer principio y se organiza y define en torno al trabajo, el segundo principio legal campesino. Viajar, que también forma parte de lo que da relumbrón y prestigio a la gente que vive en la ciudad, junto con el BMW, los rayos UVA y hacerse fotos con el Partenón a la espalda, es para Gonzalo Trías uno de los placeres más tristes de la vida o el paraíso de los necios, como afirmó en su día Ralf Waldo Emerson, cuyas obras ha ido leyendo a lo largo de los últimos años. El caso es que lo que Gonzalo Trías llama hacienda familiar es una parcela de poco más de mil metros cuadrados, que compró a un arquitecto en una subasta de dudosa legalidad, en una urbanización de la sierra norte de la ciudad. Allí lleva viviendo cerca ya de treinta años, imaginado que es lo mismo que haber dado siete veces la vuelta al mundo, lo que convierte en un justo merecedor de quedarse en casa.


miércoles, 6 de noviembre de 2024

JOSÉ ZORRILLA

 TARDE DE OTOÑO (fragmento)

Ya viene el revuelto otoño
Recogiendo frasco y flores;
Pasó el sol con sus calores,
Y alumbra al fin otro sol;
Pasaron las alboradas
Deliciosas de la aurora,
Que el horizonte colora
De purpurino arrebol.
Pasaron las noches claras
De la luna y los jardines;
Las noches de los festines
Tras el otoño vendrán.
Pasó el tiempo de las citas
A deshora entre las rejas,
Los cuidados de las viejas,
De las niñas el afán.
Pasaron las serenatas
Debajo de los balcones,
Las rondas y las canciones
Del mancebo emprendedor.

JURADO Nº2

LA BOLSA O LA VIDA, COLEGA

Antes de iniciarse el juicio contra James Sythe, acusado de haber matado a su novia Kendall Carter mediante atropello tras una discusión en un bar, a la jueza no le interesa lo que piensan sobre “Su Ser” cada uno de los miembros del jurado, solo si están limpios de polvo y paja respecto a su “Deber Ser” como ciudadanos. La ontología se oculta así tras la ley. Esta praxis que impone la jueza, dueña y señora de la sala donde se celebra el juicio, promueve una visión dualista del mundo allí dentro con fundamento moral: a un lado, los miembros del jurado que juzgan, intachables como han confesado a la jueza; al otro, el acusado de la muerte de su novia, con cara de malote y tal. Una visión del mundo que es a la que el espectador se tiene que enfrentar desde el primer plano. Resumiendo, después de los trámites pertinentes según el protocolo del derecho positivo: la explícita denuncia por parte de la jueza de aquel crimen en la persona del acusado, proclama implícitamente la decencia de todos y cada uno de los miembros del jurado.¿También la del espectador? Comenzamos. 

No pasará mucho tiempo para que el espectador se dé cuenta que puede que se encuentra ante una nueva versión de la peli “Doce hombres sin piedad”. Pero también se dará cuenta, casi al mismo tiempo, que las motivaciones que impulsan a Davis, Jurado nº 8 (Henry Fonda) a dudar razonablemente de la culpabilidad del acusado en el juicio de la peli de Sidney Lumet, no son las mismas que las que tiene Justin Kemp, Jurado nº 2 (Nicholas Hoult) en el juicio de la peli de Clint Eastwood. Lo cual le lleva a sospechar que como no cambie de lentes como espectador de la peli de Lumet no podrá ver la peli de Eastwood. O la verá borrosa. La peli de Eastwood no es un remake, ni tan siquiera una versión como he dicho antes de la de Lumet. Lo que Eastwood hace es otra cosa bien distinta. A saber, dentro de la filmografía judicial en la película de Eastwood la justicia no la representa ya el equilibrio de la balanza en la conversación que vemos en la escena final o la firmeza de la jueza en las escenas del principio para que el jurado sea burocráticamente indiscutible, sino el paulatino y silencioso desequilibrio que muestra el Jurado nº 2, representado en la persona de Justin Kemp. Un joven adicto en recuperación que lidia con el trauma del aborto espontáneo de su esposa Ally y que está a punto de ser padre nuevamente, es llamado para ser jurado en un juicio muy mediático. Todo podría parecer bastante claro, si no fuera porque la misma noche de los hechos, Justin conducía por esa misma carretera y creyó golpear algo, un ciervo pensó, pero la noche cerrada y la lluvia le impidió ver si realmente había pasado algo y a qué podría haber dado con su coche. Kemp rápidamente se verá enfrentado a un grave dilema moral cuando llega a la conclusión de que pudo haber sido el responsable de la muerte violenta de la víctima. Lo que precipita ante el espectador una nueva expectativa narrativa que conduce a un dilema moral que, no por sabido en la intimidad de cada cual, se resiste a aparecer explícitamente en la pantalla. Eastwood ha decidido que basta ya de los cinismos e hipocresías que llenan en privado  las vidas relumbronas de los miembros de la clase media que retrata en su película: la justicia no es ese concepto abstracto y absoluto que reivindica Henry Fonda en “Doce hombres sin piedad”, muy al contrario. Que la justicia falle de forma consciente puede ser la única solución para que siga la vida (aunque se joda la justicia), nos viene a decir el director californiano en su posible testamento fílmico. No siempre, claro está, pues tratándose de la justicia humana y entre humanos, no podemos olvidar que toda obra humana es por definición defectible y debe corregirse si se llega mentalmente a tiempo, nos viene también a sugerir irónicamente Eastwood. No parece que eso haya sido así para el violento novio de la mujer muerta por atropello, que siendo inocente de tal crimen se tendrá que pasar el resto de su vida entre rejas. Todo para que la niña que ha tenido el cobarde Jurado n º 2 no sea “huérfana” desde el primer día de su nacimiento. Así es la vida, a pesar de las ensoñaciones de nuestra imaginación.


La Justicia como la Paz son dos ideales que la imaginación humana produce debido a sus ansias de perfección divina, pero es conveniente no olvidar que no son realizables fuera de aquella imaginación humana. Aunque también es verdad que si no estuvieran ahí, tampoco sería posible la corrección adecuada a lo que por definición, como he dicho es defectible. A saber, evitar la guerra, la mayor de todas injusticias que los humanos podemos cometer, y que nuestro creciente descontento existencial - lo que diferencia a la época de Lumet de la de Eastwood - no exaspere sin control la culpabilización de los demás o la víctima convertida en verdugo, para evitar el pernicioso y cínico “yo no he sido”, santo y seña global de esta época nuestra, junto con el “y tu más”.


Es la ambigüedad con que trata Eastwood los conceptos absolutos universales: justicia, lealtad, amor, vida - que no es tan acusada en Lumet, por ejemplo, su jurado nº 8 Henry Fonda, es de una pieza desde el principio de sus dudas, nunca duda que dude - lo que puede permite al espectador, si quiere, mantener la distancia suficiente para que sigan vivos sus ideales a sabiendas de que no se cumplirán nunca, y no sentirse mal por ello, al contrario orgulloso de ser así no como otros. Esa ambigüedad, digo, es la portadora de la lucidez que le falta al espectador, metido con ésta en la caverna de la vida cotidiana actual. Eso solo se pude hace, si se quiere, cuando se han cumplido 94 años. Es decir, cuando uno ha alcanzado la sabiduría humana: “solo sé que no sé nada”. La vida no es un valor absoluto, la niña de Justin Kemp nació pero podía no haberlo hecho, como él bien sabe al haber perdido las dos gemelas en el aborto espontáneo de su mujer. La bolsa del violento acusado pudo quedarse con ella si le hubiera dicho en el bar a su novia muerta que la quería con locura, como así confesó después. Pero no lo hizo, y perdió la bolsa de la mano de un fallo consciente de la justicia, que podía haber sido más justa o menos consciente, pero no lo fue porque iba a nacer la niña de Justin Kemp, etc etc.


viernes, 1 de noviembre de 2024

CIRCE MAIA

Por detrás de mi voz

Por detrás de mi voz
-escucha, escucha-
otra voz canta.
Viene de atrás, de lejos;
viene de sepultadas
bocas y canta.
Dicen que no están muertos
-escúchalos, escucha-
mientras se alza la voz
que los recuerda y canta.
Dicen que ahora viven
en tu mirada
(sostenlos con tus ojos,
con tus palabras,
sostenlos con tu vida,
que no se pierdan
que no se caigan)

CLUB DE LECTORES 17

Leer es una Promesa de felicidad de las palabras del narrador o lectura estética (argumental) desinteresada del lector.

(…)

Venimos al club de lectura no a levantar acta de que nos hemos identificado con el narrador o con alguno de los personajes. Venimos a ver que aspecto universal de la condición humana universal, en el sentido que le pasa a todos y en todo tiempo y lugar, queda reflejado en la particularidad de los personajes o del narrador correspondiente. Esa relación que mantenemos con esa particularidad es la que nos hace aprender en cada película o novela o cuento. Y eso que aprendemos es lo que venimos a compartir con los otros lectores o espectadores

(…)

Leer: Virtud o entretenimiento.

Acción cívica a favor de la comunicación humana, mediante la emoción creativa de la lectura.

(…)

Todo vale y todo vale lo mismo en los procesos de entretenimiento o de evasión, pero no en los procesos de aprendizaje. En estos últimos todo vale pero no todo vale lo mismo, puesto que los compromisos con las formas de aprendizajes son diferentes, los horizontes que se abren ante el aprendizaje son diferentes - y eso se observa en la forma de argumentar y es consecuencia del uso del lenguaje - y la forma de hablar es diferente. En la medida que vas aprendiendo hay aprendizajes que no salen prácticamente de la zona de confort y hay aprendizajes que se van a los confines del mundo. Todo vale pero no vale todo lo mismo. Como se mide esa distancia, por  las palabras de confort: tópicos, lugares comunes  clichés que aparezcan o no en el discurso.

(…)

Leer es eso, es encontrar las propias moléculas (Deleuze). Es decir, es encontrar y tener relación con lo que amas en los libros. En compañía de otros igualmente enamorados. Evitando así el enojoso trance de tener que tratar con el aire de superioridad que tienen, a fuerza de ser tontos, quienes envejecen sin haber encontrado los libros que verdaderamente hubieran amado.

jueves, 31 de octubre de 2024

DULCE MARÍA LOYNAZ

 PRECIO

Toda la vida estaba
en tus pálidos labios...
Toda la noche estaba
en mi trémulo vaso...
Y yo cerca de ti,
con el vino en la mano,
ni bebí ni besé...
 
Eso pude: Eso valgo.

EL UNIVERSO

 Faltó que mi mujer hubiera estado de compras para desangrarme en medio de la cocina. Todo sucedió de la manera más inesperada. Yo estaba preparando la cena que consistía en una crema de calabacín y algo más de acompañamiento. Cuando estaba pelando el segundo calabacín, una mosca enorme se puso encima del primero que ya había pelado moviendo las alas con desesperación. Sin pensarlo un segundo traté de ahuyentar al enorme insecto con el cuchillo que tenía en la mano derecha, con tal mala fortuna que el golpe no atinó contra la mosca, sino que, de forma inexplicable, lo hizo contra el dedo meñique de mi mano izquierda. El gesto tuvo ante mi un valor existencial de índole vengativo, antes de haber leído la metamorfosis de Kafka. Por ejemplo, al haber abandonado el universo de los ultramarinos del barrio, al que tiempo atrás  yo pertenecía junto con la mosca que zumbaba a mi lado entre los productos del colmado, y querer erigirme ahora en alguien de pertenencia superior a ella al ir a comprar al híper de las afueras de la ciudad.


martes, 29 de octubre de 2024

MARÍA GARCÍA ZAMBRANO

 La comunidad 

No hay razón para desaparecer

el dolor escondido bajo llave
en los párpados bajo llave

no hay razón para no responder
responso respuesta responsabilidad
no hay razón en no mirar hacerse el loco yo no he sido

jugamos a la solitaria y atamos los hilos
cortados hilos finísimos que dieron de sí
y ahora
todas las puntas en hueco

no hay razón

VIDAS PASADAS

 No somos espectadores o lectores genéricos o generalistas. Cada película, novela o cuento nos interpela y nos hace espectadores o lectores diferentes en la experiencia misma, solo ahí, de nuestra visionado o lectura y en función de cómo nos interpele el narrador desde el “Saber del No Saber”, que es el Saber propio del Alma, común a todos los narradores, espectadores y lectores. Cada visionado de una película o lectura de un cuento o novela  se justifica ante la historia que cuenta por el encuentro de una verdad, o visión del mundo, desde la extrañeza de la propia vida del espectador o lector, que alcanza su claridad en aquella película o en aquel cuento o novela.

Atención, por tanto, a la primera escena de la película “Vidas pasadas”, de la directora Celine Song, que acaba con una  mirada tan intensa como desconcertante de la que será a partir de ese momento la narradora y protagonista de la historia dirigida al espectador, que lleva poco mas de dos minutos puesto delante de la pantalla. Intuyo que la narradora protagonista me viene a decir, como forma de presentación pues nos acabamos de conocer, lo siguiente: 


Yo narradora te miro a ti, espectador, intensamente a la cara para hablar contigo de mis peculiaridades como coreana o como emigrante a Canadá o como vecina de Nueva York. O más bien te miro a la cara, es decir, busco tu complicidad porque estoy jodida sabes, y lo estoy por lo que creo que lo está todo el mundo, tú querido espectador también. Estoy jodida, te digo, porque no sé desde donde mirar a este chico que me hacía llorará de niña y ha venido a verme ahora que es adulto, que somos adultos. Fíjate. Querido espectador, no te pregunto si tú lloraste de niño, o si eres español o zamorano, o si crees en Dios o en el dIablo, no,  te pregunto, por eso te miro a la cara intensamente, por ver si eres adulto como para ser mi cómplice en este doloroso trance en que me encuentro. A saber, cuando la inteligencia invierte su sentido natural de dominar la materia a servicio de la vida en el espacio y se orienta hacia lo que dura en el tiempo, se produce la conciencia de sí, una conciencia que se olvida de sus objetos, una conciencia convertida, inmensa en un océano de vida. En este punto parezco una filosofa hindú y budista: la conciencia se reabsorbe en su origen y cumple así el sueño de la liberación, el de fundirse de nuevo con el todo. Se desprende de lo acabado y cabalga sobre lo que se está haciendo. NO OTRA COSA ES LEER UNA NOVELA O UN CUENTO O VER ESTA PELICULA de la que soy protagonista. Navega sin distraerte, sin detenerte con la ilusión de lo ya hecho. Ante tu conciencia aparece un mundo nuevo, visto, por así decir, desde dentro. Experimenta el poder de entrar en contacto con lo íntimo de las cosas, con su duración. Este es el sentido filosófico de la simpatía: una sincronización con la duración. Sintonizar, vibrar al unísono. Desembarazarte del ritmo del yo para asumir el ritmo del tú. 


¿Es esto posible? ¿El viaje de Nora (estupendamente interpretada por Greta Lee) al que asistimos como espectadores se centra en aprender que para ser la persona que se es se tiene que renunciar a la que se podría haber sido? ¿Nora no puede tenerlo todo? ¿Es eso lo que ha aprendido Nora y el espectador a su lado? ¿Así lo sugieren las lágrimas que vierte de formo oculta en el hombro de su marido Arthur, después de despedirse de su amigo de infancia Hae Sung? ¿Lo que queda en al aire es si se podrá enfrentar a su aprendizaje? ¿Sus lágrimas en su ambigüedad también lo sugieren? 


La puesta en escena de la película, sin embargo, también sugiere el esfuerzo de Nora por transcenderse a ella misma, y salir del tiempo de la  actualidad (el del reloj) - que es desde donde hablaron los contertulios, siempre atornillados a ella - por liberarse de los propios sueños y resonar con el universo entero. No olvidemos que Nora conoce la filosofía india y zen y tampoco olvidemos los tramos de tiempo del reloj, elegidos por la directora, de los encuentros de los protagonistas, son cada 12 años, el primero de manera virtual y el segundo es presencia en la ciudad de Nueva York. Y, por último, no olvidemos que la textura y estructura de la puesta en escena de la película, panorámica horizontal, no remite a una crónica social y psicológica con lente irónica o caricaturesca sobre de la clase media de Nueva York, tipo películas de Woody Allen. Al contrario, se percibe, a pesar de las limitaciones del cine en estas cuestiones del alma, una voluntad cuasi divina en el actitud de Nora, pero también el gozo de quien quiere liberarse de la determinación de seguir dominando las cosas, conjurando el fantasma de la nada, la angustia metafísica. La Eternidad ha dejado de ser conceptual: ¿es lo que parece que quiere entender Nora? Y como todos los conceptos ha dejado de ser inmutable, estática, de la lógica simbólica. Es una eternidad viviente, itinerante, inacabada. Una eternidad en busca de su destino. Nada está escrito. No se trata ya de buscar lo eterno que hay en las cosas y las personas (Nora y Hae Sung), sino de saber si Nora será capaz de acompañarlas en su transcurso. ¿Por eso nos mira intensamente a la cara, nada más comenzar la película? ¿Seremos capaces de acompañarla como espectadores en su transcurso?

viernes, 25 de octubre de 2024

MIA COUTO

 LA LENTITUD DE LA SED


La llegada de los bueyes

al abrevadero

me enseña a esperar,

el tiempo del agua

en el cuerpo de la tierra.

 

El buey

no necesita que lo sueñen.

 

El buey bebe

y los ojos se​​ le​​ llenan de cielo.

 

La tarde, terrestre,

se​​ justa los lazos,

mujer ofreciéndose

al​​ trenzar de los cabellos.

 

Un día me realizaré,​​ 

acabado y definitivo,

como​​ se acercan​​ del abrevadero​​ los bueyes.

 

Un día,

seré bebido por el cielo.

JOSÉ HIERRO

EL Buen momento 

Aquel momento que flota

nos toca de su misterio.

Tendremos siempre el presente
roto por aquel momento.3

Toca la vida sus palmas
y tañe sus instrumentos.
Acaso encienda su música
sólo para que olvidemos.

Pero hay cosas que no mueren
y otras que nunca vivieron
y las hay que llenan todo
nuestro universo.

Y no es posible librarse
de su recuerdo.

CRÓNICAS DEL RÍO MENO Y 17

 ESTO SE ACABA, PERO ACABA BIEN

No siempre es fácil poner fin al recorrido previsto como Dios manda, que en esta ocasión no significa otra cosa que llegar a la meta que hemos señalado en el mapa montados sobre la bicicleta. Y si es una ciudad grande, como es Frankfurt de Meno, el placer de entrar en ella dando pedales da sentido definitiva a esa aventura que supone vivir sobre una bicicleta durante quince o veinte días seguidos. Ya sé que no es comparable a las aventuras de Marco Polo o Hernán Cortes, pero cada época, como nos advierte María Zambrano en su libro “Hacia un saber del alma”, se justifica por una verdad que encuentra claridad en ella. Y, a mi entender, un viaje cicloturista es también, además de un viaje indudable del cuerpo, un viaje del alma, que encuentra su verdad en la forma y el momento en que concluye. No he dejado de darle vueltas al asunto por tratar de encontrar una explicación convincente, y siempre acabo en el mismo nudo hecho a base nostalgias y añoranzas varias. Una de esas nostalgias es que cuando me aficioné al ciclismo de alforjas, las grandes ciudades todavía tenían entradas y salidas por donde circularon durante siglos las diligencias y demás vehículos de tracción animal. La megalomanía urbanística no había enseñado aún sus verdaderas fauces depredadoras, lo cual permitía transitar por esa estampa de transición, que durante unos años existió, entre la época analógica y la digital, por decirlo así. Por ejemplo, una de mis mayores satisfacciones era salir de Madrid pedaleando por la carretera del Pardo, a sabiendas  que por esa misma carretera, con peor o mejor asfaltado pero con igual trazado, circuló en su coche de caballos con frecuencia, en el siglo XVIII, Francisco de Goya cuando iba a visitar a la Duquesa de Alba en su casa, léase entonces el Palacio de la Moncloa. Ni que decir tiene que todo eso ya no es posible y, por tanto, tampoco lo es evocar esas dos formas de movilidad humana que son el coche de caballos y la bicicleta, que unen el mundo antiguo y el moderno como ningún Ferrari o avión supersónico podrán hacerlo nunca. No solo es que la antigua carretera goyesca haya desaparecido sin dejar rastro por razones del consabido progreso unidireccional, es que la bicicleta y el ciclista han sido borrados, al menos en en ese tramo de la ciudad de Madrid, como sujetos de pleno derecho de ese progreso urbanístico. Recuerdo ahora con especial emoción, de la que di cuenta en su día en las respectivas crónicas publicadas en este blog, los finales de recorrido aupado sobre la bici entrando en Budapest y Berlin (en dos viajes) y la llegada a Ulm, ciudad natal de Albert Einstein; está ultima está situada entre el estado de Baviera y Baden-Wurtemberg y se encuentra a pocos kilómetros al sur de Miltenberg, que será el final de este recorrido en bicicleta siguiendo el río Meno, aunque realmente acabará en Frankfurt después del viaje en tren que separa ambas ciudades. 


El caso fue que después del chaparrón matinal, mientras desayunábamos, vimos que salió el sol en nuestro honor y nos animamos a montarnos en la bici con destino a Miltenberg. Fuimos  de nuevo al puente sobre el río Tauber para pasar a su orilla izquierda, que será la misma del Meno a partir de su unión en la desembocadura. A penas llevamos recorridos 1 km, empieza a llover de nuevo y nos refugiamos bajo un puente, miramos el cielo y decidimos ponernos las capas y continuar camino caiga lo que nos caiga del cielo abierto. En pocos km ya no hacen falta. Seguimos por el lado izquierdo del Main, un par de repechos, y pasando cerca de dos pueblos con anuncios de Biergarten y de Zimmer Frei, tan queridos a nuestras expectativas en nuestro quehacer diario ciclista. Una habitación disponible para dormir y una cervecería con jardín para comer y beber es lo que nunca desaparece del anhelo básico del pedalear diario. También vemos que las moras crecen con vigor en los márgenes de zarzas que crecen en el camino, lo que preludia la mermelada que se puede hacer con ellas. Y todo seguido hasta entrar en Kirschfurt y justo antes de cruzar el puente, hay un banco mirando al río en el que nos paramos a comer los bocadillos de hoy. Bien porque han puesto un árbol delante para no ver el puente y el tráfico, la sensibilidad ciclista ante el tráfico rodado de automóviles sigue en plena forma. Desde esta atalaya vemos en lo alto de las colinas las ruinas de poblaciones medievales antiguas que buscaban en las alturas la protección necesaria ante la invasión enemiga, siempre amenazante, como ya he dicho en una entrada anterior, por las constantes guerras de los margraves, el nombre que reciben los señores nobles en esta parte de Alemania. Esta línea del cielo es9 una constante, allí donde se conservan las mencionadas ruinas, del curso del río Meno. Para continuar camino, después de nuestro almuerzo, no nos queda más remedio que atravesar una zona industrializada, que se irá combinando con zonas de plantaciones de viñas hasta llegar  Miltenberg. Conviene recordar que estamos en la zona más cálida  de la Baja Franconia, donde, por tanto, la producían vitivinícolas es la más abundante y de mejor calidad de Alemania, según dicen los entendidos.


La llegada a Miltenberg está presidida por un gran número de casas de entramado de madera, la más antigua de las cuales data de mediados del S. XIV y se encuentra en la calle principal, Hauptstrasse. Casi sin darnos cuenta nos introducimos en el Barrio Negro. Su nombre viene del hecho de que la colina ensombrece este barrio y en los meses de invierno el sol apenas lo ilumina. Hay aquí casas de entramado de baja altura, donde vive la gente de Miltenberg. Es la parte más antigua de la ciudad que acaba en la plaza del mercado. Aquí se encuentra la cervecería Faust, la más antigua del área del Rin-Meno, que ofrece tours y cuya cerveza puede probarse también en la posada Zum Riesen. Pero también se encuentra la bodega St. Killian Kellerei, que vistamos de manera gratuita y aprovechamos para probar sus vinos. Y es que Miltenberg, pertenece a la ruta del vino de Franconia, por lo que es un buen lugar para probar los vinos que se producen en este área, como ya he dicho, la más cálida de Baviera y donde abundan los mejores viñedos.


Después de hacer una visita de tipo espiritual a la capilla de San Laurentius y su cementerio, con la intención de compensar los efectos etílicos de esta zona, nos acercamos a los restos de la antigua muralla donde se encuentra la torre Schwertfeger y la puerta de Maguncia, que ya desde el S. XIV es la entrada a la ciudad. Desde aquí tomamos conciencia, como nuestros antepasados medievales con sus carros de caballos, que estamos bien encarados hacia el final de nuestro destino. Como el río Meno que nos ha acompañado mientras crecía en su grandeza. Por la tarde nos acercamos a la estación de tren para sacar el billete, que nos llevaría al día siguiente, a nosotros y a la bici, hasta Frankfurt de Meno. 


miércoles, 23 de octubre de 2024

ALDA MERINI

 El rostro

Vieras el rostro de mi alma
cuando te veo y tiemblo
y se vuelve hoja de escucha.
Vieras el dedo de mi corazón
que te indica caminos desconocidos.
Vieras mi amor
que es tierno hijo
que crece sin padre

CRÓNICAS DEL RÍO MENO 16

 UNA FIESTA EN MEDIO DE UNA DESEMBOCADURA 

Llegar a un pueblo a punto de celebrar su fiesta anual de verano es hacerlo, a la vez, en el peor y en el mejor momento. En este viaje ya nos había pasado algo similar en Bayreuth, como ya he comentado, inmersa como estaba la ciudad en los preparativos del recordatorio anual del genio y figura de Richard Wagner, pasando por su sepultura, en el jardín de su casa, al lado, como no, de su mujer Cósima. En esta ocasión era Wertheim, la ciudad cuyo casco medieval está situado en la desembocadura del río Tauber en el río Meno. Un camión, a la entrada de la ciudad, hizo valer su poder sobre el asfalto. La escena vale la pena recordarla porque tiene que ver con los preámbulos que he mencionado. El mencionado camión estaba a punto de entrar en la ciudad cargado de materiales relativos a la fiesta que se avecinaba. Hizo la maniobra para entrar en el puente sobre el río Tauber, justo al mismo tiempo que yo también quise entrar en el mismo puente. Fui yo quien cometió la infracción, pero fue el camionero que impartió justicia medieval, o al menos todo lo medieval que hoy se puede impartir justicia. Parado en seco delante del puente por mi culpa y la de mi bici, a pocos metros de que el río Tauber desaguara en el cauce de su colega el río Meno, el camionero asomó la cabeza por la ventanilla de su camión y juró en arameo traducido al teutón. No se bajó del camión, que era lo que yo más temía. Yo pedí disculpas en castellano turístico y me aparté de la calzada para que pudiera pasar su majestad. Afortunadamente todo el duelo quedó en eso. El camionero hizo la maniobra oportuna para encarar de nuevo su entrada en el puente con el camión, y al pasar delante de mí y mi bicicleta nos miró con cara de habernos perdonado la vida. Yo hice un gesto con el brazo derecho en señal de agradecimiento por el indulto y esperé a que acabara de cruzar el puente para hacer yo lo propio a continuación, garantizando así la imposibilidad de un nuevo encuentro o encontronazo, según se mire. Presidiendo la justa anterior, por seguir con la jerga medieval, en todo lo alto de la desembocadura del Tauber y el Meno, se alzaba la figura apabullante del castillo medieval de la ciudad, que nos invitaba a  hacerle una visita y así olvidar el incidente con el camionero  festivo. Decidimos aceptar su invitación, pero antes tratamos de reponer fuerzas físicas y mentales en el hotel que habíamos reservado para pernoctar. 


El origen de este castillo encaramado en una colina sobre la ciudad se remonta al siglo XII, siendo ampliado de forma continuada hasta el siglo XVII. La Guerra de los Treinta Años y una explosión en el polvorín dejaron el castillo con un aspecto similar al que podemos ver hoy, ya que en la década de los 80 del siglo pasado fue reconstruido. Desde entonces está abierto al público y en el se realizan eventos de diversa índole a lo largo del año. La subida es exigente, pero con calma medieval se consigue llegar al cielo. En la ascensión nos encontramos con peatones dispuestos como nosotros a cumplir sus leyes con tal de recibir la gratificación celeste. Y es que justo desde ahí, el cielo, se podían ver los preparativos de la fiesta que se avecinaba entre las calles del casco antiguo de la ciudad, al lado de la desembocadura de los ríos Tauber y Meno. Desde allí arriba se tenía la mejor perspectiva de este fenómeno fluvial, que por otra parte me parece algo tan humano. Ceder lo único que tienes como herencia, a quien va a continuar el camino hasta el final, es un gesto de ejemplar generosidad a la que la naturaleza constantemente nos invita. Aunque las mejores vistas de este tipo de construcciones medievales son las externas, no estuvo de más hacer una vista al interior, que aunque medio en ruinas ofrecía una estampa de permanencia y perseverancia que no dejaba de sorprender por su vigente sintonía actual. 

 

De vuelta al puente de los suspiros y las malas caras, como decidí nombrar al lugar de encuentro con el camionero de marras, nos dirigimos al centro histórico de la ciudad para observar cuál era el espíritu de la fiesta un día antes de su comienzo. La ciudad habitual, por decirlo así, quedaba tapada por la puesta en escena de la fiesta. Conté diez espacios desde donde al día siguiente la música expandiría sus sonidos por cada rincón del trazado urbano.  Tal y como estaban colocados de forma estratégica no habría rincón que quedaría al margen de semejante algarabía. Y menos que nadie el señor de azul llamado el optimista. Una estatua que un vecino construyó cerca de la casa de entramado pintada del mismo color azul, para levantar los ánimos en la época de la pandemia reciente. Desde entonces se ha convertido en un icono singular del trazado turístico de la ciudad. Las casas de entramado son uno de los atractivo del centro medieval de Wertheim. Véase la plaza del mercado como ejemplo a destacar junto a la casa azul. No tengo constancia de que fuera destruido por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, por lo que es de suponer que estas casas que vemos son las originales, con sus correspondientes mantenimientos, claro está, a lo largo de los siglos.


Entramos dentro de la capilla de Santa Aquilina. Desde fuera la capilla está a la altura de la cripta sobre una escalera rústica de herradura. Todo el conjunto, escaleras y capilla, es de piedra roja. Dentro hay una tumba con una escultura con ojos pintados, que te mira al entrar como si te pidiera motivos para que la saques de su silencio eterno. Dentro se canta y nos dejamos llevar sin resistencia laguna por el eco que inunda toda la capilla. Excelente, de excelencia mundana. Es una sola sala redonda que se eleva hacia el cielo con formas puntiagudas. Salimos y entramos en la iglesia de al lado, la colegiata. De rito evangelista, al fondo en el coro hay una reunión de esculturas, que forman un gran conjunto sepulcral con mausoleo, parece todo en mármol blanco. Veo que es un señor, con un león de piedra, que le protege de sueño eterno. Como verán, aquí dentro, casi todo está bendecido por la eternidad. En honor, ay, de nosotros pobres mortales. Volvemos dando la vuelta por el Rathaus, su torre se encuentra junto al Tauber y el paseo por su orilla izquierda. De repente, el cielo se abre y nos cae la primera lluvia del día. A unos pocos metros siguiendo la orilla del Meno, cosas de la complicidad fluvial que solo existen en las desembocaduras, llegamos al cementerio judío, donde se encuentran enterrados algunos de los que perecieron en la época nazi. Ni que decir tiene que todo este recorrido está jalonado por los puestos a medio colocar de todo tipo, que junto a las estructuras de música antes mencionada, al día siguiente sábado serán los auténticos protagonistas del fin de semana que nos echa encima. Aunque hoy viernes, cueste creer que puede llegar a ser así, tal es el alegre desbarajuste que percibimos. La lluvia ha cesado, lo que nos anima a iniciar el camino hacia nuestro próximo destino.


viernes, 18 de octubre de 2024

LA LATA DE SARDINAS

 Siempre hay alguien que nos mira cuando queremos abrir una lata de conservas con el abre fácil. Confieso que mi fe en la bondad del mundo se ha refugiado en estos actos cotidianos. Para el mundo es más seguro que así sea. Créanme, soy incapaz de adaptarme a la facilidad que estas latas anuncian en sus envases. Hace años tuve que abrir una lata de sardinas mientras mi mujer andaba preparando la comida. Al tirar de la argolla del abre fácil me corté entre el dedo gordo y el índice. Faltó que mi mujer hubiera estado de compras para desangrarme.  


jueves, 17 de octubre de 2024

ELEUTERIO PRADO

 TRANSHUMANCIA

Más lenta que el rebaño en el ocaso
llegó la primavera.
En el sigilo
que hace temblar el alba entre dos luces
llegó por el rocío
abriendo la ternura de los tallos
e iluminando abril de azul florido.

Y de nuevo, a lo lejos, las montañas
parpadeaban azules en los picos
con la nieve cercada de amapolas
tras la vereda verde de los trigos,
y de nuevo pastores y rebaños
se ponen en camino...

... y otra vez, como siempre, primavera,
tu corazón y el mío.

CRÓNICAS DEL RÍO MENO 15

 EL CASTILLO DE BLANCANIEVES

Al salir del museo municipal de Karlstad había llovido con fuerza. Una tormenta del verano centro europeo que yo siempre la experimento como un adelanto del otoño, a pesar de que estamos a mediados de julio. El pavimento estaba empapado y trasmitía esa percepción resbaladiza de las pistas de hielo. Íbamos caminando como Jack Nicholson en esa película e la que siente un rechazo por todo lo que le rodea, y que cuando sale a la calle va dando saltitos como si la peste bubónica estuviera adherida al alquitrán del asfalto. La película se titula: Mejor…imposible. Antes de iniciar la etapa del día que nos llevará a Lohr, nos damos una vuelta por los restos de las murallas que en su época medieval protegieron a la ciudad de los invasores enemigos. La luchas de los nobles por el dominio del territorio hizo habitual las guerras entre unos y otros, aunque todos estuvieran bajo el palio del Sacro Imperio Germánico y la bendición unificadora europea de Carlomagno. En una época de globalización y cosmopaletismo como la nuestra, siempre resulta grato contemplar los restos que se mantiene en pie de las murallas medievales, pues lejos de parecer un estorbo, como les parece a los cosmopaletos, me parecen un testimonio insustituible de una concepción del espacio y del tiempo medieval que ya anunciaba la visión cuántica de muchos siglos posteriores. La mirada defensiva de quienes ocupaban los intramuros de la ciudad amurallada y la mirada conquistadora de quienes ocupaban los extramuros de la misma ciudad no pueden aglutinarse -  se ponga como se ponga el objetivista Newton - en un concepto absoluto e inamovible ajeno a la realidad amurallada que los unos y los otros perciben. La Peña de los Cosmopaletos no puede quedarse tan campante, como si no pasara nada. Nosotros mismos, que en nuestra visita a las antiguas murallas de Karlstadt hicimos los dos papeles de sitiadores y sitiados, nos dimos cuenta que eso de buscar lo absoluto en aquello que de ninguna manera puede llegar a serlo, viene de lejos y es el trabajo propagandístico habitual de los profesionales del poder y del éxito científico o artístico, las dos caras de la misma moneda secular del sometimiento humano. Sea el centro del poder universal de la época el Vaticano, Sillicon Valley o Pekín.

El pedaleo hacia Lohr es un muy ligero, es decir, que las piernas están llenas de alegría o con buenas vibraciones, como dicen los periodistas deportivos de las competiciones ciclistas en carretera: léase el Tour de Francia, el Giro de Italia y La vuelta de España. Ello nos permite disfrutar, durante algunos kilómetros, de un viaje sin calor por la orilla izquierda del río Meno, en otros tramos vamos entre el río y la vía de tren, a veces entre la carretera y los campos sembrados. En Alemania es frecuente coincidir al mismo tiempo y  lugar con algunas de las diferentes formas de movilidad humana hoy vigentes: carretera, fluvial, ferrocarril, peatonal y bicicleta. Antes de llegar a nuestro destino vemos con sorpresa a algunos paisanos o ciclistas que se paran a coger moras en el camino del carril bici, otro indicador de cómo el otoño se adelanta por estos pagos. Entramos en Lohr por la calle principal, como debe ser. A la derecha se encuentra la iglesia de San Michel, como no, y entramos. Y como no, las estatuas están decoradas con el color blanco que hemos venido observando durante todo el viaje. Pero como novedad observamos al santo “literalmente engordado” con una Biblia apoyada sobre un atril de madera, que soportan los 4 evangelistas. El conjunto se encuentra justo delante de la entrada, donde vemos un aviso de precaución para el visitante distraído sobre los escalones que hay antes de acceder a la nave principal de la Iglesia. ¿Lo nunca visto?, nos preguntamos. El Vaticano se adapta a los tiempos y no solo piensa en el visitante a sus iglesias como feligrés, sino, y sobre todo, como turista. El Santo Padre reza por nosotros para que volvamos. Así queremos entender la música de órgano que se oye como despedida, al salir a la calle principal. Caminamos durante un rato al lado de las bicicletas y antes de ir al hotel vemos un restaurante italiano, que pensamos puede ser el lugar donde cenaremos más tarde. Pero antes, y para celebrar que hemos llegado sanos y salvos al final de etapa, nos sentamos en su terraza cubierta y pedimos dos vinos, un Lugana y un Montepulchiano. Pedalear sobre una bici, aunque parezca mentira, no es lo mismo, en términos de seguridad y certeza, que conducir un coche. Para el conductor su coche es el espejo donde se refleja todo lo que ha logrado ser en la vida. Además de un acto suntuario social, es una meta en al que siempre aparece él como único habitante. Da igual los complementos que los fabricantes vayan añadiendo en los nuevos modelos, todos están a servicio de ese único propósito. Sin embargo, el ciclismo de alforjas es el epítome de la precariedad y el riesgo, sea dicho y entendido siempre dentro del ámbito de seguridad que caracteriza a la sociedad donde vivimos. Es por ello que la expresión “sanos y salvos”, que he dicho antes, debe ser entendida dentro del mismo ámbito. Y su celebración con vinos italianos, también. Cenamos donde habíamos decidido y dejamos la visita al castillo de Blancanieves para la mañana siguiente. 


¿Qué tiene que ver el cuento de hadas con la ciudad de Lohr?

Como casi todo el mundo sabe, «Blancanieves» es un clásico de los hermanos Grimm, que narra la historia de una princesa llamada así por su piel blanca como la nieve. Tras el fallecimiento de su madre, su padre se casa con una mujer malvada, que envidia su belleza, e intenta quitarle la vida.  Esta logra escapar y encuentra refugio con siete enanitos. Sin embargo, la madrastra la envenena con una manzana y la sume en un sueño profundo, siendo colocada en un simbólico ataúd de cristal. Este cuento relata la vida real de Maria Sophia Margaretha Catherina Von Erthal, una princesa que perdió a su madre y fue criada por una madrastra entre las paredes del castillo de Lohr. De una manera u otra los tres elementos, alrededor de los cuales se organiza el cuento, pululaban por el castillo, a saber, el ataúd de Blancanieves, el espejo de la madrastra y la manzana envenenada. De los tres el que atrajo mi atención de adulto fue, como no, el espejo de la madrastra. Por aquello de que si la apariencia de la vida funciona, la vida también funciona. Principio del que era total desconocedora la madrastra de Blancanieves.


Por lo demás, el castillo tiene otros atractivos turísticos de índole local y gastronómico, para el deleite de los padres que traen a sus hijos para que conozcan el lugar de los hechos del cuento que a ellos le contaron en su infancia. Y así garantizar que la tradición abierta con los hermanos Grimm continúa.


miércoles, 9 de octubre de 2024

CARMEN SÁNCHEZ

 UN FUEGO OCULTO

¿Dónde el canto de los ángeles
y su eco que nos huye?

¿Dónde nuestros hermanos
que ya nunca cuidamos?

¿Dónde ruge el mar que trae
la memoria de quien no está?

¿Dónde la mano que rescata,
ese esfuerzo que a tu lado
aúpa y alisa cada obstáculo?

¿Dónde las rosas para adornar
el cuello del niño que llora?

¿Dónde el pan para tantas
bocas, cuencos vacíos,
miradas de hambre y piel?

¿Dónde la paz de las madres
que amamantan y abrazan?

¿Dónde las risas, las mariposas
que señalan el camino para volar?

¿Dónde se queda agazapada la libertad?

¿Dónde la humanidad?

CRÓNICAS DEL RÍO MENO 14

 UN MUSEO MUNICIPAL

A pesar de que cada vez veo más personas pedaleando por las rutas ciclistas que frecuento en mis viajes veraniegos, no puedo desprenderme de la sensación íntima que la experiencia de viajar en bici tiene algo de pionero. Que todas las innovaciones técnicas a favor de la comodidad mental y corporal de la comunidad de deseantes a la que pertenecemos todos los consumidores actuales, no han podido aniquilar en mi intimidad esa idea de estar comenzando de nuevo. No confundir la conciencia del pionero con la del adanista. El adanista está convencido que el mundo comenzó a rodar el día mismo que el vino al mundo. El nuevo pionero sabe de sobra que el mundo ya llevaba rodando mucho antes de que él naciera, pero es consciente que ese espíritu de la duración de todo ese tiempo perdura debajo de la arquitectura coyuntural, y muchas veces extraviada, del espacio por donde yo pedaleo. Y es esa duración la que me convierte en testigo y pionero, al mismo tiempo, de la continuación y permanencia de ese tiempo que dura y dura a pesar y por encima de las vicisitudes contingentes que puedan ocurrir en los sucesivos espacios que le hayan tocado en suerte, el último de los cuales es el mismo donde me encuentro. Es esta doble mirada que he cultivado en que cada viaje cicloturista que he hecho, siendo al final la que me orienta en el infinito mar de anuncios propagandísticos en que se ha convertido el espacio por donde pedaleo.

Puede decirse que en el arte contemporáneo se lleva visto de todo. Y uno también ha leído de todo, entre ello. algunas particularidades que los estudiosos que se han dedicando a descubrir su misterio han destacado en sus libros. A saber, obsesión por la novedad, significados ininteligibles, transversalidad del soporte, consagración de lo efímero, nihilismo cultural, sintonía con un poder concebido como subversión, naufragio de la subjetividad e imposibilidad absoluta de poder hacerse la pregunta sobre la belleza y, por tanto, de sentir emoción de algún tipo. 


Pero de repente, un día de verano, un ciclista va y se encuentra, paseando por su calle principal, con el museo municipal de la ciudad de Karlstadt, en la región de la Baja Franconia perteneciente al estado federado alemán de Baviera. En esta ciudad nació, en 1486, el reformador alemán Andreas Rudolph Bodenstein, más conocido como Andreas Karlstadt. Aunque quería mencionar la huella de la Reforma Protestante como posible antecedente de lo inesperado, de lo que deseo hablar es de la experiencia de la visita al Museo Municipal de Karlstadt. Está construido en lo que fue una casa señorial del siglo XIX, reformada para tal fin en un inesperada casa museo de arte contemporáneo. Forman parte de la colección unas pinturas y esculturas, por decirlo así, de carácter existencialista, sobre el cambio, las creencias y las fuerzas que mueven. Además se percibe una visión de casa antigua-obra contemporánea, a partir de un diseño acertado del conjunto que permita ver y sentir con intensidad esa convergencia creativa inesperada entre el antes y el ahora. Por ejemplo, algunas salas donde se pueden apreciar detalles de otra época, paredes, ventanas, techos, un detalle del hogar, entremezclados con aquellas pinturas y esculturas de carácter existencialista que decía antes. Todo anima a un sentir o un imaginar libre, así pensé cuando salí a la calle después de la visita, que no puede dirigirse más que a la intimidad de los ciudadanos en cuanto cualesquiera anónimos en su dignidad, y que por tanto exige un grado de universalidad muy superior, mas allá de la actualidad o de cualquier sentimiento de casta, de clase, de género, de nación, de identidad tribal, etc. Y estaba ahí dentro, en ese inesperado museo de una inesperada ciudad alemana a orillas río Meno: Karlstadt. 


En el Museo de Karlstadt vimos un vídeo en el que se informaba que en Lohr, una ciudad medieval que era nuestro próximo destino en bici, había  un centro para enfermos mentales al que uno de los escultores del museo dedicaba una hermosa escultura lineal en el suelo, que sí no te dabas cuenta la pisabas al entrar en las salas. Antes de entrar en el museo habíamos dado una vuelta de una hora, más o menos, alrededor de los restos de la muralla que protegía la ciudad en la edad media. Según me fijaba en la escultura del suelo del museo, recordaba los restos de las murallas recién vistas y los enfermos mentales actuales se me echaron encima. El museo de Karlstadt, ya digo, propicia este tipo de asociaciones. He ahí su grandeza, teniendo en cuenta su indudable propósito de albergar las obras de arte contemporáneo de diferentes autores, como nos dijo la recepcionista del museo, un verdadero factótum de la “casa” como ella denominaba a la institución de la que era su representante ante los visitantes. Ese vínculo entre lo amurallado y la enfermedad mental, que a mi entender trasmite con acierto la escultura en el suelo, donde su forma y su significado se acompasan en un entorno que parece no corresponderle, solo parece pensé más tarde, es posible transportarlo hoy a las amuralladas urbanizaciones de la vida contemporánea. Vida y locura actual, seguí pensando, se daban la mano, mira por donde, en el suelo del museo municipal de Karlstadt. Todo un descubriendo creativo.


lunes, 7 de octubre de 2024

ÁNGELA. FIGUERA AYMERICH

 ME EXPLICO ANTE DIOS


Señor, si no te canto no te enojes.
Ya ves, no tengo tiempo para nada.
Hay que vivir, andar, estar con gente;
mirar el bosque, el mar; subir alturas,
dolores, escaleras; bajar sótanos,
abismos, minas, pozos, corazones;
entrar en los talleres y cocinas;
sembrar, coger, bregar con los metales,
labrar la roca, cepillar madera;
sudar al sol, mojarse con la lluvia;
abrir ventanas, mantener el fuego;
cocer el pan, gritar por los caminos;
dormir al niño, remendar la ropa;
llorar por los difuntos y aprenderse
la propia muerte un poco cada día.

No te hago falta, tienes a tus Santos;
los coros de tus Vírgenes y Arcángeles
te alaban y bendicen en su gloria.
Pero, al que sólo es hombre, ¿quién le canta?
Tus campos celestiales
florecen, sin invierno, blancos lirios.
Mas ¿quién lleva azucenas a la casa del pobre?
Los astros se detienen en tu frente.
Pero ¿quién baja un rayo
de sol hasta las cárceles sin puerta?

El Ángel se arrodilla ante María.
Mas ¿quién dice a la madre pecadora
bendito sea el fruto de tu vientre?
Con oro incienso y mirra
los Magos te enriquecen en la cuna.
Pero ¿quién se arrodilla
y entrega tus tesoros a los niños descalzos?
Tu mano se levanta
y el agua es vino, el pan interminable.
Pero ¿quién pone los manteles 
en casa de la viuda
y quién ofrece un rayo de esperanza
a los que se desvelan por la noche? 

Ya ves: tanto hacer por aquí abajo;
tengo que darles cuerda diariamente
a tantos corazones y relojes.
Tengo que andar buscando por la calle
a tantos de mis hijos y decirles
las cosas que ya saben, las que ignotan,
quitarles piedrecillas de los ojos,
ponerles una estrella en los cabellos,
hablarles de la fuerza de sus manos,
y del color tan bello de su sangre,
de la canción que llevan en la boca
del mundo de mañana y de sus hijos.

Ya ves: no queda tiempo para nada.

EL 47

 UN AUTOBÚS QUE NO ES UN AUTOBÚS

No está demás hacerse unas cuentas preguntas previas como forma de abordaje del autobús, el 47, protagonista de la película junto con Manolo Vital al volante, así como Bavieca acompañó al mio Cid en su poema épico o Rocinante a Don Quijote en su epopeya literaria. 

1 ¿Trasciende la película más allá de la actualidad de su contexto histórico? Si es afirmativa la respuesta, ¿donde se aloja y cómo se aloja donde se aloja?

2 ¿O somos nosotros, los espectadores, quienes creemos viajar al pasado y relacionarnos con Manolo Vital y su autobús, de tu a tu, como si fuera un colega de los nuestros? ¿Cómo hacemos ese viaje y donde nos alojamos? 

Si no tenemos respuesta para 1 ni para 2, pero aún queremos relacionarnos con Manolo Vital y su autobús:

3 ¿Qué nos falta que ellos tienen? ¿como sabemos que nos falta lo que nos falta, para esta ocasión de ser espectadores de esta película? 


Manolo Vital quiere unir con su autobús, el 47 (y su pipa, no olvidemos el papel de su pipa), no solo Torre Baró con Barcelona, sino la conciencia de la dignidad de los de un lado de la montaña con los del otro. Es una acto político referido a la polis y ético referido a los ciudadanos de la polis, no es un acto ideológico ni de profesionales del poder mandan o quieren mandar en la polis y manipular la ética de los ciudadanos. La forma de aparición de los profesionales del poder, Pascual Maragall incluido, es perfectamente irrelevante para los propósitos de Manolo Vital. Podían perfectamente no haber ocurrido en la película. Cumple con este planteamiento la manera de narrar del protagonista. Ese Más Allá de la Actualidad en que sitúan al espectador las andanzas de Manolo Vital y su autobús - como hace el mío Cid y Bavieca  o Don Quijote y Rocinante - que es el lugar que debe aprender a habitar todo oyente, espectador y lector para poder ver y escuchar lo que le dicen y desde donde se lo dicen las novelas, los cuentos, las películas, los cuadros y la música. En fin, para seguir las andanzas e industrias de Manolo Vital y el 47. Creer que el espectador puede ver la película como una crónica política y social de vigente actualidad, no vale nada más que para actualizar, valga la redundancia, sus prejuicios y complejos que hacen más impenetrable la zona de confort donde vive.


Conviven en la película, con un inestable equilibrio, la visión mas social e impersonal del momento histórico que representa, con la más íntima e individual, la dignidad humana más universal, que afecta a todo tiempo y lugar. Un inestable equilibrio que permite desenfocar, a su pesar, el punto de vista de la película de un espectador no demasiado atento o demasiado determinado por su visión ideológica de aquel momento histórico. Por ejemplo, no se trata de un desafío entre el policía y Manolo Vital, en los diferentes momentos en que aparecen cara a cara, sino de un duelo de inteligencias del uno y el otro, y, como no, la del espectador mediante. Teniendo en cuenta que de semejante desafío deben salir los tres sin que ninguno pierda un ápice de dignidad inteligencia. Muy al contrario de lo que nos señala la ideología de. los profesionales del poder, deben salir con la dignidad y la inteligencia más lúcidas y renovadas. Para eso es el arte de la emoción creativa.


¿Como pensar nuestra experiencia al ver esta película? Dicho de otra manera, ¿cómo nos llega a esa intimidad que es el tiempo común del alma nuestra y la de Manolo Vital y del resto de los protagonistas? Pensando la experiencia, no el cine. Pensando nuestra experiencia fuera del espacio propio de la película (el argumento) que es distinto al nuestro, ya que dentro de ese espacio tendremos una relación historiográfica o sociológica o ideológica con la película, no narrativa. Estoy hablando de pensar la dignidad que nos hace humanos en cualquier tiempo y al margen del lugar donde se produzca. No pensar el cine solo como un mecanismo técnico, que es lo que nos cuenta el director, Marcel Barrrena, cuando le escuchamos en una charla de promoción al hablar de su película. Nos habla de su oficio. Pero nosotros tenemos en común, al hablar sobre una película, ser espectadores de cine con el alma en vilo, o con el alma perdida, no seguros aprendices de director de cine.