La mente es un fenómeno compartido cuyo efecto se aprecia muy bien en el acto de buscar y recoger setas en un bosque. Hace unos días salí de excursión con unos colegas, con la idea de hacer una caminata de unos diez o doce kilómetros. La intención del grupo en el punto de salida no era otra que esa. De repente, el que hacía de guía decidió cambiar el rumbo y nos metió por un bosque frondoso en pleno estado otoñal. Todo cambio en un instante. Algunos de mis colegas de excursión se convirtieron, como si tuvieran una doble personalidad a lo Jekyll y Hyde, en micólogos avezados. El sentido de la excursión cambió por completo. Una de las ventajas que tiene el acompañar a los micólogos, esos seres fantásticos del bosque que ven donde la mirada de uno no llega, fue darme cuenta que la mente del mundo se expande y abraza a cualquier ser vivo que en ese momento se mueva por los alrededores. La mente es del bosque, es de los que saben mirar sus secretos y de quienes como yo miran a ellos sobrecogido.