No aprendemos que venimos al mundo para aprender por qué hemos venido al mundo. Desde que en el año 2010 se instaló en nuestras vidas la plataforma Instagram y el smartphone 7 que lleva incorporado una cámara frontal para hacer selfies, todo parece indicar que aquel aprendizaje se ha hecho definitivamente inviable. Según los últimos estudios fiables, científicos por supuesto, el fracaso escolar se debe a la falta de conexión entre los planes de estudios oficiales y la realidad. También los mismos estudios denuncian el empeoramiento de la salud mental de los adolescentes a partir de aquella fatídica fecha. Hoy he tenido que dar una hostia a un alumno en clase de filosofía. Lo primero que me ha respondido ha sido que me iba a denunciar. Al acabar la clase me he dirigido a la sala de profesores y he contado el incidente a mis compañeros. A partes iguales unos se han puesto de parte de los planes de estudio y otros de la realidad. Yo en medio no me ha quedado otra salida que presentar mi dimisión irrevocable. Hay vida más allá de la lucha entre los planes de estudio y la realidad escolar. Iré a ver a mi hijo en Austin (Texas), donde es el director de una escuela de meditación soleada. Una variante del budismo indio, que defiende la idea, por otra parte oculta en la tradición adulterada occidental, de que la mente es un fenómeno compartido.