Todo lo que los alumnos de Arozamena observaron en el vídeo del ingeniero Ignacio Martínez, en el que da a conocer su proyecto Ayúdame 3D es, a la vez, subjetivo y objetivo. Es decir, está formado por hechos, a saber, los que muestra Martínez para llevar cabo la construcción de las prótesis en su casa mediante una impresora digital, y como, en las siguientes imágenes, las prótesis ya están colocadas sobre los muñones de los receptores africanos, que agradecidos muestran, a parte de sus mejores sonrisas a la cámara, las nuevas mañas que les otorgan las prótesis recién estrenadas. Las explicaciones que va dando el ingeniero Martínez sobre su proyecto Ayúdame 3D no solo construyen el producto que ofrece (lo objetivo), sino que también, y esto para Arozamena es lo decisivo, el escenario económico y social donde se aplica (lo subjetivo). De repente, ese trozo del continente africano (eso es lo que teme Arozamena que sea lo único que hayan captado sus alumnos) puede aparecer ante la manipulable y arrogante sensibilidad de estos, muy proclive a la fascinación inmediata e incondicional (no tanto por el aspecto humanitario del documental como por el tecnológico, un alumno dijo en clase, apoyado por las risotadas inevitables de sus compañeros: ¡que guai, se parecen a robocop!), como un lugar flexible, en cambio continuo, un espacio autónomo que ofrece posibilidades infinitas, sin que sean capaces de captar (ni Arozamena sabe como explicárselo) que todo ello es un elemental consecuencia de la puesta en escena que ha construido, sin duda con su mejor intención de ingeniero, Ignacio Martínez, para dar a conocer al mundo, y de paso promocionarlo, su proyecto Ayúdame 3D. O dicho en plan más generalista, a estas alturas de su desarrollo parte, por no decir todo, del nuevo escenario social y económico puede interpretarse como un simple reflejo de la tecnología digital. Cierto que ese mundo ofrece posibilidades innumerables, pero también lo es que es un mundo que carece de anclajes, un mundo flotante, que se mueve a una velocidad demasiado rápida para que sus habitantes (sobre todo los más jóvenes) puedan tener una experiencia existencial que vaya más allá de la superficie donde surfean con sus intercambios permanentes, un mundo, en fin, sensorialmente fragmentado para que cada una de sus partes pueda ser traducido a números que es la base de la digitalización. Y aquí radica el aspecto más espinoso del asunto, al parecer de Arozamena. Pues la única manera de acceder a las innumerables posibilidades que promete la digitalización es a cuenta de que el usuario fragmente con igual precisión quirúrgica lo que de suyo es único e irrepetible, su propio carácter (debiendo seguir unificado si quiere que siga siendo suyo), para que puede estar en condiciones de leer de forma exclusiva el lenguaje alfanumérico o algorítmico que aquella fragmentación lleva incorporado de forma exclusiva y excluyente. De ahí que la corrosión del carácter, no otro es el precio inmediato a pagar por parte de su propietario debido a esa fragmentación sensorial (como la silicosis lo es para el cuerpo de quien trabaja en la mina) que exige la digitalización a sus clientes para poder disfrutar de sus ventajas innumerables, no haya que esperar su inicio a la entrada en mundo laboral (tal y como argumenta Richard Sennet en su libro homónimo) sino que ya está inscrita en la experiencia de la educación obligatoria debido a la digitalización del diseño curricular que la constituye. ¿Por qué consideras que se parecen a robocob esos niños y adultos africanos que salen en el documental del ingeniero Martínez?, preguntó Arozamena a quien así había opinado. Me trasmite la misma imagen que ese personaje, mitad humano mitad maquina, de la peli que vi por recomendación de mi padre, respondió Alfredo. Pero aquel un policía a servicio de la ley, y estos receptores de las prótesis son damnificados de algo, ¿cual crees tú que es la causa de su mutilación? Que más da, lo importante es que ya pueden utilizar de nuevo el miembro amputado, respondió Carmen, la compañera que tenía al lado Alfredo. ¿No consideráis que esa fragmentación sensorial que ofrece el documental a vuestra percepción y a la que habéis respondido sin resistencia alguna (interpeló Arozamena ahora dirigiéndose a toda la clase), mostrando la solución técnico digital del problema protésico de aquellas personas de Kenia como la única protagonista en el documental, y dejando oculto, aunque imaginable, la causa principal de semejante catástrofe humana, lo pensáis o es posible pensarlo, os pregunto, como otra forma de mutilación en sí misma? La respuesta me la traéis por escrito en la próxima clase.