miércoles, 12 de diciembre de 2018

REALIDAD FALSA

El ingeniero Ignacio Martínez anunciaba la iniciativa o el proyecto Ayúdame 3D, como la última novedad en asuntos de prótesis. Apoyándose en la tecnología digital, más en concreto en la fotocopiadoras 3D de última generación, explicaba ante la cámara como desde su casa construye las diferentes prótesis, en su caso relacionadas con las extremidades superiores. Son tres modelos que tienen que ver con los tres posibles casos de mutilación. Pérdida de la mano, pérdida de la mano y el antebrazo hasta la altura del codo y pérdida de todo el brazo incluido el codo. Con un desparpajo propio de quien domina plenamente la puesta en escena de lo que representa dice en la pantalla que todo empezó, más o menos y de forma resumida, cuando decidió darle una utilidad a un puñado de manos (sic) que tenía en casa desde hacía tiempo. Eso unido a un viaje que tenía previsto hacer a Kenia alumbró la idea final en que consiste el proyecto Ayúdame 3D. Hoy varias personas de este país disfrutan de las ventajas de esta nueva tecnología. Uno de ellos, entre los otros cinco o seis que dan testimonio de su hermosa experiencia, dice ante la cámara y al lado de su benefactor, que le da las gracias pues después de toda una vida manco al final puede conducir un coche. Como colofón, en la parte final de su entrevista, el ingeniero Martínez invita a los espectadores, así en general, a llevar a las aulas la experiencia del valor social que tienen las nuevas tecnologías, para que las generaciones que ahora se están formando entiendan su importancia en la toma de conciencia y solución de muchos de los problemas que hoy tiene la humanidad. El vídeo donde aparece Martínez anunciando su buena nueva se lo envío por correo electrónico a Ernesto Arozamena uno de los compañeros del claustro del instituto, Arturo Bartolí. A raíz del futuro de la asignatura de filosofía en la educación secundaria, por un lado, más las manifestaciones espontáneas de miles de docentes contra la mal uso del dinero público que hacen las autoridades educativas, por otro, el malestar dentro de la comunidad de enseñantes no ha hecho nada más que crecer. Para muchos de estos enseñantes, la atrofia de la situación actual les devuelve en buen medida al momento cuando comenzó todo y así lo reflejan en sus escritos. Se refieren, como no, a la figura del marqués de Condorcet y su propuesta para una educación republicana. Y, apoyándose en el impulso de su memoria, se preguntan, ¿es superior la originalidad o novedad moderna cartesiana buscada siempre con ahínco más allá de la raya que delimita lo conocido de lo desconocido, que el despliegue de las potencias que hay en lo ya conocido y que como tal está ya concluido, según imaginaba el mundo el pensamiento aristotélico? ¿O son, más bien, dos maneras de enfrentarse el ser humano a lo mismo, al misterio de  su mortalidad? Werner Jaeger dice, al respecto, lo siguiente en su libro, Paideia, teniendo en cuenta que el griego antiguo, como el ciudadano moderno actual, no creían en la inmortalidad del alma, es decir, que todo se acaba con el último suspiro del cuerpo. “Pero si alguien, mediante la ofrenda de su vida, se eleva a un ser más alto, por encima de la mera existencia humana, le otorga la polis la inmortalidad de su yo ideal, es decir, de su «nombre». Desde entonces la idea de la gloria heroica conservó para los griegos este matiz político. El hombre político alcanza su perfección mediante la perennidad de su memoria en la comunidad por la cual vivió o murió.” Días más tarde, cuando Arozamena pasó el vídeo a los alumnos de bachillerato de su clase, la mayoría valoró la facilidad con que el ingeniero Martínez lograba su propósito de construir las prótesis con la fotocopiadora 3D que se había comprado. El sufrimiento de las personas por las mutilaciones que habían sufrido no tuvo mención alguna entre los alumnos, en la conversación posterior al visionado del vídeo, todas las palabras que salieron a la palestra fueron para mostrar su fascinación por el éxito del invento novedoso del ingeniero Martínez. La pregunta que Arozamena le hizo después a Bartolí, en la sala de profesores, fue si esa falta de empatía de los alumnos con respecto al dolor ajeno era una elipsis involuntaria por su parte, ante el bienestar indiscutible que las prótesis habían introducido en sus vidas, o simplemente era otra de las falsedades que las sociedades modernas ocultan bajo la forma de su éxito tecnológico. Y si la grandiosidad y aparente facilidad con se logra  ese éxito tecnológico (y por extensión todos los demás), tal y como nos lo quiere hacer ver el ingeniero Martínez, daba cuenta, término a término, de la dimensión del fracaso de quienes ofrecen sus vidas en las grandes ciudades que es donde se encuentra, por decirlo así, la matriz original. Impidiendo el propio éxito elevarse, a quien lo obtiene, a un ser más alto por encima de la mera existencia humana. Al fin y a la postre, le dijo Arozamena a Bartolí, Martínez no deja de ser un joven ingeniero entre otros muchos jóvenes ingenieros.