martes, 24 de mayo de 2011
CIEGOS
No había notado nada especial durante el tiempo que estuve esperando en el anden. Todavía me encontraba aturdido por el ruido de la concentración de la plaza de arriba, que acababa de abandonar no hacia ni cinco minutos. Estaba muy cansado. Hacia una semana que llevaba ahí acampado. Lo cierto fue que al entrar en el vagón observe la presencia de cuatro perros, que legalmente pertrechados reposaban mansamente al lado de sus dueños. Su forma de mirar no admitía dudas, eran ciegos. Eran los únicos que, a parte de mi, había en el vagón cuando se cerraron las puertas. Lo cual me hizo esbozar una sonrisa, amparado por las tinieblas que rodeaban a mis acompañantes. No caí en la sensibilidad exquisita de los animales. Los cuatro perros se levantaron y empezaron a ladrarme con fuerza. Perplejo y asustado me fui hasta la parte contraria del vagón, y me protegí con los papeles de propaganda que llevaba en la mano, sin dejar de mirar de soslayo a los perros. Sus dueños, absortos detrás de la negrura de su mirada, evitaron hacer algún gesto que aplacara el ladrido insistente de sus guías. El tren se metió con fuerza en el túnel, lo que me permitió comprobar que carecía de iluminación. Lo mismo pasaba en el resto del convoy. Empece a sentir miedo. El cual se acrecentó cuando comprobé que el tren no se detenía en la siguiente estación, que estaba totalmente vacía. La fugaz iluminación que entro en el vagón, proveniente del anden, me basto para comprobar que los perros y sus dueños seguían en el mismo sitio. Me relaje un poco. No duro mucho, pues el tren empezó a aminorar la marcha hasta detenerse nuevamente. Me levante y mire con angustia al exterior. Comprobé, estupefacto, que solo venían perros que guiaban a sus respectivos amos. Tuve tiempo, antes de que aquello arrancara de nuevo, de cambiarme a los siguientes vagones para verificar lo que ya intuía. Llegue hasta el vagón de cabecera, y comprobé que no había nadie a los mandos. Cuando llegamos a la siguiente estación el convoy se paro. Me baje de inmediato. Cuando el disco se puso verde decidí no montarme, apartandome con precaución hacia la pared. Cuando el ultimo vagón se coló en el túnel, intente localizar la salida pero no la encontré. En realidad no había salida. En el anden de enfrente pasaba lo mismo. Intente tranquilizarme y me senté a esperar. No se que. Abrí de nuevo los papeles de propaganda, y vi que las letras aparecían borrosas. Me restregué lo ojos, pero fue en vano. La visión era cada vez dificultosa. Sin darme cuenta, un perro legalmente pertrechado se sentó mansamente a mi lado. A esperar.