Mucho de lo que está por venir ya lo has vivido, sin embargo también mucho de lo dejaste atrás no lo has vivido todavía.
Tanta prisa tienes por disfrutar de lo nuevo que interrumpes el disfrute de lo presente y dices que ya está disfrutado.
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No se puede aprender ni crear de la nada, luego lo nuevo no es otra cosa que experimentar lo ya aprendido que has olvidado.
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Tu tiene el derecho de decir lo que quieres, cierto, pero al mismo tiempo que dices lo que quieres tienes la obligación de pensarlo bien para saber que lo estás diciendo, es decir, para hacerte entender, ¿ante quien?, ya no ante dios pues dios no existe porque lo hemos asesinado sino ante un otro que es como tu en cuanto a sus derechos y obligaciones pero al mismo tiempo íntimamente distinto. Por eso estamos en un ágora y no en un templo. Para escuchar al otro, para escuchar algo de sus derechos y de sus obligaciones. Para entender algo de algo.
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¿Cuál es el horizonte de inteligibilidad que te hace ponerte en marcha? ¿Tú mismo, mejor dicho, la autoconciencia ilimitada aupada en un blando relativismo?
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Todo libro es un documento o un monumento a servicio del funcionamiento del cuerpo del sistema y, al mismo tiempo, es un acontecimiento en tu alma o intimidad como lector (y escritor) que lo han creado o hecho posible.