lunes, 17 de febrero de 2020

MATADERO 5

Ya sabemos que como seres humanos somos finitos, imperfectos, pero también aniquilables físicamente por una larga enfermedad, un infarto, o un accidente imprevisto de los muchos que acechan nuestra maravillosa vida moderna, y, por que no, por un bombardeo no diseñado en la hoja de ruta de las autoridades financiero_castrenses. Aunque lo no previsto está en que los buenos de la guerra fueran los artífices de la matanza. Dresde se convirtió así, a mi entender, en la metáfora de lo que no tenia que haber ocurrido el 13 de febrero de 1945, y por extensión en cualquier otra fecha, pero ocurrió. Como casi todo lo que ocurre en el juego entre la vida y la muere en el que, sin saber muy bien del todo por qué, dicen que estamos jugando. “Si creéis que la muerte es algo terrible es que no habéis  entendido nada de lo que os he contado”, dice Billy Pilgrim, alma protagonista de la novela MATADERO 5, de Kurt Vonnegut. En fin, como ya he dicho, lo que Pilgrim nos quiere recordar es lo innegable e inevitable: que, por encima de todo, somos seres mortales, aunque sin fecha fija en el calendario. Bien es verdad que por ello no se desanima. Al mismo tiempo Pilgrim también nos recuerda con sus palabras, que para compensar esta colosal carencia nuestra capacidad de ficción es infinita, perfecta, indestructible e inmortal, con la que tratamos, mientras dura nuestra existencia, de crear una enmienda parcial a nuestra caduca naturaleza corporal. El arte es lo que nos salva y nos consuela cuando la vida trata de destruirnos, dicen los filósofos. Pilgrim no es filósofo, pero sabe mucho de la vida,¿no hace una labor creativa mientras nos cuenta la peripecia de la vida, que casi lo aniquila? Pero no deja de advertirnos a los lectores del futuro,  que puede que un día, sin previo aviso y sin causa justificada, no podamos hacerlo. La vida, entonces, es como si nos cayeran encima ocho toneladas de bombas. ¿Quien no ha experimentado ese mismo efecto, aunque sean otras las causas que lo han producido? El número de muertos, como dijo Stalin, no importa, pues es pura estadística.