NELSON Y LEO
Cuando TSN llevaba en el nuevo autobús un cuarto de hora, se dio cuenta de que todavía tenía puesta la chaqueta colorada que le había prestado Susan Fleming para abrigarse en el anterior trayecto. Como un ensalmo, se le echó encima el temor de que alguien pudiera acusarlo de tener algo que ver con la muerte de la mujer rubia y elegante. De inmediato se quitó la chaqueta roja y la puso debajo de su asiento. Al comprobar que una de las mangas quedaba a la vista, trató de esconderla entre los pliegues de la chaqueta pero no pudo, la manga seguía quedando a la vista de cualquiera. Sacó la chaqueta de debajo del asiento y se la puso de nuevo, pensó que así sin el añadido del disimulo, pasaría totalmente desapercibida. En efecto, cuando pasó el revisor solo puso su atención en el billete que le pidió para picarlo. Se preguntó entonces si el viaje con Fleming continuaba siendo el mismo que ahora, o si algo habría cambiado o, de no ser así, si algo debería cambiar para seguir pasando desapercibido entre quienes se encontrara en el camino. Cuando menos se lo esperara, creía que lo que pareciera inane a su lado se podía convertir en una amenaza. El mismo, sin ir mas lejos. El autobús se metió, al fin, en la autopista interestatal lo que produjo en TSN una sensación de seguridad que no sentía desde la noche anterior, cuando se hospedó en el hotel donde apareció muerto en su habitación uno de los clientes. La sensación de seguridad exterior, sin embargo, le activó el desasosiego interno al acordarse del gran espejo que había en la habitación que le dieron en aquel mismo hotel. El espejo duplicaba exactamente el espacio donde se encontraba, pero a quien reflejaba no era él tal y como aparecía delante en ese momento. Se parecía mas bien, de una manera confusa, a aquel hombre joven que fue TSN cuando se llamaba, pongamos, Joao y acababa de terminar sus estudios en la universidad de Río de Janeiro, donde meses después de su graduación le ofrecieron un puesto de trabajo. En aquel tiempo nada se mostraba roto ante él. Todo tenia una inusitada continuidad, visto desde el lado del espejo en que se encontraba TSN. Joao no paraba de invitarle a que se acercara, al otro lado del espejo, donde se encontraba. ¿En que momento se rompió todo eso, se preguntaba para si TSN ante el requerimiento de Joao? No lo sabía muy bien, pero tal vez fuera el día que decidió dejarlo todo e irse a Estados Unidos a probar fortuna, así rezaba en el cartel que leyó en el tablón de anuncios de la universidad, poco antes de acabar la carrera de ingeniero, cuando todavía no había cumplido los veintitrés años. Le gustaba poner una fecha donde menos sentido tenía, como era en las grietas de sus existencia. Bien mirado Joao debía estar en el hotel donde apareció muerto aquel cliente y TSN al otro lado del espejo alardeando de una vida sin fisuras. Te digo esto porque Joao era un producto del enajenamiento de los pocos años y TSN es lo que quedó después de haberse roto. El caso fue que Joao no aceptó el puesto de trabajo que le ofrecieron en Río de Janeiro y se fue a Estados Unidos a poder elegirlo todo, tal y como le vendieron el viaje al país de las oportunidades ilimitadas. Lo que tenia que haber sido asimilado como una grieta iluminadora, pues dejó a la vista quien era Joao y quien debía ser, con el paso del tiempo se volvió en su contra y lo asimilo como una derrota irredimible respecto a quien era. Solos ante el espejo del hotel, cada uno ocupaba el lugar del otro como una redención provisional, pero que a TSN lo único que le producía era un dolor cada vez mas intenso. Al final, para pasar la noche decidió cubrir el espejo con la colcha de la cama y se prometió no volver a alquilar una habitación con espejos de ese tamaño, pues, al fin y al cabo, eran la herida por la que no dejaba de supurar la victoria de aquel Joao sobre el actual TSN, que definitivamente no había encontrado su lugar en el mundo de las infinitas oportunidades. Cuando volvió a Río de Janeiro, para volverlo a intentar, Joao también había desaparecido. Al llegar el autobús a su destino el revisor tuvo que darle un golpecito en el hombro para que TSN abandonara su ensimismamiento. Se bajó con rapidez y, como no tenia equipaje que recoger en el maletero del autobús, se puso a caminar rumbo al centro del pueblo donde había llegado. Semejante embeleso lo había puesto a resguardo de la vida, aunque no era del todo consciente que también de la muerte. Le gustaba mas bien pensar que su idea del movimiento como sentido de su existencia lo había instalado en un limbo en que creía estar al pairo de todo lo demás. Nelson y Leo, dos macarras de medio pelo con los que no pensaba encontrase, le iban a recordar su enorme error, cuando lo divisaron, desde el bar donde se encontraban, caminar con ese estilo tan característico de quien se dirige hacia ninguna parte.