viernes, 7 de febrero de 2020

HOTEL ATLANTICO 1

NO TAN LEJOS
Es casi seguro que este tipo sin nombre (TSN) que protagoniza la novela de Joao G. Noll, Hotel Atlantico, lo he visto el otro día no tan lejos, como si pudiera traspasar su condición de personaje literario. Estaba a mi lado cuando los dos nos disponíamos a cruzar la calle, una vez que el semáforo cambiara al verde. Si tu lo hubieras visto, habríais dicho que era un tipo normal, uno mas de esos que se han levantado por la mañana y después de reunir lo que el día anterior había dispersado, y que el sueño lo ha ido colocando a su manera incuestionable pero únicamente para pasar la noche, se había tomado el café en la cafetería habitual y había empezado a caminar hacia su trabajo. Digo trabajo porque no se me ocurre que un tipo así pudiera ir a esas horas a otro sitio. No te voy a negar que todos hacemos eso cada mañana, pero no todos lo hacemos con la misma intención ni, sobre todo, con el mismo grado de conciencia. Si te soy sincero, cuando me di cuenta de que estaba a mi lado, lo primero que pensé fue que estaba medio dormido, que le faltaba tomar el  segundo café que con toda probabilidad lo haría en compañía de la secretaria o de algún compañero de su oficina. No me preguntes por qué imaginé que TSN trabajaba en una oficina y que allí había una secretaria dispuesta a tomar un café con él, etc. Supongo que cuando hago la primera lectura de cualquier novela estoy todavía muy apegado a la vida, como si las  palabras de aquella significaran lo mismo que las de esta. Noto que lo que dice TSN me concierne, pero todavía no he averiguado la distancia que hay desde donde lo hace respecto donde yo me encuentro, que no tiene nada que ver con la butaca en la que estoy leyendo. Para solventar esa falta de ubicación, hago como si TSN estuviera a mi lado, o fuera alguien conocido con el que hablo cada día. Lo que quiero decir es que esos primeros compases de la lectura los hago, creo que no puede ser de otra manera, bajo la influencia de la familiaridad propia de cualquier otra actividad cotidiana. Y lo hago a sabiendas de que solo empezaré a leer cuando el sentimiento de extrañeza que me trasmite alguien que acabo de conocer, como es el caso de TSN, se empiece a apoderar de mi. Para entendernos, me concierne como lo hace cada día el semáforo a que he hecho referencia al principio, o el primer café de la mañana, o si la hora que marca el reloj me dice que llego a tiempo a la oficina o, en fin, la oficina misma como implacable destino de mi vida. Sin embargo, cuando vi a TSN por primera vez me pareció que no era él exactamente, noté de inmediato que lo que estaba percibiendo era su sombra o algo similar, que lo que él había sido se había quedado en otra parte. De hecho, cuando lo vi salir del hotel, antes de coincidir los dos en el semáforo, ya me pareció que le faltaba algo, o algo se le había fundido dentro dejando al resto a la deriva, fue lo que primero pensé. Bueno, para ser sincero, lo primero que pensé fue en la juerga que había tenido la noche anterior, cuyos efectos más visibles se encarnaban en la imagen de resaca con que había salido a la calle. Pero a medida que se alejaba del hotel, según lo vi acercarse hacia mi, me di cuenta que no era la exceso de bebida lo que le hacía mirar así, y caminar de aquel modo en absoluto tambaleante. En ese instante no me fijé en que anotaba con la vista todo aquello que se interponía en su camino o en su campo visual, no tanto porque le afectaba de alguna manera, sino más bien lo hacía con la intención de levantar acta, como si fuera un notario. También pensé, lo he de reconocer, que era un periodista que estaba tomando notas para hacer un reportaje de encargo que le había pedido alguna revista internacional. Me resultó raro que no tuviera un cuaderno o un dispositivo digital en la mano, pero lo disculpé pensando que su intención al escribir no eran tanto los detalles exteriores como la impresión de conjunto de lo que iba viendo según caminaba. Por ejemplo, al salir del hotel había un tumulto en los alrededores al parecer, me enteré después por los periódicos, porque había muerto de forma repentina unos de los clientes. A TSN, pensé, le bastó con coger nota mental del dato, los detalles, digamos, detectivescos de la muerte del hotel donde había dormido no le interesaron para nada. Se debió de enterar al pagar la cuenta, o a lo mejor se lo comentó quien limpia las habitaciones. Es igual, TSN bajó deprisa las escaleras, ni siquiera cogió el ascensor porque estaba ocupado con el trajín del muerto, no llevaba equipaje, y se dirigió a la recepción a pagar lo que debía.  Cuando salió a la calle vio el tumulto de personas y sirenas, se acobardó, esto ya forma parte de mi experiencia visual, vi que intentó volver sobre sus pasos como pidiendo disculpas, pero no lo hizo. Logró con rapidez recomponer su figura plana, a lo mejor todavía tiene, pensé, algún resto de hálito dentro. No puede evitar pensar que el muerto era él mismo.lo he visto el otro día, no tan lejos como pudiera suponer su condición de personaje literario. Estaba a mi lado cuando los dos nos disponíamos a cruzar la calle, una vez que el semáforo cambiara al verde. Si tu lo hubieras visto, habríais dicho que era un tipo normal, uno mas de esos que se han levantado por la mañana y después de reunir lo que el día anterior había dispersado, y que el sueño lo ha ido colocando a su manera incuestionable pero únicamente para pasar la noche, se había tomado el café en la cafetería habitual y había empezado a caminar hacia su trabajo. Digo trabajo porque no se me ocurre que un tipo así pudiera ir a esas horas a otro sitio. No te voy a negar que todos hacemos eso cada mañana, pero no todos lo hacemos con la misma intención ni, sobre todo, con el mismo grado de conciencia. Si te soy sincero, cuando me di cuenta de que estaba a mi lado, lo primero que pensé fue que estaba medio dormido, que le faltaba tomar el  segundo café que con toda probabilidad lo haría en compañía de la secretaria o de algún compañero de su oficina. No me preguntes por qué imaginé que TSN trabajaba en una oficina y que allí había una secretaria dispuesta a tomar un café con él, etc. Supongo que cuando hago la primera lectura de cualquier novela estoy todavía muy apegado a la vida, como si las  palabras de aquella significaran lo mismo que las de esta. Noto que lo que dice TSN me concierne, pero todavía no he averiguado la distancia que hay desde donde lo hace respecto donde yo me encuentro, que no tiene nada que ver con la butaca en la que estoy leyendo. Para solventar esa falta de ubicación, hago como si TSN estuviera a mi lado, o fuera alguien conocido con el que hablo cada día. Lo que quiero decir es que esos primeros compases de la lectura los hago, creo que no puede ser de otra manera, bajo la influencia de la familiaridad propia de cualquier otra actividad cotidiana. Y lo hago a sabiendas de que solo empezaré a leer cuando el sentimiento de extrañeza que me trasmite alguien que acabo de conocer, como es el caso de TSN, se empiece a apoderar de mi. Para entendernos, me concierne como lo hace cada día el semáforo a que he hecho referencia al principio, o el primer café de la mañana, o si la hora que marca el reloj me dice que llego a tiempo a la oficina o, en fin, la oficina misma como implacable destino de mi vida. Sin embargo, cuando vi a TSN por primera vez me pareció que no era él exactamente, noté de inmediato que lo que estaba percibiendo era su sombra o algo similar, que lo que él había sido se había quedado en otra parte. De hecho, cuando lo vi salir del hotel, antes de coincidir los dos en el semáforo, ya me pareció que le faltaba algo, o algo se le había fundido dentro dejando al resto a la deriva, fue lo que primero pensé. Bueno, para ser sincero, lo primero que pensé fue en la juerga que había tenido la noche anterior, cuyos efectos más visibles se encarnaban en la imagen de resaca con que había salido a la calle. Pero a medida que se alejaba del hotel, según lo vi acercarse hacia mi, me di cuenta que no era la exceso de bebida lo que le hacía mirar así, y caminar de aquel modo en absoluto tambaleante. En ese instante no me fijé en que anotaba con la vista todo aquello que se interponía en su camino o en su campo visual, no tanto porque le afectaba de alguna manera, sino más bien lo hacía con la intención de levantar acta, como si fuera un notario. También pensé, lo he de reconocer, que era un periodista que estaba tomando notas para hacer un reportaje de encargo que le había pedido alguna revista internacional. Me resultó raro que no tuviera un cuaderno o un dispositivo digital en la mano, pero lo disculpé pensando que su intención al escribir no eran tanto los detalles exteriores como la impresión de conjunto de lo que iba viendo según caminaba. Por ejemplo, al salir del hotel había un tumulto en los alrededores al parecer, me enteré después por los periódicos, porque había muerto de forma repentina unos de los clientes. A TSN, pensé, le bastó con coger nota mental del dato, los detalles, digamos, detectivescos de la muerte del hotel donde había dormido no le interesaron para nada. Se debió de enterar al pagar la cuenta, o a lo mejor se lo comentó quien limpia las habitaciones. Es igual, TSN bajó deprisa las escaleras, ni siquiera cogió el ascensor porque estaba ocupado con el trajín del muerto, no llevaba equipaje, y se dirigió a la recepción a pagar lo que debía. Cuando salió a la calle vio el tumulto de personas y sirenas, se acobardó, esto ya forma parte de mi experiencia visual, vi que intentó volver sobre sus pasos como pidiendo disculpas, pero no lo hizo. Logró con rapidez recomponer su figura plana, a lo mejor todavía tiene, pensé, algún resto de hálito dentro. No puede evitar pensar que el muerto era él mismo.