Hay dos prejuicios que dominan el ámbito de la opinión pública, relacionados con la participación de quienes deciden asistir a los clubs de lectura.
Uno, “es que no tengo tiempo”
Dos, “solo me gustan los libros que entiendo”
Llegado el caso, el propietario y administrador de tales expresiones no siente la necesidad, ni la obligación, de explicar a los demás qué quiere decir con ellas, sus prejuicios lo son en tanto en cuanto son irrefutables. El problema surge, cuando aquel propietario y administrador asiste a un club de lectura donde los prejuicios personales no favorecen la conversación con los otros lectores. Una conversación, claro está, que no sea entendida como un mero intercambio de prejuicios.