sábado, 29 de junio de 2019
MARKUS GABRIEL
“Ese es uno de los motivos por los que piensa que ha llegado la hora de alumbrar una filosofía europea. “Luchar juntos por una emancipación filosófica de la humanidad. Es lo que estaban haciendo hasta que llegó esa idea estúpida posmoderna de que el universalismo era solo otro particularismo, de que los derechos humanos universales solo sirven a los colonialistas”. Su proyecto es ambicioso e inédito. “No ha habido una verdadera filosofía europea. Igual Heidegger y Ortega y Gasset se leyeron, pero no hubo una cooperación real. El proyecto europeo que yo tengo en mente es el de los valores humanos universales. Los europeos, debido a su pasado filosófico, desde los griegos a la filosofía contemporánea, somos los mejor equipados para encontrar una respuesta a cómo tener justicia social y democracia en el futuro. No solo para Europa, sino para toda la humanidad. Rusos, chinos, americanos… somos todos humanos en el mismo sentido y ese es el punto de partida. Pero hay que hacerlo de forma contemporánea. No basta con leer a los muertos, a Hegel o a Platón, tiene que haber una cooperación real”.
viernes, 28 de junio de 2019
PATRULLA
Nada más entrar en la cantina, MG observó como dos coches de la guardia municipal se dirigieron precipitadamente, cuesta arriba, hacia la puerta de entrada del castillo. Debido a que no llevaban puestas las sirenas, la precipitación la percibió MG por la excesiva velocidad con que pasaron los vehículos en una zona que el ayuntamiento había numerado con el distintivo numérico 30, ya que cercanamente había dos guarderías y un área deportiva. Mientras vio como los coches policiales desaparecían en la curva tras la cual se accedía a la puerta del castillo, recordó la noticia que unos días antes había aparecido en el periódico local y de la cual nadie en la cantina había comentado nada, a pesar de que el diario iba de unas manos a otras de los parroquianos dejando sus huellas sobre las hojas de aquel. El titular de la noticia, publicada a cuatro columnas por el cronista oficial de la ciudad de abajo, decía que los Amigos de Castillo estaban buscando una nueva imagen corporativa (sic) que renovase la actual, acreditándolos así con mejor solvencia (sic) ante los vecinos y autoridades de la ciudad de abajo. El cronista oficial no tenía remilgos en alabar la imagen corporativa vigente del castillo, vinculada a un pasado glorioso, del que eran testigos indiscutibles las murallas. Hoy podían disfrutar de ellas (sic) los miles de visitantes de la ciudad, que suben cada día a practicar lo que desde la Oficina de turismo de la ciudad de abajo se denomina como “la vuelta al castillo”. MG podía dar fe de que semejante imagen corporativa no es que fuera anticuada, sino que sencillamente era falsa. Los visitantes que subían al castillo para dar la vuelta a sus murallas, que predicaba tan pomposamente la oficina de turismo, tenían que pedir antes un permiso que normalmente la misma oficina se lo negaba por no cumplir con los parámetros de seguridad que exigía la imagen corporativa vigente, que defendían con uñas y dientes los Amigos del Castillo. El que fuera la visita, sin sirena, de los dos coches de la policía municipal de la ciudad de abajo, el primer acontecimiento, relacionado con el castillo, que sucedió después de la noticia aparecida en el periódico local, le hizo pensar a MG que el cambio de imagen corporativa del castillo se iba a producir entre patrullas. La evolución que había experimentado el cuerpo de la policía municipal de la ciudad de abajo, sin dejar de ser una institución militar, era asombroso. De ser una institución temida por los vecinos, cuando en el castillo gobernaban sus antiguos dueños, a estar bendecida oficialmente por el apelativo de policía de proximidad había hecho que este cuerpo municipal, aunque sin dejar de aparecer en público uniformado y armado de los pies a la cabeza, pareciera el de un honesto y desinteresado benefactor. Lo contrario del cuerpo institucional de los Amigos del Castillo, que seguía férreamente adicto a la instrucción castrense a la que estaba fielmente alineada toda la herencia recibida. Era evidente que necesitaba otro cuerpo. El sueño de los Amigos del Castillo, pensó MG, era tener dos o tres cuerpos corporativos de los que poder disponer a voluntad, que les permitiera llenar el enorme vacío que se apodera del propio cuerpo de los albaceas al tener que administrar la herencia que habían recibido. A pesar de todas las trabas que ponían, MG creía que no debía ser fácil mantener la imagen corporativa llamada “amigo de ese castillo”. No olvidaba que, según dicen las cronistas de su historia, el castillo fue construido para defenderse de los enemigos de antaño al otro lado de la frontera, no para albergar un puñado de amigos de hoy en su interior. Construir una imagen corporativa es siempre para combatir a alguien, que previamente has definido como tu enemigo. El ejemplo más claro en el presente técnico económico son los equipos e fútbol y las corporaciones multinacionales. La corporeidad militar, por decirlo así, se han diluido entre ellos. Fue por ello que la presencia de la patrulla de la policía municipal no encajaba, a pesar de que el cronista oficial lo hubiera sugerido sibilinamente en su artículo, aquella mañana circulando a toda velocidad y sin sirena a la busca de la entrada en el castillo. Sin embargo, cuando MG empezó a dar la vuelta por el camino de ronda pudo ver a los coches policiales aparcados a las afueras y a dos de los policías haciendo guardia, como si estuvieran oficialmente de servicio de patrulla. Los otros dos policías habían desaparecido, por lo que MG supuso que deberían haber entrado dentro.
jueves, 27 de junio de 2019
JIM HARRISON
“Era además un escritor furioso (una veintena de novelas y relatos llevan su firma) y solía mantener sonadas trifulcas con los editores por su negativa a permitir que los dichosos correctores modificaran sus textos. Y eso que los dichosos correctores a veces tenían motivos de sobra para enarbolar el lápiz rojo porque Jim Harrison apenas corregía sus escritos. Aseguraba que sus relatos eran una especie de sublimación de su propia experiencia y que por formar parte de su vida no necesitaba que nadie le dijese cómo debía contarla.”
miércoles, 26 de junio de 2019
CONTAR EL CUBISMO
Que el ser humano está condenado a contar lo que hace con lo que le pasa mientras vive, es hoy perfectamente visible con la ayuda inestimable de la tecnología digital imperante. Como no podía ser de otra forma, igualmente las instituciones (conglomerado multiforme de seres humanos) nos cuentan lo que hacen con lo que les ocurre mientras las dejan existir los seres humanos que en cada época histórica las ocupan o habitan. Es el caso que, en la era felipista, un tal Luis Solana, a la sazón presidente de Telefónica se acercó al ministro de cultura, una tal Jorge Semprún, y le preguntó cuál era una de las carencias más notorias en términos artísticos que tenía el patrimonio español. Ni corto ni perezoso el ministro afrancesado le dijo que la carencia principal tenía que ver con el arte cubista, y más en concreto con el cubismo que representaba otro afrancesado y prófugo de la justicia española por no querer cumplir en su momento (principios del siglo XX) el servicio militar. El ministro se refería a Juan Gris. Dicho y hecho, la fundación Telefónica se movilizó económicamente y compró un puñado de cuadros del pintor español, haciendo cesión de los misma al museo Reina Sofía que desde entonces los exhibe de forma permanente en sus salas. Hasta aquí, digamos más o menos, el primer capitulo de esta historia contada por y entre instituciones. El segundo capítulo es la organización del curso sobre “la importancia del cubismo en la cultura moderna”, con la intención, a mi entender, de dar un empujón publicitario al fondo cubista del museo Reina Sofía, tal y como dice su director en la presentación de aquel. El mantra que se repite desde el primer módulo hasta el quinto, que componen el curso, lo podría sintetizar diciendo en clave perfectamente historicista: el cubismo es la Madre de todos los cambios del arte (después de que Hegel decretara la muerte del Arte) tal y como se había concebido en todos sus aspectos (perspectiva, volumen, color, trazo, textura, etc) hasta ese momento, los cuales no eran otros que los que legitimaron 400 años antes los artistas del renacimiento. A mi modo de entender, y a bote pronto, esta idea de que hay que cambiarlo todo como un fin en sí mismo es la principal aportación del cubismo a la cultura del mundo moderno actual. Algunas corrientes del cine más experimental, el vídeo y, sobre todo, la moda y la publicidad son la viva encarnación hoy del importante legado de este arte después de la muerte del Arte. A saber, “los cubistas crearon un sistema por el cual era posible revelar de un modo visual la trabazón existente entre los fenómenos, creando así la posibilidad en el arte de revelar procesos, en lugar de estados estáticos de existencia.” Nótese que todavía se conserva en esta definición publicitaria la palabra revelar, cuando la que más le conviene es demostrar, que es lo propio y apropiado de un sistema, en el que la acción de demostrar crea lo que demuestra. Un anuncio publicitario, por ejemplo, se comporta cabalmente así. No en balde el profesor divulgador en el curso no deja de recordarnos que el cubismo es un arte totalmente influenciado por los descubrimientos de la física relativista de Einstein, por el pensamiento positivista de la época y por la fe ciega en una idea de progreso que hace creer que todo lo que el ser humano piensa es lo que el mundo es. Revelar es un concepto más bien vinculado a lo espiritual e invisible y, por tanto, intuible y nunca demostrable.
Te dejo un breve resumen de lo que más me ha llamado la atención respecto a lo que he oído y visto en el curso, también de las lecturas que he hecho en paralelo de Juan Arnau, John Berger y Félix de Azúa:
El cubismo fue un arte preocupado enteramente por la interacción entre aspectos diferentes:
1 entre la estructura y el movimiento.
2 entre los cuerpos sólidos y el espacio en torno a ellos.
3 entre los signos ambiguos de la superficie de un cuadro y la realidad cambiante que representan.
4 así el cuadro tiene que funcionar como espacio de dos dimensiones (eliminan toda idea de volumen y profundidad), antes que como representación ilusoria del objeto, algo típicamente burguesa.
No hay que olvidar que estamos en época febrilmente anti burguesa. Lo que convierte al cubismo, a su pesar, en un suceso histórico antes que en un acontecimiento propiamente artístico o creativo.
Los cubistas coincidieron en un momento sorprendente ya que:
5 Heredaron del arte del siglo XIX la promesa revolucionaria del materialismo dialéctico.
Lo cual lo convierte en un arte conceptual, alejado de cualquier visión espiritual, estigmatizada como un estorbo en una época cientifista e historicista.
6 Captaron al principio del siglo la promesa de nuevos medios de producción, con todas sus consecuencias mundiales.
7 Expresaron su entusiasmo consecuente por el futuro en términos justificados por la ciencia moderna.
Que fue considerada definitiva para la consecución de la felicidad en la tierra, al fin al alcance de todos, principalmente de quienes nunca habían gozado de ella.
8 Lo hicieron en una década de la historia, aún reciente, cuando era posible poseer semejante entusiasmo y, sin embargo, ignorar sin propósito deliberado de evasión, las complejidades políticas y los terrores que llevaba consigo.
Yo pienso que sí se dieron cuenta de que estaban inventando lo que Heisenberg definió años más tarde, cuando ya había pasado todo, como el pensamiento peligroso típico del siglo XX. Ello se resume acertadamente en la frase de la que se enorgullecía Picasso, un hombre rústico del siglo XIX al decir de Azúa: “yo no pinto lo que veo, sino lo que pienso”, que a mi no deja de estremecerme, por debajo de su pomposidad y apariencia de grandeza.
9 Pintaron los presagios benéficos del mundo moderno.
10 Exploraron la Libertad de Desplazar las partes del todo o del cuerpo - libertad conquistada por el cubismo - para conseguir sus fines expresivos sobre el dolor o el placer sexual.
Desmontando o desplazando las partes de la vida no la entiendes mejor, al contrario, la matas y la conviertes en materia inerte de laboratorio, que es lo que parecen los cuadros y las piezas cubistas. Según Juan Arnau, la naturaleza de la vida (holística y creativa) no responde a la fría idea que se maneja en el laboratorio: el todo sigue siendo igual a sus partes separadas o desplazadas. Pues esas partes no son más pequeñas que el todo, una vez han sido separadas o desplazadas son todos en sí mismos. La inteligencia propia de la vida nada tiene que ver con la inteligencia que interesa al laboratorio.
martes, 25 de junio de 2019
ELVIRA NAVARRO
“La animalidad, como fuerza que funciona más allá de la razón es un ingrediente fundamental en Elvira Navarro que se sirve con frecuencia de las metonimias de los animales para reflejar el asco, otras veces el horror y casi siempre el extrañamiento. En alguno de los cuentos -como en «Estricnina»- hay directa voluntad de homenaje a Kafka de «La metamorfosis», si bien ocurre en un Tánger cuyos espacios de pensión de mala muerte son magistralmente evocados, hasta sentir el lector que los hubiera vivido, sin haberlos conocido necesariamente. Quizá uno de los elementos del estilo que concede más carácter unitario al conjunto de los cuentos es el tratamiento de los espacios, que ocupan en todos ellos una dimensión central.”
viernes, 21 de junio de 2019
OPTIMISMO XXI
No se si desde la antigua locución del despotismo ilustrado, “todo para el pueblo pero sin el pueblo” hasta la que repiten como un mantra los artistas de vanguardia, “ahora es el receptor el que tiene que poner lo que le falta a la obra”, se ha avanzado algo o estamos donde siempre, es decir, que hay unos que saben y otros que ignoran o que hay unos hablan y otros que escuchan, etc., o que, al fin y al cabo, solo están los que producen y luego los que se consumen lo producido adobado todo ello en forma de titulares o eslóganes o campañas o entrevistas o con cualquiera de esa puestas en escena con escenografía aplicada, en que se sustenta el optimismo actual, al que presta una impar ayuda el relativismo totalitario (valga el oximeron) de la sacrosanta libertad de expresión que se impone sin piedad a la discreta posibilidad de mostrar provisionalmente una forma particular de pensamiento. Titulares o eslóganes o frases hechas o lugares comunes o entrevistas pactadas o puestas en escena que nos dicen durante todo el día, desde la mañana hasta la noche, en el trabajo, en la familia o con los amigos, en la TV, la radio y las redes sociales, mediante una vaivén incansable de imágenes y palabras cada vez más ajenas a una procedencia que no sean las propias palabras e imágenes (lo que se conoce como logomaquia e imagomaquia), cómo va el mundo, pero que nada dicen cuando lo dicen de cómo va ahí dentro nuestro mundo, el mundo de cada emisor o receptor. Dando por supuesto que si el mundo va bien o mal según como esas voces lo pinten, nuestro mundo ahí dentro tiene que ir en perfecto acorde y sintonía, produciendo, a su vez, de esta manera las correspondientes simpatías o enemistades, indignaciones o resilencias, todo adobado, como no, con una omnipresente sonrisa. ¿Te has preguntado alguna vez lo que le ha costado, y le cuesta, a nuestros bolsillos primero y luego al sistema educativo, cultural, sanitario, laboral, judicial, etc., inventar esas voces y enseñarles a modular esa forma de hablar y de hablarnos? En fin, ¿te has preguntado alguna vez lo que te cuesta personalmente, no solo en dinero, la tan afamada corrección social y política? Sin embargo, como decía San Agustin, es tal la descomunal indiferencia o despreocupación que mostramos, que ese asunto no parece importarnos demasiado. Aunque siga siendo, a nuestro pesar, lo más importante porque nuestro mundo, el mundo pequeño e íntimo de cada uno de los emisores y receptores es lo realmente propio y apropiado, pues es desde donde podemos verdaderamente intervenir sobre lo que sea o deje de ser nuestro carácter y nuestro destino. Muy al contrario, con la actitud dominante que aceptamos de la logomaquia e imagomaquia de esas voces, damos por inevitable que los titulares o eslóganes o las frases hechas o los lugares comunes o las puestas en escena no los producen el sistema educativo, cultural, sanitario, laboral, judicial, etc., a cuenta de nuestros bolsillo, o mejor dicho, damos por hecho que esos sistemas funcionan como la propia naturaleza que con su proverbial rutina produce las tormentas y las sequías o los huracanes y la calma chicha o que después del invierno decide que llegue la primavera o que el dolor o el bien estar de todos los seres vivos que tiene bajo su férula solo merezca su falta de atención. De ahí que nuestro optimismo actual se parezca cada día más al que nos muestran, con total indiferencia también, los animales y las plantas y la piedras. No debe ser casual, al respecto de lo anterior, el aumento del mercado de mascotas y la casi desaparición de la conversación cara a cara entre los seres humanos y hablantes.
jueves, 20 de junio de 2019
SONAJERO
Como hacía una mañana espléndida, MG decidió ir directamente a dar su paseo por el camino de ronda, sin detenerse antes a tomar su café habitual en la cantina. En la toma de semejante decisión, a parte de dar satisfacción a la euforia que sentía de manera irresistible a esas horas tan tempranas, tuvo también su parte de responsabilidad la presunción de que hubiera muchos turistas dispuestos a hacer lo mismo, pensó MG. Cuando llegó arriba de la cuesta, antes de iniciar el paseo, prestó atención al aparcamiento de coches y observó que estaba vacío. Miró su reloj y le extrañó que todavía no hubiera movimiento de ningún tipo. Ni siquiera los habituales coches caravana que solían decidir pasar la noche allá arriba, dado que en la ciudad de abajo no había lugar para que pudieran aparcar ese tipo de vehículos. Nadie. A pesar de la extrañeza que semejante vacío le produjo, MG no se detuvo demasiado y se enfiló hacia la entrada del camino de ronda. No habían pasado ni diez minutos cuando oyó un fuerte ruido que, proveniente del interior del castillo, se asemejaba al tintineo de un sonajero. Notó también que al hilo de ese ruido las uñas del pie izquierdo parecían querer seguirle el compás. Era un cosquilleo que ya había sentido otras veces, sobre todo cuando montaba en bicicleta al principio de temporada, después de los meses de invierno. En el caso de la bici, lo que hacía MG era bajarse de ella y hacer estiramientos con el pie hasta que le desaparecía el cosquilleo. Cuando trato de hacer lo mismo, mientras estaba dando la vuelta al castillo, notó que el pie no le hacía caso, al contrario, en posición estática el pie izquierdo de MG adquirirá un mayor dinamismo buscando el acorde con el sonido (se puede decir que en ese momento ya no era un ruido) del interior del castillo. Si el fenómeno le hubiera sucedido a MG en décadas anteriores de la historia reciente, cuando aún le era posible poseer semejante entusiasmo, tanto a nivel individual como colectivo, y, sin embargo, ignorar sin propósito deliberado de evasión, las complejidades políticas y los terrores que, al fin y al cabo, han traído consigo, le hubiera parecido un presagio benéfico más del mundo en que entonces vivía. Pero las cosas habían cambiado lo suficiente como para intuir, en esa anomalía o imprecisión (MG no sabía cómo calificarlo) de su pie izquierdo la presencia de amenazas desconocidas. Ni a los parroquianos de la cantina ni a los vecinos de la ciudad de abajo les había oído comentar nada parecido. A excepción del dueño de la cantina y algún que otro parroquiano, que no disimulaban su acuerdo con la manera de gestionar que llevaban a cabo los Amigos del Castillo, los demás mostraban, cuando salía el tema en las conversaciones habituales, una prudencial preocupación que se diluía en indiferencia cuando la discusión quería ir hasta, por decirlo así, el tuétano del asunto, que coincidía con lo que aquellos hicieran o dejaran de hacer en el interior del castillo, y como ello pudiera afectar a las vidas y haciendas de quienes coexistían a las afueras de sus murallas. Pensó MG en descordarse la zapatilla izquierda, a ver si la causa de lo que sentía en el pie estaba allí dentro. El tinteneo le parecía, sin duda, que estaba localizado a la altura de las uñas, pero desistió de comprobarlo al darse cuenta de que estaba solo y no veía a nadie que estuviera cerca a la vista. En esa mañana no movería un dedo, nunca mejor dicho, sin la presencia de testigos. En el interior del castillo el sonajero no paraba su música tratando de llamar la atención, ahora si lo podía oír MG con claridad, de quien estuviera fuera o en sus alrededores. Como si alguien (¿quien?, se preguntó ansioso MG) lo hubiera avisado con antelación, ¿esa era la razón, por tanto, de que no hubiera nadie allí esa mañana tan soleada? La música de sonajero del interior del castillo y la entusiasta respuesta de las uñas de sus pies, ¿era la avanzadilla de esa amenaza que tanto se preconizaba desde hacía años y a la que nadie quería prestarle la atención que se merecía?
miércoles, 19 de junio de 2019
SOLITARIO
De repente, un día de los primeros de la primavera MG leyó, en el tablón de anuncios de la cantina del castillo, un anuncio en el que se permitía a los paseantes del camino de ronda ir acompañados de dos perros, firmaba la nota, como todas las notas que aparecían en ese tablón de anuncios, los Amigos del Castillo. Después de leer la nota MG pidió su habitual café con leche y se acodó en la barra de la cantina con la intención de escuchar algún comentario de los parroquianos, que hiciera alusión a esa autorización de poder pasear con dos perros. Después del incidente que hubo entre el perro de un tipo que, al parecer, estaba vinculado al interior del castillo y la perra de un paseante de la ciudad de abajo por cuestiones de celo animal, MG no había vuelto a escuchar comentario alguno relacionado con las presencia de los chuchos merodeando los alrededores del castillo. Muy al contrario, en su paseo diario alrededor del camino de ronda no volvió a ver ningún perro desde entonces. Lo que sí observó fue a más de un paseante con la correa de sujeción canina colgando de su cuello, pero ni antes ni después de encontrárselo en el camino de ronda logró MG detectar la presencia del animal que debería acompañar a quien llevaba la correa. Lo que si escuchó en los días siguientes fueron varios comentarios que venían de uno de los parroquianos respecto a la libertad de expresión a la que tenían derecho los perros y, por ende, todos los animales. Se acuerda de ello porque alguien que estaba cerca de MG le envió una señal inequívoca, a quien así se había manifestado a favor de los animales, llevándose la mano a su entrepierna al tiempo que apretaba el bulto que allí se encontraba. Tanto el animalista como el genitalista eran tipos que MG no conocía de nada. Cuando preguntó al camarero de la cantina, tampoco supo darle referencia alguna respecto si eran vecinos de la ciudad de abajo del castillo o sencillamente eran dos forasteros que pretendían llevar sus desacuerdos al interior del castillo, pues no se entendía, pensó MG, que estuvieran discutiendo de forma tan expresiva a esas horas de la mañana en un lugar como la cantina. El caso fue que esa misma mañana, cuando MG había andado más de la mitad del camino de ronda del castillo, se encontró de frente con un galgo, tal vez al entender de MG el perro con más elegancia y serenidad de su especie, que daba la impresión de no hacerse cargo de que algún ser humano lo pudiera estar esperando o buscando. Iba, pensó MG, como le gustaba imaginarse el futuro de los animales al ciudadano animalista que había escuchado en la cantina hacía tan solo unos minutos antes. Paseando como uno más, liberado del collar y el silbido de su amo. Cuando lo vio aparecer de pronto, en uno de los recodos del camino, MG se paró en seco como medida preventiva hasta que viera aparecer a quien, según la lógica dominante hasta esos momentos, debería acompañarlo. Pero no apareció nadie. El galgo siguió su camino hacia donde se encontraba MG que, ante la creciente sorpresa, decidió quedarse quieto. A pesar de que, hasta donde él conocía, los galgos se comportaban con los seres humanos siempre de forma pacifica. No habían pasado ni un minuto, cuando el perro pasó delante de él como un paseante más. MG giró la vista al recodo del camino, por ver si aparecía el dueño del chucho, pero no surgió nadie ni del camino ni de ninguno de los lugares adyacentes. Cuando el galgo se había alejado quince o veinte metros, escuchó algo parecido a un rumor articulado que se parecían a las palabras, que no supo distinguir si venía de su cerebro o del lado donde se encontraba en esos momentos el animal. Volvió a mirar con más atención a los arbustos por donde éste acababa de pasar, no siendo que el rumor o lo que fuera proviniera de detrás de su espesura. Nada. Tampoco el galgo se dio por aludido, y siguió su camino con una determinación que, MG tuvo que reconocerse así mismo, no había visto hasta ese momento en un perro, ni en ningún otro animal doméstico o salvaje. El mundo ya no se podría manipular como dejó constancia el genitalista en la cantina del castillo, pensó MG mientras reanudó su paseo.
martes, 18 de junio de 2019
HUBERT MINGARELLI
“Mingarelli sigue el principio que marca Tim O’Brien en su clásico sobre Vietnam Las cosas que llevaban los hombres que lucharon: “Una historia de guerra nunca puede ser moral. No instruye, ni alienta la virtud, ni sugiere modelos de comportamiento, ni impide que los hombres hagan las cosas que siempre hicieron. Si una historia de guerra parece moral, no la creáis”. De Una comida en invierno solo se puede concluir que los soldados no quieren morir y que tienen frío y hambre. Y que en las guerras no existe la piedad.”
lunes, 17 de junio de 2019
RENACIMIENTO XXI
¿Que es hoy ser un estúpido? Que nadie se de por aludido, pero que, igualmente, nadie baje la guardia, pues cuando menos nos lo esperemos la pregunta de arriba nos puede coger por la solapa y mirarnos cara a cara. Y no se nos ocurra, entonces, echarle la culpa a quien nos la haga. Eso es lo mismo, la pregunta está implícita en todo lo que hacemos. Otra que cosa es que te fijes en ella. No hace falta que trabajes en un laboratorio (epítome de la especialización moderna) para llegar a ser un experto en una sola cosa, aprender a transitar por el camino más corto que te lleve a ser un estúpido. Tengo la intuición de que nunca antes como hoy el hecho de vivir es una experiencia que solo tiene una única preocupación: obtener una cuenta de resultados a corto plazo. Nunca como hoy, en fin, la vida ha dejado de ser algo que merece la pena ser vivido a pesar de todos los límites y las contradicciones de sus días y sus noches, para convertirse, como decirlo, en un negocio cuyos protagonistas solo aspiran a ser exactamente como aparentan ser. O dicho de otra manera, se sienten impelidos a mantener la necesidad de transformar cada momento de su existencia en una puesta en escena de renovada escenografía. Lo que quiero decir con todo lo anterior es que ser hoy un estúpido es la forma que adquiere el carácter humano, pongamos, el tuyo o el mío, cuando decidimos ponernos a pensar peligrosamente. Como lo oyes. Y es que la joya de la corona de la cultura occidental, la tradición de su forma de pensar, inició jovialmente su amor al peligro hace más de quinientos años. Una ceremonia que se le ha dado en llamar modernidad, que queriendo ir siempre hacia adelante guiada por la novedad que ilumina la razón, princesa áurea de aquella tradición de pensamiento, no ha dejado de ser, al mismo tiempo y con más fuerza si cabe, una vuelta a lo más oscuro y sombrío de lo que aquella luz cegadora y aquella razón indudable quisieron dejar para siempre en el olvido. Es, para entendernos, la atracción irresistible que sienten las presas sexuales por el peligro que representan las prácticas de sus depredadores. El siglo XX el corto (1914-1989), como lo llaman los historiadores, ahíto de depredadores y presas que se han amado y odiado febrilmente como nunca antes en la historia de la humanidad hasta su muerte final, representa cabalmente esta perversa controversia de acabar imponiendo el mal absoluto a partir de las mejores intenciones del bien relativo y perspectivista, que impusieron todas las vanguardias habidas entonces y las habidas después hasta el presente. Algo falló, por tanto, en los cálculos de aquellos depredadores y sus presas para que el Apocalipsis dejara de ser un visión literaria del apóstol san Juan y se convirtiera en la única realidad realmente existente en el mundo occidental. Algo falló, en fin, lo que no impide, entre las ruinas todavía humeantes de aquel esplendoroso y optimista pensamiento, causa de tanto horror y barbarie (aún hoy dices que te parece mentira), que te puedas preguntar todavía, ¿por qué he sido tan estúpido pensado así, como un experto? ¿Cabe algún tipo de renacimiento “inexperto” que me restituya lo que he perdido con tanta especialización?
viernes, 14 de junio de 2019
DESALMADO XXI
Acabas el día y, metido como estás en el paroxismo verbal en el que vives, no notas, como decirlo, la mala nutrición de tu alma, si cabe, un poco más enflaquecida que cuando te levantaste por la mañana. Con todo, lo más inquietante de las cosas y las palabras con las que llenas los trajines de cada día es que se están convirtiendo en una narración monstruosamente elástica, y estás abusando tanto de esa elasticidad que estás perdiendo el sentido de la sorpresa o alerta ante cualquier forma de atrocidad. Talmente, y tampoco te das cuenta de que es la peor de todas porque es a ti a quien daña plenamente, ese raquitismo espiritual que no cesa y que por ello no echa en falta la pertinente llamada desde el lado oscuro de tu alma. Todo lo cual te convierte en un desalmado, así como lo oyes, que es la verdadera definición de alguien que ha perdido su alma. Las acepciones fuera de la ley o sinónimos son más bien las consecuencias de andar por la vida con semejantes huecos, sin preocupación alguna por quien o quienes puedan ocuparlos. Un tenaz e impersonal utilitarismo se interpone siempre haciendo que tus oídos sean sordos y tus ojos ciegos, lo que te ha acabado alejando de lo que siempre has presentido, a saber, que la vida merece la pena ser vivida porque intuimos (empleas el plural como algo insustituible, a sabiendas de que ese valor supremo de la vida es una responsabilidad como mínimo de dos), aunque nos cueste sentirlo de forma directa, que es hermosa y buena. Siempre has oído que este desdoblamiento es un atributo propio de poetas o escritores profesionales, y que el resto de los mortales nos tenemos que conformar con escucharles o leer sus libros. Pero, ¿cómo puede un desalmado ciego y sordo oír la voz de un alma con cien ojos y más de cinco sentidos? Te podrás acercar, tocar incluso el libro donde están impresas sus palabras, pero nunca podrás oír lo que dicen si previamente no has escuchado su llamada a través o entre tanto ruido que se interpone entre medias. Yo creo que la necesidad de sentir esta llamada es insustituible e irrepetible en cada cual, y está preñada de todos aquellos presentimientos que rodean el utilitarismo objetivo e impersonal de cada existencia. Insisto en los presentimientos porque me parecen él últimos refugio donde todavía no ha llegado aquella elasticidad monstruosa que mencioné al principio. Para que la lectura (un de las formas que puede aparecer en el horizonte de aquella llamada) llegue a ser una experiencia hermosa y buena, la vida tiene que ser antes presentida como tal, sino será solo un eslabón más de esa monstruosidad rampante que hoy alinea todo sentimiento. Dicho de otra manera, para que el pensamiento, que a veces auto reclamas, sea un contrapunto de la vida utilitarista que llevas está debe perder la voluntad de entender y ocuparlo todo, pues ahí se encuentra el principio y la razón de todo mal, del que es una forma palpable en la actualidad esa elasticidad del todo vale que parece no tener límite. Debe, para entendernos, aprender a saber dentro del ámbito del no saber, que es donde habitan aquellos presentimientos que rodean al saber utilitarista. La llamada, no hace falta que te insista, no va dirigida a tu nombre, sino al centro mismo de tu corazón, si aún no se ha parado. ¡Hay alguien ahí! Confiando que la monstruosa elasticidad mencionada no haya llegado todavía, ahí.
jueves, 13 de junio de 2019
CHERNOBYL
“La miniserie escrita por Craig Mazin (sigan su cuenta de Twitter, no tiene desperdicio) y dirigida al completo por el sueco Johan Renck es la versión audiovisual de un peritaje forense en el que la exactitud documental y la precisión factual obedecen al intento de reconstrucción de unos hechos que jamás iban a ocurrir hasta que ocurrieron. Este drama ceniciento, cortesía del director de fotografía sueco Jakob Ihre (habitual de Justin Trier), reproduce con una minuciosidad que raya lo obsesivo no solo el concatenado de causas que provocaron el desastre sino las condiciones ambientales en las que se produjo: estamos ante una ficción con voluntad no ya testimonial sino claramente inmersiva en la que lo sensorial posee tanta o más fuerza que lo discursivo.”
miércoles, 12 de junio de 2019
INFANTILISMO XXI
Cuando el otro día salí del teatro, después de asistir a la memorable representación de la obra de Michael Frayn, Copenhage, no solo me di cuenta del significado fundacional de la nueva era asociada al manejo irresponsable del átomo, lo que el propio Heisenberg, uno de los protagonistas de la obra, llamó el nacimiento del pensamiento peligroso, a saber, sin duda hoy el ser humano puede hacer todo lo que quiera, pero no puede querer todo lo que hace, sino que, paradójicamente, me di cuenta, te digo, que también se iniciaba el final de la grandeza adulta humana sobre la tierra dando paso a un incierto y peligroso infantilismo perpetuo. No otra cosa nos quiso advertir Heisenberg en la obra de teatro a través de su conversación apasionada con el otro protagonista, Niels Bohr, y en su ensayo “Imagen de la naturaleza frente a la física moderna”, donde explica que el pensamiento se vuelve peligroso cuando se deja en manos de adultos infantilizados. Dicho de otra manera, el manejo indiscriminado del átomo no deja de ser un juego de niños, y los niños, como todo el mundo sabía hasta ese año cero de la era atómica nuclear, tienden a creer que toda la realidad es una estampa de ficción enteramente a servicio de sus juegos imaginativos. Como infantil fue, después de hacer explotar las dos bombos atómicas sobre territorio japonés, tomar la decisión de quitarle peso al mundo y poner levedad al ser que había hecho posible semejante carnicería. Con la onda expansiva del plutonio desbocado sobre el imperio nipón, primer juego peligroso del adulto infantilizado contemporáneo, murió también el sujeto humano adulto que había llevado el peso de la grandeza de la humanidad sobre la tierra tal y como se conocía hasta ese momento, bienvenido el sujeto humano infantil como medida, a partir de ese momento, de todo lo que se hiciera o dejara de hacer sobre el planeta. A partir de entonces y de forma creciente, hasta hoy, tal sujeto ya no ha tenido que soportar el fardo de la ley de la gravedad ni el de tener buscar la verdad mediante un relato con trama. Sin gravedad, sin verdad y sin trama, en fin, sin relato podrá experimentar la levedad del ser sin culpa, por no tener que aguantar el infierno que siempre acaba siendo el otro. En las sociedades premodernas, es decir, las anteriores al sujeto adulto infantilizado, las amenazas y peligros eran contempladas, sobre todo, en términos de destino o imposición externa. Una molestia innecesaria que el genio infantil del adulto contemporáneo ha sabido solucionar mediante el uso en beneficio propio de las transformaciones inherentes a la modernización: el desarrollo tecnológico ha creado riesgos de un tipo antes desconocido, que renuevan permanentemente la imaginación del niño grande y mimado, que no prescinde, en sus ratos libres, de relacionarse con sus mascotas o exigir un lugar de retiro, en su lugar de trabajo o estudio, donde poder calmar la indignación de sus rabietas, que las produce el hecho de que ese destino no se acabe de cumplir como él se imagina.
martes, 11 de junio de 2019
CONFORT XXI
Fíjate en eso que la sociología llama zonas de confort dentro de una sociedad, como la occidental actual, que es la quintaesencia cabal del bien estar a que siempre hemos aspirado los que ahí vivimos. Eso que se conoce como la historia de la emancipación humana no es otra cosa que ese largo y lento cambio que nos ha llevado desde la barbarie de la naturaleza hasta la civilidad y confort de la polis. Uno quisiera pensar que debería servir con esta distinción, pero tengo la sensación que dentro de la polis se han colado de rondón un serie variopinta e inclasificable de “caballos de troya” que hacen que muchos ciudadanos se sientan incómodos dentro del confort de la polis y busquen escapatorias igualmente variopintas e inclasificables en su exterior, para entendernos, en el bosque. Una vez más, cultura contra civilización, o al revés. Perdida - no quisiera decir para siempre - toda sensación de solidez o de peso o de gravedad en nuestra posición en el mundo, abandonados, por tanto, al estado líquido de nuestras emociones primordiales en permanente ebullición, faltos de toda esperanza de un logos (o como hoy se diga) que solidifique un poco la erupción de lava y el oleaje de los tsunamis a ella asociada, ya no sabemos si estamos dentro de la ciudad sitiada o somos los sitiadores de una naturaleza, la nuestra, definitivamente muerta por el fanatismo de una hiperactividad que no cesa nunca. Dicho de otra manera, no sabemos si entramos o salimos de esa ciudad, otrora sólida e incuestionable, símbolo imperecedero (eso creíamos) de nuestra marcha exitosa a través de la historia, o si somos los caballos de troya ahora portadores de la barbarie que ese éxito ha producido a su paso. Sea lo que fuere, y en cualquier caso, la marea insolidificable en que nos movemos ha acabado por desfigurar a la polis de forma irremediable. Es como si lava de nuestros adentros no pudiera encontrar el anhelado sosiego fuera. Leer en compañía es un buen ejemplo de esto, también asistir a una exposición, en fin, relacionarse con cualquier experiencia creativa vale igualmente. El arte, que nace en la polis sitiada por las tormentas de la naturaleza, ha tenido siempre esa capacidad solidificadora, que nos ha permitido salir con sentido de la ciudad sitiada y poder volver sanos y salvos. Pero creo que eso ya no es así. Hoy en día no hay punto de vista, venga del registro creativo que venga y ocupe el lugar que ocupe, que sea capaz de fijar la mirada de ese zombi desterrado en su propia zona de confort (como así le gusta nombra al lugar donde permanecen inalterables los movimientos espasmódicos de su liquidez constante) en que se ha convertido el antiguo y glorioso habitante de la polis.
jueves, 6 de junio de 2019
NIR BARAM
“El planteamiento de Baram es brillante en cuanto a las motivaciones de las nuevas generaciones de rebeldes al sistema: es un ataque al todo, no hay posibilidad de regeneración transformando las partes. La certeza de un descrédito general, la corrupción como estructura de vida, la mentira como construcción de la opinión pública, pero sobre todo la profunda inanidad de este modelo de existencia no permiten un discurso ideológico allí donde las ideologías también han fracasado y son además el sustento (sea cual fuere su signo o su meta) de una tristeza espiritual que no se explica por esto o por aquello o por lo de más allá.
Es el corazón del mundo lo que se ha parado.
Estar contra algo no es necesariamente ser diferente de ese algo (ni necesario ni verosímil).”
miércoles, 5 de junio de 2019
PERSIANAS
Lo que vino a decir aquel hombre, que se movía en la misma dirección que MG en el camino de ronda del castillo, fue que los Amigos del Castillo habían bajado las persianas de las ventanas de la fortaleza para que fuera nos pareciera a todos que era de noche. Su obsesión por mantener inaccesible a la presencia de cualquier ser humano, ya fuera vecino de la ciudad de bajo o forastero, las dependencias internas de la fortaleza justificaba plenamente esa imagen que se le había ocurrido mientras caminaba, le dijo. Esta vez no iba acompañado de su perra, pues había muerto recientemente víctima de un infarto, según le diagnosticó el veterinario. Al principio no lo reconoció, pues el hecho de que fuera en su misma dirección lo desconcertó. Aquella voluntad férrea por negar el paso al interior del castillo a todo el que no llevará un permiso, cuya manera de obtenerlo se hacía más confusa y difícil en tanto en cuanto el interesado más insistía en tenerlo en su bolsillo, imponía, al entender de MG, una rutina en los paseos alrededor de la parte del castillo que si estaba autorizada. MG había observado, empezando por el mismo, que los que cada mañana subían la cuesta del castillo para dar una o dos o las vueltas que fuesen siguiendo la traza del camino de ronda autorizado, lo hacían siempre en la misma dirección y siempre daban el mismo número de vueltas. MG, observaba también, que semejante rutina no afectaba a la parada previa para tomar un café en la cantina del castillo. De hecho, solo había coincidido allí con dos o tres de los andarines habituales a esas horas de la mañana, entre estos no se encontraba el dueño de la perra muerta por infarto. Mientras seguía caminando a su lado dándole vueltas a la misteriosa frase que vinculaba la noche exterior con la bajada de las persianas interiores de las ventanas de la fortaleza por parte de los Amigos del Castillo, que acababa de escucharle sin que mediara ninguna provocación o interpelación por su parte, se acordó de la primera vez que lo había visto. Tuvo lugar la mañana en que se lo encontró en dirección opuesta a la que él iba (tal vez el desconcierto le surgió no porque no le acompañara la perra, pensó MG, sino porque se lo encontró de espaldas, caminando en su misma dirección, a un paso anormalmente lento en comparación con el que llevaban otros cambiantes, incluido el mismo, y mirando con una atención concienzuda hacia las ventanas de la fortaleza) tratando de zafarse de un gran perro en celo que procuraba, con esa determinación que solo posee el instinto de naturaleza libre de todo condicionamiento cultural o moral, apoderarse enteramente del cuerpo de su perra. En aquel entonces, recordó MG, el hombre de la perra le había comentado medio a trompicones, mientras trataba de mantener el equilibrio al lado del animal en el estrecho camino de ronda, que el dueño del perro que intentó montar a su perra era un tipo que entraba y salía del castillo sin permiso. MG dudó durante unos minutos si seguir el paso de su compañero de ronda aquella mañana o adelantarlo y continuar al ritmo que llevaba hasta que se topó con él. Optó por lo primero después de pedirle su consentimiento. Lo primero que le preguntó, pues MG entendió que no se oponía a su compañía porque quería mantener una conversación referida a lo que mantenía su atención de forma invariable desde que se puso a su lado, fue si tenía permiso para dar su cambio de dirección en el paseo por el camino de ronda, y si eso tenía que ver con el episodio de su perra, y si éste, a su vez, era causa de la muerte del animal. Únicamente le contestó que esa amenaza por parte de los Amigos del Castillo, bajar las persianas para hacernos creer que es de noche, solo puede ser interpretada como un claro indicio del estado de ruina en que se encuentra el castillo y, al mismo tiempo, una llamada indirecta para encontrar alguna forma de redención.
martes, 4 de junio de 2019
SER CLARA AHÍ
Sé que la tentación que tienes, como lector de “La ciudad en invierno”, de relacionarte con Clara en el ámbito familiar o escolar o amical es, desde la primera línea de la novela, inmediata e irresistible. A mi me pasó lo mismo. No podemos prescindir de nuestra fuerte determinación historicista en su doble acepción. Por un lado, que Clara y compañía sean unos personajes que viven, digamos, en la misma época que los lectores que nos acercamos a sus peripecias. Por otro, y de esta acepción es de la que más nos cuesta desprendernos, las peripecias de Clara y compañía se encuentra encuadradas en un ambiente social perfectamente reconocible, al que le pedimos un recorrido con un principio, un nudo y un desenlace. Lo que ocurre, al menos así ha sido mi experiencia, es que después de leer la novela dos veces no he sido capaz de ordenar sus piezas de esa manera o al estilo de como se cuenta una historia. Se te fijas con atención, el narrador acompaña a Clara durante todas las páginas de la novela, pero no lo hace dentro de esos ambientes mencionados. Estos, por así decirlo, aparecen como un telón de fondo trasparente, que están allí como a la espera de que acaben las peripecias del ser de Clara, que va y viene de forma incondicionada respecto a lo que puedan hacer o no su tía Adela y su amiga Estrella, sus padres y los médicos del hospital, sus amigos y profesores del instituto. El narrador parece intuir que si introduce literalmente a Clara en la historia de la sociedad en le ha tocado vivir, que es la que el lector reconoce de inmediato y demanda que se haga, se convertiría en un vampiro que le chuparía la sangre de lo que quiere contar respecto a Clara y, por ende, respecto a cualquier ser que esté Ahí. Que no son tanto en las contingencias (ahora o ayer o mañana, aquí o allí) de su vida, aunque no se olvida de ellas por eso las coloca en ese segundo plano, sino en la permanencia que acompaña a lo existencia por existir, y que justo por ello reclama su cuidado. El narrador que acompaña a Clara es, en este sentido, su cuidador de su existente, tal y como lo entienden Agustin de Hipona o Heidegger. Su misión, dentro de este encuadre que ha elegido para mostrar su relato, es mostrarnos diferentes aspectos de la cotidianidad de Clara como si fueran la primera vez. Eso decir, como si fuese la primera vez que una niña convive en un casa de campo con una tía y su amiga, como si fuese la primera vez que una niña despierta a las fantasías sexuales, como si fuese la primera vez que una niña es objeto de una agresión sexual, como si fuese la primera vez, en fin, que una adolescente se enamora. Repito, es cierto que nos resulta muy difícil, por no decir literalmente imposible, no experimentar las historias que hay detrás de lo que el narrador nos muestra con esa intención de “por primera vez”. Sin embargo, es igualmente cierto (aunque no lo digamos a nadie) que no podemos evitar pre-sentir una exterioridad de sinsentido, ajena al tiempo y, por tanto, a nuestra subjetividad. Del mismo modo que a nuestras acciones subyacen miles de pasiones desconocidas, así también cada imagen oculta un espacio intemporal que es su condición de posibilidad. Talmente es por donde, de la mano de su cuidador narrador, se conduce Clara, de una forma aparentemente incompatible entre lo que vemos (los espacios que habita) y el sentido (el lenguaje que los narran). Se te fijas, las peripecias de Clara son todas en el exterior de donde vive con su familia y sus pares, a saber, el bosque que rodea la casa de campo, los arrabales online de la prostitución sexual. el cauce antiguo del Turia, en las afueras de donde está con lo habitual. Pero no debes pensar, al menos es lo que yo me he propuesto como colofón a la lectura de “La ciudad en invierno”, que vistos así los espacios que habita Clara son insignificantes o carentes de sentido. Al contrario, son generadores del sentido del habitar de Clara y del lenguaje que su cuidador narrador emplea para que ese habitar acontezca.
lunes, 3 de junio de 2019
WALT WHITMAN
Ariel. Barcelona, 2019. 536 páginas. 21,90 €. Ebook: 12,99 €
“Ciertos escritores se convierten en enfermeros de nuestras batallas personales”, afirma Toni Montesinos (Barcelona, 1972) en las páginas de agradecimiento con las que cierra su extenso ensayo biográfico sobre el poeta norteamericano Walt Whitman (1819-1892). Lo testimonian elocuentemente las casi quinientas páginas que preceden esa afirmación, en las que el biógrafo explora distintos aspectos de la figura y obra del autor de Hojas de hierba desde la perspectiva del lector entusiasta que, al situar el foco de atención en un autor particular, lo convierte en centro de gravedad en el que concluyen, no sólo todo aquello que el estudioso en cuestión conoce de su objeto de estudio y su circunstancia, sino también de un conjunto amplio y heterogéneo de lecturas, recuerdos y evocaciones personales en los que es fácil adivinar la decantación de toda una vida en la que la literatura como razón de ser y como objeto de entusiasmo ha ocupado un lugar prominente.”
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