Que el ser humano está condenado a contar lo que hace con lo que le pasa mientras vive, es hoy perfectamente visible con la ayuda inestimable de la tecnología digital imperante. Como no podía ser de otra forma, igualmente las instituciones (conglomerado multiforme de seres humanos) nos cuentan lo que hacen con lo que les ocurre mientras las dejan existir los seres humanos que en cada época histórica las ocupan o habitan. Es el caso que, en la era felipista, un tal Luis Solana, a la sazón presidente de Telefónica se acercó al ministro de cultura, una tal Jorge Semprún, y le preguntó cuál era una de las carencias más notorias en términos artísticos que tenía el patrimonio español. Ni corto ni perezoso el ministro afrancesado le dijo que la carencia principal tenía que ver con el arte cubista, y más en concreto con el cubismo que representaba otro afrancesado y prófugo de la justicia española por no querer cumplir en su momento (principios del siglo XX) el servicio militar. El ministro se refería a Juan Gris. Dicho y hecho, la fundación Telefónica se movilizó económicamente y compró un puñado de cuadros del pintor español, haciendo cesión de los misma al museo Reina Sofía que desde entonces los exhibe de forma permanente en sus salas. Hasta aquí, digamos más o menos, el primer capitulo de esta historia contada por y entre instituciones. El segundo capítulo es la organización del curso sobre “la importancia del cubismo en la cultura moderna”, con la intención, a mi entender, de dar un empujón publicitario al fondo cubista del museo Reina Sofía, tal y como dice su director en la presentación de aquel. El mantra que se repite desde el primer módulo hasta el quinto, que componen el curso, lo podría sintetizar diciendo en clave perfectamente historicista: el cubismo es la Madre de todos los cambios del arte (después de que Hegel decretara la muerte del Arte) tal y como se había concebido en todos sus aspectos (perspectiva, volumen, color, trazo, textura, etc) hasta ese momento, los cuales no eran otros que los que legitimaron 400 años antes los artistas del renacimiento. A mi modo de entender, y a bote pronto, esta idea de que hay que cambiarlo todo como un fin en sí mismo es la principal aportación del cubismo a la cultura del mundo moderno actual. Algunas corrientes del cine más experimental, el vídeo y, sobre todo, la moda y la publicidad son la viva encarnación hoy del importante legado de este arte después de la muerte del Arte. A saber, “los cubistas crearon un sistema por el cual era posible revelar de un modo visual la trabazón existente entre los fenómenos, creando así la posibilidad en el arte de revelar procesos, en lugar de estados estáticos de existencia.” Nótese que todavía se conserva en esta definición publicitaria la palabra revelar, cuando la que más le conviene es demostrar, que es lo propio y apropiado de un sistema, en el que la acción de demostrar crea lo que demuestra. Un anuncio publicitario, por ejemplo, se comporta cabalmente así. No en balde el profesor divulgador en el curso no deja de recordarnos que el cubismo es un arte totalmente influenciado por los descubrimientos de la física relativista de Einstein, por el pensamiento positivista de la época y por la fe ciega en una idea de progreso que hace creer que todo lo que el ser humano piensa es lo que el mundo es. Revelar es un concepto más bien vinculado a lo espiritual e invisible y, por tanto, intuible y nunca demostrable.
Te dejo un breve resumen de lo que más me ha llamado la atención respecto a lo que he oído y visto en el curso, también de las lecturas que he hecho en paralelo de Juan Arnau, John Berger y Félix de Azúa:
El cubismo fue un arte preocupado enteramente por la interacción entre aspectos diferentes:
1 entre la estructura y el movimiento.
2 entre los cuerpos sólidos y el espacio en torno a ellos.
3 entre los signos ambiguos de la superficie de un cuadro y la realidad cambiante que representan.
4 así el cuadro tiene que funcionar como espacio de dos dimensiones (eliminan toda idea de volumen y profundidad), antes que como representación ilusoria del objeto, algo típicamente burguesa.
No hay que olvidar que estamos en época febrilmente anti burguesa. Lo que convierte al cubismo, a su pesar, en un suceso histórico antes que en un acontecimiento propiamente artístico o creativo.
Los cubistas coincidieron en un momento sorprendente ya que:
5 Heredaron del arte del siglo XIX la promesa revolucionaria del materialismo dialéctico.
Lo cual lo convierte en un arte conceptual, alejado de cualquier visión espiritual, estigmatizada como un estorbo en una época cientifista e historicista.
6 Captaron al principio del siglo la promesa de nuevos medios de producción, con todas sus consecuencias mundiales.
7 Expresaron su entusiasmo consecuente por el futuro en términos justificados por la ciencia moderna.
Que fue considerada definitiva para la consecución de la felicidad en la tierra, al fin al alcance de todos, principalmente de quienes nunca habían gozado de ella.
8 Lo hicieron en una década de la historia, aún reciente, cuando era posible poseer semejante entusiasmo y, sin embargo, ignorar sin propósito deliberado de evasión, las complejidades políticas y los terrores que llevaba consigo.
Yo pienso que sí se dieron cuenta de que estaban inventando lo que Heisenberg definió años más tarde, cuando ya había pasado todo, como el pensamiento peligroso típico del siglo XX. Ello se resume acertadamente en la frase de la que se enorgullecía Picasso, un hombre rústico del siglo XIX al decir de Azúa: “yo no pinto lo que veo, sino lo que pienso”, que a mi no deja de estremecerme, por debajo de su pomposidad y apariencia de grandeza.
9 Pintaron los presagios benéficos del mundo moderno.
10 Exploraron la Libertad de Desplazar las partes del todo o del cuerpo - libertad conquistada por el cubismo - para conseguir sus fines expresivos sobre el dolor o el placer sexual.
Desmontando o desplazando las partes de la vida no la entiendes mejor, al contrario, la matas y la conviertes en materia inerte de laboratorio, que es lo que parecen los cuadros y las piezas cubistas. Según Juan Arnau, la naturaleza de la vida (holística y creativa) no responde a la fría idea que se maneja en el laboratorio: el todo sigue siendo igual a sus partes separadas o desplazadas. Pues esas partes no son más pequeñas que el todo, una vez han sido separadas o desplazadas son todos en sí mismos. La inteligencia propia de la vida nada tiene que ver con la inteligencia que interesa al laboratorio.