lunes, 17 de junio de 2019

RENACIMIENTO XXI

¿Que es hoy ser un estúpido? Que nadie se de por aludido, pero que, igualmente, nadie baje la guardia, pues cuando menos nos lo esperemos la pregunta de arriba nos puede coger por la solapa y mirarnos cara a cara. Y no se nos ocurra, entonces, echarle la culpa a quien nos la haga. Eso es lo mismo, la pregunta está implícita en todo lo que hacemos. Otra que cosa es que te fijes en ella. No hace falta que trabajes en un laboratorio (epítome de la especialización moderna) para llegar a ser un experto en una sola cosa, aprender a transitar por el camino más corto que te lleve a ser un estúpido. Tengo la intuición de que nunca antes como hoy el hecho de vivir es una experiencia que solo tiene una única preocupación: obtener una cuenta de resultados a corto plazo. Nunca como hoy, en fin, la vida ha dejado de ser algo que merece la pena ser vivido a pesar de todos los límites y las contradicciones de sus días y sus noches, para convertirse, como decirlo, en un negocio cuyos protagonistas solo aspiran a ser exactamente como aparentan ser. O dicho de otra manera, se sienten impelidos a mantener la necesidad de transformar cada momento de su existencia en una puesta en escena de renovada escenografía. Lo que quiero decir con todo lo anterior es que ser hoy un estúpido es la forma que adquiere el carácter humano, pongamos, el tuyo o el mío, cuando decidimos ponernos a pensar peligrosamente. Como lo oyes. Y es que la joya de la corona de la cultura occidental, la tradición de su forma de pensar, inició jovialmente su amor al peligro hace más de quinientos años. Una ceremonia que se le ha dado en llamar modernidad, que queriendo ir siempre hacia adelante guiada por la novedad que ilumina la razón, princesa áurea de aquella tradición de pensamiento, no ha dejado de ser, al mismo tiempo y con más fuerza si cabe, una vuelta a lo más oscuro y sombrío de lo que aquella luz cegadora y aquella razón indudable quisieron dejar para siempre en el olvido. Es, para entendernos, la atracción irresistible que sienten las presas sexuales por el peligro que representan las prácticas de sus depredadores. El siglo XX el corto (1914-1989), como lo llaman los historiadores, ahíto de depredadores y presas que se han amado y odiado febrilmente como nunca antes en la historia de la humanidad hasta su muerte final, representa cabalmente esta perversa controversia de acabar imponiendo el mal absoluto a partir de las mejores intenciones del bien relativo y perspectivista, que impusieron todas las vanguardias habidas entonces y las habidas después hasta el presente. Algo falló, por tanto, en los cálculos de aquellos depredadores y sus presas para que el Apocalipsis dejara de ser un visión literaria del apóstol san Juan y se convirtiera en la única realidad realmente existente en el mundo occidental. Algo falló, en fin, lo que no impide, entre las ruinas todavía humeantes de aquel esplendoroso y optimista pensamiento, causa de tanto horror y barbarie (aún hoy dices que te parece mentira), que te puedas preguntar todavía, ¿por qué he sido tan estúpido pensado así, como un experto? ¿Cabe algún tipo de renacimiento “inexperto” que me restituya lo que he perdido con tanta especialización?