viernes, 14 de junio de 2019

DESALMADO XXI

Acabas el día y, metido como estás en el paroxismo verbal en el que vives, no notas, como decirlo, la mala nutrición de tu alma, si cabe, un poco más enflaquecida que cuando te levantaste por la mañana. Con todo, lo más inquietante de las cosas y las palabras con las que llenas los trajines de cada día es que se están convirtiendo en una narración monstruosamente elástica, y estás abusando tanto de esa elasticidad que estás perdiendo el sentido de la sorpresa o alerta ante cualquier forma de atrocidad. Talmente, y tampoco te das cuenta de que es la peor de todas porque es a ti a quien daña plenamente, ese raquitismo espiritual que no cesa y que por ello no echa en falta la pertinente llamada desde el lado oscuro de tu alma. Todo lo cual te convierte en un desalmado, así como lo oyes, que es la verdadera definición de alguien que ha perdido su alma. Las acepciones fuera de la ley o sinónimos son más bien las consecuencias de andar por la vida con semejantes huecos, sin preocupación alguna por quien o quienes puedan ocuparlos. Un tenaz e impersonal utilitarismo se interpone siempre haciendo que tus oídos sean sordos y tus ojos ciegos, lo que te ha acabado alejando de lo que siempre has presentido, a saber, que la vida merece la pena ser vivida porque intuimos (empleas el plural como algo insustituible, a sabiendas de que ese valor supremo de la vida es una responsabilidad como mínimo de dos), aunque nos cueste sentirlo de forma directa, que es hermosa y buena. Siempre has oído que este desdoblamiento es un atributo propio de poetas o escritores profesionales, y que el resto de los mortales nos tenemos que conformar con escucharles o leer sus libros. Pero, ¿cómo puede un desalmado ciego y sordo oír la voz de un alma con cien ojos y más de cinco sentidos? Te podrás acercar, tocar incluso el libro donde están impresas sus palabras, pero nunca podrás oír lo que dicen si previamente no has escuchado su llamada a través o entre tanto ruido que se interpone entre medias. Yo creo que la necesidad de sentir esta llamada es insustituible e irrepetible en cada cual, y está preñada de todos aquellos presentimientos que rodean el utilitarismo objetivo e impersonal de cada existencia. Insisto en los presentimientos porque me parecen él últimos refugio donde todavía no ha llegado aquella elasticidad monstruosa que mencioné al principio. Para que la lectura (un de las formas que puede aparecer en el horizonte de aquella llamada) llegue a ser una experiencia hermosa y buena, la vida tiene que ser antes presentida como tal, sino será solo un eslabón más de esa monstruosidad rampante que hoy alinea todo sentimiento. Dicho de otra manera, para que el pensamiento, que a veces auto reclamas, sea un contrapunto de la vida utilitarista que llevas está debe perder la voluntad de entender y ocuparlo todo, pues ahí se encuentra el principio y la razón de todo mal, del que es una forma palpable en la actualidad esa elasticidad del todo vale que parece no tener límite. Debe, para entendernos, aprender a saber dentro del ámbito del no saber, que es donde habitan aquellos presentimientos que rodean al saber utilitarista. La llamada, no hace falta que te insista, no va dirigida a tu nombre, sino al centro  mismo de tu corazón, si aún no se ha parado. ¡Hay alguien ahí! Confiando que la monstruosa elasticidad mencionada no haya llegado todavía, ahí.