jueves, 21 de abril de 2011

NOCHES BLANCAS, de Luchino Visconti












LO QUE DA DE SI UN CORAZÓN AJENO

Después de tratar el mes pasado con la pérdida y el duelo que provoca la muerte de un ser querido, este primer mes de primavera nos hemos atrevido con el sentimiento del amor, y así poder comprobar que es eso que, cuando la muerte nos lo arrebata, nos sumerge en un estado de miedo y desolación desconocidos. Como puede deducir estamos ante dos sentimientos de nivel alto, de armas tomar, con los que uno se juega todo lo poco que tiene y ante los que hay que arremangarse antes de meterse de lleno en su campo de acción. Salvo algunas excepciones, propias de especímenes de esta clase media atiborrada, que no es capaz de sentir algo si antes no le llenen el bolsillo, y que nos abochorna con su inconmensurable simpleza y desden hacia lo que tenga que ver con los sentimientos como fuente de vida y conocimiento, el resto de lectores y espectadores sacaron de donde pudieron el suficiente valor para, al final del exigente reto que tenían delante, salir con fuerza y sabiduría renovadas.

Decir antes que nada, para entendernos, aunque sea a costa de reducir un tanto el asunto, que lo que llamamos Amor necesita de dos impulsos. Uno, el enamoramiento, ese momento inicial en el que convertimos al hombre o mujer en objeto único y obsesivo de nuestros sueños. Dos, el amor propiamente dicho, donde la persona anteriormente soñada se encarna en los envites de la existencia, convirtiéndose en el hombre y mujer de nuestra vida. Sin que esto contradiga que en el momento mas inesperado todo se abisme por el sumidero donde acaban siempre nuestras miserias, ya que la historia puede volver a comenzar de nuevo.

Antes de convertirse en un mapa, que han de mirar todos lo dias porque se mueve, el amor de Mario y Natalia han de superar, en la prueba de su enamoramiento, si lo que sienten es algo enconado que les hace ver visones o es un sentimiento equivocado, confundido con otro o mal elaborado, que acabará convirtiéndose en fuente de sorpresas para ellos mismos y, de paso, para los que estamos viéndonos, al verles.

La película de Visconti esta contada bajo el prisma y la influencia de esas pruebas del enamoramiento de los protagonistas, con algunos aterrizajes por separado en lo propio de sus vidas cotidianas. De lo que se trataba era de ver, y después razonar sobre lo que se miraba y se oia, si un sentimiento tan evanescente, con tan escasos anclajes en lo real (fijarse locamente en alguien que no es para que nos de lo que no tiene, tiene mucha tela), tan frágil y tan vulnerable, se responsabiliza, y cómo, de sostener el conjunto del relato. De ver su arquitectura hecha a base luces y sombras, de palabras elementales dichas con la máxima solemnidad y de todo esos silencios que hacen del enamorado sentirse permanentemente amenazado. Y todo ello teniendo en cuenta las formas explícitas que transmiten las imágenes, que tan poco dadas son a la ambiguedad.

El talento de Visconti fija lo que de suyo tiende a ser escurridizo y, por lo tanto, no se puede visualizar, haciendo que el espectador compruebe la forma que tiene. Cualquier espectador adulto, y medianamente saludable, ha pasado por el trance del enamoramiento y sabe, por tanto, que ahí dentro hay cualquier cosa menos estabilidad, unicamente hay hambre del otro y vértigo sino se deja comer. Uno tiene la sensación de que le estan pasando muchas cosas al mismo tiempo, pero no logra ver ninguna con claridad. De que se esta muriendo cocido en sus adentros, mientras los demás, no sabe por qué, no dejan de hablar o de reirse ahí fuera.

La elegancia viscontiana, heredada de su rancio abolengo de aristócrata europeo, hace que todo ese volcán en el que se encuentran inmersos los amantes, atempere sus embestidas sobre una ciudad en ruinas, deambulando entre sus rincones mas canallas llenos de putas, chulos y borrachos, visibles como fantasmas en medio de una constante niebla. De esa manera hace que solidifique, durante las cuatro noches que dura el itinerario de los amantes, la erupcion de sus corazones: en la mas bella historia de amor que nunca antes se habian imaginado. Y el espectador se queda atónito, ante el espectáculo visual y el chute de conocimiento que le meten en el suyo la vida de esos frágiles corazones, poco antes tan ajenos y desconocidos.