Los indignados son gente que también se preocupan. Yo diría que su indignación es el resultado de una sobresaturación de preocupación. Una preocupación, a su vez, inducida por una sobresaturación de información que invita a una dinámica social permanente, lo que acarrea una perdida sustancial de atención en las cosas que les importan, y la insatisfacción que todo ello les produce: sospechar que están siempre en el mismo sitio. La indignación vendría a ser así el correlato de un mundo que echa toneladas de basura sobre lo importante, que en lo fundamental sigue siendo lo mismo que hace miles de años: que cuando miramos al cielo, al mar o al fuego, y ahora a las pantallas, seguimos sin saber que coños hacemos aquí. La indignación es el correlato en unas vidas que han creido saberlo todo, hasta que llego un tsunami del mar o de wall street y, de repente, se sienten desnudos y desvalidos como la madre que lo parió. La indignación es el correlato de no aceptar que todo lo que les han enseñado no sirve para nada y tienen que empezar a aprender de nuevo. Han cometido graves errores de percepción, llevan mirando para otro lado desde hace unas cuantas décadas, y ahora cuando no les salen las cuentas van y no saben hacer otra cosa que indignarse. Indignados en su rincón todavía tienen ganas de hacer algo, pero la rabia y la ofuscación los tienen paralizados.
La preocupación y la indignación les van cosiendo las cosas y los sucesos de sus días con sorprendente uniformidad. Hablas con esa gente y todos están aquejados de semejante estado de animo. Aparentemente se comerían crudos a los que han construido una mundo tan canalla, pero en verdad lo que observas es que todos tienen su tiempo saturado de similares congojas y sus malas babas dan igual gama del color gris. Es imposible ver lo que realmente les importa.
Pudiera parecer, a primera vista, que es la estabilidad económica, garantizar un futuro para los hijos, o de que no quieran que alguien indigno les robe el corazón, y todo esa cantinela. Pero, visto lo visto, ¿que tipo de garantía es esa? ¿de que los protege? ¿tan nula consideración tienen la libertad y la experiencia que puedan adquirir sus hijos, que se preocupan por dejarselo todo atado y bien atado? ¿se han parado un momento a pensar porque los quieren a ellos y que consideración tiene todo ello sobre su conciencia? Se preocupan y se indignan, pero no se fijan en como están aprendiendo sus hijos, y menos aun son capaces de verse así mismos ejerciendo ese tutelaje. Fuera del ámbito de una lógica ya enfermiza - ese inquebrantable optimismo cultural, cuya falta de penetración ellos mismo son un ejemplo de su decaimiento - no pueden mostrar nada, ni sus argumentaciones, otrora un canon indiscutible, no son nunca irrefutables.
Si no salen de su indignación el mundo que dejaran en herencia a sus hijos será de cerebros cortos y bocas grandes. Unas bocas que ya empiezan a vomitar fuego en lugar de pronunciar nuevas palabras, que sean capaces de inducir nuevas acciones para estar en el mundo. Para poder entenderlo.