Cuando nos despeñamos, si un terremoto ecónomico no modifica las curvas descendentes, hacia los cinco millones de parados, y al lado de los incontables nichos de desolación y desdicha que toda es insidia esta provocando, hay gente repartida en otros rincones que necesitan hacer algo. Si en los nichos de la desolación ya no queda el menor atisvo de renovación ni siquiera buscando la ayuda a los astros mas favorables, en los otros es la indignacion contenida la que está provocando este movimiento. A lo que dé de si la lucha sin cuartel de estas dos fuerzas incontrolables esta encomendado, sin remisión, nuestro destino.
Los de la desolación tienen que recorrer su camino cargados con su desdicha, dándose por satisfechos cuando su círculo se cierra. Ese dia, que en estos nichos llega mas pronto que tarde, en el que se sienta la desolación como una satisfación y al reves porque ya van de la mano, ese día en que ya de igual imaginar que si el camino hubiera sido mas largo, tal vez, la desgracia podría haber desaparecido, ese día en el que robar deje de ser una oportunidad más, ese dia todo se volverá translúcido. De ese color que anuncia la muerte sin que el corazón deje de latir. ¿No los ha visto caminando por la calle? Fíjese y verá lo inimaginable. No piense que es la desolación que lleva encima el paria zarapastroso, que no tiene donde caerse muerto ni nada que llevarse a la boca. Pero al igual que éste, deambulan por ahí porque ya no tienen nada que perder delante de la mirada ajena.
Los de la indignación todavía no tienen claro su itinerario. Saben que hay horizonte por delante y que tienen motivo y recursos para intentar abordarlo. La tentación por tirar de lo ya sabido es grande. Pero saben que su indignacion no es la del fanático iluminado, ese especimen que pretende dar luz, mientras berrea, a una sociedad que se niega, a pesar de la criminal injusticia del momento, a vivir sin el acompañamiento de sus sombras. Yo creo que han optado por mirar con mas atención a lo que esta pasando. Abrir los ojos todo el tiempo, por fin, y dejarse llevar allá donde el pensamiento y la conciencia los guien. Sienten que se han equivocado, mejor dicho, que han tardado demasiado tiempo en aceptar que habian dejado de estar en lo cierto. Y sienten el dolor de ese fracaso, sobre todo, porque nadie les habia obligado a ello. Esta es una sociedad oficialmente libre y laica, pero también, oficiosamente, colmada de reproches. Pudieron dejar mucho antes su manera engañosa de mirar, pero le tuvieron miedo al reproche. Ha sido éste quien ha ligado ferreamente su tormento y su fracaso hasta ahora. Es por ello que no son visibles. Aun consideran del todo imposible manejar con soltura los detalles de su nueva mirada. Les es dificil imaginar que todas las cosas se puedan hacer de una en una y no digamos juntas. Pero lo mas difícil para ellos es mantener los ojos abiertos, sin que les entre una fe nueva que los obligue a cerrarlos de nuevo, para poder creer en ella.