Robespierre lo enunció en su axioma: un Estado puede sólo asentarse sobre dos fundamentos: la corrupción o el terror, que es el nombre político de la virtud. Tenga además en cuenta, que al joven abogado de Arras lo llamaban el incorruptible. El mismo pertenecía a la Asamblea Nacional Francesa que dio a conocer al mundo la Declaración Universal de los derechos del hombre. La modernidad occidental está hecha con estos mimbres. De una serie interminable de gestos y de los gastos que cuesta formularlos. En guita y en vidas humanas. Ahí nos encontramos. Stalin, ese moderno del Caúcaso, lo resumió en una frase: un muerto es una tragedia, un millón de muertos es una estadística. Desde entonces, y en nombre de la modernidad, se acabó el sentimiento de culpa. Únicamente cuenta el gesto del verdugo y el gasto del aniquilamiento.
El Estado actual, heredero natural de la mezcla de estos dos lumbreras, aplica a rajatabla sus recetas. Con otros gestos y otros gastos. Fíjese en el espectro de la moncloa, por poner un ejemplo al azar. Todo en él es una cuidada combinación de gestos y gastos. Veamos. Un parado es una desgracia personal, un inconmensurable pozo de dolor y de tinieblas. No vea exageración en la metáfora, es su representación cabal, se de que hablo. Por tanto, casi cinco millones de parados no son una desgracia colectiva como podría inferirse, es una estadística, a la que le corresponde un gesto, no un gasto, por ejemplo: aumentar la edad de jubilación. Un ingeniero habrá costado al Estado español, nos habrá costado, 50000 euros la final de su carrera. Una gasto. Angela Merkel quiere a los mejores a su lado, y no se como no están ya haciendo cola en la puerta de Brandeburgo. Dos gestos, los mejores gestos. Ante la noticia, el espectro de la moncloa ni ha movido alguna de sus cejas circunflejas. Y Alfredo el químico, solo ha seguido moviendo las manos. Otros dos gestos, los peores gestos. Los más estériles.
Lo que no sabe el espectro de la moncloa, porque Alfredo el químico no se atreve a decírselo, es que hay un punto crítico en la relación entre gestos y gastos, que atañe al futuro de ambos: es cuando un señor cuesta dinero y no produce nada. A eso el Estado lo considera que ya solo eres una unidad de gasto, sin ninguna posibilidad de gestos. O el espíritu de Robespierre y Stalin cabalgando de nuevo.
Por eso el espectro de la moncloa no convoca elecciones anticipadas, porque para ello tiene que hacer algún gesto. Por eso Alfredo el químico se desespera, ya que se le está acabando el repertorio de los suyos. Gastos aparte.