Discrepaba el otro dia no tanto sobre lo que mi interlocutor sintiese y pensase, sino mas bien sobre el lugar donde se aloja todo ese conclomerado. La cosa se ha puesto tan mal entre los humanos que nadie arriesga un frase ni una imagen sobre lo que siente y piensa, sino es a cambio de algo. Lo de las entrañas vendría a ser, entonces, como una especie de caja fuerte donde guardamos nuestro tesoro dorado, que nos asegura y garantiza la liquidez cuando salimos a trajinar al mercado de los sentimientos. Éstos se han convertido, así, en un activo más, cotizable en la bolsa de la lucha diaria. Aunque le parezca mentira en estos lances nadie quiere endeudarse. Por tanto, y tal y como esta el patio, no seré yo quien me oponga a que cada cual le saque el mejor provecho a lo que tiene en sus adentros, cuando quiera y donde le plazca. Corrompiéndose hasta el calcañal si es preciso.
A lo que yo me refiero es otra manera de tratar con los sentimientos. Tiene que ver con el sentido que les damos, es decir, con la forma de pensar que elegimos en ese trato. También con los sentidos que utilizamos y con el espacio que definimos al poner en marcha todo ello. Tiene que ver, como ya le dije, con la comunicación entre humanos, mejor dicho, con la comunicación entre las representaciones de su realidad, no con su mercadeo que es cosa bien distinta y que se tiende a confundir con mucha frecuencia. Ya le digo, hoy nadie arriesga nada sino se lleva algo al coleto de forma inmediata. Sea en el mercado de frutas o de digitales, sea viendo una peli, leyendo un libro, mirando un cuadro, oyendo una sinfonia, sea lo que sea. Nadie quiere pasar por lo que realmente és. Dejo este apunte sobre el asunto, que espero le pueda ser útil a quien quiera aprender a contener las urgencias de sentir algo a cualquier precio, para después guardarlo en la caja fuerte de las entrañas a la espera de las nuevas cotizaciones.
Yo pienso que todo sentimiento altera la percepción y toda alteración en la percepción induce un sentimiento. Los sentimientos humanos se manifiesten en dos ámbitos. Uno es el mas obvio, iluminado como si fuese una superficie más o menos pulida y siempre transitable, es el que nos garantiza la seguridad de las conmociones indiscutibles. Las lágrimas y las carcajadas son sus respuestas orgánicas más comunes. El otro es como un magma oscuro que se cuece por debajo de lo que se ve, es una forma de riesgo. Se trata de la emoción delante del misterio de la existencia del mundo y de la vida, delante de la perplejidad que nos produce su condición inabarcable. Pero se trata, también, de la necesidad de encontrar un sentido que ligue los acontecimientos y las cosas que pasan delante de cada uno de nosotros. Los dos ámbitos sentimentales viven juntos en cada persona, los distingue su analisis racional, no los trasiegos de la vida cotidiana.
¿Qué se ve sólo bajo la influencia de la luz? Todo, se puede contestar. ¿Qué se ve sólo bajo la influencia de la obscuridad? Nada, también se puede contestar. ¿Qué hace un ser humano delante de Todo? ¿Qué hace delante de Nada? ¿Todo y Nada son atributos propios de los seres humanos? ¿Están a su alcance? Coja un poco de aire.
Con Todo, ¿queremos decir todo lo que nos conviene? ¿qué ilumina, entonces, lo que no nos conviene? Con Nada, ¿queremos decir nada de lo que nos perjudique? ¿que obscurece, entonces, lo que de verdad nos perjudica? ¿Que quiere decir lo que nos conviene? ¿Qué quiere decir lo que nos perjudique? ¿Lo que no nos conviene es lo mismo que lo que no nos perjudica? Vale ya, lo dejo por hoy. Ya ve que el pensamiento sobre los sentimientos y sus conexiones no se para nunca, y, por tanto, las preguntes que nos interperlan tampoco. Relájese, ya acabo.
No hace falta que le diga que nuestros sentimientos están hechos de una sustancia escurridiza e inaprensible. Y sus itinerarios son imposibles de medir y de contar como lo son una cuenta de resultados empresarial. Si se fija con atención, aquí el negocio es otro. Y se llama comunicación con todo lo que no es uno mismo. Y significa llegar a conseguir su aceptación y reconocimiento. Ya se que es muy difícil, imposible incluso, conseguirla con razonable satisfación. Pero el mero hecho de constatar tal limitación no es óbice para no intentarlo una y otra vez. La alternativa a eso ya sabe cual es: hablar con uno mismo. Hablar solos. La locura.
De otra manera. Hay gente que mira el mar. Y hay gente que se mira así misma mirando el mar. Pero vistas desde una barca hacen lo mismo. Ya ve.