martes, 4 de enero de 2011

¡VIVAN LOS REYES MAGOS!


Vuelvo sobre lo ya dicho, para coger carrerilla y decir algo mas. Desde pequeños nos dicen que hay que leer, que leer es bueno, que leer nos hará cultos, que nos hará libres, y todo eso y no se cuantas cosas mas. Los maestros insisten, las instituciones gastan lo que no tienen para fomentar la lectura, los editores se quejan, los libreros ni le cuento. No leer se ha convertido en una culpa, en un pecado, en una mancha. Y nadie quiere sentir ser culpable. Pero el problema empieza entonces: ¿que leer?

Cuando algún lector o lectora me hace la fatídica pregunta, yo me levanto y en tono solemne le respondo: la única opción posible que tiene es intentar leer los libros necesarios. Es igual, va y me contesta: no me jodas, toda la vida leyendo y ahora me dices que no he leído lo que tenía que leer. No es con la libido, respondo, sino sabiendo las preguntas con que el lector convive como se puede orientar en la selva editorial y en la herencia literaria. Por esta vez preferiblemente sin joder, leyendo y escuchando a los que han leído.

Todo empezó el día en que, sin explicación alguna, nos abandono aquel mundo donde únicamente predominaba la ley del impulso, que nos lanzaba en busca de tesoros y a confraternizar con fantasmas. Para entendernos y, por seguir a pie del calendario, era el mundo de los Reyes Magos. Inopinadamente alguien nos dijo que los fantasmas no pertenecen a ningún lugar concreto sino que están dentro de las personas, que los tesoros hay que ganarselos con el sudor de la frente y nunca serán como nos los imaginamos sino que olerán como el sudor y que los Reyes Magos eran los padres. Tres inconmensurables putadas que ya no podremos digerir en lo que nos quede de vida. Ahora si, joder, joder, joder.

Lo que vino a continuación es la vigilia permanente, despiertos para siempre en un mundo donde ha desaparecido ese impulso irreflexivo y único que hacia que todo fuera posible, que nos proporcionaba un placer despiadado como, quizá, no hemos vuelto a conocer otro. Mas tarde nos ofrecieron otros mundos absolutos e irreflexivos, hicimos los cambios de chaqueta oportunos, pero no volvieron a proporcionarnos la antigua satisfacción de los primeros años. Y llego la frustración y el desencanto, que conviven con los restos de odio y resentimiento que aun quedan.

Me pregunto, entonces, si cuando un adulto me pide orientación sobre que leer y le contesto, pensado que de verdad estoy delante de un adulto, y el me responde por sexuales, ¿no será que quiere volver a leer como un niño? Antes de caerme del guindo, se me ocurren seis o ochos libros necesarios que sugerirle, advirtiendole que la primera lectura tiene un efecto secundario, no necesariamente permanente en las sucesivas, muy temido en nuestra sociedad: el aburrimiento. Para ello tengo preparado el ejemplo de las vacunas o los antibióticos, por si el lector se me pone tarasca. Son necesarios pero hay que asumir sus efectos colaterales, si queremos quitarnos de encima la enfermedad. También tengo en la recamara lo de que es conveniente leer en voz alta y en compañía, como siempre se ha hecho con la primera lectura de los libros necesarios.

Al final lo dejo, y me apunto a lo que decía Mark Twain en el prologo de su libro, "Las aventuras de Tom Sawyer", que su propósito era que lo leyeran los muchachos, aunque esperaba que no fuera despreciado por los adultos, a quienes se les presentaba la ocasión de recordar su pasado y en particular cómo sentían.

Descubrimos el mundo adulto cuando un día se planta delante de nosotros el mal arbitrario, el mal porque si, cuando conocemos a tipos que necesitan hacer el mal para estar vivos. Se acabo, entonces, el cotarro de los tesoros y los fantasmas. De sopetón, nos damos cuenta de que la vida va en serio. Tal vez por ello, aun hoy es mas fácil matar a un niño que educarlo. Quiero decir, que hay formas de educar que valen por un asesinato.

Dentro de unos días he quedado con media docena de chavales para comentar "La isla del tesoro", de Robert Louis Stevenson. Sea el tópico por esta vez: una experiencia única. Le aseguro que todos saldrán vivos y, espero no tener que perdonarme porque lo diga, mas sabios e inteligentes.