domingo, 2 de enero de 2011

LA LLAVE DE SHARAH, de Guilles Paquet-Benner


Vuelta al origen, allí donde se estaban desvaneciendo las ultimas esperanzas gordas, que iban a llevar a la humanidad a la madre de toda las esperanzas: ser como dioses. Paris 1942, Redada del Velódromo de Invierno, muchos judíos hacinados esperando iniciar el camino hacia la muerte. Ya sabe. Los fantasmas del pasado buscan el presente. ¿Para qué? ¿A qué vienen? ¿Por qué no quieren que los olvidemos o por qué no sabemos olvidar?

Decidí ir a verla por lo que he venido hablando estos días. Me interesaba, sobre todo, como un director francés se enfrentaba a ese pasado y como lo hacia de la mano de Kristin Scott Thomas, una actriz que reúne en su rostro y en su mirada buena parte de la melancolía y nostalgia que debe tener quien se ponga de frente a lo que ya no está, pero que, al mismo tiempo, resulta difícilmente imaginable. El personaje que encarna, una periodista norteamericana que quiere hacer un reportaje sobre aquellos hechos, me hacía prever que la determinación, que es necesaria en estos casos, también estaba garantizada, al igual que un inmejorable punto de vista. Los europeos pensamos de los norteamericanos que son como niños grandes y ellos piensan de nosotros que somos demasiado listos, y que por eso nos pasó lo que nos pasó. Sea como fuere, lo cierto es que ellos son buenos sabuesos y tienen en su haber las mejores investigaciones periodísticas que se han hecho sobre los asuntos turbios del poder. A nosotros nos pone la logomaquia, cuando se trata de tapar con palabras lo que no queremos que se sepa. Sigo pensando que a los europeos nos falta el valor necesario para llamar a las cosas por su nombre, la única forma de que acudan a nuestra llamada.

Al final se llevo el gato al agua el celo distorsionador del director que se impuso a la audacia investigadora de la periodista. Y la mejor manera fue abrir el melón de muchas historias en el punto peor de maduración, así cuando se cruzaban o se repelían o se mostraban indiferentes a lo que les tocaba. Es decir, el soduko no salia.

Para que un régimen como el nazi llegue hasta donde llegó, se necesita la colaboración activa o pasiva de mucha gente importante y desconocida. No solo en Alemania, sino en toda Europa. Esto es algo que los europeos nos negamos a entender, tendemos a la teoría del loco solitario. Los norteamericanos se encuentran mas cómodos en la visión conspirativa. Están mas cerca de la costumbre de los grandes depredadores: si si se ha de cazar a lo grande que haya, al menos, dos que se lo proponen. Aniquilar a toda la comunidad judía del continente europeo es un empresa, desde el punto de vista de la conciencia humana, inconmensurable. Para que sea de verdad atroz tenemos que hacerla pequeña. Sencillamente hay que hacer ver y sentir como la familia vecina de Sharah, que es nada menos que la del padre del marido de la periodista, fue responsable, aunque dicen que no se enteraron de nada, de lo que le sucede a la niña y a su familia. Y que esa responsabilidad pequeña nos afecta todavía, porque seguimos sin llamarla por su nombre en lo que nos pasa ahora. Se trata de como representar el perdón y el duelo ante las víctimas que sufrieron aquella barbarie. Unicamente por eso vale la pena dejar que nos visite el pasado. Para saber ponernos cara a cara frente al mal y al dolor, que no porque desapareció el de entonces cesa en nuestros días de dañar quien lo ha sustituido. Para lo bueno y lo malo, ya sabe, se nos ve mas el plumero sueltos que apretujados en el anonimato que proporciona la masa.


Guilles Paquet-Benner lo tenía fácil. El mismo deja ver como el presidente Chirac, en 1995, desmontó el mito del no colaboracionismo francés en la Francia ocupada por los nazis. ¿Falta de valor, de coraje? ¿O falta de talento para pasar de lo inconmensurable a lo pequeño? Lo cierto es que se pierde en el camino y la historia deriva, como tantas otras veces, hacia el territorio de los sentimientos a los que nadie puede oponerse, porque todo el mundo los conoce y son los que nos anestesian cada mañana.